lunes, 30 de noviembre de 2009

ÉTICA DE LA GRACIA


 

ÉTICA DE LA GRACIA

 JAIRO LARA PINTO

 

Analicemos el título que vamos a desarrollar en esta ocasión. Ética es la rama del saber que estudia la conducta  y gracia es el don inmerecido. El don inmerecido es el don de la justicia, justicia que no ganamos sino que recibimos (Romanos 5:17) Por recibir el don de la justicia (Declararnos justos sin merecerlo) es que somos salvos. En otras palabras lo que vamos a tratar en el siguiente escrito es acerca de la CONDUCTA DEL INMERECIDAMENTE  SALVO.

 

Empecemos por leer un verso de la Biblia muy sencillo pero muy diciente, Hebreos 13:18

 

"Orad por nosotros, pues confiamos en que tenemos buena conciencia, ya que DESEAMOS CONDUCIRNOS BIEN EN TODO"

 

 

En el texto encontramos la referencia acerca de un deseo de portarse bien en todo, he ahí la base de la ética de la gracia. El fundamento del buen comportamiento en aquellos que hemos comprendido el nuevo pacto, parte del sincero deseo de portarnos bien en todo el buen comportamiento en si mismo no es prueba fidedigna de un nuevo nacimiento, para darnos cuenta de un verdadero nuevo nacimiento debemos ir más allá de las acciones, una buena acción no es garantía suficiente de ser nacido del Espíritu

 

1ra.  de Corintios 13:3

 "Y si repartiera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve"

 

Ayudar a los pobres se define como una muy buena acción, pero sin amor no es nada.

Entonces la buena acción debe ser acompañada de una buena intención, para que tenga peso delante de Dios, EL  no juzga solamente las acciones, ¡Él va más allá! Él juzga a partir de las intenciones.

 

1 De Corintios 4:5

"Así que no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones de los corazones. Entonces, cada uno recibirá su alabanza de Dios."

 

Obsérvese que no debe juzgarse antes de tiempo, solo cuando el Señor manifieste las INTENCIONES DEL CORAZÓN podrá hacerse un juicio justo.

 

¿Por qué?  Porque las acciones por muy buenas que sean pueden engañarnos.

 

Lo que pasa es que Dios  basa su juicio a partir de la intención, nosotros a partir de la acción, esto sucede, porque no tenemos la capacidad que tiene Dios de conocer lo que hay en el corazón de los hombres (Juan 2:24-25) lo único que nosotros podemos ver son las acciones, por lo tanto nuestro juicio es SEGÚN LAS APARIENCIAS (Juan 7:24), MIENTRAS QUE ÉL JUZGA SEGÚN LA VERDAD.

 

Al comprender que la verdadera ética cristiana parte de un deseo (Intención) de portarse bien en todo, entonces es hora de replantear muchas cosas que tienen que ver con la conducta en las Iglesias tradicionales.

 

¿Cual es la base del buen comportamiento en las comunidades cristianas modernas?

 

El miedo parece ser uno de los motivadores  para que los creyentes  se porten bien.

 

¿Cuantos cristianos se portan bien porque tienen miedo de irse al infierno?

 

Sorprendentemente, mas de los que imaginamos.

 

Al no haber seguridad de salvación en sus corazones, pues esta no se enseña desde los pulpitos. El creyente piensa que si comete un pecado pierde su salvación y se va a quemar al fuego eterno.

 

Entonces, ¿Por qué el creyente busca no pecar?

 

La respuesta es obvia, intenta no pecar...POR MIEDO.

 

La acción es buena, pero la motivación es incorrecta.

 

Pero no solo el miedo es el motivador que se mueve en el corazón de algunos creyentes.

 

Otro motivador para no pecar es EL INTERES DE UN PREMIO O RECOMPENSA.

 

 

Se dice desde los pulpitos que si nos portamos bien, Dios  va a recompensarnos con mil bendiciones, esto ha logrado que el creyente busque portarse bien INTERESADO en ganar un premio, el interés tampoco puede ser el motivador para el buen comportamiento, porque el interés tiene su mirada puesta en el premio, no en el Bien mismo.

 

Miedo e interés son los dos sentimientos que manejan una buena cantidad de predicadores modernos para lograr un buen comportamiento en los feligreses, la intención de ellos puede ser buena pero el medio es incorrecto.

 

Lo anterior nos hace comprender:

a)      Buena acción con intención o motivación  incorrecta hace que dicha acción no pase la prueba para ser catalogada como perfecta

b)     buena intención con acción incorrecta tampoco pasa la prueba

 

La ética de la gracia comprende que el buen comportamiento en el creyente nace, no de un miedo ni de un interés, sino de un DESEO NATURAL DE PORTARSE BIEN.

 

 

¿Por qué este deseo? Por la simiente de Dios que fue implantada en su espíritu al nacer de nuevo por el ESPIRITU SANTO.

 

Nosotros podemos producir miedo o despertar el interés ambicioso de un premio, pero deseo espontáneo y natural de portarse bien, solo lo puede producir el ESPÍRITU DE DIOS.

 

Lastimosamente hemos comprendido la ética cristiana de manera parecida al pensamiento del filósofo Maquiavelo..."el fin justifica los medios"

 

Según este pensamiento, lo importante es que los creyentes se porten bien, no importando si para hacerlo haya que asustarlos con una condenación infernal o brindarles un premio al estilo zanahoria.

 

Con este fin, que los creyentes se porten bien a costa de todo, no solo se utilizan premios y castigos de orden eterno, sino que también se ofrecen galardones y sanciones terrenas; por ejemplo: "bendiciones económicas, participaciones en el culto, cargos de servicio dentro de la organización eclesiástica, etc" y castigos como "Pobreza, no poder participar en el  culto,  ser sancionado con la perdida del cargo dentro de la jerarquía eclesiástica, etc."

 

La ética cristiana NO PUEDE BASARSE  en premios y castigos, esto la hace muy inestable; la ética cristiana debe posar sobre la base del DESEO NATURAL DE PORTARSE BIEN.

 

Cuando en el creyente ha nacido un constante deseo de conducirse bien en todo por la simiente de Cristo en él, entonces no le moverán los premios para portarse bien, simplemente intentará un buen comportamiento haya o no haya premio.

 

Tampoco será movido por el miedo, porque el creyente estará seguro de la salvación, logrando así un buen comportamiento sin presiones, no por necesidad para no ser arrojado al infierno, solamente por deseo del bien y nada más.

 

El deseo de conducirnos bien en todo hace innecesario la vigilancia de terceros. No necesitan los pastores volverse una especie de investigadores privados para vigilar el comportamiento de los hermanos, porque el guardia de cada uno de ellos será su propio deseo de portarse bien, mejor dicho ellos serán ley para si mismos sin necesidad de ley (Romanos 2:14-15) mucho menos de vigilantes del cumplimiento de la ley.

 

Para el creyente que ha comprendido que estamos en el nuevo pacto, donde todo  es licito pero no todo conviene (1 Corintios 10:23) La recompensa por portarse bien  es el gozo de haber hecho lo correcto, ese gozo de hacer el bien es su mayor premio.

 

Y su mayor castigo será, lo mal que se siente un hijo de Dios cuando hace algo incorrecto.

 

Cuando un verdadero hijo de Dios hace el bien, su corazón se llena de tanta felicidad y gozo, no porque le hayan prometido un premio, sino por el solo hecho de haber realizado algo bueno, en otras palabras su alegría será no por el premio del bien sino POR EL BIEN MISMO.

 

De la misma manera, cuando un verdadero hijo de Dios comete un pecado se siente tan mal, pues ha hecho no el bien que quiere sino el mal que aborrece (Romanos 7:15-20) Ese sentirse mal por la falta cometida es su castigo, por eso no necesita castigos extras y aunque estos se den no aportarán mucho para la reconsideración del pecado cometido, pues la reconvención por el pecado hecho ya se dio dentro del corazón del creyente al haberse sentido mal por su comportamiento equivocado, En otras palabras cuando un verdadero hijo de Dios comete un pecado se siente mal, no por un castigo prometido,  sino por EL PECADO MISMO.

 

En la ética de la gracia no necesitamos de premios y castigos para motivar a los creyentes a un buen comportamiento, su motivación al bien ya está impregnada en el espíritu por el Espíritu de Cristo que se unió a ellos para ser uno con cada cristiano.

 

Por favor hijo de Dios en Cristo Jesús, no pienses que por portarte bien serás mas apreciado por Dios ni por portarte mal serás despreciado por Él, recuerda que fuimos aceptos en EL AMADO (Efesios 1:6)

 

Nuestro comportamiento no depende de la aceptación o rechazo del Padre, nuestro comportamiento parte del deseo constante de CONDUCIRNOS BIEN EN TODO Y ESTO PORQUE FUIMOS HECHOS PARTICIPANTES DE LA NATURALEZA DIVINA QUE ESTÁ INCLINADA SOLAMENTE AL BIEN Y NO PUEDE PECAR.

 

Por ultimo, querer conducirnos bien en todo no indica que en ocasiones no fallemos. Lo que indica el querer conducirnos bien en todo es que amamos el bien y aborrecemos el mal, cuando fallamos nos duele y cuando nos portamos bien nos gozamos…El castigo de nuestro mal comportamiento es el dolor que sentimos al hacer algo incorrecto y el premio por hacer el bien es el gozo que sentimos por practicar el bien.

 

 

La ética estudia el comportamiento del ser humano, pero la ética de la gracia estudia el deseo de portarse bien en los nacidos de nuevo, deseo constante y permanente en ellos, gracias a la presencia de Dios en sus corazones que los lleva a ir como el día de la aurora de aumento en aumento en cuanto al comportamiento en acción hasta que el día es perfecto.

 

 

Gracia y paz para todos.



sábado, 28 de noviembre de 2009

SOBRE LAS ALAS DEL AMOR 1


 

EL MATRIMONIO

Hermano Álvaro Torres Forero

INTRODUCCIÓN

El matrimonio es el resumen de las ilusiones y sueños de una pareja. Nace de la necesidad que tenemos los seres hu­manos de cariño, solidaridad y compañía. Dios lo instituyó como respuesta a estas necesidades básicas del hombre y ¿por qué no? Como respuesta a la necesidad de supervi­vencia.

Sin embargo, debido a las presiones y circunstancias que lo rodean, muchas veces termina en fracaso. Pero no tiene que ser así, ni es tan difícil que subsista, si cada miembro de la sociedad conyugal contribuye con su grano de arena y pone a Dios como su ayudador.

Edifiquemos nuestra casa sobre la base de las enseñanzas de Jesús y permitamos que la influencia del Espíritu Santo gobierne nuestras vidas y conseguiremos hogares plenos de felicidad y armonía a pesar de todo.

Los matrimonios necesitan un tratamien­to muy humano, de mucho sentido común, y la aplicación de los principios cristianos de convivencia. El propósito de Dios con el matrimonio, es que dure mientras dure la vida. Pero el matrimonio no es de suyo permanente sino que la pareja debe construir esa permanen­cia.

Lo que empieza como una atracción de dos personas del sexo opuesto para satisfacer sus necesidades afectivas, económicas, sexuales y sociales, se transforma por el amor en una familia, palabra que se proyecta la vida de la pareja más allá a otra dimensión que le da permanencia y una vida solidaria, aún en circunstancias extremas.

Pero claro está, la pareja y por ende la familia en general está sujeta a grandes presiones diarias.

Que Dios nos ayude a encontrar un poco de comprensión de la naturaleza huma­na, de la naturaleza del matrimonio y la forma de encontrar soluciones.

Dios inventó el matrimonio para que lo disfrutáramos y no para que lo soportáramos o sufriéramos. Estoy conven­cido que con la guía del Espíritu Santo y la decisión de la voluntad, esta empresa es posible.

Que Dios los ayude y que su hogar prospere y se consolide hasta que Cris­to venga o la muerte los separe.

EL MATRIMONIO

INSTITUIDO POR DIOS

El creador de la institución matrimonial fue Dios mismo. El hombre no tenía ninguna idea de que él debiera tener una compañera, ni que la necesitara. Fue Dios quien decidió crearle "ayuda idónea" y los constituyó en pareja.

El matrimonio surge a raíz de la atracción física entre el hombre y la mujer. La Biblia enseña que la base de esta relación es el amor, "no en pasión de la carne". El mero placer, que de hecho existe en la relación de pareja, no debe ser, sin embargo, el fundamento de la vida conyugal. Pero no podemos, aunque lo intentemos, quitarle su connotación de acto biológico.

RAZONES DE LA EXISTENCIA DEL MATRIMONIO

·         LA SOLEDAD NO ES BUENA

"Dijo Dios: No es bueno que el hombre esté solo..." En esta frase se resume la primera y gran razón que la Biblia contie­ne para justificar la unión matrimonial. El hombre por na­turaleza es un ser social, por lo tanto le es apropiado convi­vir con otra persona, en pareja; la soledad permanente pro­duce en general una situación de vacío y angustia en la ma­yoría de las personas. Por esta razón primaria, Dios dijo: "No es bueno que el hombre esté solo..."

Además el compartir la vida con otra persona desarrolla hábitos que enriquecen la personalidad y desarrollan el ca­rácter. El saber que cuando necesito el baño tengo que espe­rar porque alguien lo está usando; el calcular cuánta crema dental voy a usar hoy, con la poca que queda porque mi cónyuge no se ha cepillado todavía; son actos simples de la vida que sin embargo tienen una proyección profunda en la relación de pareja y en la formación del carácter que se con­vierten en invaluables.

El tener que decidir, si con la poca plata que tengo com­pro para mí o para otro, recompone el cuadro de mis priori­dades.

Yo tuve la experiencia de ser viudo y curiosamente una de las cosas que me resultó difícil de asimilar fue ir de viaje y no tener alguien a quien comprarle un regalo. En mi caso yo tenía 5 hijas y claro está a ellas les compraba algo en cada viaje, pero ¡eso no es lo mismo!

No es lo mismo comer solo, que comer acompañado. En el primer caso se ingiere alimento para subsistir, en el se­gundo se come y se disfruta. El comer se convierte en un rito agradable y placentero.

Definitivamente la casa es muy grande y la cama muy an­cha: ¡mejor compartirlas!

¡Qué bueno es llegar cansado y tener quien te sobe la es­palda; Qué hermoso es tener a quien contarle que se "de­rramó la leche" o "se pegó el arroz"!

¡La vida es para compartirla!

·         LA PERMANENCIA DE LA ESPECIE

Todos los seres vivos que Dios creó, los hizo con la capaci­dad de reproducir otros seres semejantes así mismos. Los proveyó de los medios para la reproducción, El hombre no podía ser la excepción, así que Dios le hizo ayuda apropiada para que la especie humana pudiera sobrevivir, pudiera

perpetuarse tanto como el tiempo lo permitiera. De hecho el acto biológico se convierte en la base de la permanencia del hombre como especie, así se cumple el deseo de Dios, "...y los bendijo Dios, y le dijo: Fructificad, multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla..." Esta es una relación de por sí pasio­nal. Debemos aceptar este grado de placer como perfecta­mente normal y aprobado por Dios.

Además, los hombres no sólo perpetuamos la especie bio­lógica, sino que también proyectamos nuestra identidad so­cial y cultural. No queremos desaparecer. Queremos dejar "nuestra simiente".

·         NUESTRA ESCUELA

La enseñanza no es más que un esfuerzo para perpetuar­nos. La reproducción nos da la hermosa oportunidad de depositar la semilla del pensamiento, las costumbres y la creencia en una nueva generación.

·         LA COADMINISTRACIÓN DE LA CREACIÓN

La administración que se le encomendaba al hombre era de tal magnitud que no era posible hacerla solo, por eso Dios usa el plural cuando ordena "sojuzgadla", esta orden o co­misión indica que había que cogobernar. El hombre no estaría solo en esta tarea.

·         LA SOLIDARIDAD ES NECESARIA

Por más que el hombre se haya inventado, la idea prepotente de autosuficiencia e independencia total, la Bi­blia dice "mejores son dos que uno".

1.   Tienen mayor fuerza económica

2.    La ayuda mutua en tiempo de necesidad

3.    La solidaridad emocional y sentimental

4.    La fortaleza en el conflicto

5.    La ayuda familiar

LA IGUALDAD DE LOS SEXOS

Los seres humanos nos hemos elaborado la teoría del "sexo fuerte" y el "sexo débil" posiblemente sacado del verso que en la Epístola de Pedro llama "vaso más frágil" a la mujer. Pero cabría preguntarse ¿cuál es aquella fragilidad que se suple con "honor"? Obviamente no debe ser la físi­ca.

En el contexto cultural, tanto en el judío como en el judeocristiano, nuestra mujer padece esta fragilidad y el hombre debe ofrecerle su apoyo y su respeto para que su honor se mantenga intacto. Pero la realidad es, que cuando no existía esta "fragilidad" y Adán no sufría ningún prejui­cio se expresó así de la mujer: "...Esto es ahora huesos de mis huesos y carne de mi carne, esta será llamada varona", es decir, la que tengo frente a mí es una persona como yo, sólo de sexo femenino. Un varón-a, y ni Dios, ni Adán establecie­ron diferencia alguna. "Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón"; "Ya no hay judío, ni griego; no hay esclavo, ni libre, no hay varón, ni mujer; porque todos vosotros sois de Cristo Jesús".

EVOLUCIÓN DE LA INSTITUCIÓN MATRIMONIAL

Aunque ha habido épocas en que el matrimonio ha asumi­do diversas formas como la poligamia, (un hombre casado simultáneamente con varias esposas) o poliandria, (una mujer casada simultáneamente con varios hombres), por ejemplo; de todos modos lo establecido por Dios ha perma­necido, no sólo como una conveniencia moral sino también una solución práctica al mejor desarrollo de la familia y la sociedad.

El matrimonio en un principio surge como una práctica eminentemente social con implicaciones morales y religio­sas; el patriarca hacía las veces de sacerdote y las familias se constituían en testigos y garantes del compromiso entre la pareja. Siempre tuvo unas exigencias mínimas morales como la virginidad y la lealtad entre ambos, este era un compro­miso tan serio que el quebrantarlo conllevaba la muerte.

Después surgió como un compromiso de connotación le­gal a raíz de los bienes. Al principio no había matrimonio con extraños y por lo tanto las herencias no cambiaban de dueño, pero cuando el matrimonio rompió las barreras del clan o de la tribu hubo que proteger los bienes y los hijos. El vínculo matrimonial, se rige por la ley. Los cristianos respe­tuosos de la palabra de Dios, nos sujetamos a las leyes de la República, porque dice la escritura: "Sujetaos a las leyes". El que se opone a la autoridad a lo establecido por Dios resiste. No es aceptable, ni justificable, usando argumento alguno (vanas sutilezas), que una pareja en nuestro momento his­tórico quiera desconocer los lazos establecidos legalmente, para convivir con otra persona sin haber pasado por el pro­ceso que la ley señale, sopena de convertirse en un fornica­rio o adúltero.

En qué momento o por medio de cuál de estos tres pasos llega la pareja a ser "Una carne", porque dice la escritura: "Por lo tanto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una carne".

·         EL ACTO RELIGIOSO

De pronto por la reverencia que tenemos por las cosas sa­gradas pensamos que es la ceremonia religiosa la que consi­gue esta realidad, pero no, la ceremonia religiosa es más bien un reconocimiento de la pareja a Dios como soberano, como Señor de sus vidas y un acto a través del cual se busca el respaldo de Dios para el hogar que comienza a gestarse.

·         EL ACTO LEGAL

El acto legal se refiere a la protocolización del contrato matrimonial y es el que tiene efectos civiles. En cambio, si analizamos lo que la palabra de Dios dice encontramos lo siguiente, Jesús dice: "Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una carne" eso nos hace pensar que la unidad no se refiere al acto religioso, ni al acto legal.

·         EL ACTO BILÓGICO

Encontramos en 1a. Cor. 6:15-20 donde se hace referencia a la relación fornicaria, y también se dice que son "una car­ne" de donde concluimos que es el hecho biológico el que suelda esta unión.

LA ESTABILIDAD DEL MATRIMONIO

Investigando las escrituras se intuye que la voluntad de Dios con respecto al matrimonio es que éste sea estable. La idea prominente en la relación conyugal bíblica es que ésta se mantenga; que sea permanente por las razones ya ex­puestas.

Para conseguir esa estabilidad, Dios plantea toda una filo­sofía matrimonial; toda persona que aspira a que su matri­monio sea duradero y estable debe aceptar los planteamien­tos de Dios en su totalidad. Lo que no se puede hacer es utilizar de forma acomodaticia la doctrina matrimonial Bí­blica para que sirva a nuestros intereses particulares, olvi­dando que siempre que se habla de matrimonio se habla por lo menos de dos personas. Pero cuando hay hijos irre­misiblemente deben tenerse en cuenta. ¿Cuál es el plantea­miento de Dios con respecto a ese tema? Resumámoslo con las palabras del Apóstol Pablo: " ...mujeres estad sujetas a vues­tros maridos como al Señor..." "... maridos amad a vuestras mu­jeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó así mismo por ella..."

Visto así y practicado así, el matrimonio debe ser estable. En el caso cristiano, además debemos ser consecuentes con el hecho de que hemos sido llenos del Espíritu Santo y que por lo tanto es de suponer que tenemos "El fruto del Espíritu ". Si permitimos que estos dones y frutos gobiernen nuestra vida el resultado sería un matrimonio estable. "Mas el fruto del espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, contra tales cosas no hay ley".

LA DEBILIDAD DEL MATRIMONIO

Como toda actividad que involucra al ser humano, el ma­trimonio tiene su debilidad. El estado ideal está concebido por Dios, el mismo Dios ofrece las reglas para cuando el estado ideal deja de serlo. La solución que Dios plantea es consecuente con la naturaleza de la relación conyugal.

Jesús dijo: "También fue dicho: cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que esta adultere; y el que se casa con la repudiada comete adulterio". Como se puede ver, Jesús hace una salvedad. Por causa de fornicación o causa de inmoralidad sexual. Y adultera el que se casa con la repudiada que lo fue por causa diferente a la fornicación.

¿CUÁL ES EL PROBLEMA DE LA INMORALIDAD SEXUAL?

Jesús dice: "Y los dos serán una carne". Lo mismo repite el apóstol Pablo. Cuando uno lee esto con respecto a los que se casan, el primer pensamiento es que lo que los hace uno es el matrimonio, Efesios 5:31, Génesis 2:24, Mateo 19:5, pero entonces leemos 1a. Cor. 6:15-16, que se le aplica la misma regla a una relación fuera del matrimonio. Esto nos hace pensar que la unidad no se refiere al acto religioso, ni al le­gal, sino que es el hecho biológico el que consigue este efec­to. Esta unidad por lo tanto tiene una coyuntura y es que convivan sexualmente. Además, según el apóstol Pablo el matrimonio es un símbolo imperfecto de la unión más per­fecta de Cristo y la iglesia, porque dice "Grande es este miste­rio, más yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia...". Siendo esto verdad, cabe preguntarnos: ¿La unión entre Cristo y el cristiano puede romperse?, y si puede romperse, ¿Qué la rompe?. Todos sabemos que con todo el inmenso amor que Dios nos ha mostrado, sin embargo, él no tolera la infideli­dad que a menudo la Biblia llama "adulterio" y sabemos que el pecado rompe la unidad conyugal de Cristo y la igle­sia porque dice: "Vuestras iniquidades han hecho separación entre vosotros y vuestro Dios". El pacto de fe sólo se quebran­ta con la infidelidad; la unión más perfecta se afecta de la misma manera que la imperfecta del matrimonio. Así que el divorcio se produce porque el hombre y la mujer forman una carne con otro. Destruyéndose así la unidad que tenían formada.

El matrimonio se inicia con unos votos de fidelidad y con la unión carnal de los esposos. El adulterio, altera los votos de fidelidad hechos entre sí. De ahí que Jesucristo enseña que el que mira a una mujer y la desea en su corazón, ya adulteró con ella. Obviamente, este es un pecado, pero este pecado no es de hecho, no se insinúa que rompa el lazo conyugal y es lógico porque el proceso que explica Santiago y que da a luz la muerte es el hecho consumado. Pero el adulterio-fornicario, es decir, la infidelidad acompañada de la unión entre el miembro infiel de la pareja y otro indivi­duo tiene como fruto la ruptura de la primera unión porque según 1a. Cor 6 el infiel forma una unidad con alguien dife­rente. No se puede ser "uno" con dos a la vez. Como se puede ver, la fornicación es un pecado de comisión. El adul­terio es de intención y no necesariamente de acción.

El adulterio-fornicario, según la Biblia, es un grave peca­do. En realidad el divorcio es sólo la protocolización de la ruptura que ya se efectuó, como se diría en el argot moder­no: "La cesación de los efectos civiles del matrimonio". Claro está, que al creyente le queda la opción de perdonar; creo que esta es una posibilidad real. Pero muchas personas no las cambian ni el perdón de su pareja y persisten en su infidelidad y fornicación.

A QUÉ SE REFIERE CON "NO LO SEPARE EL HOMBRE"

Cuando leemos la escritura de Mateo 19:5 no encontramos en su contexto ni a la iglesia, que en los evangelios apenas se está gestando y se menciona muy pocas veces, ni a la so­ciedad en general. Las únicas personas mencionadas en el contexto son el padre y la madre... Obviamente a ellos se refiere. Es decir, que el padre y la madre no deben conver­tirse en elementos disociadores de la nueva pareja porque la unión que acaba de formarse es instituida, reconocida y ben­decida por Dios. Realmente la alusión es directamente a la relación que debe existir entre la nueva pareja y los padres de los contrayentes para que no se produzca la separación.

Algunos han encontrado en esas palabras un asidero para argumentar contra el divorcio, pero analicemos:

"Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre". "Por tanto", en virtud de lo dicho anteriormente. Ya que son macho y hembra; el uno para el otro, deje el hombre la anti­gua relación familiar para formar otra familia y los padres acepten esta relación y no hagan lo que contribuya a sepa­rar a la nueva pareja.

Dios hizo el matrimonio para que durara toda la vida y nos dio las herramientas para que ello fuera así. Pero si por desgracia ocurriera lo que no debiera, Dios autoriza al cón­yuge inocente a divorciarse y casarse. Otro es el caso cuan­do el apóstol Pablo recomienda la separación, pero prohibe el divorcio; "Pero los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcilíese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer".

El divorcio no es una solución ideal, siempre dejará hue­llas dolorosas. Creo que ningún hombre de Dios pueda de­dicarse a divorciar como si esto fuera un deporte. Nosotros seguiremos luchando para que la familia sea unida y esta­ble. Pero si alguno hubiere pecado siempre Dios tiene una solución, ojalá que no hubiera ningún divorcio pero por la maldad que reina en el mundo esto se vuelve a veces inevi­table.

EL PROBLEMA DE LAS CEREMONIAS

A raíz de nuestras tradiciones se nos ha planteado un pro­blema que comienza a afectarnos seriamente. Es a saber ¿A quién se le hace la ceremonia? Si una persona ha pecado ¿Le hacemos una ceremonia?. Bueno, no hay mucha base bíblica para esta línea de conducta. Lo primero que tene­mos que preguntarnos es ¿Para qué es la ceremonia matri­monial? ¿Por qué hemos llegado a pensar que es un premio o un castigo?. Más bien por qué no pensamos que es una exigencia de Dios. Todo el que cree en Jesús debe recono­cerle como Señor de su vida en todas sus acciones. Sin im­portar que haya pecado o no, de manera que las personas deben prometerse fidelidad el uno al otro, como parte de su compromiso y su posición ante Dios. ¿No será que al des­pojar esa ceremonia de toda solemnidad hacemos que los contrayentes le pierdan la seriedad que amerita el hecho e incentivemos una inestabilidad en el matrimonio a causa de lo intrascendente del compromiso? Creo, sin embargo, que sí es saludable mantener alguna diferencia entre una y otra ceremonia, aunque tengo que confesar que en las circuns­tancias de hoy, no estamos en condiciones de asegurar que todas las que desfilan de blanco son vírgenes; en efecto, sa­bemos que no lo han sido. Sin dejar de advertir que es una medida injusta ya que al hombre no se le hace desfilar con traje diferente por no ser virgen.

LA POSIBLE SOLUCIÓN

Estoy convencido de que el mejor camino es darles aten­ción a nuestros adolescentes y jóvenes para hacer un trabajo preventivo. Seguramente qué jóvenes llenos del Espíritu San­to y bien enseñados por un pastor conocedor de la palabra de Dios, nos dará como resultado: ¡una juventud sana y de buenas costumbres!

¡DIOS NOS AYUDE A HACER SU VOLUNTAD!

I Corintios 6:15-20 1 Corintios 11:11 Efesios    5:31-32 Calatas   3:28 Génesis 2:23-24 Génesis 1:28 Proverbios 6:32-35 Mateo 5:31

1 Corintios 7:10-11 Eclesiastés 4:9-12 Efesios    5:22-25 Calatas   5:22-23 Génesis 2:18. Mateo 19:5 Romanos 13:1-6 Isaías 59:2

 

 


 
 
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://www.adonayrojasortiz.blogspot.com/
 




Hacia la Unidad


¿Andarán dos juntos si no están de acuerdo? Amos 3: 3

¿JUNTOS O UNIDOS?

Hno. Álvaro Torres Forero

 

Ø  ¿Qué clase de relación de verdad tenemos nosotros como familia espiritual?

    ¿Conglomerado de personas de una misma organización?

    ¿Multitud de personas de la misma creencia?

Ø  ¿Y qué tanto nos afecta esa clase de relación?

Hay peldaños en nuestra relación, y el primero de ellos lo plantea Amos como el acuerdo. Estamos de acuerdo.

Acuerdo:

Convenio entre dos o más partes. / 1. Conforme, unánime. 2. Conciliación. 3. Manifestación de asentimiento o conformidad.

Pero cuando se habla de acuerdo tenemos que reconocer que hay cosas que yo no comparto y cosas que usted no comparte pero negociamos y llegamos al acuerdo.

Lo mínimo para andar juntos es que estemos de acuerdo. No podemos andar guerreando toda la vida, de rebeldes y contradictores, aunque hayan cosa que no compartamos lleguemos a un acuerdo.

Este primer peldaño es bueno pero no es lo ideal en la vida cristiana, pues en la Biblia se habla de que sintamos una misma cosa.i Y sentir una misma cosa es más complicado que estar de acuerdo.

Unidad:

Unión o conformidad. / Propiedad en virtud de la cual no puede dividirse algo sin que su esencia se destruya o altere.

La gente dice: "Juntos pero no revueltos".

Pero en Dios tenemos que andar juntos y revueltos. En la vida espiritual no hay paredes intermedias, están derribadas y somos uno, tenemos unidad de fe. El tema de Efesios es la unidad. Para que seamos uno. Dios busca la unidad y eso es más que un acuerdo.

El camino de la unidad no está solo en el acuerdo, va más allá del acuerdo, aunque éste es bueno pero no es la esencia.

La esencia de nuestra relación es unidad.

Cuando volvió Jesús, lo recibió la multitud con gozo, pues todos lo esperaban. Entonces llegó un hombre llamado Jairo, que era un alto dignatario de la sinagoga; postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrara en su casa, porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo.

Y mientras iba, la multitud lo oprimía.

Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía y por ninguno había podido ser curada, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto. Al instante se detuvo el flujo de su sangre. Entonces Jesús dijo:

¿Quién es el que me ha tocado?

Todos lo negaban, y dijo Pedro y los que con él estaban:

—Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y preguntas: "¿Quién es el que me ha tocado?".

Pero Jesús dijo:

Alguien me ha tocado, porque yo he sentido que ha salido poder de mí.ii

Alguien se había revuelto con Él, alguien había tocado la esencia de Jesús, alguien había traspasado el velo que lo cubría.

No es cuestión del rótulo en la iglesia, es mucho más que eso. Tenemos que traspasar el límite de las divisiones humanas y entonces sucederá algo realmente maravilloso.

En esto hay mucho de qué hablar, pero la realidad es que el toque del maestro transforma nuestra vida. Tú guardarás en completa paz aquel cuyo pensamiento en tí persevera.iii Eso es mucho más que un acuerdo.

Hay otro peldaño en nuestra relación y es la armonía.

Armonía:

Unión y combinación, bien concertada y grata, en conveniente proporción y buena correspondencia.

¡Mirad cuan bueno y cuan delicioso es que habiten los hermanos juntos en armonía! Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras; como el rocío del Hermón, que desciende sobre los montes de Sión, porque allí envía Jehová bendición y vida eterna.iv

La armonía nos habla más de la naturaleza, es estar entrelazados, la armonía va más allá de la unidad, es entre el uno con el otro y combinar con buena correspondencia.

Hay quienes viven juntos como perros y gatos, juntos pero peleando, juntos pero con intereses particulares, pero eso no es lo que busca el Señor, él lo que quiere es la armonía.

No es cuestión de formas es cuestión de esencia. Vivir juntos y en armonía es como vivir lleno de la unción de Dios. Encontrarnos con un hermano en armonía es como hablar en lenguas por el poder del Espíritu Santo.

La casa de alguien que vive en armonía es tranquila, libre de tensiones, no pierde el sueño. En paz me acostaré y así mismo dormirév.

Esa es la tranquilidad que solo da la armonía, no es tranquilidad aparente es real.

Ojalá que usted permita que el evangelio le afecte esencialmente la vida. ¿Quiere usted que el Espíritu Santo se derrame en la congregación?

No es cuestión de días de ayuno, ni oras de oración, es cuestión de estar unánimes juntos, juntos y en armonía. Dios encuentra solaz en la armonía.

La esencia de Pentecostés no es hablar en lenguas. Hay personas que hablan muchas lenguas pero se pelean con todo mundo, no son pentecostales sino habladores de lenguas, y sin amor eso no sirve para nada.vi

En la fiesta de Pentecostés la esencia es la unanimidad, la comunión. Es donde se acaban las personalidades individuales y se adquiere por medio de la comunión una nueva identidad, somos uno en Cristo y no hay diferencia entre judío o griego, esclavo o libre.

Unanimidad;

Sin discrepancia, sin diferencia, sin divergencia, sin oposición, sin desigualdad. Es la cualidad de las personas que convienen en un mismo parecer, dictamen, voluntad o sentimiento.

Quien se une ramera es un cuerpo con ella y quien se une al Señor un espíritu es con él.vii

El Espíritu Santo vino para hacernos uno, somos la misma cosa y eso tiene que ser una tremenda realidad en nuestra vida.

Si recibimos el Espíritu santo que se nos note, no solo por las lenguas sino por la comunión, ¿Qué tanta alegría le da saludar a su hermano? La comunión verdadera es porque nos hemos unido a Cristo.

No es cuestión de una hermandad religiosa, no es una solidaridad social, no es un convenio entre personas o una asociación que hayamos hecho. Somos uno en Cristo, somos una familia, somos un ser, somos un espíritu, estamos intercomunicados, somos la misma cosa.

Tenemos que entender que somos uno.

No solamente hay cadenas de cigarrillo y tabaco sino que hay cadenas más fuertes, cadenas de arrogancia, de envidia, de amor al dinero, de altivez, de esas que parecen tan sutiles que ni queremos hablar.

Tenemos que permitirle al Señor Jesús romper esas cadenas y entender que somos uno. Entonces, ¿estamos juntos o unidos?

¡ Filipenses 2: 2 y 3:16

ii Lucas 8: 40 -46

iii Isaías 26:3

iv Salmo 133

v Salmo 4:8

vi 1 Corintios 13:1

vii 1 Corintios 6:16 y 17


 
 
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://www.adonayrojasortiz.blogspot.com/
 




domingo, 8 de noviembre de 2009

Yo soy la resurrección y la vida


Le dijo Jesús: —Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Juan 11: 25 y 26

INTRODUCCIÓN

Ya hemos estudiado cuatro de los siete YO SOY de Jesús en el evangelio de Juan:

ü  Jesús les respondió: —Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás.[1]

ü  Otra vez Jesús les habló, diciendo: —Yo soy la luz del mundo;  el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.[2]

ü  Yo soy la puerta: el que por mí entre será salvo; entrará y saldrá, y hallará pastos.[3]

ü  Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.[4]

 

En la entrada de un cementerio había un letrero: "El fin del camino". Para muchos la muerte es la pérdida irreparable. Pero realmente, ¿qué es? ¿Es el fin o la continuación de la vida? En Juan 11, Jesús nos da una enseñanza clave en cuanto a la muerte y la vida.

El significado del bautismo en agua en el nombre de Jesucristo para perdón de pecados es muy importante para el creyente. El ser puesto debajo del agua simboliza que ha muerto al pecado y ahora es enterrado (sepultado con Cristo). El ser levantado del agua simboliza que resucita para andar en novedad de vida.

A este escrito de Juan se llama "Evangelio de la vida" por el énfasis del tema y por sus más de treintaiséis referencias. Así que el tema de "la vida" corre a través del Evangelio de Juan como un hilo dorado.

Los mensajeros de la casa de Lázaro salieron de Betania a donde estaba Jesús cuando Lázaro aún estaba enfermo. Después de recibir la noticia de la enfermedad, Jesús demoró dos días, al fin de los cuales anunció la muerte de Lázaro. Si salió en seguida, el viaje habría llevado cuatro días.

Algunos suponen que la mención de cuatro días se debe más bien a la superstición de que el espíritu de un muerto se quedaba tres días al lado del cuerpo con la esperanza de que resucitaría. Después de los tres días, el espíritu se retiraba definitivamente, habiendo perdido toda esperanza de poder reincorporarse al cuerpo. Al mencionar cuatro días, Juan estaría indicando que sólo un gran milagro de Dios lograría la resurrección.

La proximidad de Betania a Jerusalén se menciona quizá para explicar de la presencia de tantos judíos que habían venido a consolar a las hermanas. La mención de quince estadios de distancia de Jerusalén, o sea unos tres kilómetros, también indicaría el peligro que representaba para Jesús y sus discípulos el acercarse a Jerusalén.

Jesús fue encontrado en las afueras de Betania y le informaron que Lázaro había muerto cuatro días antes.

La conversación entre Jesús y Marta es la parte más teológica de todo el relato de la resurrección de Lázaro.

Era claro que existía una gran fe en el poder sanador de Jesús. Marta recibe a Jesús con el título Señor y con el sentido pleno de la palabra, y expresa su fe en el poder de él para evitar la muerte, pero no se atreve a abrigar la esperanza de una resurrección, especialmente después de "cuatro días". La expresión si hubieses estado aquí es una frase condicional de segunda clase que connota una situación irreal.

Pero la fe de Marta va un paso más allá al decir: Pero también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará[5]. Pareciera que estaba alcanzando un rayo de iluminación al afirmar que creía que Dios respondería a cualquier pedido de Jesús.

Tu hermano resucitará tiene un doble significado. Marta lo tomó como una seguridad convencional de la resurrección en el día final, pero Jesús tenía otra intención.

La respuesta de Marta refleja su entendimiento de que Jesús no hablaba de una resurrección inminente. Los fariseos enseñaban una resurrección en el día final para los verdaderos israelitas, pero los saduceos negaban la realidad de esa esperanza. Probablemente, muchos de los que habían venido a consolar a las dos hermanas habían hablado de la esperanza de la resurrección en el día final.

 

DESARROLLO

El punto sobresaliente del relato es el "Yo soy", que aparece en el v. 25, y en el que Jesús se identificó tanto con la resurrección como con la vida, que, como veremos, son aspectos complementarios de una misma cosa.

La resurrección precede a la vida porque la nueva vida es el producto de la resurrección. El camino a esa vida es por medio de la fe y Jesús desafió a Marta al respecto. No estaba pidiendo una confesión de fe en él mismo sino en su afirmación, en su declaración; el énfasis aquí recae en el contenido de la fe, en las palabras de Jesús, ¿Qué es lo que hay que creer?.

Él es el Creador de la vida. Aquel que es la vida sin duda puede restaurar la vida. Todo aquel que cree en Cristo tiene una vida espiritual que la muerte no conquistará ni disminuirá de manera alguna.

Cuando logramos comprender su poder y hasta qué punto es verdaderamente maravillosa la oferta que nos hace, ¡cómo hemos de hacer otra cosa que no sea entregar nuestras vidas a Él!

Para quienes creemos, qué maravillosa es la seguridad y la certeza que tenemos: Porque yo vivo, vosotros también viviréis[6].

 

Dícele Jesús: Resucitará tu hermano—expresándose adrede en términos generales, para provocar una reacción de parte de ella. Marta le dice: Yo sé que resucitará en la resurrección en el día postrero—Pero ¿no hemos de verlo en vida hasta entonces?

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?

Dícele Jesús: Yo soy la resurrección y la vida—quiere decir: Todo el poder de restaurar, comunicar y mantener la vida reside en mí.

Yo soy. Esta frase hace referencia al nombre divino.

La resurrección y la vida. En Jesús mismo reside el poder de dar la resurrección física y la vida espiritual, una vida que comienza ahora y anticipa la eternidad.

Jesús es la resurrección y la vida; la resurrección y la vida, eso es Jesús. Tanto la resurrección como la vida están en él:

·         Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él[7].

·         El Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo. Entonces, los muertos en Cristo resucitarán primero[8].

·         en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados,  pues es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y que esto mortal se vista de inmortalidad.

Cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: «Sorbida es la muerte en victoria». ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde, sepulcro, tu victoria?,  porque el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la Ley.  Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.

Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.[9]

La resurrección abre la puerta hacia la vida inmortal.

Jesús es la resurrección y la vida en persona, la vida plena y bendita de Dios, con todos sus gloriosos atributos: omnisciencia, sabiduría, omnipotencia, amor, santidad, etc. Como tal es también la causa, manantial o fuente de la gloriosa resurrección de los creyentes y de su vida eterna. Porque él vive, también nosotros viviremos. Si él desaparece, no queda sino la muerte. Si él está presente, están aseguradas la resurrección y la vida. El príncipe de la vida es siempre el vencedor de la muerte. No sólo lo es en la resurrección en el último día; lo es siempre.

El resto de este glorioso YO SOY es un desarrollo sistemático de las palabras iniciales:

·         Jesús es la resurrección; por ello, "el que cree en mí, aunque muera vivirá".

·         Jesús es la vida; por ello, "todo aquel que vive y cree en mí, no morirá jamás".

Es un hermoso paralelismo sintético. La segunda frase refuerza a la primera pero no se limita a repetirla.

El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá—La muerte del creyente será absorbida en la vida, Vida que nunca se hundirá en la muerte.

Aquí, se describe al creyente en el momento de la muerte. Uno piensa naturalmente en Lázaro, pero lo que se dice se aplica a todo creyente que muere físicamente. Jesús se refiere tanto a la vida eterna que se recibe por medio de la fe en El, como a la resurrección de Lázaro. Las palabras son: El que cree (permanentemente) en mí, aunque muera (físicamente) vivirá (consiguiendo la vida eterna en la gloria).

·         El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.[10]

Si algún muerto se atreve a creer en Jesús, él lo resucita. Me refiero obviamente a los muertos espiritualmente. Es como si Jesús dijera: aunque una persona esté muerta en el pecado;  aunque, por sus pecados, haya perdido todo lo que hace que la vida merezca llamarse vida, Yo puedo hacer que vuelva a estar viva otra vez, si cree en mí.  

Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás.

Ahora, se describe al creyente como a alguien que vive en la tierra, antes de la muerte. Leemos: Y todo aquel que vive y cree (permanentemente) en mí, no morirá jamás (nunca gustará la muerte eterna; nunca estará separado alma y cuerpo de la presencia del Dios de amor).

No morirá jamás. El creyente en Cristo tiene asegurado un futuro de vida eterna en El. Que el creyente que reside en la tierra tenga la seguridad de que no morirá jamás resulta sorprendente.

La promesa no es que no morirá físicamente, sino que nunca morirán para siempre[11], no morirá eternamente[12], no morirá jamás[13], refiriéndose a la muerte eterna.

Tenemos aquí un ejemplo de lítote: no morirá jamás implica realmente: ciertamente vivirá para siempre, sí, para siempre.

ü  para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. »De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda,  sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.[14]

ü  De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí tiene vida eterna.[15]

ü  De cierto, de cierto os digo que el que guarda mi palabra nunca verá muerte.[16] O bien, nunca verá muerte para siempre[17], no verá muerte para siempre[18], vivirá para siempre con Dios[19].

Incluso la muerte física no puede apagar la vida real del creyente; por el contrario, esa muerte es ganancia, porque lo introduce al disfrute pleno de la vida.

·         Pero si Cristo está en vosotros el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, pero el espíritu vive a causa de la justicia.[20]

·         Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.[21]

·         porque para mí el vivir es Cristo y el morir, ganancia[22].

¿Crees esto?

Creer en Cristo es condición indispensable para recibir la vida eterna. El evangelio es para todos los que cumplen con la condición establecida, creer.

El incrédulo repudia ambas cláusulas de este glorioso YO SOY (el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.  Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente), y también la afirmación en la que ambas se apoyan (Yo soy la resurrección y la vida). Opina que con la muerte todo acaba. Por esto no puede aceptar la afirmación: "el que cree en mí, aunque muera vivirá". También concibe la muerte física como lo real, como el inflexible segador; por ello, para él, no tiene sentido la idea de que esta muerte pudiera alguna vez verse privada de su verdadero poder.

Estas verdades se aceptan por fe, sólo por fe. Como resultado de lo que él es—es decir, la resurrección y la vida—la vida del creyente triunfa siempre sobre la muerte.

Jesús usa una ocasión de gran dolor para expresar una verdad de gran consolación: la muerte física no es el final de todo.  

Llamamos a este mundo la tierra de los vivientes, pero más correcto sería llamarla la tierra de los murientes.

Sabemos que con Jesucristo no vamos camino al ocaso, vamos camino al nuevo amanecer y la muerte no es más que una puerta que debemos atravesar. No vamos camino a la muerte sino camino a la vida.

 

¿Crees esto?, la pregunta de Jesús a Marta sigue resonando para nosotros hoy.

Las verdades eternas que Jesús estaba anunciando no son meras doctrinas abstractas para discutir en el sillón cómodo del filósofo o del teólogo, sino son realidades de vida que uno debe abrazar, atesorar y aplicar a la vida diaria.

Creer en Jesús significa aceptar todo lo que ha dicho como la verdad absoluta, y jugarnos la vida con entera confianza en que es así.

Cuando creemos en Jesús y aceptamos como verdad todo lo que él nos dice, y nos jugamos el todo por el todo a que es verdad, entonces resucitamos de verdad, volvemos a la vida:

·         Somos liberados del miedo que caracteriza a una vida sin Dios,

·         Somos liberados de la frustración que caracteriza a  una vida sometida al pecado,

·         Somos liberados de la insipidez de una vida sin Jesús.

 

Cristo Jesús está ofreciendo vida, vida eterna, a todos los que se atrevan a creer.

Jesús conquistó la victoria sobre la muerte. Él quiere darle vida ahora y por la eternidad. Arrepiéntase de su pecado y acepte su oferta de perdón y vida. ¿Desea hacerlo ahora?

 

 


[1] Juan 6: 35

[2] Juan 8: 12

[3] Juan 10: 9

[4] Juan 10: 11

[5] Juan 11: 22

[6] Juan 14: 19b

[7] Romanos 6: 8

[8] 1 Tesalonicenses  4: 16

[9] 1 Corintios 15: 52 al 58

[10] Juan 3: 36

[11] TLA

[12] RVR95 EE

[13] DHH

[14] Juan 3: 15 al 18

[15] Juan 6: 47

[16] Juan 8: 51

[17] RVA

[18] RVR 1909

[19] TLA

[20] Romanos 8: 10

[21] 2 Corintios 4: 16

[22] Filipenses 1: 21


 
 
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://www.adonayrojasortiz.blogspot.com/
 




Generalidades de la Escatología Bíblica

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