lunes, 5 de junio de 2023

Destinatarios de Hebreos

El Destino de Hebreos

Varios autores tratan con abundancia de detalles la cuestión de la ciudad en la que encontraba la iglesia destinataria de Hebreos. Aquí no pretendo hacer más que resumir algunas de sus conclusiones. Para más información recomiendo las obras de Bruce (págs. xxxi a xxxvi) o Guthrie (págs. 711–715).

1. ¿Palestina o la Diáspora?

Tradicionalmente se decía que la Epístola fue escrita a los creyentes de Palestina y más explícitamente a la iglesia de Jerusalén. En apoyo de esta idea está el hecho de que no hay ninguna referencia en toda la Epístola a tensiones entre judíos y gentiles, ni siquiera a la convivencia de ambos en una misma congregación. Por lo tanto es probable (dicen los que defienden esta idea) que fuese dirigida a una iglesia compuesta sólo de judíos. Esta situación se daría con frecuencia en Palestina, pero no en otros países.

Ésta es una teoría todavía sostenida por algunos y no puede ser descartada ligeramente. Sin embargo, trae más problemas que soluciones.

En primer lugar es una Epístola escrita en griego. En el primer siglo, el griego era el lenguaje común de todos los judíos que vivían en la «dispersión» (por razones históricas, tanto de orden político como comercial, había colonias de judíos en muchos lugares del Mediterráneo oriental y éstos se llamaban los judíos de la dispersión, o de la «Diáspora»). En cambio los judíos de Palestina utilizaban el arameo o el hebreo. El hecho de que Hebreos esté redactada en griego es un argumento a favor de un destino entre la Diáspora y no en Palestina.

Pero ¿no podría tratarse de una traducción? ¿No podría la Epístola haber sido escrita inicialmente en hebreo y luego traducida al griego? Existe una tradición que apoya esta tesis: como hemos visto, Clemente de Alejandría dijo que Pablo la escribió en hebreo y que Lucas la tradujo al griego. Sin embargo, hay razones de peso para pensar que Clemente no tenía una base muy sólida para su afirmación. Es difícil pensar que el texto griego de Hebreos sea una traducción porque el griego es de primerísima calidad. Si alguna vez has tenido que hacer una traducción de un idioma a otro sabrás que es enormemente difícil, aun en el siglo xx con todas las técnicas que nos enseñan, hacer que un texto traducido se lea con la misma fluidez y naturalidad que el texto original. En una traducción las frases suelen ser torpes, la gramática un tanto forzada, el ritmo de la prosa mucho más entrecortado. Nada de esto se ve en Hebreos. Además, hay algunos lugares en los que el autor hace juegos de palabras, algo que es casi imposible hacer en una traducción (para ejemplos, ver Jamieson, página 607). El uso de dos palabras muy parecidas en el mismo contexto, pero con un contraste sutil en su significado, añade una gran riqueza estilística al texto. Pero, por supuesto, son palabras en griego las que hacen este juego. Las palabras equivalentes en el hebreo no. Por esto también parece poco probable que sea una traducción.

Otro argumento en contra de un destino palestino es el hecho de que todas las citas del Antiguo Testamento en Hebreos, con sólo dos excepciones, proceden literalmente de la Septuaginta (es decir, de la versión griega del Antiguo Testamento), la cual era la versión empleada por los judíos de la Diáspora pero no por los judíos de Palestina, que seguían utilizando el texto hebreo. Además, acabamos de ver que, según 2:3, los primeros lectores no habían escuchado el Evangelio personalmente de labios del Señor Jesucristo sino a través de los apóstoles. Aun imaginando que habían pasado varias décadas desde Pentecostés y que, por lo tanto, muchos de la primera generación de creyentes ya habían fallecido, es difícil pensar que en una congregación de Palestina (especialmente si se trata de la iglesia de Jerusalén) no hubiera nadie que hubiese escuchado directamente a Jesucristo. Lo lógico sería que al menos hasta la caída de Jerusalén (70 d.C.) hubiera creyentes en las iglesias de Palestina que le habían conocido personalmente. En cambio, era en la Diáspora donde los cristianos habrían recibido el Evangelio a través de los apóstoles.

También hemos visto que el autor habla de la generosidad de los lectores, de cómo han dado espléndidamente para el bien de otros (6:10). Lo que es más, se atreve a exhortarles en este sentido: «De hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis» (13:16). Pero sabemos por las epístolas de Pablo que la iglesia de Jerusalén (y probablemente las de Palestina en general) era pobre y pasaba muchos apuros económicos, hasta el punto de que Pablo tuvo que recoger una ofrenda en las iglesias de gentiles a fin de ayudarla. Más que una iglesia que ofrendaba para los demás, la de Jerusalén necesitaba recibir ayuda. Aunque ésta no es una consideración definitiva, contribuye a la idea de que la iglesia receptora fuera de la Diáspora y no de Palestina.

Por lo tanto, en cuanto a probabilidades, si no de certidumbres, podemos suponer que esta Epístola fue dirigida a una congregación de la Diáspora, no a Jerusalén ni a Palestina.

No obstante, es bien claro que, aunque los lectores estaban lejos de Jerusalén (y quizás debido a ello), se aferraban mucho a sus vínculos emocionales con la madre patria, con la tierra prometida, con el Templo y con la liturgia levítica. No por estar lejos de Jerusalén habían perdido el recuerdo de su herencia histórica. Todo lo contrario.

2. Alejandría

Volvemos, pues, a nuestra pregunta. ¿Podemos ser más explícitos en cuanto al destino de la Epístola? Algunos han pretendido ver en ella influencias helénicas y, más explícitamente, del pensador hebreo Filón, que vivía en Alejandría. Si bien voy a decir que finalmente las evidencias que alegan no convencen demasiado, las menciono aquí porque también sirven para aproximarnos al texto. (Nuevamente, quien da un resumen magnífico de los argumentos en torno a un destino alejandrino y a la posible influencia de Filón en el autor de Hebreos es Guthrie, págs. 719–721.)

¿Qué rasgos en común tienen los escritos de Filón y la Epístola a los Hebreos para que algunos detecten en ésta una influencia alejandrina? Pues nada que no pueda ser explicado de otras maneras. Pero veamos lo que dicen. En primer lugar, tanto Filón como el autor de Hebreos utilizan el Antiguo Testamento de una manera alegórica o tipológica; es decir, acuden al texto del Antiguo Testamento a fin de descubrir en él figuras que anticipen la realidad espiritual del Nuevo. Por supuesto, el autor de Hebreos no tiene ningún monopolio de la tipología en el Nuevo Testamento. De hecho, uno de los expertos actuales más eminentes en literatura universal, el catedrático canadiense Northrop Frye (recientemente fallecido), sostiene que la manera habitual en la que la Biblia interpreta la Biblia es la tipológica. Es decir, cuando los autores del Nuevo Testamento interpretan el Antiguo, suelen darle un sentido tipológico y presuponen que ésta es la manera acertada de entenderlo.

Otros señalan que tanto Filón como el autor de Hebreos acuden constantemente al texto de la Septuaginta, no de la Biblia hebrea. Incluso, al citar de ella utilizan la misma clase de frases para introducir sus citas, frases como: «y otra vez dice…» (1:5, 6 etc.). Más concretamente aún, los dos hacen uso de lo que el Antiguo Testamento no dice. Inicialmente nos pueden resultar sorprendentes, por ejemplo, las conclusiones que el autor de Hebreos saca en cuanto a Melquisedec, al decir de él que fue un hombre sin padre, sin madre, sin genealogía, que no tenía principio de días ni fin de vida, sino que era semejante al Hijo de Dios en su origen y, por lo tanto, permanece sacerdote para siempre (7:3). Ante tales afirmaciones reaccionamos diciendo: ¡Espera un momento! Sólo porque Génesis no habla de los padres de Melquisedec, no tienes derecho a concluir que en realidad no los tenía. A esto volveremos cuando lleguemos a comentar este texto in situ. Se ve, sin embargo, que Filón también sacaba conclusiones de lo que el Antiguo Testamento no dice. (También es curioso que Filón hace toda una exposición de Melquisedec como figura tipológica, tal y como lo hace el autor de Hebreos.)

También el vocabulario técnico utilizado en Hebreos y por Filón son parecidos. Por ejemplo, en los dos hay constantes referencias al contraste entre lo antiguo y lo nuevo. A veces este contraste es expresado en términos de lo terrenal y lo celestial, por ejemplo en Hebreos 8:1, 2:

«Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre».

Aquí nos encontramos con sacerdotes, tabernáculo y santuario humanos, terrenales; y por contraste con un sumo sacerdote que está en los cielos, en un santuario celestial, en el verdadero tabernáculo celestial del cual el terrenal era un arquetipo.

En otras ocasiones el contraste se expresa en términos de lo creado y lo no creado, entre lo que está hecho de manos de hombres y lo que está hecho sin manos, como por ejemplo en 9:11:

«Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación».

Otras veces el mismo contraste se expresa en términos de lo transitorio y lo permanente, por ejemplo en 7:23:

«Los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; mas éste (Jesús), por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable».

La transitoriedad del sacerdocio levítico es contrastada con la permanencia del sacerdocio de Cristo.

El contraste entre lo antiguo y lo nuevo es inevitable en un Evangelio cuyo punto de referencia es el Antiguo Pacto, y desde luego no encuentra su origen en Filón sino en las mismas Escrituras (ver, por ejemplo, Jeremías 31:31). Ningún autor cristiano puede presentar el Evangelio a lectores hebreos sin señalar este contraste. El contraste en sí, pues, no puede ser tomado como evidencia a favor de una influencia alejandrina. Los que sostienen esta tesis, por lo tanto, han de acudir a la similitud de vocabulario y a la manera en la que este contraste es presentado. Sobre todo señalan frases como «sombra de las cosas celestiales», «la imagen misma», «figura de lo verdadero», con sus reminiscencias helénicas (y hasta platónicas), muy al gusto de Filón.

Sin embargo, debemos reconocer dos cosas: En primer lugar, que si aceptamos una influencia alejandrina, esto puede decirnos algo sobre el autor de Hebreos, pero muy poco sobre su destino; en segundo lugar, que queda lejos de ser demostrada una verdadera influencia de Filón sobre el autor de Hebreos. Nuestro conocimiento de la extensión de las ideas (y maneras de hablar) helénicas en el mundo mediterráneo del primer siglo es muy limitado, pero las pocas evidencias que hay indican una extensión que no queda limitada a la influencia alejandrina. El hecho de que Filón y el autor de Hebreos a veces utilicen frases parecidas, no significa necesariamente ni que compartan las mismas ideas, ni que haya habido una influencia determinada; puede significar solamente que vivían en un mismo mundo y en una misma época. Por lo tanto, poner a Alejandría como lugar de destino de la Epístola, si bien es una posibilidad vigente, no deja de ser una propuesta especulativa.

3. Otras sugerencias

Volvemos a decir, pues, que hoy por hoy es imposible establecer cuál era el destino de Hebreos. Sin embargo, los comentaristas no dejan de proponernos nuevas posibilidades. Una de las favoritas es Roma, en primer lugar porque la primera noticia que tenemos de la Epístola nos viene de Roma (de la epístola de Clemente, ya mencionada). También porque la frase de 13:24, «los de Italia os saludan», es entendida por algunos como una referencia a creyentes procedentes de Italia que ahora estaban con el autor en el extranjero y envían saludos a sus compatriotas en Italia. Lo que sí podemos admitir es que esta frase indicaría o bien que la Epístola fue escrita desde Italia, o bien que fue dirigida a Italia. Pero no hay ninguna manera de establecer cuál de estas opiniones es cierta.

Otras sugerencias incluyen Cesarea, Antioquía de Siria, Colosas, Galacia, Corinto… cada una apoyada por supuestas evidencias que a nosotros nos parecen sumamente frágiles.


 David F. Burt, El Resplandor de Su Gloria, Hebreos 1:1–14, vol. 129, Comentario Ampliado Del Nuevo Testamento (Terrassa (Barcelona): Editorial CLIE, 1993), 281–287.


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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com


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