No cabe duda cuál era el mensaje que proclamaban: la palabra del Señor. No podía ser de otro modo por quienes habían sido enseñados por el apóstol Pablo. Lo único que se puede usar en la predicación, sea de enseñanza o de evangelización, es la Palabra. Ellos conocían por experiencia que esa palabra tenía poder para actuar y salvar. Es el único mensaje que puede ser bendecido porque es palabra de Dios (Is. 55:11). Solo lo que descansa en la Palabra tiene garantía de bendición. Dios no bendice nuestra palabra, sólo la Suya. Además, todo mensaje que descanse en la Escritura tiene la eficacia de ella, que por inspiración divina, es "viva, eficaz, cortante y penetrante" (He. 4:12). Al soplo de Dios el escrito bíblico original adquiere vida, la comunicada por Dios, con lo que le da capacidad operativa. De la misma manera que el Espíritu al soplar sobre los elementos inanimados en la creación del hombre les comunicó vida, para que llegasen a ser un ser viviente, así también comunica vida eficaz a la Palabra, por medio de la que Dios habla. Ese es el sustento del mensaje del evangelio que ha sido anunciado (1 P. 1:23-25). La palabra se siembra en el corazón y porque es viva conduce al hombre a salvación (Stg. 1:21). No cabe duda que quien salva es Jesucristo, único Salvador (Hch. 4:12), pero Dios usa la Palabra como instrumento para llevar al hombre al Salvador, en el mensaje de salvación escrito en ella. La Palabra que inicialmente conduce a salvación, prosigue luego su acción en la vida de santificación, de ahí que los tesalonicenses siguiesen apegados a la Palabra y la proclamasen en la predicación del evangelio. Además de viva, es también eficaz, con capacidad operativa. Es también autoritativa para regular todo lo que tiene que ver con la vida de aquellos que creen. Lamentablemente la evangelización ha declinado de un mensaje bíblico y Cristo-céntrico a un mensaje con apariencia bíblica pero centrado en la experiencia del hombre, en su voluntad y determinación, de modo que muchas veces se proclama la salvación en la que Dios ha hecho una parte y el hombre debe hacer otra. Esto convence pero no redarguye, de otro modo, sólo la Palabra aplicada en el poder del Espíritu entra al interior del corazón humano poniendo de manifiesto en el que la escucha los pensamientos y las intenciones del corazón. Lo que los hombres no pueden juzgar por desconocido, lo hace la Palabra de Dios. De ahí que la obra del compromiso evangelizador de los tesalonicenses se haya extendido, consolidando lugares donde nacen iglesias y muchos de convierten de los ídolos a Dios.
Pérez Millos, Samuel. COMENTARIO EXEGÉTICO AL TEXTO GRIEGO DEL NUEVO TESTAMENTO, 1 Y 2 A LOS TESALONiCENSES, CLIE
(Por favor me confirma si lee este correo electrónico)
Muchas gracias.
Paz de Cristo!
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
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