lunes, 6 de abril de 2015

paz

paz:
La gracia es la causa y razón suprema de todo bien, de la que también mana la paz para el disfrute y experiencia de la vida cristiana. De otro modo: la gracia es la fuente y la paz el resultado de los dones y bendiciones que manan de ella. Como escribe el Dr. Hendriksen: "Esta paz es la sonrisa de Dios que se refleja en el corazón de los redimidos, la seguridad de la reconciliación mediante la sangre de Cristo, y la auténtica integridad y prosperidad espiritual. Es la gran bendición que Cristo otorga a la iglesia mediante su sacrificio xpiatorio (Jn. 14:27), y que sobrepasa a todo entendimiento (Fil. 4:7)"7 . La paz fue el admirable regalo que Jesús dejó a los suyos y, por extensión, a todos los salvos, durante la última cena (Jn. 14:27). La paz allí adquiere dos sentidos: 1) El de relación, en el cual Jesús asegura que ha dejado hecha la paz con Dios; aquel estado de enemistad propio del pecado, quedó cancelado en la obra de reconciliación. 2) El de experiencia, ya que el Señor llama a vivir su propia paz, la que como hombre experimentaba en medio del conflicto de la última noche. La paz de Dios inunda el corazón del salvo mediante la acción del Espíritu que la produce en él (Gá. 5:22; Fil. 4:7). De ahí que se demande solemnemente que cada cristiano se aplique a la conservación de la unidad corporativa en Cristo "en el vínculo de la paz" (Ef. 4:3). La salvación, por medio de la regeneración, convierte a los creyentes en pacificadores, que los hace bienaventurados y les permite manifestar la condición de hijos de Dios: "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt. 5:9). En el mundo podrán encontrarse los que excepcionalmente son personas pacíficas. Esto es, los que huyen de los conflictos, los que nunca entablarían un pleito con nadie, los enemigos de las guerras y de las disputas. Este es el concepto que la sociedad suele tener de lo que es ser un pacificador. Sin embargo, el pacificador es aquel que vive la paz y, por tanto, la busca insistentemente. Es el que procura y promueve la paz. Paz en el concepto bíblico tiene que ver con una correcta relación con Dios. El que ha sido justificado por medio de la fe, está en plena armonía con Dios y siente la realidad de una paz perfecta que sustituye a la relación de enemistad anterior a causa del pecado (Ro. 5:1). El Señor vino al mundo con el propósito de matar las enemistades y anunciar las buenas nuevas de paz (Ef. 2:16-17). La demanda para el creyente en una vida de vinculación con Jesús, no puede ser otra que su mismo sentir (Fil. 2:5). Por tanto, la paz es una consecuencia y una experiencia de la unión vital con Cristo. La identificación con Él convierte al creyente en algo más que un pacífico, lo hace un pacificador. Esto es la forma natural de quien vive la vida que procede del Dios de paz (1 Co. 14:33). El desarrollo visible de su testimonio discurre por una senda de paz, por cuanto sus pies han sido calzados con el apresto del evangelio de paz (Ef. 6:15). La santificación adquiere la dimensión de la vida de paz, por cuanto es una operación del Dios de paz (5:23). No se trata de aspectos religiosos o de teología intelectual, sino de una experiencia vivencial y cotidiana, que se expresa en muchas formas y hace visible en ellas esa 7 G. Hendriksen. Efesios Editorial Subcomisión Literatura Cristiana de la Iglesia Reformada. Grand Rapids, 1984, pág. 75. realidad. El pacificador manifiesta esa condición porque anhela la paz con todos los hombres. Hace todo cuanto le sea posible por estar en paz con todos (Ro. 12:18); siente la profunda necesidad de seguir la paz (He. 12:14). El pacificador anhela predicar a todos el Evangelio de la paz (Ef. 6:15); siente que Dios le ha encomendado anunciar a todos la paz que Él hizo en la Cruz, y procura llevarlo a cabo (2 Co. 5:20). Modela su vida conforme al Príncipe de paz que busca a los perdidos (Lc. 19:10); y restaura al que ha caído, ensuciando parcialmente su vida espiritual (Jn. 13:12). Eso los hace "bienaventurados" porque solo ellos pueden ser "llamados hijos de Dios". Un título de honor superior a cualquier otro. Dios reconoce a todo el que cree en el Hijo, como hijo suyo (Jn. 1:12). Pero, a estos a quienes Dios reconoce como sus hijos, el mundo debe conocerlos, por su conducta pacificadora que expresa la participación en la divina naturaleza, como hijos del Dios de paz (2 P. 1:4). Quienes los observan deben descubrir en ellos el carácter del Dios de paz (1 Jn. 4:17b). Éstos, que experimentan en ellos la nueva vida de que fueron dotados en la regeneración, buscan y viven lo que Dios hizo en ellos, esto es, la verdadera paz. Son creyentes que tal vez hablan poco de paz, pero viven esa experiencia. No son conflictivos, buscando agradarse a ellos mismos, sino que son capaces de renunciar a sus derechos con tal de mantener la paz. No transigen con el pecado, pero buscan al que ha caído para restaurarlo a la comunión con el Príncipe de paz. La paz de Dios se ha hecho vida en ellos, gozándose en esa admirable experiencia. No hay dificultad ni problema que logre inquietarlos en su vida cristiana, por tanto, al no estar ellos inquietos, no son medio para inquietar a otros, sino todo lo contrario. El que ha experimentado la realidad de la paz de Dios en su vida es un pacificador. Si no procura la paz y la sigue, debe preguntarse si ha tenido alguna experiencia personal con el Dios de paz. La diferencia entre un cristiano normal y un pacificador es que el primero suele hablar de Dios y su obra de paz, el segundo vive al Dios de paz de tal modo que no necesita palabras para hablar de ella.


Pérez Millos, Samuel. COMENTARIO EXEGÉTICO AL TEXTO GRIEGO DEL NUEVO TESTAMENTO, 1 Y 2 A LOS TESALONiCENSES, CLIE


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Muchas gracias.

Paz de Cristo!



ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor








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