Perfección, como es Usada en la Escritura
H. A. Ironside
Libro: Santidad: la Falsa y la Verdadera
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Introducción.
Es una costumbre común de especiales defensores unilaterales, adjuntar significados arbitrarios a ciertas palabras, y luego insistir en que dichos significados son las únicas definiciones correctas. Ningún término ha sufrido más en este respecto que las palabras "perfecto" y "perfección", como se encuentran en nuestra versión española de las Escrituras. Desde la primera publicación del venerado Juan Wesley, 'Exposición sencilla de la perfección Cristiana', hasta el tiempo actual, parece que se ha dado por sentado que por 'perfección' nosotros debemos entender impecabilidad. Sin embargo, el propio señor Wesley no lo definió exactamente así, y pareció temer un uso radical de la doctrina que sería perjudicial para las almas, contra lo cual él cuidadosamente trató de proteger distinguiendo la perfección angélica, la Adámica, y la Cristiana. En la actualidad la obra promedio sobre la santidad presenta al Cristiano perfecto como un hombre restaurado, a todos los efectos y propósitos, a la condición Adánica, excepto que los usos de la sociedad y la condición de los hombres aún en el estado natural y carnal demandan la continuidad de ¡"túnicas de pieles"! (Génesis 3).
Por lo tanto, será bueno que nosotros nos volvamos de inmediato a la Escritura y prestemos atención al uso de las expresiones y a la conexión de ellas como ya hemos hecho con respecto a la palabra "santificación". No es obteniendo definiciones de diccionario o explicaciones teológicas que aprendemos la fuerza exacta de las palabras Españolas cuando son usadas para traducir los originales Hebreos o Griegos, sino observando la manera en que ellas son usadas en la Biblia. Por ejemplo, en cualquier sermón común acerca de la "Perfección", la atención es dirigida generalmente primero a Noé y a Abraham. Del primero leemos: "Noé era varón justo y perfecto entre sus contemporáneos; Noé andaba con Dios". (Génesis 6:9 - VM). La anotación al margen en la Biblia Inglesa reza "recto" en lugar de perfecto, aunque cualquiera de las dos palabras expresaría correctamente el original. Noé era un hombre recto, perfecto en sus modos de obrar. Es decir, él era uno contra cuyo comportamiento no podía ser presentada ninguna acusación — hasta que, desgraciadamente, esta vida perfecta se vio empañada por la embriaguez tan vergonzosamente expuesta por el despiadado Cam. ¡Quién sino un partidario sesgado podría soñar con la perfección de Noé que implicaría liberarse del pecado innato! No obstante, muchos han sido los sermones predicados y las exhortaciones basadas en esta declaración del registro antiguo, en los que él ha sido considerado como un ejemplo antediluviano de santificación completa.
Incluso en la conversación común la palabra 'perfecto' es usada como aquí. Un maestro dice acerca de un alumno que ha superado exitosamente un examen, sin errores a su cargo, «Él es perfecto». ¿Quiere él decir "sin pecado"?
A Abram Dios dijo, "Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto". (Génesis 17: 1). Una vez más, una mirada a la anotación al margen ayudaría a evitar una conclusión errónea. "Recto", o "sincero", son presentadas como traducciones alternativas. Sin embargo, el celoso defensor de una segunda obra pasará por alto o ignorará esto por completo, y sostendrá que Dios no diría al justificado Abram que sea perfecto si Él no quisiera decir que había para él una obra más profunda que Él estaba dispuesto a realizar en él, mediante la cual toda carnalidad sería destruida y el patriarca llegaría a ser perfecto en cuanto a su estado interior. Pero no existe un pensamiento tal en el pasaje. Abram fue llamado a andar delante de Dios en sinceridad de corazón y sencillez de propósito. Esto era, ser "perfecto".
El texto demostrativo siguiente al que generalmente se hace referencia viene después del lapso de muchos siglos, y es parte del sermón de nuestro Señor en el monte, leemos, "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto". (Mateo 5: 48). Estas son verdaderamente palabras serias, y hacemos bien en no pasarlas por alto a la ligera.
Para empezar podemos observar que si ser perfecto significa aquí ser absolutamente como Dios, entonces ningún Cristiano ha alcanzado jamás el estado prescrito. Solamente una persona mentalmente desequilibrada podría pretender una perfección tal como esta. Pero una cuidadosa consideración de la enseñanza precedente aclarará de inmediato lo que se quiere decir. El Señor había estado proclamando la ley del reino, el poder convincente de la gracia. Él manda a Sus discípulos a amar a sus enemigos y hacer el bien a sus acusadores y perseguidores, para que en esto ellos puedan ser de manera manifiesta hijos de su Padre en el cielo, cuyo favor amoroso es mostrado a justos e injustos por igual. (Mateo 5: 43 a 48). Él no retiene las bendiciones de la luz del sol y de la lluvia de los malvivientes y los aborrecibles, sino que muestra misericordia a todos. Nosotros estamos llamados a ser como Él moralmente. Amar sólo a nuestros amigos y a los que simpatizan con nosotros es estar en un nivel con cualquier hombre impío. Ser amable sólo con los hermanos es ser exclusivista como los publicanos. Pero mostrar gracia y actuar en amor hacia todos es ser perfecto, o equilibrado, como el Creador mismo. Ciertamente todos los Cristianos se esfuerzan por alcanzar esta perfección — pero, ¿quién se atreve a aseverar que la ha alcanzado plenamente, de modo que él nunca es injusto o parcial en sus tratos con los demás?
Todos nosotros estamos destituidos de la perfección en su sentido primordial. "No que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto", escribe el Apóstol Pablo, "sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús". (Filipenses 3: 12 a 14 – LBLA). ¿Podría la renuncia a la perfección, en cuanto a experiencia y logro en la gracia, ser más fuerte o más clara que esto? Independientemente de lo que los demás puedan imaginar haber alcanzado, por lo menos Pablo no fue uno de los perfeccionistas.
Sin embargo, en el versículo siguiente él usa otra palabra que es traducida "perfectos" en nuestra versión de la Biblia en Español; y dice, "Así que todos los que somos perfectos, tengamos esta misma actitud". (Filipenses 3: 15 – LBLA). ¿Hay aquí contradicción o inconsistencia? No. El error está en la mente de aquel que lo pensaría. "Perfectos" en el versículo 15 tiene el sentido de "maduros", y se refiere a los que han pasado del período de la niñez espiritual. (Ver 1ª. Corintios 14: 20). Ellos son los que han llegado a ser inteligentes en las cosas divinas; y una manera en que ellos manifiestan esa inteligencia es confesando con Pablo que ellos aún no son perfectos en cuanto a la experiencia.
Cristo Jesús nos ha alcanzado, o nos ha asido, con el propósito de nuestra entera conformidad a Su propia imagen bienaventurada. Nosotros estamos predestinados a esto, como nos dice Romanos 8: 29. Con esto ante nosotros, seguimos adelante, olvidando las cosas del pasado, y dirigiéndonos a esta gloriosa consumación. Entonces, y sólo entonces, habremos llegado a la perfección Cristiana. "Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es". (1ª. Juan 3: 2).
En Hebreos 6: 1 leemos otra vez acerca de la perfección; y en este caso uno puede entender fácilmente de qué manera una persona que no ha sido enseñada en cuanto al alcance y al carácter verdaderos de esa epístola puede fácilmente aplicar mal la exhortación, leemos, "vamos adelante a la perfección". El argumento de un enseñante de santidad con respecto a esto es generalmente el siguiente: «Estas palabras están claramente dirigidas a los creyentes. Los Hebreos que están contemplados ya se habían vuelto a Dios en conversión.»
Indudablemente ellos estaban justificados. [Uno podría añadir, «y santificados también» (!); pero esto es perder de vista, y no es de extrañar, pues no estaría de acuerdo con la teoría]. Por lo tanto, si tales personas son instadas a ir "adelante a la perfección", la perfección debe ser una segunda obra de gracia, a la que el Señor conduce a todos los «meramente justificados.»
Ahora bien, nadie podría negar con éxito la premisa así afirmada; pero concediendo que ella sea sólida e irrebatible, la conclusión a la que se ha llegado no es, de ningún modo, la siguiente:
Es evidente que los Cristianos Hebreos fueron exhortados a ir adelante a algo que ellos aún no habían alcanzado. Pero no está nada claro que esto fuera idéntico a la llamada «segunda bendición.»
La verdad es que la palabra Griega "perfección" (teleiótes), es en este caso otra forma de la palabra traducida "perfectos" en Filipenses 3: 15 (téleios), que ya hemos examinado y visto como sinónimo de madurez. La verdadera y justa traducción sería "vamos adelante a la madurez" (Hebreos 6: 1), y no es en absoluto ambigua. Ello implica un desarrollo espiritual apropiado, como debería ser delante de todos los nuevos creyentes, pero sobre lo que fue preciso insistir a estos Hebreos, debido a que ellos eran Cristianos aniñados o atrofiados, por no haberse distanciado del Judaísmo con sus influencias agobiantes, frustrantes.
Pablo ya los había reprendido por esto en el capítulo anterior. Consideren sus palabras, "Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez [o los que son perfectos], para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal". (Hebreos 5: 11 a 14).
De la lectura de Hechos 21 nos enteramos del motivo por el cual estos creyentes Hebreos se habían atrofiado en espiritualidad y conocimiento. Jacobo, siendo él mismo un apóstol, junto con todos los ancianos de la iglesia en Jerusalén, se reunieron para recibir a Pablo y sus compañeros al regresar ellos allí; y después de oír lo que Dios había hecho entre los Gentiles, se nos dice que ellos "glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley" (Hechos 21: 20), y sobre esto ellos basan un llamamiento para que Pablo acepte ciertos ritos Judíos, para que no pudiese ser objeto de sospecha. Ansioso por apaciguar a su propia nación, el gran Apóstol acepta, y sólo se ve impedido por la Providencia divina de un hecho que habría sido claramente contrario a los capítulos 9 y 10 de la epístola a los Hebreos. Piensen qué habría significado ello para aquel que escribió, "Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado" (Hebreos 10: 18), ¡si él mismo hubiera ayudado a ofrecer los sacrificios prescritos en el caso de un Nazareo que había cumplido su voto! (Léase Números 6: 13 a 21, y compárese con el relato completo en Hechos 21: 23 a 26). Dios impidió misericordiosamente este fracaso, aunque al costo de la libertad de Su amado siervo. Después el venerable Apóstol, por inspiración divina, escribió la epístola a los Hebreos, para liberar a esos cristianos Judíos de la esclavitud de la ley y su sometimiento a las ordenanzas del primer pacto.
"Por tanto", él dice, en Hebreos 6, "dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos (o lavamientos), de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite". (Hebreos 6: 1 a 3).
Esto el Apóstol lo hace en lo que resta de la epístola, cuando él despliega las variadas líneas de verdad relacionadas con el sacerdocio de Cristo, el nuevo pacto, el sacrificio único, el andar de la fe, y la disciplina del Señor. Este vasto círculo de la verdad del Cristianismo es la perfección hacia la cual ellos, y nosotros, somos llamados a avanzar. Aquel que comprende y disfruta en su alma la enseñanza de Hebreos — capítulos 7 al 13 — es un Cristiano perfecto, en el sentido del Apóstol. Él ya es maduro ahora, y puede participar del alimento sólido, en lugar de estar en condiciones de alimentarse sólo con leche. (Hebreos 5: 11 a 14). Yo no me atrevo a entrar aquí en ese perfil glorioso de la fe de los escogidos de Dios, pues hacerlo solamente desviaría la atención del tema que nos ocupa. Otros han hecho esto en detalle. Sermones acerca de la epístola a los Hebreos, de S. Ridout, y la Exposición de la Epístola a los Hebreos de W. Kelly son inestimables.
Es solamente mediante la lectura reverente y continua de las Escrituras que cualquiera puede llegar a ser así perfecto (o maduro). La exhortación a Timoteo es de suma importancia: leemos, "Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad". (2ª. Timoteo 2: 15 – LBLA). En la misma carta Pablo escribe: "Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para la enseñanza, para la reprensión, para la corrección, para la instrucción en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente capacitado para toda buena obra". (2ª. Timoteo 3: 16, 17 – RVA). No se trata de una perfección mística, interior, sino de ese conocimiento completo del pensamiento de Dios que sólo Su Palabra puede dar. Aquel que no descuida el medio designado podrá disfrutar de la respuesta a la oración con la que finaliza Hebreos: leemos, "Y el Dios de paz… os perfeccione en toda obra buena, para que hagáis su voluntad obrando en vosotros lo que sea acepto delante de él, por medio de Jesucristo a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén". (Hebreos 13: 20, 21 – VM).
Debemos examinar otro pasaje antes de dar por concluido nuestro breve estudio de la perfección. Se trata de Santiago 3: 1 y 2: leemos, "Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo". Con lo que ya hemos analizado, este versículo necesita poca explicación. Claramente Santiago no reconocía, ni conocía a alguno que reconociera, la segunda bendición de una perfección impecable, sin pecado. Él habla por el Espíritu de Dios, y nos dice que todos nosotros ofendemos en muchas cosas. Si se puede hallar un hombre que nunca ofende en palabra — que nunca pronuncia una palabra desagradable, una mentira o una palabra ociosa — él es verdaderamente un hombre perfecto; pero, ¿ha sido desarraigado todo pecado de él? ¡Lejos de ser así! Él es capaz de controlar su naturaleza carnal en lugar de ser controlado por ella; él es "capaz también de refrenar todo el cuerpo". ¿Qué necesidad hay de refrenar el cuerpo si toda tendencia al pecado ha desaparecido — si el mal innato es erradicado? ¿Acaso no es evidente, a primera vista, que el hombre perfecto no es un hombre sin pecado, sino un hombre que se mantiene controlado, y no está bajo el poder del pecado que todavía mora en él? Lea todo el capítulo 3 de la epístola de Santiago minuciosamente y con oración, y pregúntese a sí mismo qué profesante de santidad ha cumplido completamente con los requisitos de este estándar de perfección. ¿Quién de entre todo el pueblo de Dios no tiene que confesar nunca el fracaso al emitir una palabra? Si alguno no tiene que hacerlo, será porque se engaña a sí mismo, y la verdad no está controlando el corazón y la conciencia.
Entonces, yo recapitulo brevemente lo que ha estado ante nosotros.
Como creyentes, nosotros somos llamados a andar delante de Dios, como Noé y Abram, en rectitud y sinceridad de corazón. Esto es ser perfecto en cuanto a la vida interior. Al hacerlo somos llamados a manifestar amor y gracia hacia todos, cualquiera que pueda ser el trato de ellos para con nosotros; para que así podamos ser perfectos en imparcialidad como lo es nuestro Padre — Dios.
Todos los creyentes están llamados a pasar de las clases básicas o primarias, en la gran escuela de la revelación divina, a la perfección; es decir, a asir la plenitud de lo que Dios se ha complacido, en Su gracia, en dar a conocer en el Cristianismo. Pero ninguno es perfecto en el sentido absoluto; aunque aquel que puede controlar su lengua es perfecto en cuanto a capacidad de refrenar toda pasión; porque ninguna cosa mala que funciona en el hombre es más obstinada que la lengua.
Cuando contemplemos a Aquel que es perfecto en sabiduría, gracia y hermosura, seremos como Él donde Él está y seremos perfeccionados para siempre, más allá de todo alcance del pecado y el fracaso.
"Así que, todos los que somos perfectos (o, "los que hemos alcanzado la madurez espiritual"), esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios. Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa". (Filipenses 3: 15 y 16).
H. A. Ironside
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Diciembre 2019.-
Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.
RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano)
VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
de: https://www.graciayverdad.net/id290.html
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