Miércoles 7 de Febrero de 2024
Ayuno Distrital de Pastores
IPUL Distrito 2
Adonay Rojas
Pastor
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. (Hechos 2: 1-4)
Sin Espíritu Santo no hay Iglesia
Revisando la obra, y la importancia, del Espíritu Santo en cada creyente
Neumatología y Eclesiología, dos de las más grandes disciplinas de la teología sistemática.
De la Iglesia, sabemos que no aparece en el Antiguo Testamento (si acaso en algunos tipos o representada en símbolos que son solo sombra de lo que aparecería en el futuro). Llega a su existencia en el Nuevo Testamento. Tan notorio es esto que algunos han llegado a decir que el Antiguo Testamento básicamente nos narra la relación de amor entre Dios y el pueblo de Israel y el Nuevo Testamento, la misma relación de amor, pero ahora entre Jesucristo y su iglesia.
La frase "Espíritu Santo" no aparece en el Antiguo Testamento (más que en algunas traducciones que reordenan las palabras de Isaías 63 que en nuestra amada RV60 dice "hicieron enojar su santo Espíritu" y en la oración de David: "No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu").
Claro está que me estoy refiriendo a la expresión "Espíritu Santo", no al Espíritu Santo en sí que obviamente sí está presente por todo el Antiguo Testamento, desde el segundo verso de la Biblia que dice que "el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas".
Y muy especialmente en ese "Espíritu de Dios" con el cual el Señor llenó a Bezaleel para la obra del tabernáculo.
O en ese "Espíritu de Dios" que vino sobre el avariento Balaam para que profetizara.
O en ese "Espíritu de Jehová" que venía sobre los jueces de Israel y los capacitaba e impulsaba a hacer grandes proezas a favor del pueblo.
Y qué decir del "Espíritu de Jehová" que vino sobre Saúl y lo mudó en otro hombre, ese "Espíritu de Dios" que vino sobre él con poder y lo hizo profetizar en varias ocasiones como aquella en la que envió mensajeros a atrapar a David pero sobre estos mensajeros también vino el "Espíritu de Dios" y ellos también profetizaron, en esa misma ocasión Saúl mismo fue a Ramá; y también vino sobre él el "Espíritu de Dios", y "siguió andando y profetizando hasta que llegó a Naiot en Ramá. Y él también se despojó de sus vestidos, y profetizó igualmente delante de Samuel, y estuvo desnudo todo aquel día y toda aquella noche. De aquí se dijo: ¿También Saúl entre los profetas?"
O qué decir del "Espíritu de Jehová" que vino sobre David desde ese día en que Samuel lo ungió con aceite en adelante, a tal punto que en sus palabras postreras este dulce cantor de Israel se atrevió a decir: "El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua".
O el "Espíritu" que vino sobre Amasai el jefe de los treinta y lo hizo proferir palabras de paz sobre David y sus acompañantes.
O "el Espíritu de Dios" que vino sobre Azarías hijo de Obed y le hizo profetizar delante de Asa y lo hizo cobrar ánimo para llevar a cabo la reforma de su tiempo.
O el "Espíritu de Jehová" que igualmente vino sobre Jahaziel y le hizo proferir esas bellas palabras delante del rey Josafat, uno de los pocos reyes buenos que hubo en Judá: "No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios".
Y el "Espíritu de Dios" que vino sobre Zacarías y profetizó contra Joás. Profecía por la cual mataron a Zacarías en el patio de la casa de Jehová. Homicidio con el que se cierra el orden canónico hebreo y al que hace referencia nuestro Señor cuando dijo: "para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar".
¡Pues claro que, en todos estos casos del Antiguo Testamento y muchos más que no he mencionado, nos referimos al mismo Espíritu Santo del que hablamos hoy!
Pero como la tarea no es rastrear la obra e importancia del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento, que la tiene, sino su obra e importancia en relación con la Iglesia, y ya sabemos que ésta viene a su existencia en el Nuevo Testamento, pues vámonos para el Nuevo Testamento.
Sin embargo, mal haríamos en saltar de una vez al Nuevo Testamento sin tener en cuenta las promesas hechas en el Antiguo, máxime si entendemos el Nuevo Testamento como un cumplimiento del Antiguo.
Promesas que algunos amantes de la alegoría ven desde el mencionado segundo versículo de la Biblia, "el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas", tomando "las aguas" como símbolo de "las muchas gentes".
Promesas que sin necesidad de una interpretación alegórica vemos por ejemplo en el anhelo de Moisés cuando dice: Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos.
Y también notamos esas promesas de manera explícita en las palabras de Isaías, Ezequiel, y Joel:
hasta que sobre nosotros sea derramado el Espíritu de lo alto, y el desierto se convierta en campo fértil, y el campo fértil sea estimado por bosque. (Is 32:15)
Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos. (Is 44:3)
Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra... Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová. (Ez 36: 27 y 37:14)
Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. (Joe 2:28–29).
No podemos olvidarnos de esta profecía porque fue específicamente a esta profecía a la que se refirió Pedro el día de Pentecostés diciendo que ese era su cumplimiento.
Visto esto, no debe sorprendernos entonces que la frase "Espíritu Santo" (que como tal no aparece en el Antiguo Testamento como dijimos ya) sí aparezca más de un centenar de veces en el Nuevo Testamento, dependiendo de la traducción que estemos usando.
Y la cantidad de veces casi se triplica si nos ponemos a buscar no solo "Espíritu Santo" sino que también buscamos "Espíritu de Dios", "Espíritu de nuestro Dios", "Espíritu del Dios vivo", "Espíritu de verdad", "Espíritu de Vida", "Espíritu del Señor", "Espíritu de Jesús", "Espíritu de Cristo", "Espíritu de su Hijo", "Espíritu de Jesucristo", "Espíritu de Santidad", "Espíritu de la Profecía", o solo incluso simplemente "Espíritu" entendiendo también que no en todo sitio donde aparezca la palabra "Espíritu" se está refiriendo al "Espíritu Santo". En este sentido, los traductores al español han querido ayudarnos poniendo en mayúscula la primera letra de la palabra cuando consideran que se refiere al Espíritu Santo y no a otro "espíritu", pero a veces los traductores bíblicos no están muy de acuerdo entre ellos (Para la muestra un botón, en 1 Jn 4.6 "espíritu de verdad" está con minúscula en RV1909, RV60, RV95, RVC, NBLA, BJL, etc... pero con mayúscula en TLA, RVA, NVI, NTV, entre otras.).
Las primeras menciones del Espíritu Santo (al igual que la primera mención de la Iglesia) en el Nuevo Testamento hacen referencia a un evento todavía en el futuro... "Él os bautizará con el Espíritu Santo", "El Espíritu Santo os dará palabra", "dará el Espíritu a quien se lo pida", "os dará otro Consolador", "el Espíritu de Verdad que estará en vosotros", "el Espíritu Santo, a quien el padre enviará", y finalmente "seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días".
Y sobre la Iglesia, baste recordar las palabras de Jesús a Pedro: "sobre esta roca edificaré mi Iglesia".
Incluso el verso clave de Hechos tiene aún en el futuro el evento de la llegada del Espíritu Santo sobre los discípulos:
pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. (Hechos 1:8)
Esto juega en contra de quienes creen que los discípulos ya habían sido bautizados con el Espíritu Santo desde el momento en que Jesús sopló en ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. (Jn 20.22)
Hasta este momento de la ascensión de Cristo la historia de la Iglesia no ha sido aún inaugurada por lo que tomar como modelo o norma para la Iglesia comportamientos o acontecimientos previos a Pentecostés me parece un error, al menos anacrónico.
Decir por ejemplo que la evidencia inicial de hablar en otras lenguas del bautismo del Espíritu Santo no corresponde a esta era de la Iglesia porque Zacarías, Elizabet, y el propio Juan el bautista fueron llenos del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento sin que la Biblia nos diga que hablaron en otras lenguas, no tiene relevancia real porque estamos hablando de personas que no formaron parte de la Iglesia que aún estaba en el futuro en ese momento histórico.
Lo mismo que pensar que la evidencia hoy es la profecía, porque era lo que mayormente pasaba en el Antiguo Testamento. No, porque no estamos en el Antiguo Testamento, ahí la era de la Iglesia no había sido aún inaugurada.
Pero pocos días después de la ascensión...
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. (Hch 2:1–4).
Este es el pasaje clásico de nosotros los pentecostales. Como dijimos ya, Pedro afirma que eso que ocurrió ese día es el cumplimiento de la profecía de Joel:
Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños;
Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
Y esa es una promesa que nos alcanza también a nosotros: ... y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Aquí es donde la gramática comienza a jugar un papel realmente importante a la hora de interpretar las Escrituras, no es lo mismo recibid que recibiréis, el primero es un imperativo, una orden, y el segundo en un futuro del modo indicativo, una promesa, aunque sí los dos verbos están conjugados en segunda persona del plural.
La historia de la Iglesia empieza entonces con el cumplimiento de esta promesa. Lo que pasó antes de este momento en referencia al Espíritu Santo no es nada comparado con lo que ocurrirá de aquí en adelante en la era de la Iglesia, que es también la era del Espíritu Santo.
proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros. (Heb 11:40).
Así que abramos bien el ojo a lo que viene, porque esto sí que nos compete a nosotros la iglesia del siglo XXI.
Y tampoco es que nos vayamos ahora al extremo de afirmar que ahora sí comenzó a obra el Espíritu Santo, pues ya dijimos que está actuando desde el primer capítulo del Génesis.
El espíritu de Dios me hizo,
Y el soplo del Omnipotente me dio vida. (Job 33:4)
Me metería aquí en otro tema que es la relación entre la neumatología y soteriología bíblica, pero sin embargo es crucial recordar que el nuevo nacimiento es un milagro que produce el Espíritu Santo en la vida del que cree, así que con suficiente base bíblica podemos afirmar que quien ha sido salvo, ¡ha nacido del Espíritu! Ha nacido de Dios, ha nacido por la palabra de Dios, ha renacido por la palabra de verdad, y ha nacido del agua y del Espíritu. Todas estas son expresiones neotestamentarias para hablar del nuevo nacimiento producido por el Espíritu Santo.
Total, que damos por sentado que el Espíritu Santo no empezó a obrar en Pentecostés pues toda la obra de la salvación es un trabajo que hace el Espíritu Santo en cada persona. La Obra del Espíritu Santo es el proceso de salvación efectuado por Dios, a través de su Espíritu en la vida de la persona, desde el momento del llamamiento hasta el momento de la glorificación.
Una cosa es la Obra del Espíritu, que es bien amplia y que no se limita al bautismo del Espíritu Santo. La Obra del Espíritu Santo contiene al bautismo del Espíritu Santo y no a la inversa.
Por eso es que no podemos ignorar la que el Espíritu Santo ha hecho y está haciendo en aquellos hermanos que aún no han sido llenos, bautizados, con el Espíritu Santo con la evidencia inicial de hablar en otras lenguas.
No podemos pensar que por el hecho de que algunos hermanos no hayan hablado en otras lenguas como evidencia de haber sido bautizados con el Espíritu, entonces no tienen nada del Espíritu Santo ni el Espíritu Santo de Dios ha hecho nada en ellos, y simplemente son unos sensuales que no tienen al Espíritu (Judas 19). Cuando Judas escribe esto NO está pensando en los hermanos que no han hablado en otras lenguas, sino en aquellos que aunque hablen en muchas lenguas, son causantes de divisiones en la iglesia.
Tampoco podemos pensar que porque un hermano no haya sido bautizado con el Espíritu Santo con la evidencia inicial de hablar en otras lenguas, entonces no ha sido regenerado, no ha sido santificado, no ha sido justificado, no ha sido reconciliado, no ha sido adoptado, no ha nacido de nuevo, y en consecuencia no ha sido salvo, y por ende no es parte de la Iglesia...
Es que según el parecer de algunos todo el actuar de Dios en la vida de una persona se centra solamente en el bautismo del Espíritu Santo, con la evidencia inicial de hablar en otras lenguas. Esto es un extremo que debemos evitar. No nos quedemos solo con una parte de la obra perdiendo así la visión del cuadro completo.
Leí un argumento de alguien que aseguraba que el bautismo del Espíirtu Santo es la señal del pacto en el Nuevo Testamento. Pero los textos que usaba para argumentar esto están en la carta a los Colosenses, capítulo dos, el tema allí es el bautismo en agua en el nombre de Jesucristo para perdón de pecados, y no al bautismo del Espíritu Santo, con la evidencia inicial de hablar en otras lenguas.
Pero el otro extremo es igualmente, o más, peligroso: Pensar que ya no es necesario que un hermano sea bautizado con el Espíritu Santo con la evidencia inicial de hablar en otras lenguas.
Lo dicho en referencia a los hermanos que aún no han sido bautizados con el Espíritu Santo, no disminuye ni en un ápice la importancia, relevancia, y trascendencia que tiene en el libro de Hechos de los apóstoles el bautismo del Espíritu Santo.
Hechos 2 es el evento pentecostal por excelencia, nos sumerge en una dimensión especial, la esfera sobrenatural del Espíritu Santo. Baste un breve repaso de Hechos de los Apóstoles para notarlo. Recordemos aquí que según algunos este libro más que Hechos de los Apóstoles debería llamarse los Hechos del Espíritu Santo pues realmente es él el protagonista en cada una de sus páginas, y vale también recordar que es el libro de la historia de la Iglesia. El Espíritu Santo y la Iglesia.
Aquí en Hechos capítulo dos comienza la historia de la Iglesia y del actuar del Espíritu Santo en medio la iglesia. Es que sin Espíritu Santo no hay iglesia, con él fue inaugurada la era de la Iglesia y también en el arrebatamiento cuando él sea quitado de en medio se terminará la era de la Iglesia aquí en la tierra. Mientras eso ocurre, el Espíritu y la iglesia dicen ¡ven!
Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. (2 Tes 2:6–7).
Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. (Ap. 22:17)
No hay Iglesia en la gran tribulación, desde Apocalipsis 4 hasta el 19 la iglesia no es mencionada en la tierra.
En la interpretación futurista clásica del libro de Apocalipsis, el capítulo 1 nos cuenta las cosas que fueron, el dos y el tres, las cosas que son y desde el capítulo cuatro en adelante, las cosas que serán después de estas.
Es interesante que entre los capítulos dos y tres, que marcan el peregrinar de la Iglesia en esta tierra, hasta que el Señor le dice, "sube acá", aparezca siete veces la frase "el que tenga oídos para oír debe oír lo que el Espíritu dice a la Iglesia". El Espíritu y la Iglesia aparecen en la misma frase siete veces. Y solo una vez más aparece una frase similar en el resto del Apocalipsis, pero ahora ya no aparece "lo que el Espíritu dice a la iglesia". Está en el capítulo 13, versículo 9, sino que dice "el que tenga oídos para oír que oiga". ¿Por qué no aparece "lo que el Espíritu dice a la iglesia"? Porque ya la iglesia no está en esta tierra en el periodo de la gran tribulación.
Pero dejemos ese tema para cuando hablemos de la relación entre la neumatología y la escatología bíblica, y volvamos a la historia de la Iglesia en Hechos dos.
Primera cosa que produce el Espíritu Santo en la Iglesia: Comunión... La Koinonía del Espíritu Santo.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.
Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos. (Hechos 2:41–47)
Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. (Hechos 4:32–36).
Por tanto, si hay algún estímulo en Cristo, si hay algún consuelo de amor, si hay alguna comunión del Espíritu, si algún afecto y compasión, hagan completo mi gozo, siendo del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito. [Filipenses 2:1–2 NBLA]
El Espíritu Santo es quien produce en la iglesia esa comunión que le da sentido de cuerpo, de organismo vivo. Por encima de cualquier otra analogía, la iglesia es una comunidad que vive la comunión del Espíritu Santo, es el cuerpo de Cristo.
Somos un organismo vivo, pero también somos una organización. Y al ser todos parte de una organización, debemos tener sentido de pertenencia a ella. IPUL somo todos y debemos conservar y cuidar la comunión en ella. ¿ ¿Por qué no estamos aquí con las demás organizaciones que también forman parte de la Iglesia universal? Sencillamente porque no son ni PUL. Compartimos la unidad de la fe, pero no compartimos la unidad de la corporación, y cada corporación, cada organización tiene también su propi identidad. Identidad IPUL.
No es fácil definir y menos traducir toda la riqueza que este vocablo griego koinônia enseña en su significado y uso en el Nuevo Testamento. Fíjese no más que se nos ha vertido al español en formas tan variadas como "comunión," "fraternidad," "participación," "hermandad" o "coparticipación" hasta "colecta" y "ofrenda". En el sentido más básico, la palabra designa a aquello que dos o más personas tienen en común, aquello que los une.
En el uso neotestamentario, koinônia describe las cosas referentes a la vida compartida en el cuerpo de Cristo, que es la iglesia (ekklêsia).
el que se une al Señor, un espíritu es con él… (1 Co 6:17).
Todos participamos del mismo Espíritu, pero también el mismo Espíritu nos hace partícipes a todos de la vida de Dios en la comunión que tenemos unos con otros en el cuerpo de Cristo.
los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. (Efesios 2:18)
Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. (1 Co 12:13)
La iglesia entonces es una koinônia de personas creada por el Espíritu Santo.
En esta nueva realidad espiritual se da una especial particularidad: ya no hay barreras de separación y todas las diferencias se borran. Así que en la Koinônia del Espíritu Santo no hay espacio para levantar muros de enemistad:
Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades… (Ef. 2:14-16).
¡Dios nos guarde de levantar los muros que Cristo vino a derribar!
Al estar todos los integrantes de la Iglesia revestidos de Cristo, las diferencias que antes resultaban notorias ahora carecen de significado, porque todos somos "uno solo en Cristo Jesús":
pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús… (Gá. 3:27, 28).
Así se logra el anhelo de Jesús acerca de nosotros:
Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros… para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno… (Jn 17:11 y 21–22).
Insisto en que este efecto homogeneizador, nivelador, solo es posible como resultado de la operación del Espíritu Santo en la Iglesia.
El derramamiento del Espíritu Santo en la fiesta de Pentecostés no fue casualidad, no hubo nada fortuito allí. Algo hay en el significado de esa fiesta.1 ¡Comunión!, esa es la esencia de Pentecostés.
...
Ahora, el asunto de la llenura, el bautismo, la recepción, la morada del Espíritu, ¿son términos intercambiables? O representan diferentes cosas. A mi modo de ver no hay suficiente evidencia como para afirmar categóricamente ninguna de las dos opciones, pero si toca mojarse por alguna, me inclino por que son términos intercambiables para hacer referencia a la misma experiencia.
Los hermanos en Samaria que habían oído de boca del evangelista Felipe la predicación del evangelio de Jesucristo, ellos habían creído a la Palabra y ya se habían bautizado en el nombre del Señor Jesucristo, pero la Biblia nos deja ver claramente que aún no había venido sobre ellos el Espíritu Santo, la RV60 dice: "no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús."
Otro punto en contra de aquellos que, como los bautistas, creen que una persona por el hecho de haber creído la Palabra, ya fue llena, o bautizada, con el Espíritu Santo. Pues estos hermanos en Samaria son la prueba palpable de que las cosas no son tan automáticas como aquellos piensan.
Si así fuera, igual sobraría la pregunta de Pablo a los hermanos en Éfeso: ¿Recibisteis, el Espíritu Santo cuando creísteis? Y sobraría la pregunta, porque sencillamente era obvio que lo habían recibido una vez hubieran creído, si se diera automáticamente.
O el caso del mismo Pablo. Quién se va atrever a decir que el "hermano Saulo" (así lo llama Ananías) no había creído al Señor, si su conversión como él mismo testifica ocurrió camino a Damasco cuando él se rinde a los pies de Jesús y le dice ¿qué quieres que yo haga? Pero Ananías le dice a ese "hermano" convertido al Señor: "el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo."
Una vez más, es evidente que una cosa es el momento en que una persona es salva y otra cosa es la llenura (o el bautismo) del Espíritu Santo. En otras palabras, hay salvos que no han sido llenos del Espíritu Santo.
Ya tenemos claro que la salvación, el nuevo nacimiento, es un milagro que opera el Espíritu Santo en la vida del creyente. Yo creo que en ese momento en que la persona nace de nuevo, Dios sabe cuándo exactamente, el Espíritu Santo le bautiza en el cuerpo del Cristo, que es la Iglesia. A ese momento es al que Pablo se refiere en 1 Corintios 12.13 (Y también Efesios 2.18): por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo. Pablo aquí no se está refiriendo concretamente a la recepción de poder que uno experimenta con el bautismo del Espíritu Santo. El énfasis del contexto cercano está en la unidad de los que son bautizados en el Cuerpo de Cristo, no en los que son bautizados en el Espíritu.
En mi opinión, la traducción "por un mismo Espíritu" de RV y otras, es buena porque precisamente tiene en cuenta el contexto, en el que se está hablando del Bautismo en el Cuerpo de Cristo, y de la obra que hace el Espíritu Santo como el agente mediante el cual se logra ese bautismo.
Una cosa es el Espíritu Santo como agente bautizador, bautizados por, y otra cosa es cuando el Espíritu Santo es el medio, el ambiente, en el que soy bautizado o sumergido, esa dimensión gloriosa del bautismo con el Espíritu Santo, o la llenura, o morada del Espíritu Santo. Ésta última es la que tiene la evidencia inicial de hablar en otras lenguas, no la primera. Y es también esta última la que habilita o faculta al hermano para ejercer el ministerio haciendo uso de los dones que el mismo Espíritu Santo le ha dado para beneficio del Cuerpo.
Bueno, sé que la discusión al respecto es amplia.
Volviendo al caso de los hermanos samaritanos, Pedro y Juan oraron por los hermanos en Samaria para que recibiesen el Espíritu Santo (pues hasta ese momento no lo habían recibido) y les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. Para mí, aquí fueron llenos (bautizados) con el Espíritu Santo. Una experiencia de unción con poder posterior al momento de la conversión de los hermanos en Samaria.
No es para que seáis hijos, sino por cuanto sois hijos, que Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su hijo...
Ahora, algo pasaba en los hermanos sobre los que los apóstoles imponían las manos porque el mago notó que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo. Y les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo.
Que no se nos diga expresamente que hablaron en otras lenguas no implica necesariamente que no lo hayan hecho. No hay ningún error en nuestra interpretación del pasaje cuando extrapolamos la evidencia física de la llenura del Espíritu Santo a los hermanos en Samaria, evidencia que fue común a los judíos en Pentecostés, a los gentiles en la casa de Cornelio, y a los hermanos en Éfeso, el hablar en otras lenguas según el Espíritu les daba que hablasen.
En el caso de los de la casa de Cornelio, en el capítulo diez, literalmente dice el texto: cayó, se derramó, han recibido el don del Espíritu Santo. Y la razón de por qué estaban seguros de eso, es porque les oían que hablaban en otras lenguas. Cuando Pedro está rindiendo su informe a los hermanos de la Iglesia en Jerusalén iguala la recepción del Espíritu Santo con el ser bautizados con el Espíritu Santo:
Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo. (Hechos 11:15–16).
Años más tarde en el concilio en Jerusalén el mismo Pedro habla de la misma experiencia como el testimonio que Dios les dió a los gentiles dándoles el Espíritu Santo: ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. (Hechos 15:7–9)
Respecto a la expresión "lleno del Espíritu":
El día de Pentecostés fueron todos llenos del Espíritu Santo, ante el concilio cuando fueron interrogados en relación a la sanidad del cojo de la Hermosa, Pedro, lleno del Espíritu Santo les habló sobre la autoridad del Nombre de Jesús. Y una vez puestos en libertad vinieron a los hermanos y cuando terminaron de orar el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.
Esteban era un varón lleno de fe y del Espíritu Santo. Ya mecionamos que Ananías oró por Saulo para que fuera lleno del Espíritu Santo. Bernabé era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo. Pablo, lleno del Espíritu Santo le dijo a Elimas que quedaría ciego y no vería la luz del sol por algún tiempo.
Pero que en la Iglesia de Hechos no todos los hermanos estaban "llenos del Espíritu Santo" es evidente pues se pone como requisito para la elección de los diáconos en el capítulo seis. Si todos en la Iglesia estuvieran llenos del Espíritu Santo, este requisito sobraría.
Ahora, Dios no da el Espíritu Santo por medida (Jn 3.34), así que no hacemos bien en pensar en el Espíritu Santo en términos físicos de cantidad, peso, o de volumen, tratando de cuantificar lo que es espiritual.
La petición de Eliseo a Elías: Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí. Sabemos ya que es un hebraísmo y que la petición real de Eliseo era que él fuera el sucesor espiritual de Elías. Simplemente deseaba ser el hombre de Dios que seguiría el modelo de Elías, quería ser su sucesor:
—Quiero ser el que se quede en tu lugar como profeta especial de Dios. (TLA)
Entonces si el asunto de la llenura no es para tomarse literalmente como una medida dimensional de volumen o de peso, yo no puedo estar a 3/4 de tanque, a medio tanque, o totalmente vacío porque esta semana estuvo muy dura y gasté de más, así que a duras penas me alcanza para llegar al sitio de predicación y tanquear otra vez. Vamos a llenarnos porque no sabemos cómo vaya a estar este año y cuánto poder vayamos a gastar.
Creo que esa es solo una manera de expresarnos de modo antropopático o antropomórfico para entender en nuestro dialecto humano una realidad que trascienden a nuestra comprensión física. Pero no podemos tomar este vocabulario literalmente.
Yo más bien creo que la llenura del Espíritu Santo hace referencia a esa atmósfera espiritual en la que es el Espíritu Santo quien domina mi vida, ese sublime ambiente en el que mi voluntad se sujeta a la voluntad divina. Que en lugar de ser hombres ebrios, dominados por el vino, vivimos llenos (dominados) por el Espíritu Santo.
No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu (Efe 5:18)
Dijo Jeremías: A causa de Jehová y a causa de sus santas palabras, estoy como un ebrio. Como un hombre dominado por el vino.
Acá es a donde debemos procurar llevar a vivir a todos los hermanos de nuestra congregación... en la llenura del Espíritu Santo.
Porque esta promesa del derramamiento del Espíritu Santo no es para una casta sacerdotal nada más, para una élite espiritual, es para todos cuantos el Señor, nuestro Dios llamare.
En esta esfera de la llenura es donde se operan los milagros del Espíritu Santo:
Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. (Hechos 3:4–8)
sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos eran sanados. (Hechos 5.15-16)
Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados. (Hechos 8:7)
el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más (Hechos 8.39)
se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con denuedo, confiados en el Señor, el cual daba testimonio a la palabra de su gracia, concediendo que se hiciesen por las manos de ellos señales y prodigios. (Hechos 14:3)
Este oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos, y viendo que tenía fe para ser sanado, 10dijo a gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó, y anduvo. (Hechos 14:9–11).
Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían. (Hechos 19:11–12)
también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían, y eran sanados. (Hechos 28:9).
En esta dimensión de la llenura del Espíritu Santo Dios habla a sus siervos...
¿Quién le dijo a Pedro que Ananías y Safira le estaban mintiendo?
El Espíritu Santo le habló a Felipe: Acércate y júntate a ese carro.
Fue el Espíritu Santo quien le dijo a Pedro: He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado. (Hechos 10:19–20).
Y el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar... (Hechos 11:12).
El Espíritu Santo le dió a entender a Agabo que vendría un tiempo de hambruna: En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio. (Hechos 11:27–28).
Algunos piensan, equivocadamente desde mi modo de ver, que porque los hermanos de la Iglesia primitiva compartían todas las cosas fue que pasaron necesidad y fue menester enviarles una ofrenda más adelante. Pero aquí nos dice claramente que este período de hambre vino sobre toda la tierra habitada, y no solo sobre los hermanos que habían compartido para las necesidades de los santos.
Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea; lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo. (Hechos 11:29–30).
Más bien por tener la iglesia de Hechos ese espíritu de comunión, de fraternidad, fue que se vieron beneficiados los hermanos de Judea con la ofrenda que otros hermanos en otros lugares enviaron para ellos.
Fue el Espíritu Santo quien la anunciaba a Pablo los sufrimientos que le esperaban...
el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones. (Hechos 20:23).
Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén. (Hechos 21:4).
Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles. (Hechos 21:11).
En esto del hablar del Espíritu Santo a la vida del Ministro... Seguramente todos hemos tenido experiencias en las que Dios muy particularmente nos ha hablado. Y por lo tanto, no podemos negar que el Espíritu Santo habla cada uno de nosotros. Pero creo que sí debemos prestar mucha atención a este asunto y como decía el hno Eduardo Forero, poner filtros para saber si realmente es la voz del Espíritu Santo o es en últimas, nuestro propio espíritu humano, el que nos está guiando a hacer algunas cosas. El hermano decía que el Espíritu Santo no nos llevará a romper la comunión ni la fraternidad con la Iglesia, la Iglesia tiene el Espíritu Santo y si hay algo a lo que la iglesia se resiste, no debo insistir en llevar la contraria en aquello que creo que es del Espíritu pero que me está llevando a romper la comunión del cuerpo.
Ahora que se acerca la Asamblea, les cuento que varias veces yo vi al hermano de Eduardo presentar algunas propuestas interesantes, muy buenas, desde mi punto de vista. Pero luego de debatir un rato retiraba la propuesta. Y cuando yo le preguntaba por qué hace eso, él decía, porque no veo un ambiente de unanimidad. La asamblea se está polarizando y esto me muestra que o no es de Dios, o aún no es el tiempo. Prueba de que las cosas vienen de Dios es que la Iglesia las respalda, las apoya.
Personalmente no comulgo mucho con aquellas personas que hablan acerca de una voz del Espíritu que les habla pero que a la postre los lleva a separarse del cuerpo, a romper la comunión, a quitarse el manto de sujeción, y a no ser dependientes sino más bien independientes. Cuidado con esos superpastores que les empieza a ir tan bien que ya la Iglesia es muy pequeña para ellos desarrollar su ministerio y resuelven armar toldo aparte. Tienen tantos seguidores y fans, que se les olvida a quién seguimos y de quién somos fans nosotros. El éxito y la fama se les sube a la cabeza. Como escribiera el misionero Elvis, sufren de vértigo, las alturas les hacen daño, los marea. ¡Dios nos libre!
Siguiendo en Hechos, es el Espíritu Santo quien capacita a los hermanos para la difusión del evangelio:
Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús. (Hechos 4.13)
Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. (Hechos 6.10)
El Espíritu Santo es quien fortalece a la Iglesia:
Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo (Hechos 9.31)
Es en este ambiente de la llenura del Espíritu Santo en el que el Señor llama y envía obreros...
Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre. (Hechos 13:1–4).
Ya el Espíritu Santo había hablado particularmente, de forma individual a Bernabé y a Saulo y los había llamado a la obra misionera. Pero ahora aquí le está hablando a la iglesia y también está dotando a estos ministros con habilidades para su trabajo y los está enviando y también les está respaldando.
El Espíritu Santo quien pone pastores en cada congregación:
mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. (Hechos 20:28).
El Espíritu Santo guía los ministros en el desarrollo de su labor: Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió. (Hechos 16:6–7).
...
A parte de lo que nos habla Hechos, nos faltaría tiempo para seguir estudiando las diversas facetas de la vida del Espíritu que son presentadas en las epístolas, especialmente en Romanos capítulo 8. También en Gálatas 5, donde se nos habla acerca del andar en el Espíritu y del fruto del Espíritu. Recordemos que Gálatas y Romanos van de la mano, así como van de la mano también Efesios y Colosenses.
Tiempo también nos faltaría para estudiar la diversidad de dones del Espíritu Santo y su operación en la actualidad. Y el asunto del sello, las arras, o la garantía del Espíritu.
Me limité en esta breve exposición a citar algunos textos del libro de Hechos de los Apóstoles, porque es allí donde se nos habla del bautismo del Espíritu Santo con la evidencia inicial de hablar en otras lenguas, y es en eso en lo que me parece que debemos hacer énfasis porque inaugura esa nueva etapa de la llenura del Espíritu Santo en la que se va dando todo lo demás.
¡Dios nos ayude no solo a vivir en este nivel de la llenura del Espíritu Santo sino también a llevar a los hermanos de la congregación a vivír en este ambiente del Espíritu!
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