domingo, 31 de octubre de 2010

Jesús es...

Autor de salvación eterna para todos los que le obedecen

Y, aunque era Hijo, a través del sufrimiento aprendió lo que es la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que lo obedecen.

 (Hebreos 5:9)

—Cristo nos dejó el ejemplo para que nosotros aprendamos a obedecer humildemente la voluntad de Dios por todas nuestras aflicciones. Necesitamos la aflicción para aprender la sumisión. Su obediencia en nuestra naturaleza nos estimula en nuestros intentos de obedecer y para que esperemos sostén y consuelo en todas las tentaciones y sufrimientos a que estamos expuestos. Siendo perfeccionado para esta gran obra, Él es hecho Autor de eterna salvación para todos los que le obedecen, pero ¿estamos nosotros en ese número?[1]

Más específicamente, fue perfeccionado como Autor (DHH "fuente") de eterna salvación. Cada experiencia de prueba le preparó para un acto final de obediencia, su muerte:

Por lo cual, entrando en el mundo dice:

«Sacrificio y ofrenda no quisiste, mas me diste un cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: "He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí."»

Diciendo primero: «Sacrificio y ofrenda, holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron» —cosas que se ofrecen según la Ley—, y diciendo luego: «He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad»,  quita lo primero para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.[2]

Por este medio alcanzó la salvación del pecado, la muerte y el diablo, capacitando a aquellos que creen en él para compartir con él la vida del mundo venidero.

La idea de que Cristo establece un modelo de obediencia para que otros le sigan se sugiere por las palabras para todos los que le obedecen. Sin embargo, esta expresión no indica que la salvación se gane por la obediencia. La salvación es el don de Dios para nosotros en Cristo, pero aquellos que le buscan como el único Autor de eterna salvación querrán expresar su fe en una obediencia permanente como él lo hizo:

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar,  pues aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:

«Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor ni desmayes cuando eres reprendido por él,

porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.

Si soportáis la disciplina,  Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados.[3]

La fe en Cristo nos consagra a compartir su lucha contra el pecado.[4]

La actitud de Cristo:

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús: Él, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres. Mas aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Por eso Dios también lo exaltó sobre todas las cosas y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.[5]

Aunque era Hijo, él aprendió obediencia por medio de lo que sufrió y, habiendo sido hecho perfecto, llegó a ser la fuente de salvación eterna para todos los que obedecen

El énfasis que recae sobre el verbo principal, "él aprendió", apoya la lectura a causa de su sumisión reverente.

a. ¿Debía Jesús aprender a obedecer? El escritor introduce este tema mencionando primeramente la debilidad de Jesús, y afirmando este hecho a modo de concesión: "aunque Jesús era el Hijo de Dios". El no dice que porque Jesús era divino debía aprender obediencia. Jesús nada tenía que aprender respecto a la obediencia, puesto que su voluntad era igual a la voluntad de Dios. Sin embargo en su humanidad Jesús debía demostrar obediencia plena; él debía llegar a ser "obediente hasta la muerte—¡incluso la muerte en la cruz!" (Fil. 2:8). Según lo formula una versión: "aunque era Hijo, él aprendió obediencia en la escuela del sufrimiento".149

b. ¿Cuál era la obediencia que Jesús tenía que aprender? Las traducciones, por razones de estilo y dicción, hablan de obediencia. En el griego original, empero, hay un artículo definido que precede al sustantivo de modo que se lee "la obediencia"; es decir, la bien conocida obediencia que se esperaba del Mesías.

Es cierto que el hombre pecador necesita corregir sus caminos escuchando la Palabra de Dios y volviéndose de la desobediencia hacia la obediencia. Pero Cristo, el Impecable (sin pecado) no necesitaba aprender olvidando lo aprendido. Más bien, por medio de su obediencia activa y pasiva, Cristo aporta vida eterna para el pecador y la exoneración de la deuda del pecado del hombre. Dice Pablo en Romanos 5:19: "Porque así como por medio de la desobediencia de un hombre los muchos fueron hechos pecadores, también así por medio de la obediencia de un hombre los muchos serán hechos justos".

c. ¿Cómo fue Jesús hecho perfecto? Jesús, como Hijo de Dios, es perfecto. Pero en su humanidad, "Jesús crecía en sabiduría y estatura, y en gracia para con Dios y los hombres" (Lc. 2:52). Vemos su desarrollo en la escuela de la obediencia. Y a medida que la carga se va haciendo más pesada para Jesús, así también va creciendo su disponibilidad para asumir la tarea que su Padre le ha dado.

En el huerto de Getsemaní y en la cruz de Calvario, él sufrió las pruebas finales y definitivas. Jesús fue perfeccionado por medio del sufrimiento. Su perfección "se transformó en fuente de salvación eterna para todos los que le obedecen". El escritor de Hebreos repite, en efecto, el pensamiento que había expresado en Hebreos 2:10—Jesús, perfeccionado por medio del sufrimiento, lleva a muchos hijos a la gloria. La perfección, por consiguiente, debe ser vista como el cumplimiento de la tarea que Jesús tenía que desempeñar. Cristo cumplió perfectamente el propósito que Dios le había asignado.[6]

El escritor de Hebreos llama a Jesús "fuente" de la salvación.

Al haber llevado a cabo su obra salvadora, especialmente en Getsemaní y en el Gólgota, Jesús es la fuente de la salvación eterna. Sólo aquellos que le obedecen tendrán parte en la salvación que Jesús provee. "La salvación que Jesús ha logrado es concedida ¡a todos aquellos que le obedecen!, Hay algo apropiado en el hecho que la salvación que fuera lograda por la obediencia del Redentor sea accesible a la obediencia de los redimidos".[7]

Como él obedeció, los que reciben el beneficio de su sacrificio lo obedecen a él. Esta obediencia no es un requisito de la salvación, sino la consecuencia natural de la fe genuina. El autor afirma aquí que la salvación que compró es permanente. Cristo es una fuente perfecta de salvación.

¿Estás dispuesto a obedecerle?

 



[1]Henry, M. (2003). Comentario de la Biblia Matthew Henry en un tomo. (993). Miami: Editorial Unilit.

[2] Hebreos 10.5-10

[3] Hebreos 12.1-11

[4]Carson, D., France, R., Motyer, J., & Wenham, G. (2000, c1999). Nuevo comentario Bı́blico : Siglo veintiuno (electronic ed.) (He 5.9-10). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.

[5] Filipenses 2.5-11

149 Véase la NEB en cuanto a esta traducción. Kenneth Taylor parafraséa este versículo de la siguiente manera: "Y aunque Jesús era el Hijo de Dios, él tuvo que aprender por experiencia lo que es obedecer cuando obedecer implica sufrimiento" (LB).

[6]Cevallos, J. C. (2006). Comentario Biblico Mundo Hispano tomo 23 : Hebreos, Santiago, 1 Y 2 Pedro, Judas. (74). El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano.

[7]Kistemaker, S. J. (1991). Comentario al Nuevo Testamento: Hebreos (169). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.


 
 
Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor 
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia 
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM, Domingos 8 AM y 10 AM.
Calle 30 # 22 61, Cañaveral, Floridablanca.
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sábado, 23 de octubre de 2010

TÍTULOS DADOS A JESÚS

1.         Apóstol de la fe que profesamos

Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol  y Sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús.

 (Hebreos 3:1)

apóstol. Uno que ha sido comisionado para llevar a cabo las instrucciones del que lo envió.[1] Apóstol, Embajador (título superior a "ángel", mensajero) enviado del Padre (Juan 20:21), para defender la causa de Dios para con nosotros; Su apostolado y su pontificado se comprenden ambos en un solo título, Mediador. Aunque el título de "Apóstol" no se usa en otra parte en relación a Cristo, viene bien aquí en palabras dirigidas a hebreos, los que aplicaban el término a los delegados enviados por el sumo sacerdote para cobrar el impuesto del templo a judíos residentes en el exterior, así como Cristo era Delegado del Padre enviado lejos a este mundo (Mateo 21:37). Asimismo, lo que se le aplica a él, se aplica también a su pueblo; los doce se llaman apóstoles de Cristo, como él lo es del Padre (Juan 20:21).

Este versículo tenía un significado especial para los cristianos judíos. Para los judíos, la más alta autoridad humana era el sumo sacerdote. Para los cristianos, la más alta autoridad humana fueron los apóstoles de Dios. Jesucristo, apóstol de nuestra profesión y Sumo Sacerdote, es la autoridad suprema de la Iglesia.[2]

Cristo debe ser considerado el Apóstol de nuestra confesión, el Mensajero enviado a los hombres por Dios, el gran Revelador de la fe que profesamos, y de la esperanza que confesamos tener.[3]

Los cristianos deben centrarse en Jesús como apóstol, enviado por Dios para ser la revelación definitiva de su personalidad y voluntad. Tal enseñanza está diseñada para alentar al cansado, desafiar al perezoso y desobediente y dar nueva seguridad a aquellos que están dudando y alejándose.[4]

Por lo tanto, hermanos santos, que compartís el llamamiento celestial, fijad vuestros pensamientos en Jesús, el apóstol y sumo sacerdote que confesamos.

Las palabras por lo tanto vinculan el capítulo 3 con el discurso que le antecede inmediatamente y que trata de la unidad que Jesús tiene con sus hermanos. Juntos ellos pertenecen a la familia de Dios. Los hermanos son santos porque son hechos santos por Jesús, y a causa de ello Cristo no se avergüenza de llamarlos hermanos.

En 3:1 esta gente es llamada por vez primera en Hebreos, y de modo específico, "hermanos santos". El adjetivo santos revela que los hermanos han sido santificados y pueden entrar ante la presencia de Dios, ya que el pecado ha sido quitado mediante el sufrimiento y muerte de Jesús. El término hermanos también se le aplica al escritor de Hebreos. El es, en realidad, uno de aquellos que están en la familia de Dios.

Los destinatarios de la epístola comparten también el llamamiento celestial. Este es un llamado único y específico, una invitación celestial a entrar al reino de Dios.

El privilegio de ser llamado por Dios viene acompañado de un mandato. El mandato no es difícil ni complicado, y los hermanos pueden cumplirlo. Se les pide que fijen sus pensamientos en Jesús y que lo hagan diligentemente. Parecería que los lectores de la epístola no estaban haciendo esto en ese momento, ya que parecían estarse deslizando. Ya en Heb. 2:1 el escritor los exhorta a "prestar más diligente atención" al evangelio que han oído, puesto que el conocimiento de Jesús es esencial. Al prepararse a hablar sobre Jesús, no lo llama Jesucristo, ni Hijo de Dios, ni Hijo del hombre, ni Señor y Salvador, sino que lo llama apóstol y sumo sacerdote. Vale la pena notar que la palabra apóstol aparece en primer lugar en este versículo, sobre la expresión sumo sacerdote.

El término apóstol se refiere a aquel a quien Dios enviara—concepto usado repetidamente por el evangelista Juan en su Evangelio y aun en su primera epístola. La palabra apóstol tiene un significado más profundo: el de embajador. El apóstol no sólo es enviado: está también revestido de la autoridad de aquel que lo envió.86 Además, él puede y debe hablar únicamente aquellas palabras que su superior le ha confiado. Tiene prohibido expresar sus propias opiniones cuando las mismas difieren de las de aquel que le envió. Jesús, entonces, proclama la verdadera Palabra de Dios. El trae el evangelio, las buenas noticias.

El término apóstol, por comparación, se relaciona con Moisés. Las diferentes funciones de estos dos hermanos (Moisés y Aarón) quedan combinadas y son cumplidas en la persona singular de Jesús. Y en su obra Jesús es más grande que ambos, Moisés y Aarón.

La congregación que recibió la epístola del escritor confesaba el nombre de Jesús.[5]

Por su identificación con nuestra condición humana y por la expiación que ha hecho por nuestros pecados Jesús merece la más cuidadosa atención. Él es el apóstol o enviado que Dios mandó para traernos su revelación final y completa.[6]



[1]Hernández, Eduardo A. ; Lockman Foundation (La Habra, CA): Biblia De Estudio : LBLA. La Habra, CA : Editorial Funacion, Casa Editoral para La Fundacion Biblica Lockman, 2003, S. Ro 1.1

[2] Biblia Del Diario Vivir. electronic ed. Nashville : Editorial Caribe, 2000, c1996, S. He 3.1

[3]Henry, Matthew: Comentario De La Biblia Matthew Henry En Un Tomo. Miami : Editorial Unilit, 2003, S. 991

[4]Carson, D.A. ; France, R.T. ; Motyer, J.A. ; Wenham, G.J.: Nuevo Comentario Bı́blico : Siglo Veintiuno. electronic ed. Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 2000, c1999, S. He 3.1-6

86 El término hebreo shaliach es un equivalente del apostolos griego. Ver Otto Michel, Der Brief an die Hebräer, 10a. ed. (Gotinga: Vandenhoeck und Ruprecht, 1957), p. 94; Philip Edgcumbe Hughes, Commentary on the Epistle to the Hebrews (Grand Rapids: Eerdmans, 1977), p. 127; Ceslaus Spicq, L'Epître aux Hébreux, 3a. ed., 2 tomos (Paris: Gabalda, 1953), vol. 2, p. 64; Karl Heinrich Rengstorf, TDNT, vol. 1, pp. 414–16; Erich von Eicken y Helgo Lindner, NIDTT, vol. 1, pp. 126–28

[5]Kistemaker, Simon J.: Comentario Al Nuevo Testamento: Hebreos. Grand Rapids, MI : Libros Desafío, 1991, S. 105

[6]Cevallos, Juan Carlos: Comentario Biblico Mundo Hispano Tomo 23 : Hebreos, Santiago, 1 Y 2 Pedro, Judas. El Paso, Texas : Editorial Mundo Hispano, 2006, S. 53


 
 
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domingo, 10 de octubre de 2010

1 Corintios


La Primera epístola del Apóstol Pablo a los Corintios

La importancia del estudio de la "Primera Epístola a los Corintios" es evidente:

ü  Es un escrito bíblico, inspirado, con autoridad y poder divinos para edificar y preparar al creyente capacitándolo para "toda buena obra".

ü  El escrito está destinado no sólo la congregación de Corinto sino también a todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro,[1] es decir, unos destinatarios sin ubicación concreta ni tiempo histórico determinado.

ü  El escrito aborda problemas eclesiales que son la experiencia de la iglesia en todos los tiempos y de forma muy especial en el momento actual. No es posible entender la grandeza y debilidad de la iglesia local, sin adentrarse en el contenido de este escrito. Su estudio permite el aliento necesario cuando los problemas eclesiales pareciera que no tienen solución o que la iglesia ha llegado a un nivel de decadencia irrecuperable.

ü  La epístola enseña el modo de actuación para abordar la dinámica de la congregación. El Espíritu, regula y establece las normas disciplinarias, el orden en las reuniones, el ejercicio correcto de los dones espirituales, el uso legítimo de la libertad cristiana, todo ello vital para la conducción de la iglesia en cualquier tiempo.

ü  La problemática familiar, el matrimonio y sus incidencias, las situaciones de deserción de los infieles, son consideradas claramente en ella. Todos estos y otros muchos temas, constituyen una enorme riqueza que Dios revela en ella, a lo que es necesario prestar atención reiteradamente para un buen desarrollo de la congregación y de la vida de cada creyente, conforme al plan que Dios ha establecido para ello.

 ¿Quién?

Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes.[2]

El apóstol Pablo (nadie pone en duda la autenticidad de esta epís­tola).  

1.            Evidencias externas.

ü  La atestiguación de la carta como epístola de Pablo es la más antigua de todos sus escritos.

ü  Mencionada ya por Clemente de Roma, sobre el año 95.

ü  Citada como de Pablo por otros muchos, como Policarpo, Ignacio, Justino Mártir, Ireneo, Clemente de Alejandría. Este último la cita más de ciento cincuenta veces, afirmando que Pablo es su autor.

ü  La autenticidad de la carta está prácticamente admitida por toda la crítica.

2.            Evidencias internas.

ü  El análisis del texto no deja duda sobre la paternidad paulina.

ü  La vida de la iglesia responde plenamente a la situación de los tiempos apostólicos.

ü  El estilo, aunque menos solemne que el de Romanos. Es mucho más personal.

ü  El autor llama a los fieles de aquella iglesia "sus hijos" (4:14). Una manera habitual en Pablo para referirse a quienes llegaron a Cristo por su predicación.

ü  La forma, lenguaje, estilo y redacción, son típicas y comparables con otros escritos de Pablo.

¿A quién?

a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro.[3]

La península del Peloponeso, en el sur de Grecia, es un territorio montañoso unido al resto del país por un istmo corto y angosto. En la época del NT estaba sometida a la administración romana, como parte de la provincia de Acaya, cuya capital, Corinto, se hallaba situada a pocos kilómetros al sudoeste del istmo.

Corinto, uno de los principales centros de la civilización griega. Edificada sobre el istmo entre el mar Egeo y el mar Jónico, era la ciudad que unía, en cierta manera, Italia y Asia. Allí confluían mercancías, razas y culturas de toda la cuenca mediterránea. Fue incendiada en el año 146 a.C., pero Julio César la volvió a edificar en el año 44 a.C. Se levantó de forma muy rápida de sus ruinas y experimentó un gran crecimiento. En tiem­pos del apóstol Pablo tenía unos 700.000 habitantes, de los que 400.000 eran esclavos, colonos romanos, judíos, atraídos por el floreciente comercio alimentado por sus dos puertos: Lejaión en el oeste y Cencrea en el este, unidos por una «ruta para barcos», el diolkos, palabra que significa plataforma deslizable sobre ruedas, que evitaba que se tuviera que rodear el peligroso cabo de Malea. En Corinto se podían encontrar todo tipo de cultos griegos, romanos y orientales. Se han encontrado las ruinas de doce templos. Las escuelas de retórica, filosóficas y artísticas estaban en pleno apogeo; los corintios estaban ansiosos por conseguir más sabiduría y conocimiento:

(1 Co 1: 17-31).

Pero la corrupción existente en la ciudad impedía el paso a la prospe­ridad material. En la cumbre del Acrópolis (el Acrocorinto, una inexpugnable cima de 630 metros de altura que se alza en la península del Peloponeso), el templo de Afrodita (la Venus griega) tenía mil sacerdotisas dedicadas a la prostitución sagrada. "Corintizar" significaba en todo el mundo antiguo, llevar una vida depravada.

La Iglesia de Corinto fue fundada por Pablo en el año 51, esto queda atestiguado por «la piedra de Delfos» descubierta en 1905, que asigna esta fecha al procónsul Galión. Viniendo desanimado de Atenas, el apóstol empieza a predicar el Evangelio en la sinagoga:

Y discutía en la sinagoga todos los sábados, y persuadía a judíos y a griegos.[4]

Pero allí fue objeto de una viva oposición:

Pero oponiéndose y blasfemando estos, les dijo, sacudiéndose los vestidos:

—Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza. Mi conciencia está limpia; desde ahora me iré a los gentiles.[5]

Algunos judíos se con­vierten:

Crispo, alto dignatario de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios al oír, creían y eran bautizados.[6]

Éstos constituirán el núcleo inicial de la iglesia:

Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo, para que ninguno diga que fue bautizado en mi nombre. También bauticé a la familia de Estéfanas, pero de los demás no recuerdo si he bautizado a algún otro.[7]

En cambio para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder y sabiduría de Dios.[8]

¿Fue llamado alguno siendo circunciso? Quédese circunciso. ¿Fue llamado alguno siendo incircunciso? No se circuncide.[9]

Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la Ley (aunque yo no esté sujeto a la Ley) como sujeto a la Ley, para ganar a los que están sujetos a la Ley.[10]

porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.[11]

Después de un primer período en el que Pablo trabajaba en casa de Aquila y Priscila, que como él, se dedicaban a hacer tiendas, Silas y Timoteo vienen a su encuentro trayéndole donativos de parte de los Filipenses para que pueda, dedicar todo su tiempo a la predicación del evangelio.     

Al crecer la oposición en la sinagoga, Pablo se retira y reúne a sus discípulos en casa de un prosélito. Para no crear más confusión, se dispone a marchar de la ciudad, pero el Señor, por medio de una visión, le anima a quedarse:

Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: «No temas, sino habla y no calles, porque yo estoy contigo y nadie pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.» Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios.[12]

A partir de este momento se dirigirá a los gentiles.

Pecadores de vidas notoriamente depravadas se convierten:

 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios.[13]

También se convierten representantes de la «alta sociedad» de la ciudad, como por ejemplo Erasto, el tesorero municipal (Ro 16:23; Hch. 19:22) y Cloé (1 Co. 1:11).

A pesar de la oposición de los judíos, Pablo se quedará aproximadamente dos años en Corinto, reuniendo allí la iglesia más numerosa de toda su carrera, compuesta en gran parte de antiguos gentiles (tal como indican los nombres), esclavos y hombres libres (7:21,22; 12:13), ricos y pobres (11; 21,22), siendo una gran mayoría los pobres (1:26-31).

¿Dónde?

Pero estaré en Éfeso hasta Pentecostés.[14]

Pablo se fue de Corinto hacia Antioquía y Jerusalén, y empezó su tercer viaje misionero que lo llevó primeramente a Éfeso. Es desde allí que envía esta epístola.

¿Cuándo?

El apóstol se quedó más de dos años en esta ciudad de Éfeso. Allí, los adversarios del Evangelio son muchos porque se me ha abierto una puerta grande y eficaz, aunque muchos son los adversarios.[15]  

Según Hch. 19, el envío de la carta podría situarse hacia el final de su estancia, después de los dos años y tres meses de los que nos habla Hch. 19:8-10. Pablo hace planes para marcharse (1 Co. 16:5-8), aunque quiere quedarse hasta Pentecostés. Sin duda alguna, la carta fue escrita en la primavera del año 56. Fue llevada a la iglesia por los tres emisarios corintios que vinieron hasta él:

Me regocijo con la venida de Estéfanas, de Fortunato y de Acaico, pues ellos han suplido vuestra ausencia, porque confortaron mi espíritu y el vuestro; reconoced, pues, a tales personas.[16]

¿Qué?

La carta contiene la reacción del apóstol a las noticias que le traen las personas de Cloé (1:10-6:20) y sus respuestas a las preguntas escritas de los corintios (7: 1-15:58).

En la primera parte, Pablo intenta corregir los desórdenes que le han señalado:

ü  divisiones en la iglesia (1:10-4:21)

ü  los desórdenes morales (5:1-6:20

ü  juicios entre creyentes (6:1-11),

ü  libertinaje por parte de algunos miem­bros (6:12-20).

En la segunda parte, encontramos una alternancia entre las respues­tas a las preguntas formuladas y la corrección de otros desórdenes y errores señalados por los tres emisarios:

ü  respuestas en cuanto al ma­trimonio (7),

ü  a la carne sacrificada a los ídolos (8:1-11:1),

ü  a los dones espirituales (12:1-14:40),

ü  a las ofrendas (16:1-4),

ü  correcciones concer­nientes al atuendo de la mujer (11:2-16),

ü  la celebración de la Cena del Señor (11:17-34),

ü  los errores doctrinales que tienen que ver con la resurrección (15:1-58).

La carta se termina con una serie de informa­ciones prácticas que hacen referencia:

ü  a los proyectos del apóstol, a sus futuros viajes (16:5-9),

ü  a la llegada de Timoteo (vv. 10, 11),

ü  a Apolos (12),

ü  a Estéfanas (15, 16), y

ü  a los tres emisarios de Corinto (17, 18).

La diversidad de temas, abordados hacen de esta carta la más variada y la más práctica de todas las epístolas; es la que nos permite entrar de lleno en la vida de una iglesia del siglo I y así poder comprender los problemas que tenían los jóvenes cristianos salidos del paganismo.

No obstante, la dispersión es sólo aparente. El apóstol siempre nos lleva de las más diversas cuestiones a las verdades fundamentales de la fe ya que solamente ellas pueden aclarar todos los aspectos de la vida cristiana. El tema central y único de la carta es la aplicación de la obra redentora de Cristo a toda la vida individual y colectiva de los cristianos.

Por medio de esta obra de redención estamos unidos a Cristo. Por lo tanto ya no podemos entregar nuestro cuerpo a la inmoralidad (caps. 5; 6:12-20; 7), ya que forma parte de Cristo y resucitará como él (cap. 15).

La obra de Cristo en el Calvario une y reúne a todos los creyentes en un solo cuerpo, por lo tanto, entre ellos no pueden haber divisiones (1:10-3:23), no pueden llevarse a juicio (cap. 6), o escandalizar al hermano (caps. 8-11:16), o manifestar disparidad en el momento de la Santa Cena, que expresa sobre todo mi comunión (11:17-34).

El ejercitar los dones (caps. 12 y 14) en amor (cap. 13) debe revelar la unidad del cuerpo local, tal y como la ayuda mutua entre los creyentes en medio de la prueba muestra la unidad de la Iglesia universal (cap. 16).

Todo proviene de la misma fuente: la doctrina y la vida, la disciplina y la libertad, la vida interior y la acción manan de nuestra comunión con Dios y con los demás creyentes.

¿Por qué?

Después de la partida del apóstol, Apolos pasó algún tiempo en Corinto (Hch. 18:27, 28; 19) y después regresó a Éfeso (1 Co. 16:12). Su habilidad retórica animó a algunos miembros de la iglesia. Quizás el apóstol Pedro también estuviera en Corinto (9:5; una tradición re­cogida por Dionisio de Corinto, Eusebio H. E. U, 25, lo afirma) o bien judeo-cristianos convertidos por él. Pablo conservaba en la iglesia un grupo que le apreciaba de manera especial y, oponiéndose a estas tres fracciones o partidos, unos misteriosos «partidarios de Cristo» preten­dían no seguir a ningún maestro humano. Y aquí tenemos la iglesia dividida.

Otros problemas, relativos sobre todo a las relaciones con las personas del mundo, crearon tensiones en la iglesia. Pablo, habiendo sido informado, envía una primera carta que, hoy por hoy, sigue perdida:

Os he escrito por carta que no os juntéis con los fornicarios. No me refiero en general a todos los fornicarios de este mundo, ni a todos los avaros, ladrones, o idólatras, pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os escribí para que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, sea fornicario, avaro, idólatra, maldiciente, borracho o ladrón; con el tal ni aun comáis, porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro?[17]

En la iglesia la situación sigue degradándose. Sirvientes de la casa de Cloé (1:11) vienen a explicárselo al apóstol Pablo. Quizás en este mismo momento empezó a escribir los primeros seis capítulos de nuestra carta.

Poco después, llegan tres mensajeros de la iglesia de Corinto (16:17), portadores de una carta que contiene diversas pregun­tas. Pablo las responde en los capítulos 7 a 16.

Al mismo tiempo envía a Timoteo a Corinto, pasando por Macedonia (4:17; Hch. 19:21, 22). Pero éste llegará a Corinto después de la carta (16:10, 11) que es enviada por barco, con los tres delegados corintios.

Los informadores de Pablo le mencionaron:

Ø  el problema de partidis­mos existente en la iglesia (1:12 ss.),

Ø  el incesto de uno de los miembros (5:1; 6:12 ss.),

Ø  los juicios entre los creyentes (6:1-9),

Ø  el que algunos creyentes frecuentaban prostitutas (6:12 ss.),

Ø  las libertades que se to­maban algunas mujeres en cuanto a las costumbres vigentes (11:2-16),

Ø  los desórdenes en las comidas comunitarias que acompañaban la Cena del Señor (11:17-34) y

Ø  las herejías enseñadas por algunos en cuanto a la resurrección de los muertos (15:1-58).

También le dijeron que su autoridad estaba siendo cuestionada por personas que alardeaban de su sabiduría y conocimientos (1:17-4:21).

Además, la carta de los corintios contenía cuatro preguntas a las cuales el apóstol responderá empleando la misma fórmula cada vez que pase de un tema al otro.

1.       ¿Es mejor casarse o quedarse soltero? (7:1);

2.       ¿podemos participar de los banquetes en los templos paganos? (8:1);

3.       ¿qué de los dones espirituales? ¿Pueden llevar a alguien a maldecir a Jesús? (12:1);

4.       ¿cómo actuar en lo referente a la ofrenda? (16:1).

¿Cómo?

Es posible que la carta se escribiese en dos veces (1-6; 7-16), pero en cualquier caso pasó muy poco tiempo entre las dos redacciones (tanto en 4:17 como en 16:10-11, Timoteo ya se había marchado de Éfeso). Está redactada con un estilo simple y directo, en un tono un tanto apasionado y a la vez solemne, como lo haría un padre al dirigirse a sus hijos: con severidad, ironía o benevolencia, pero siempre con amor.

El cuerpo de la carta (1:10-15:58) incluye:

1.  Las reacciones de Pablo al informe de los de Cloé   1:10-6:20

a.  Condena de las divisiones en la Iglesia               1:10-4:21

b.  Censura de tres desórdenes:                                5:1-6:20

(1)  Incesto                                                       5:1-13

(2)  Juicios entre creyentes                           6:1-11

(3)  Inmoralidad                                              6:12-20

2.  Respuestas a las preguntas escritas de los Corintos       7:1-15:58

a.  Matrimonio y celibato                                            7:1-40

b.  Preguntas referentes a la carne sacrificada a los ídolos    8:1-11:1

c.  Preguntas referentes al orden en las reuniones                 11:2-34

(1)  El velo en las mujeres                                              11:2-16

(2)  La Cena del Señor                                                     11:17-34

d.- Preguntas referentes a los dones espirituales                   12:1-14:40

e. Preguntas referentes a la resurrección                                 15:1-58

Conclusión                                                                       16:1 -24

 

Bibliografía:

Sociedades Bíblicas Unidas: Reina Valera 1995—Edición De Estudio.

Kistemaker, Simon J.: Comentario Al Nuevo Testamento: 1 Corintios.  Libros Desafío, 1998

Kuen, Alfred: Introducción al Estudio de la Biblia, CLIE, 1993

Fricke, Roberto; Sánchez, Gustavo; Caruachı́n, César; Hill, Thomas W.; Baldeón, Edgar; Editorial Mundo Hispano: Comentario Bı́blico Mundo Hispano 1 Y 2 Corintios. 1. ed. 2003



[1] 1 Co 1.2

[2] 1 Co 1.1

[3] 1 Co 1.2

NT Nuevo Testamento

[4] Hch 18.4

[5] Hch 18.6

[6] Hch 18.8

[7] 1 Co 1.14-17

[8] 1 Co 1.24

[9] 1 Co 7.18

[10] 1 Co 9.20

[11] 1 Co 12.13

[12] Hch 18.9-11

[13] 1 Co 6.9-11

[14] 1 Co 16.8-9

[15] 1 Co 16.9

[16] 1 Co 16.17-18

[17] 1 Co 5.9-12

 
 
Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor 
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia 
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM, Domingos 8 AM y 10 AM.
Calle 30 # 22 61, Cañaveral, Floridablanca.
http://adonayrojasortiz.blogspot.com/
 


Generalidades de la Escatología Bíblica

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