El Rechazo Radical de la Tradición
En el siglo XVI, algunos teólogos radicales como Thomas Müntzer, Caspar Schwenkfeld y Sebastian Franck abogaron por una interpretación individual de las Escrituras, guiada únicamente por el Espíritu Santo. Para Franck, la Biblia era "un libro sellado con siete sellos que nadie puede abrir a menos que tenga la llave de David, que es la iluminación del Espíritu".
Esto abrió paso a un énfasis en el individualismo, elevando el juicio personal por encima de la autoridad de la iglesia. Los radicales rechazan prácticas como el bautismo de infantes por no tener una base bíblica clara (no hay referencia explícita a esta práctica en el Nuevo Testamento). Del mismo modo, cuestionan doctrinas como la Trinidad y la divinidad de Cristo por considerar que su fundamento bíblico es insuficiente. No hay lugar para la tradición en su visión.
Este enfoque se profundizó durante la Ilustración, un periodo marcado por el deseo de liberarse de los grilletes de la tradición. La emancipación política de la opresión del pasado (tema clave de la Revolución Francesa) implicó un abandono total de las ideas políticas, sociales y religiosas anteriores.
Los pensadores de la Ilustración valoraban la razón humana como fuente de conocimiento, liberándolos de la necesidad de recurrir a la tradición. Para ellos, respetar la tradición significaba someterse a la autoridad del pasado, una autolimitación ante estructuras sociales, políticas y religiosas obsoletas.
"El pensamiento moderno nació en una crisis de autoridad, se formó en la huida de la autoridad y aspiró desde el principio a la autonomía de toda influencia tradicional" (Jeffrey Stout).
El filósofo de la ciencia Michael Polanyi lo resumía así: "Nos criaron con creencias sin pruebas desde la infancia. Dogmas religiosos, la autoridad de los antiguos, las enseñanzas escolares... todo unido a un cuerpo de tradición que tendíamos a aceptar simplemente porque otros lo habían hecho antes y querían que lo abrazáramos a su vez".
La Ilustración, entonces, representó un rechazo radical de la tradición, considerando que la razón era suficiente sin las voces del pasado. En las últimas décadas, el menor impacto de la Ilustración ha permitido un renovado interés y respeto por la tradición en la teología cristiana.
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