sábado, 14 de noviembre de 2015

ni en inglés ni en castellano, sino en griego

Pues no, ni en inglés ni en castellano, sino en griego 

 

Plutarco Bonilla A. 

 

Hay verdades de Perogrullo que, en la práctica, no suelen tomarse en consideración… o, a veces, simplemente se ignoran. Por eso, es bueno recordarlas…, aunque solo sea para no caer en ridículo, ya sea en privado o en público.  

Era el año 1979. Mi familia y yo vivíamos en el Estado de Illinois (E.U.A.), y en una ocasión fui invitado por una iglesia local de habla inglesa para predicar en el culto dominical matutino. En esa ocasión se había programado, para la hora del almuerzo, lo que los norteamericanos llaman un "pot luck" (algo así como una "olla de la suerte"). Por lo general suele resultar en un almuerzo variado y exquisito. Almorcé en una mesa a la cual también se había sentado una dama, ya entrada en años. Muy pronto, la conversación giró sobre los maravillosos viajes turísticos que la señora había realizado al exótico oriente. De súbito, y en su lengua, me espetó esta pregunta: "¿Cómo hacía usted para leer la Biblia antes de aprender inglés?". Para la señora, la Biblia había sido escrita en inglés, y en el inglés de la versión del rey Jaime (la conocida "King James Version").  

Pasaron los años. Me tocó participar en lo que en Sociedades Bíblicas Unidas llamamos "Talleres de ciencias bíblicas". En un país latinoamericano, después de disertar sobre las diversas traducciones castellanas de la Biblia, uno de los participantes afirmó tajantemente, y en público, que "si la Reina-Valera había sido buena para San Pablo también lo es para nosotros". Para este caballero, la Biblia había sido escrita en castellano, y en el castellano del Siglo de oro de las letras españolas, o sea, el de don Casiodoro de Reina y don Cipriano de Valera. (Dicho sea de paso, la implicación de lo afirmado era obvia: No necesitamos más traducciones de la Biblia.)  

Pues no. Ni en el inglés de la señora ni en el castellano del caballero, sino en hebreo, en arameo y en griego. El Nuevo Testamento, al que vamos a referirnos, fue escrito en el griego común del siglo primero, conocido como koiné.  

Lo que nosotros conocemos como Nuevo Testamento no es un libro en el sentido preciso del término. Ni siquiera una colección de libros, dada la extensión reducida (a veces, de menos de una página) de algunos de sus componentes. Es, de hecho, una compilación de escritos de muy variada naturaleza y de muy diverso tamaño. Además, de distintos autores; algunos anónimos.  

Estos escritos fueron producidos por la naciente iglesia cristiana sobre la marcha. Gran parte de ellos refleja, con claridad meridiana, lo que hoy se conoce como la "oralidad" del texto: antes de ser trasladados al papiro o al pergamino, el contenido de estos escritos perteneció al ámbito de la transmisión oral en el seno de las diversas comunidades que iban constituyendo la oicumene cristiana.  

Como han pasado tantos años desde entonces, hay que tomar en cuenta un aspecto muy importante en el proceso de transmisión y de interpretación de un texto: poner por escrito lo que se ha estado diciendo a viva voz no es tarea fácil, pero tampoco extremadamente difícil ni mucho menos imposible; pero recuperar a viva voz lo que nos ha llegado por escrito desde la antigüedad (y en el caso del Nuevo Testamento se trata de una antigüedad de casi 2000 años) es una tarea que no tiene absolutamente nada de fácil y que, en algunos casos, resulta imposible en la práctica. Elementos como la ironía o el sarcasmo, o los estados de ánimo de los personajes que participan en la trama, para poner ejemplos inmediatos, pueden perderse en el proceso de la interpretación de un texto que se ha fijado por escrito. Y más grave se torna la situación todavía cuando la interpretación se hace con la interpósita presencia de una traducción.  

Pues bien, como decíamos, los textos que constituyen nuestro Nuevo Testamento fueron originalmente escritos en griego koiné. Y puesto que los manuscritos que han llegado hasta nosotros pertenecen al siglo segundo de la era cristiana (unos pocos) y a siglos posteriores (muchísimos: más de 5000 manuscritos, hasta que Gutenberg nos regaló su invento), hay que tener en cuenta algunas características particulares de la manera de escribir en aquellos tiempos. 
 

Algunas características de la escritura  

En un mismo manuscrito no se hacía distinción entre letras mayúsculas y letras minúsculas. En los manuscritos más antiguos que poseemos, LOS TEXTOS TENÍAN TODAS LAS LETRAS MAYÚSCULAS. Pero, como tampoco se separaban las palabras --es decir, todas las letras iban corridas unas detrás de otras--, lo que acabamos de escribir debió haberse escrito así: 

LOSTEXTOSTENÍANTODASLASLETRASMAYÚSCULAS. Más todavía: como tampoco se escribían los acentos (pues no existían, ya que fueron inventados en fecha posterior), deberíamos, de hecho, haber escrito de esta manera: 

LOSTEXTOSTENIANTODASLASLETRASMAYUSCULAS. A esos manuscritos los conocemos como "mayúsculos" o unciales. 

Posteriormente comenzaron a copiarse esos textos con letras minúsculas, pero siguiendo el mismo patrón que hemos indicado. Esos manuscritos, escribámoslo de una vez para saltar a la conclusión, nos muestran que lostextosteniantodaslasletrasminusculas. Se les dio el nombre de minúsculos o cursivos. 

El lector puede imaginarse, sin mucho esfuerzo, las complicaciones que esta forma de escribir ha creado para las generaciones posteriores, cuando se introdujeron otros elementos en la escritura. Consideremos algunas de esas dificultades: 

 

**En griego, como en castellano, al cambio de acento de una palabra puede implicar el cambio de significado. Es conocido el juego de palabras que hacemos en nuestro idioma con los vocablos "perdida" y "pérdida". Heráclito, filósofo griego del siglo 6 a.c., jugaba con los términos "bios" (=arco [arma], cuya función propia es matar) y "bios" (=vida). (El primero se pronunciaba "biós", y el segundo "bíos", pero como no se escribían las tildes… Se trata del fragmento 48: "el arco, pues, tiene nombre de vida [bios], pero obra de muerte". Traducción de Rodolfo Mondolfo.) 

 

En algunos casos sucede lo mismo en el Nuevo Testamento. 

 

**Cuando no hay separación entre las palabras, el sentido de una expresión puede variar si en vez de colocar una letra al comienzo de una palabra se coloca al final de la anterior; o si lo que en un caso es solo una palabra, en otro se convierte en dos. El conjunto "encuentrosdementes" puede ser o bien "encuentros dementes" o "encuentros de mentes". En inglés, "aniceman" puede convertirse en "a nice man" o en "an ice man".  

**¿Y qué decir de la puntuación? Si se comparan los textos de las revisiones de 1909 y de 1960 de la Reina-Valera, se notarán algunos cambios de significado muy importantes causados por la presencia o ausencia de una coma. El ejemplo más conocido es el de Efesios 4.12. Dice la de 1909: "…para perfección de los santos, para la obra del ministerio…". En la de 1960, al contrario, leemos: "a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio…". El cambio de significado es claro. 

 

En la tarea de definir el texto del Nuevo Testamento con base en los muchos manuscritos que se conocen en la actualidad, el problema real se plantea cuando se presentan posibilidades como las mencionadas y resulta que todas ellas tienen sentido en los contextos a los que pertenecen.  

Para muestra, un botón: ¿Dónde hemos de colocar la expresión griega en ágape (=en amor; por amor) entre los versículos 4 y 5 de Efesios capítulo 1? ¿Al final del versículo 4? ¿O no será mejor a principio del versículo 5? En las versiones castellanas tenemos ejemplo de ambos casos:  

Reina-Valera 95: 4…para que fuéramos santos y sin mancha delante de él. 5Por su amor, nos predestinó para ser…"   

El libro del pueblo de Dios: "4… para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor. 5El nos predestinó a ser…"  

Ambas traducciones son igualmente posibles e igualmente legítimas. 

 

(Resulta interesante observar que algunas Biblias con notas, aunque usan el texto de Reina-Valera --por lo general la revisión de 1960--, la explicación que dan incorpora la expresión "por amor" al versículo 4. Así hace, por ejemplo, la Biblia de estudio Ryrie, de la Editorial Portavoz). 

 

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