miércoles, 20 de diciembre de 2017

Las colonias puritanas del norte

Fue mucho más al norte que buena parte del movimiento colonizador
británico dio más claras muestras de presentarse como una alternativa
al dogmatismo y la intolerancia que reinaban en Inglaterra y otras
partes de Europa. Allí, en lo que pronto se llamó Nueva Inglaterra, se
fundó una serie de colonias en las que la motivación religiosa era uno
de los impulsos predominantes.
La primera de estas colonias fue la "Plantación de Plymouth". Un grupo
de disidentes ingleses que había hallado refugio en Holanda, pero que
no se sentía completamente cómodo en ese país cuyas costumbres no eran
las suyas, comenzó a soñar con la posibilidad de establecerse en el
continente americano, y allí organizar una comunidad que se ajustara a
sus principios religiosos. Ese grupo de disidentes entró en
negociaciones con la Compañía de Virginia, en la que no faltaban
personas de inspiración puritana que veían el proyecto con simpatía.
Además, la Compañía estaba urgentemente necesitada de nuevos colonos.
Por fin, a bordo del famoso Mayflower, ciento un colonos, hombres,
mujeres y niños, partieron hacia el Nuevo Mundo. Durante la travesía,
se desviaron hacia el norte, más allá de lo que se consideraban los
límites de la colonia de Virginia, y por tanto antes de desembarcar
algunos de ellos convencieron a los demás para que se constituyeran en
"cuerpo político", bajo el soberano de Inglaterra, pero con los
atributos necesarios para gobernar sus asuntos. Según aquel Pacto del
Mayflower, todos se comprometían a obedecer las leyes "justas e
iguales" que la comunidad promulgara. Tras desembarcar en el cabo Cod,
y decidir que el lugar no era propicio, se asentaron en Plymouth.
Los primeros meses de la colonia de Plymouth fueron trágicos. Una
epidemia barrió la población, y solo quedaron cincuenta
sobrevivientes. A la llegada de la primavera, los indios les enseñaron
a sembrar maíz. A base de ese cultivo y de la caza y la pesca, cuando
llegó el otoño tenían suficientes provisiones para el invierno, y
celebraron una festividad de acción de gracias que después se volvió
tradicional en toda la nación norteamericana.
A base del cultivo del maíz, y el comercio con los indios, los colonos
lograron obtener suficientes pieles para cubrir sus deudas en
Inglaterra, y para importar los aperos de labranza y otros útiles
necesarios. Así la colonia, aunque no prosperó, al menos logró
sobrevivir.
Poco después, un grupo de puritanos ingleses, deseosos de organizar
una comunidad según los dictados de su conciencia, formó la Compañía
de la Bahía de Massachusetts. Parte del pacto que estos colonos
hicieron era que al trasladarse al Nuevo Mundo llevarían consigo la
Compañía, cuyo cuartel general no estaría en Inglaterra, sino en
América. De ese modo esperaban evitar las intervenciones reales, como
había sucedido en Virginia. Obtenido el permiso de la corona, los
colonizadores decidieron transferir la sede de la compañía a
Massachusetts. Tras hacer las preparaciones necesarias, un millar de
puritanos partió en más de una docena de buques.
Estos colonos de la Compañía de la Bahía de Massachusetts, a
diferencia de los de la Plantación de Plymouth, no eran separatistas.
Eran sencillamente puritanos que deseaban que la Iglesia Anglicana se
adaptara a los usos del Nuevo Testamento y que, en vista de que esto
no sucedía en Inglaterra, esperaban llevarlo a cabo en la nueva y
santa comunidad que iban a fundar.
Estas colonias probablemente no hubieran pasado de unos cuantos
centenares de habitantes, de no haber sido por las medidas represivas
que el Arzobispo Laud comenzó a tomar contra los puritanos, y que
hemos consignado en otro capítulo de esta sección. En vista de tales
medidas, fueron muchos los que estuvieron dispuestos a abandonar su
patria y partir hacia las nuevas colonias donde se les permitiría
adorar según sus principios puritanos.
Además, tal decisión no era vista en términos negativos de fuga, sino
que parecía ser más bien un llamado divino a establecer una nueva
comunidad en la que se cumpliera verdaderamente la voluntad de Dios.
Así, en los años que duró la persecución de Laud, unas diez mil
personas se establecieron en lo que dio en llamarse Nueva Inglaterra.
Esa ola migratoria produjo además las colonias de Connecticut y New
Haven, organizadas según el patrón de la de Massachusetts.
Carlos I se disponía a tomar medidas contra ese creciente foco de
puritanismo cuando se vio envuelto en la guerra civil que a la postre
le costó la corona y la vida. Pero la guerra misma, y el triunfo de
los puritanos, hizo menguar la ola migratoria, pues ahora existía la
esperanza de establecer la comunidad santa, no ya en las lejanas
playas americanas, sino en la propia Inglaterra. Aunque sus simpatías
estaban con los rebeldes en Inglaterra, las colonias se mantuvieron
neutrales, y se dedicaron a extender sus territorios y consolidar sus
instituciones. Por tanto, la restauración de los Estuardo no fue para
ellas el golpe que pudo haber sido. Algo más tarde, Jaime II intentó
consolidar varias de las colonias en lo que llamó el "Dominio de Nueva
Inglaterra". Pero su deposición le puso término a ese proyecto, y las
colonias recuperaron muchos de sus antiguos privilegios, aunque bajo
estructuras distintas. Fue entonces que se impuso la tolerancia
religiosa, no por el deseo de los colonos, sino por decisión de la
corona.
Mientras tanto, las colonias puritanas de Nueva Inglaterra (que
quedaron consolidadas bajo los nombres de Massachusetts y Connecticut)
se vieron sacudidas por varias controversias teológicas. La principal
dificultad estaba en que estos puritanos, al tiempo que continuaban
bautizando niños, insistían en la necesidad de una experiencia de
conversión para ser verdaderamente cristiano. ¿Qué sentido tenía
entonces el bautismo? ¿No sería mejor esperar, como los bautistas, a
que la persona tuviera esa experiencia? Esa solución, que, como
veremos más adelante, algunos adoptaron, les hubiera planteado serias
dificultades a los puritanos. En efecto, su propósito era fundar una
sociedad que se guiara por los principios bíblicos —como algunos
decían, "un pequeño modelo sobre la tierra del Reino de Dios". Tal
cosa sólo era posible si, como en el antiguo Israel, se era miembro de
la comunidad por nacimiento. Por esa razón era necesario insistir en
el bautismo de los "hijos del Pacto", así como Israel había
circuncidado a los hijos de su pacto cuando todavía eran párvulos.
Pero, por otra parte, si todos los bautizados eran miembros del pacto,
¿cómo garantizar la pureza de vida y de doctrina que era tan
importante para quienes tenían la experiencia personal de la gracia
redentora? Aun más, si solamente los "hijos del Pacto" debían recibir
el bautismo, ¿debían o no ser bautizados los hijos de quienes, aunque
bautizados de niños, nunca habían tenido la experiencia de la
salvación? Así se llegó a lo que algunos dieron en llamar el "pacto a
medias", es decir, el estado de quienes, habiendo sido bautizados, no
habían tenido la experiencia personal. Esas personas eran miembros del
Pacto, y por tanto sus hijos eran bautizados. Pero no eran miembros de
la iglesia en todo el sentido de la palabra hasta tanto no tuvieran la
experiencia que les faltaba. Como es de imaginarse, estos problemas
que hemos descrito en unas pocas líneas crearon amargos debates entre
los colonos, y contribuyeron a debilitar el espíritu de optimismo que
había reinado en los primeros años.
También hubo controversias en cuanto al modo en que las iglesias
debían gobernarse, y en particular en cuanto a las relaciones entre
ellas. A la postre se llegó a un sistema de gobierno congregacional.
Pero la independencia de las congregaciones se limitaba por cuanto era
necesario aceptar una Confesión de Fe que no era sino una revisión de
la de Westminster, y las autoridades civiles quedaban encargadas de
castigar a quien se apartara de ella.
Uno de los más tristes episodios en la historia de esas colonias fue
el de los "brujos" de Salem, en Massachusetts. Antes de 1692, habían
tenido lugar varios procesos por brujería en las colonias, y tres
personas habían sido ahorcadas en Massachusetts por supuestas
prácticas de hechicería. Pero en ese año de 1692, al parecer a base de
las falsas acusaciones de unas jóvenes que solamente deseaban
entretenerse, comenzaron a circular rumores acerca de la existencia de
un nutrido circulo de hechiceros en Salem. Pronto los rumores dieron
en histeria. A la postre veinte personas fueron ahorcadas (catorce
mujeres y seis hombres). Además, varias murieron en prisión. Las
cárceles rebosaban de acusados, y muchos confesaban prácticas de
hechicería y acusaban a otros porque así lograban que se les perdonara
la vida. Cuando las acusaciones llegaron a personajes más elevados,
como los miembros más distinguidos del clero, los mercaderes y la
esposa del Gobernador, las autoridades decidieron que habían ido
demasiado lejos y le pusieron término a la investigación. Veinte años
más tarde los tribunales de Massachusetts determinaron que se había
cometido una grave injusticia, y ordenaron que se indemnizara a las
familias de las víctimas.
Durante todo este tiempo, algunos de los colonos mostraron interés en
la evangelización de sus vecinos indios. Una de las más notables
manifestaciones de ese interés fue la obra de la familia Mayhew, que a
partir de 1642 recibió la isla conocida como "Martha's Vineyard".
Allí se dedicaron a la conversión y educación de los indios del lugar,
y continuaron esa obra por espacio de cinco generaciones, hasta que en
1806 murió Zacarías Mayhew, el último de esos notables
evangelizadores. Mucho mayor impacto tuvo la obra de Juan Eliot, quien
en 1646, con el apoyo de la Compañía de Massachusetts, empezó a
trabajar entre los mohicanos. Eliot estaba convencido de que los
indios eran las diez tribus perdidas de Israel, y que con su
conversión se cumplirían ciertas antiguas profecías. Por esa razón
organizaba a sus conversos en aldeas en las que se aplicaba la ley
mosaica. Además les enseñaba artes agrícolas y mecánicas, y los guiaba
en el estudio de la Biblia, que había traducido a su idioma (con ese
propósito, estudió ese idioma con detenimiento y produjo un modo de
escribirlo). Eliot fundó catorce aldeas, y otros que seguían sus
métodos fundaron varias más.
A mediados de 1675 algunos de los indios no convertidos, bajo el mando
de un cacique a quien llamaban "el rey Felipe", decidieron ponerles
término a los abusos de que eran objeto por parte de los blancos, y a
la continua y progresiva invasión de sus tierras. En esa "Guerra del
Rey Felipe", muchos de los indios convertidos tomaron el bando de los
blancos. Pero a pesar de ello centenares de ellos fueron arrancados de
sus aldeas y obligados a vivir hacinados en una isla en la bahía de
Boston. Además, algunos blancos, convencidos de que todos los indios
eran sus enemigos, mataron a cuantos pudieron.
Cuando por fin los colonos derrotaron a los indios, los que se
rindieron o fueron cautivados fueron repartidos entre los blancos—las
mujeres y los niños como sirvientes en las colonias, y los hombres
como esclavos que fueron exportados al Caribe y Africa. La casi
totalidad de la obra de Eliot se perdió en medio de tales descalabros.


González, J. L. (2003). Historia del cristianismo: Tomo 2 (Vol. 2, pp.
360–363). Miami, FL: Editorial Unilit.

--
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com

Rhode Island y los bautistas

La intolerancia religiosa que existía en las colonias puritanas pronto
obligó a algunos a abandonarlas. El más famoso de éstos fue Roger
Williams, quien llegó a Massachusetts en 1631. Tras negarse a servir
de pastor en Boston, declaró que los puritanos de esa colonia se
equivocaban al darles a los magistrados civiles la autoridad de hacer
cumplir los mandamientos que tienen que ver con las relaciones de la
persona con Dios. La autoridad de los magistrados debía limitarse,
según Williams, a los mandamientos que tienen que ver con el modo en
que los seres humanos han de tratarse unos a otros. Además, decía
Williams, las tierras que los colonos reclamaban para sí les
pertenecían en realidad a los indios, y el establecimiento mismo de la
colonia era por tanto una usurpación. Estas y otras ideas que entonces
parecían radicales lo hicieron persona no grata en Boston, y partió
hacia Plymouth, donde pasó dos años en los que estableció buenas
relaciones con los indios vecinos. Después fue pastor en Salem, que
pertenecía a Massachusetts. Pero cuando trató de hacer que su iglesia
se separara de las del resto de la colonia, las autoridades decidieron
deportarlo. Entonces Williams huyó de Massachusetts y se estableció
con un pequeño grupo de amigos, primero en tierras que pertenecían a
Plymouth, y después en otras en la bahía de Narragansett que les
compró a los indios. Allí fundó la colonia de Providence—hoy capital
del estado de Rhode Island—a base del postulado de la libertad de
conciencia. Para Roger Williams, esa libertad era corolario de la
obligación que los humanos tenemos de adorar a Dios. Esa adoración ha
de ser sincera, y por tanto todo intento de forzarla en realidad la
imposibilita. Como consecuencia de tales opiniones, Williams y sus
compañeros decidieron desde un principio que en su nueva colonia
habría libertad de conciencia, y los derechos de ciudadanía no se
limitarían a base de las opiniones religiosas de las personas. El
argumento de Williams en pro de la libertad de conciencia fue expuesto
en su tratado, publicado en 1644, Discusión de la sangrienta doctrina
de la persecución a causa de la conciencia. Y poco después uno de los
principales pastores de Massachusetts le contestó en otro tratado, La
sangrienta doctrina lavada y emblanquecida en la sangre del Cordero.
Mientras tanto, otros habían acudido a las cercanías de Providence por
motivos semejantes. A fines de 1637 la profetisa Ana Hutchinson fue
expulsada de Massachusetts, entre otras razones, por pretender haber
recibido revelaciones personales. Ella y otras dieciocho personas
fundaron la comunidad de Portsmouth en una isla cerca de Providence,
también a base de la libertad de conciencia. Poco después un grupo
procedente de Portsmouth fundó Newport, al otro extremo de la misma
isla.
Estas comunidades crecieron rápidamente con el influjo de personas de
ideas bautistas, cuáqueras, etc. procedentes de las colonias
puritanas. Pero hasta entonces su único derecho se basaba en haberles
comprado sus tierras a los indios, y parecía probable que sus vecinos
puritanos trataran de aplastar lo que llamaban "la cloaca de Nueva
Inglaterra". Por tanto, Williams viajó a Inglaterra, y en 1644 obtuvo
del Parlamento Largo la autorización necesaria para darle legalidad a
la nueva colonia ante las autoridades inglesas. Los diversos poblados
quedaron entonces unidos bajo el nombre de "Plantaciones de
Providence", y Williams y los suyos le dieron a la nueva colonia un
gobierno democrático. Tras la restauración de los Estuardo, Carlos II
confirmó lo hecho.
Al tratar acerca de la revolución puritana en Inglaterra, dijimos que,
entre los muchos grupos que surgieron en esa época, se contaban los
bautistas. Aunque algunas de las ideas de éstos eran parecidas a las
de los anabaptistas del continente europeo, no parece que en realidad
las tomaran de ellos, sino más bien del intenso estudio del Nuevo
Testamento, y del deseo de conformarse a todas sus prácticas, que eran
características del puritanismo. Algunos de estos bautistas ingleses
pasaron un tiempo exiliados en Holanda, y regresaron a Inglaterra
imbuidos de ideas arminianas. Otros permanecieron en Inglaterra, y
continuaron participando del calvinismo que era el trasfondo común de
los diversos movimientos puritanos. Así surgieron dos clases de
bautistas, los "generales" y los "particulares". Los "bautistas
generales" recibían ese nombre porque sostenían, como los arminianos,
que Jesucristo había muerto por todo el género humano. Los
"particulares" sostenían frente a ellos la postura del calvinismo
ortodoxo, según el cual Jesucristo murió únicamente por los que
estaban predestinados a la salvación.
La iglesia que Williams dirigía en Providence se hizo bautista. Uno de
sus miembros bautizó a Williams, quien a su vez lo bautizó a él y a
los demás. Pero el propio Williams no continuó mucho tiempo en el seno
de aquella iglesia, pues sus ideas se iban haciendo cada vez más
radicales. Sus contactos con los indios, hacia quienes mostraba un
respeto inusitado entre los blancos de esa época, lo llevaron a decir
que quizá la religión de los indios era tan acepta a los ojos de Dios
como la de los cristianos, y que en todo caso los indios no tenían que
hacerse cristianos para alcanzar salvación. Esto no fue del agrado de
algunos de sus conciudadanos en Providence, y mucho menos de los
puritanos de Massachusetts y las demás colonias. Pero Williams fue más
lejos, moviéndose progresivamente hacia un espiritualismo absoluto que
lo llevó a declarar que todas las iglesias eran falsas y a interpretar
las Escrituras en un sentido puramente "espiritual".
Mientras tanto, los bautistas de Providence tenían sus propias
controversias. Algunos adoptaban el arminianismo de los "bautistas
generales", y otros optaban por el calvinismo de los "particulares".
Puesto que los arminianos insistían también en la práctica de la
imposición de manos, a base de Hebreos 6:1–2, donde se mencionan seis
"principios" de la fe cristiana, se dio en llamarles también
"bautistas de los seis principios"; y a los calvinistas, "bautistas de
los cinco principios". El movimiento bautista se extendió por todas
las colonias, aunque en varias de ellas se le persiguió.
Congregaciones enteras fueron expulsadas de Massachusetts, sin que con
ello se lograra detener el supuesto contagio, que alcanzó hasta a las
más prestigiosas personas de la comunidad, como el presidente de
Harvard. Poco a poco, según fue abriéndose paso la tolerancia
religiosa, los grupos bautistas surgieron a la superficie, y mostraron
cuánto arraigo habían logrado. Al principio, los bautistas generales
tuvieron mayor éxito. Pero al llegar el Gran Avivamiento, de que
trataremos más adelante, éste le dio gran auge al calvinismo, con el
resultado de que los bautistas particulares o de los cinco principios
sobrepasaron en mucho a los generales.


González, J. L. (2003). Historia del cristianismo: Tomo 2 (Vol. 2, pp.
363–364). Miami, FL: Editorial Unilit.

--
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com

lunes, 11 de diciembre de 2017

Virginia


Los primeros esfuerzos colonizadores por parte de los británicos en Norteamérica resultaron fallidos. En 1584, Sir Walter Raleigh, favorito de la reina Isabel, recibió permiso real para colonizar la costa de Norteamérica, a la que dio el nombre de "Virginia" en honor de Isabel, la "Reina Virgen". Pero sus esfuerzos, primero en 1585 y después en 1587, fracasaron. Los colonos del primer contingente regresaron desalentados a Inglaterra, y los del segundo sencillamente desaparecieron, posiblemente muertos de hambre o a manos de los indios.
Fue en la primavera de 1607 que verdaderamente comenzó la colonización permanente de Virginia. En ese mes de mayo ciento cinco colonos pusieron pie cerca de la desembocadura de un río que llamaron James, en honor del rey Jaime que a la sazón gobernaba en Inglaterra —Isabel había muerto cuatro años antes. Poco después fundaron la ciudad de Jamestown, cuyo nombre también pretendía honrar al Rey. Con ellos iba un capellán, pues parte del plan de la Compañía de Virginia, bajo cuyos auspicios tenía lugar el proyecto colonizador, era establecer en el país la Iglesia de Inglaterra y ofrecerles sus recursos religiosos, no solo a los colonos, sino también a los indios. Además se deseaba ponerles coto a los españoles, que iban avanzando hacia el norte, y en ese empeño por parte de los ingleses se mezclaban los motivos nacionalistas con el deseo de detener el avance del "papismo".
Empero estos propósitos de índole religiosa no eran la principal razón por la que los accionistas de la Compañía de Virginia habían emprendido la nueva colonia. Su meta era obtener beneficios económicos del comercio que esperaban establecer con los indios, y de la agricultura que se desarrollara en la región. Puesto que los primeros años de la colonia de Virginia coincidieron con el auge del movimiento puritano en el seno de la Iglesia Anglicana, muchos de los colonos y de los accionistas entendían que la colonia debía gobernarse según los principios puritanos. Las Leyes divinas, morales y marciales que uno de los primeros gobernadores promulgó establecían la asistencia obligatoria al culto divino dos veces al día, la observancia estricta del Día del Señor, y penas civiles por pecados tales como el lenguaje profano o el uso de indumentaria inmodesta. El ideal de tales leyes, como el de los puritanos de Inglaterra, era una sociedad santa, tanto en sus leyes y su vida cotidiana como en lo religioso.
Empero tales sueños estaban destinados a desaparecer, echados a un lado por las realidades económicas. Los primeros años de la nueva colonia fueron harto difíciles, pues los rigores del clima eran grandes y lo que se producía les acarreaba pocos beneficios a los accionistas. Repetidamente la Compañía de Virginia tomó medidas para el mejoramiento de las condiciones de la colonia, y para que ésta resultara de mayor provecho económico. Pero ninguna de ellas tuvo gran éxito.
El gran cambio tuvo lugar cuando se comenzó a cultivar tabaco por iniciativa del colono Juan Rolfe. Este se había casado con la "princesa" india Pocahontas, hija del cacique Powhatan. Aunque Pocahontas se ha convertido en un personaje legendario, lo que nos importa saber aquí es que algún tiempo antes había sido secuestrada por un colono que esperaba de ese modo lograr una paz permanente con los indios. Pocahontas se crió y educó entre los blancos, y a la postre recibió el bautismo. Hizo un viaje a Inglaterra, donde sirvió de muestra del éxito que la colonia estaba teniendo evangelizando a los indios, y se volvió tema de moda en los círculos aristocráticos. Pero el hecho es que las relaciones con los indios se deterioraban progresivamente, y que poco se había logrado en cuanto a su evangelización. En todo caso, mucho más importante para el destino de Virginia fueron los experimentos que su esposo hizo cruzando diversas variedades de tabaco, de modo que para 1619 había hecho de éste un producto de exportación a Inglaterra. A partir de entonces, la gran riqueza de Virginia estuvo en el tabaco.
El cultivo del tabaco requería mayor mano de obra, y por tanto ya en 1619 se comenzó a importarla de Africa. Así comenzó la sociedad esclavista que se volvió característica de Virginia y de las demás colonias hacia el sur.
Durante todo este tiempo, bajo el gobiemo de la Compañía de Virginia, que residía en Inglaterra, la vida religiosa de Virginia siguió la línea del puritanismo que ya hemos descrito. Pero el rey Jaime no estaba dispuesto a tolerar ese estado de cosas pues, como vimos al tratar de la revolución puritana en Inglaterra, detestaba las ideas puritanas. Además, gracias al tabaco, la colonia empezó a producir ganancias. Una guerra con los indios en 1622 le sirvió de excusa, y en 1624 Jaime colocó a Virginia bajo su gobierno directo. Algún tiempo después Carlos I, siguiendo la política de Jaime contra los colonos de Virginia, creó la nueva colonia de Maryland, con territorios que antes le pertenecían a Virginia, y se la concedió a un propietario católico.
A pesar de todo esto, la revolución puritana produjo pocos cambios en Virginia. Los colonos estaban más interesados en el cultivo del tabaco y en la preparación de nuevas tierras para esos fines que en los debates religiosos que conmovían a Inglaterra. Su antiguo puritanismo había perdido fuerza en medio de las nuevas condiciones de relativa prosperidad. Y el principio puritano del valor del trabajo había perdido vigencia debido al incremento de la esclavitud. Por tanto, cuando la revolución estalló en Inglaterra, y después cuando los Estuardo fueron restaurados, la colonia continuó su vida sin mayores desórdenes.
En medio de todo esto, la Iglesia Anglicana siguió siendo la de la mayoría de los colonos. No se trataba ya del anglicanismo de tendencias puritanas de los primeros años, sino de un anglicanismo fácil y aristocrático, adaptado a la sociedad esclavista que iba apareciendo, y carente de impacto religioso, no solo entre los esclavos, sino también entre los colonos blancos de clases inferiores.
Entre los esclavos, los anglicanos llevaron a cabo escasísima labor misionera. Una de las razones era que había antiguos principios que prohibían tener como esclavo a un hermano en la fe. Por tanto, había quien sostenía que quien recibía el bautismo no podía continuar sometido a esclavitud. Y esto a su vez quería decir que los amos tenían interés en evitar las conversiones de sus esclavos. En 1667, en vista del debate que tenía lugar, se promulgó una ley según la cual el bautismo no cambiaba la condición de servidumbre de los esclavos —lo cual era un ejemplo más del modo en que la religión establecida se amoldaba a los intereses de los poderosos—. Pero a pesar de esa ley se hizo poco por educar o convertir a los esclavos, pues muchos pensaban que mantenerlos en ignorancia era uno de los mejores modos de asegurarse de su servicio y docilidad.
Entre los blancos, la adaptación de la iglesia a los intereses de los poderosos también tuvo consecuencias. Mientras la naciente aristocracia de Virginia continuaba en su mayor parte fiel al anglicanismo, muchas de las clases más bajas se inclinaban hacia los movimientos disidentes. Contra tales movimientos se tomaron varias medidas, y fueron cientos los que prefirieron abandonar la colonia y establecerse en la católica Maryland, donde había mayor libertad religiosa. También los cuáqueros penetraron en Virginia y, aunque había leyes contra ellos, su número aumentó. Cuando Jorge Fox visitó la colonia en 1662, se regocijó con el gran número de "amigos" que encontró en ella, y dejó constancia de que, aunque el movimiento se había extendido principalmente entre las clases más bajas, algunos miembros de la aristocracia lo veían con buenos ojos. Más tarde, gracias a la obra de Asbury y de sus compañeros, el metodismo avanzó rápidamente en Virginia. Aunque por lo pronto muchos de esos metodistas virginianos eran anglicanos, al menos de nombre, cuando se constituyó en los Estados Unidos la Iglesia Metodista Episcopal esas personas abandonaron la comunión anglicana.
Al sur de Virginia se fundaron otras colonias. Las Carolinas, concedidas por la corona a un grupo de aristócratas e inversionistas en 1663, tardaron largo tiempo en contar con un número considerable de colonos. Para fomentar la inmigración, los propietarios establecieron la libertad de conciencia, y buena parte de los primeros colonos de Carolina del Norte eran disidentes que provenían de la vecina Virginia. Poco a poco, en ambas colonias, y particularmente en la Carolina del Sur, se fue creando una aristocracia agrícola, y surgió una sociedad estratificada muy semejante a la de Virginia. En esa sociedad, las capas más elevadas pertenecían a la Iglesia Anglicana, que por ello contaba con cierto poder. Muchos de los colonos de las clases más bajas se hicieron cuáqueros o bautistas. En realidad, la mayor parte de la población, aun sin contar los indios ni los esclavos, no parece haber pertenecido a iglesia alguna.
Georgia, al sur de las Carolinas, fue fundada con dos propósitos fundamentales. El primero era detener el avance de los españoles, que desde su base de San Agustín en la Florida amenazaban las colonias inglesas. El segundo era servir de refugio a quienes a causa de sus deudas habían sido encarcelados en Inglaterra. En esa época, es decir, a principios del siglo XVIII, comenzaba a tener lugar en Inglaterra un fermento religioso que buscaba mejorar las condiciones de los desheredados. Parte de ese fermento se dirigió hacia las cárceles, cuyas condiciones inhumanas fueron repetidamente atacadas en el Parlamento. Uno de los jefes de esos ataques era el héroe militar Jaime Oglethorpe, quien a la postre decidió fundar en América una colonia donde pudieran establecerse los condenados a causa de sus deudas. Obtenido el permiso real en 1732, los primeros convictos llegaron el año siguiente, y después se les sumaron otros contingentes. Al mismo tiempo, Georgia se volvía un sitio de refugio para exiliados procedentes de otras regiones, como los moravos y otros. Muchas de estas personas venían impulsadas por profundas convicciones religiosas. Pero las dificultades del clima, la falta de recursos económicos y la escasez de pastores dificultaron el progreso de la colonia, tanto en lo económico como en lo religioso. Ya hemos visto algo de las decepciones de los Wesley en el lugar. En general, el anglicanismo, que era la confesión oficial de la colonia, no logró gran arraigo. Los moravos tuvieron mejor éxito, pero su número nunca fue grande. Los más notables episodios religiosos en las primeras décadas de existencia de la colonia se relacionaron con la obra de Jorge Whitefield, el fogoso predicador de quien hemos tratado al narrar los orígenes del metodismo. Whitefield logró atraer grandes multitudes a sus servicios, y cuando murió en 1770 dejó implantado el sello de su fervor en buena parte de la población.

HISTORIA DEL CRISTIANISMO TOMO II 
Editorial Unilit
Miami, Fl. U.S.A.
Derechos reservados
1994 Edición revisada en 2 tomos
© Justo L. González

--
Gracia y Paz!


Adonay Rojas Ortiz
Pastor

Entre Nueva Inglaterra y Maryland

Las colonias que se fundaron entre Nueva Inglaterra y Maryland —Nueva
York, Nueva Jersey, Pennsylvania y Delaware— no fueron desde el
principio refugio de un grupo religioso particular. Ya nos hemos
referido a Guillermo Penn y su "experimento" de Pennsylvania. Aunque
en esa colonia la inspiración básica era cuáquera, pronto hubo gran
diversidad de confesiones. Lo mismo sucedió en Delaware, territorio
comprado por Penn al Duque de York, y que por tanto fue parte de
Pennsylvania hasta 1701.
La historia política y religiosa de Nueva Jersey es compleja. Pero en
términos generales la porción oriental del territorio fue una réplica
del puritanismo estricto de Nueva Inglaterra, mientras que en el
occidente fueron los cuáqueros quienes determinaron el carácter de la
sociedad. En esta zona occidental de Nueva Jersey, como en
Pennsylvania, hubo libertad de conciencia, y la colonización prosperó
rápidamente. Pero poco a poco los cuáqueros se fueron convirtiendo en
una aristocracia en cuyas manos estaba buena parte de los bienes
raíces, y cuya riqueza se basaba en la esclavitud.
Los territorios de lo que después fue Nueva York fueron colonizados
primero por los holandeses, cuya Compañía de las Indias Occidentales
estableció una base en la isla de Manhattan. Estos colonos holandeses
eran en su mayor parte protestantes de tradición reformada que
trajeron su iglesia consigo. Los holandeses conquistaron en 1655 la
colonia rival de Nueva Suecia, que los suecos habían establecido en el
Delaware, y a su vez fueron conquistados por los ingleses en 1664.
Entonces lo que antes se llamó Nueva Holanda pasó a ser Nueva York, al
tiempo que los habitantes holandeses, que en todo caso estaban
descontentos con el antiguo régimen, permanecían allí y se hacían
súbditos británicos. Con los ingleses llegó la Iglesia Anglicana, que
al principio no tuvo más miembros que el gobernador y sus tropas y
allegados. Pero poco a poco, al aumentar la inmigración británica,
creció el número tanto de los anglicanos como de los miembros de otros
grupos religiosos.
En resumen, hacia fines del siglo XVII y principios del XVIII existía
una larga cadena de colonias británicas en Norteamérica. Varias de
éstas habían sido fundadas, en parte al menos, por motivos religiosos.
Pero en todas ellas la uniformidad confesional tendía a desaparecer, y
en varias la libertad de conciencia daba muestras de ser una
alternativa viable a la intolerancia dogmática que tanta sangre había
costado en Europa. Al mismo tiempo el régimen esclavista, el sistema
de las grandes plantaciones, la explotación de los indios y muchos
otros factores habían hecho olvidar el fervor religioso que había
impulsado a muchos de los primeros colonizadores.


González, J. L. (2003). Historia del cristianismo: Tomo 2 (Vol. 2, pp.
365–366). Miami, FL: Editorial Unilit.

--
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com

Maryland y el catolicismo

El principal centro del catolicismo en las colonias británicas en
Norteamérica fue Maryland. En 1632, Carlos I le otorgó a Cecilio
Calvert, Lord Baltimore, los derechos de propiedad y colonización
sobre una parte del territorio que antes le había pertenecido a
Virginia. Lord Baltimore era católico, y la concesión de estas tierras
era parte de la política de Carlos I de tratar de ganarse la amistad
de los de esa fe. Como hemos visto anteriormente, a la postre esa
política lo llevó al patíbulo. Por lo pronto, lo que se deseaba era
fundar una colonia donde los católicos pudieran vivir libres de las
muchas restricciones y dificultades que los asediaban en Inglaterra.
Pero la fundación de una colonia estrictamente católica no era
posible, dadas las circunstancias políticas de Inglaterra y los
sentimientos anticatólicos del país. Por tanto, lo que se promulgó
para la nueva colonia fue la libertad religiosa. En sus instrucciones
a sus representantes en Maryland, Lord Baltimore explícitamente les
ordenaba que se abstuvieran de tomar medidas que pudieran servir de
excusa para acciones contra los católicos por parte de los
protestantes.
Los primeros colonos desembarcaron en 1634, y la composición misma de
ese grupo señalaba ya el orden social y religioso que existía en la
colonia. Una décima parte de los colonos, además de católica, era
aristocrática. Los demás eran protestantes destinados a servir a los
aristócratas católicos. A base del cultivo del tabaco, se fundaron
entonces grandes plantaciones que lograron cierta prosperidad. Los
católicos, dueños de las tierras y del poder, gobernaban en la
colonia. Pero la mayoría era protestante. Esa situación hizo que el
orden social en la colonia fuera en extremo inestable, y por ello
Maryland se vio repetidamente sacudida por las repercusiones de los
cambios políticos que tenían lugar en Inglaterra. Cada vez que esos
cambios les dieron ocasión para ello, los protestantes trataron de
arrebatarle el poder a la aristocracia católica. Cuando Jaime II fue
destituido, esos deseos se hicieron realidad, y el anglicanismo se
convirtió en la religión oficial de la colonia, sostenido mediante
impuestos. Al mismo tiempo se restringían los derechos de los
católicos.
El catolicismo logró penetrar además en otras colonias,
particularmente en Pennsylvania, donde la política de libertad
religiosa establecida por Guillermo Penn le permitía asentarse.
También durante el período que siguió a la restauración de los
Estuardo el catolicismo logró extenderse. Pero la caída de esa
dinastía en 1688 le creó nuevas dificultades, y durante todo el resto
del período colonial los católicos no pasaron de ser una pequeña
minoría.


González, J. L. (2003). Historia del cristianismo: Tomo 2 (Vol. 2, p.
365). Miami, FL: Editorial Unilit.

--
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com

El Gran Avivamiento


El siglo XVIII trajo a Nortamérica las mismas corrientes pietistas que ya hemos visto en Europa y en Inglaterra. Los presbiterianos, por ejemplo, se vieron divididos por una controversia entre los del "bando antiguo", que exigían ante todo una adherencia estricta a las decisiones de Westminster, y los del "bando nuevo", para quienes la experiencia de la gracia redentora era primordial. Aunque a la postre los dos partidos volvieron a unirse en una sola organización eclesiástica, por algún tiempo la controversia dio en cisma. Y lo que agudizó ese cisma fue la ola pietista que recibe el nombre de "Gran Avivamiento".
Desde fecha muy temprana, algunos entre los colonos norteamericanos habían insistido en la importancia para la vida cristiana de una experiencia personal. Pero ese énfasis cobró mayor ímpetu con una serie de acontecimientos que tuvieron lugar a partir de 1734. En esa fecha aparecieron en Northamton, Massachusetts, las primeras manifestaciones del Gran Avivamiento. El pastor de esa ciudad era Jonathan Edwards, quien se había formado intelectualmente en la Universidad de Yale y era calvinista convencido. Pero, con los del "nuevo bando", Edwards creía también en la necesidad de una experiencia personal de conversión, y él mismo la había tenido. Edwards llevaba varios años predicando en Northampton sin obtener resultados sorprendentes, cuando él mismo se maravilló al ver la respuesta que su predicación comenzó a provocar. Sus sermones no eran excepcionalmente emotivos, pero sí subrayaban la necesidad de una experiencia de convicción de pecado y de perdón por parte de Dios. En ese año de 1734, las gentes empezaron a responder, algunos con demostraciones de profunda emoción, y muchos con un cambio de vida notable, y con una profundidad de devoción hasta entonces insólita. En unos pocos meses, el movimiento barrió la comarca, y llegó hasta Connecticut. Pronto las experiencias extraordinarias se hicieron menos frecuentes, y a los tres años habían cesado por completo. Pero siempre quedó el recuerdo de aquel avivamiento, y la esperanza de que volviera a surgir.
Poco después, Jorge Whitefield visitó Nueva Inglaterra, y su predicación causó gran revuelo y nuevas experiencias de conversiones unidas a un profundo sentimiento de arrepentimiento y de gozo. Edwards, a pesar de ser congregacionalista, invitó al anglicano Whitefield a predicar en su iglesia, y se dice que mientras el visitante predicaba el pastor lloraba. A partir de entonces el Gran Avivamiento cobró fuerzas. Los ministros del "bando nuevo" entre los presbiterianos se sumaron a él. Al mismo tiempo que algunos predicadores seguían el ejemplo de Whitefleld, e iban predicando de lugar en lugar, muchísimos pastores locales de diversas tradiciones (anglicanos, presbiterianos y congregacionalistas) comenzaron a predicar con nuevos bríos en sus propias iglesias, y allí también tuvieron lugar escenas extraordinarias. Las gentes se arrepentían de sus pecados en medio de lágrimas, daban gritos de alborozo por el perdón alcanzado, y algunas hasta se desmayaban.
Por razón de tales experiencias, sus enemigos acusaron al Gran Avivamiento de destruir la solemnidad del culto divino, y colocar la emoción en lugar del estudio y la devoción. Pero tal acusación no era del todo cierta, pues muchos de los dirigentes del movimiento no eran personas particularmente emotivas, y en todo caso lo que se buscaba no era que los creyentes tuvieran constantes experiencias religiosas. Se trataba más bien de una experiencia que tenía lugar de una vez por todas, y que debía llevar a quien la tenía a una mayor devoción y más cuidadoso estudio de las Escrituras. En sus mejores manifestaciones, lo que el gran Avivamiento buscaba no era convertir el culto en una serie de experiencias emocionales, sino hacer que las gentes tuvieran una experiencia que le diera nuevo sentido al culto y a la doctrina cristiana.
Esto puede verse en los sermones de Jonathan Edwards. No se trata en ellos de un llamado a la emoción, sino todo lo contrario, de sermones altamente doctrinales en los que se discuten las más profundas cuestiones teológicas. La emoción era importante para Edwards. Pero esa emoción, que llegaba a su cima en la experiencia de la conversión, no debía ocultar la necesidad de la recta doctrina ni del culto racional que Dios demanda.
Los principales jefes del Gran Avivamiento eran calvinistas convencidos. Ya hemos mencionado los conflictos de Whitefield con Wesley sobre este punto. Jonathan Edwards escribió sólidas defensas de la doctrina de la predestinación, a base de la filosofía más avanzada de la época. Pero a la postre las denominaciones que más provecho recibieron no fueron los presbiterianos ni los congregacionalistas, sino los bautistas y los metodistas.
Al principio, los bautistas se opusieron al avivamiento, que les parecía frívolo y superficial. Pero el hecho fue que el avivamiento inclinó a muchas gentes hacia posiciones que concordaban con las de los bautistas. En efecto, si el tener una experiencia de conversión era tan importante para la vida cristiana, cabía poner en duda el bautismo de niños. Luego, muchas personas de origen presbiteriano o congregacionalista, llevadas por el énfasis del avivamiento sobre la experiencia personal, acabaron por negar el bautismo de párvulos, rebautizarse y hacerse bautistas. Frecuentemente, fueron congregaciones enteras las que dieron ese paso. Así, aunque al principio la mayoría de los bautistas de las colonias eran "bautistas generales", es decir, no calvinistas, tras el avivamiento los más eran "particulares".
Además, tanto los metodistas como los bautistas se sintieron impulsados por el Gran Avivamiento hacia las nuevas fronteras. En esa época, los blancos se adentraban cada vez más en el país, y fueron los bautistas y los metodistas quienes, gracias al espíritu del Gran Avivamiento, tomaron sobre sí la tarea de predicarles y proveerles vida eclesiástica. Esa fue la principal razón por la que pronto esas dos denominaciones fueron las más numerosas en los nuevos territorios.
A consecuencia de aquel Gran Avivamiento, buena parte del protestantismo norteamericano ha retenido el ideal del "avivamiento". Varias décadas más tarde, según veremos, hubo otro gran despertar religioso. Pero en ciertos círculos protestantes norteamericanos se llegó a pensar que lo normal era tener "avivamientos" periódicos, y hasta hubo iglesias que empezaron a celebrar "cultos de avivamiento" todos los años.
Por último, el Gran Avivamiento tuvo otras consecuencias de carácter político. Por primera vez hubo un movimiento que se extendió a las trece colonias que después serían los Estados Unidos. Gracias a aquel movimiento, comenzó a forjarse un sentido de comunalidad entre las colonias que hasta entonces habían existido en relativo aislamiento unas de otras. Puesto que al mismo tiempo circulaban nuevas ideas con respecto a los derechos humanos, y tenían lugar en Europa hechos portentosos, todo esto se conjugó para producir, tanto en el Nuevo Mundo como en Europa, fuertes sacudidas que le presentarían al cristianismo nuevos desafíos y nuevos horizontes. Empero la narración de tales acontecimientos corresponde a la próxima sección de esta historia.

Historia del Cristianismo, Tomo 2 Editorial Unilit

Miami, Fl. U.S.A.

Derechos reservados

1994 Edición revisada en 2 tomos

© Justo L. González

--
Gracia y Paz!


Adonay Rojas Ortiz
Pastor

Generalidades de la Escatología Bíblica

NO DEJE DE LEERLO