jueves, 7 de octubre de 2010

Dar

LA BIENAVENTURANZA DE DAR

En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: "Más bienaventurado es dar que recibir."»[1]

Una de las razones por las que el Mar Muerto (en Israel) está literalmente muerto, es por no dar. El Mar Muerto se encuentra a 398 metros debajo del nivel del mar, y el río Jordán entrega a este mar más de 6 millones de metros cúbicos de agua por día. Sin embargo, el Mar Muerto tiene un problema: sola­mente recibe agua, nunca la da. El agua entonces se estanca, y con la evaporación que produce el sol del desierto, la concen­tración de sal aumenta.

La concentración normal de sal en el océano es de 2 a 3%, mientras que la concentración de sal en el Mar Muerto es de 24 a 26%, además del magnesio y el calcio. No hay vida que aguan-le ese potaje químico.

El Mar Muerto, con sus mil kilómetros cuadrados de su­perficie, es grande, rico en minerales, y probablemente el mar más conocido del mundo. Sin embargo, ha perdido la vida, esta vacío en su interior. La experiencia "del Mar Muerto nos enseña entonces que el dar, luego de recibir, es un proceso vital necesario que permite mantener la frescura de nuestro corazón.

Una de las principales razones por las que Dios nos va a permitir disfrutar de prosperidad es para poder compartirla. Voy a tomar como ejemplo a la comunidad judeo-cristiana que vivía en la ciudad de Corinto, Grecia, a principios del primer milenio, porque creo que su situación económico-social dentro del Imperio Romano tiene mucho pa­ralelismo con nuestra situación actual dentro del proceso de globalización que estamos viviendo. Pablo, que estaba jus­tamente en el proceso de levantar una ofrenda de amor para los pobres de Jerusalén, les enseña:

Dios puede darles a ustedes con abundancia toda clase de bendiciones, para que tengan siempre todo lo necesario y además les sobre para ayudar en toda clase de buenas obras. La Escritura dice:

"Ha dado abundantemente a los pobres, y su generosidad permanece para siempre."

Dios, que da la semilla que se siembra y el alimento que se come, les dará a ustedes todo lo necesario para su siembra, y la hará crecer, y hará que la generosidad de ustedes produzca una gran cosecha. Así tendrán ustedes toda clase de riquezas y podrán dar generosamente. Y la colecta que ustedes envíen por medio de nosotros, será motivo de que los hermanos den gracias a Dios.[2]

Dentro de las tradiciones judía, cristiana y de las otras principales religiones del mundo existe un énfasis vigoroso en la enseñanza con respecto al compartir con aquellos que tienen necesidad.

Pablo, en otra carta, le escribe a su discípulo Timoteo:

A los que tienen riquezas de esta vida, mándales que no sean orgullosos ni pongan su esperanza en sus riquezas, porque las riquezas no son seguras. Antes bien, que pongan su esperanza en Dios, el cual nos da todas las cosas con abundancia y para nuestro provecho. Mándales que hagan el bien, que se hagan ricos en buenas obras y que estén dispuestos a dar y compartir lo que tienen. Así tendrán riquezas que les proporcionarán una base firme para el futuro, y alcanzarán la vida verdadera.[3]

Por eso la tradición cristiana de occidente ha generado una innumerable cantidad de organizaciones de beneficencia que nos han conmocionado socialmente a través de los siglos. Po­dríamos mencionar, entre ellos, hospitales, escuelas, orfanatorios, hogares de niños, leproserías, universidades, etc.

Es im­portantísimo que aprendamos a compartir de nuestras bendi­ciones. Si no lo hacemos, morimos un poco como personas. He­mos sido diseñados para compartir lo poco o lo mucho que tengamos las alegrías y las tristezas. Él egoísmo o la avaricia no nos cae muy bien al espíritu.

Existen varios principios que creo importantes para tener en cuenta al momento de dar y me gustaría dárselos a conocer:

El cristiano da, primordialmente, para honrar a Dios

La costumbre de dar a Dios y a sus sacerdotes viene desde épocas antiquísimas. En el caso del judaísmo y del cristianismo vienen, por lo menos desde la época del famoso Abraham y Melquisedec (hace unos 4.000 años atrás), aunque antes de él ya los hombres ofrecían a Dios lo mejor de sus propiedades.

Es interesante notar que el «diezmo» (dar la décima parte de algo) precede a la Ley Mosaica. El diezmo, entonces, es adoptado por el cristianismo bajo la «época de la gracia» porque no se instauró con el fin de salvar al hombre, sino porque mues­tra, básicamente una actitud del corazón.

El famoso rey Salomón dice en uno de sus proverbios:

Honra al Señor con tus riquezas y con los primeros frutos de tus cosechas.[4]

Notemos que la primera palabra (un verbo im­perativo, una orden) es «honra».

El motivo principal del cristiano para traer dinero a la iglesia, entonces, es una actitud interior: humillarse interna­mente al reconocer que de Dios nos vienen todas las cosas, y re­conocerle a Él como el dueño de todas sus posesiones.

El cristiano da sin esperar nada a cambio

Está en el mismo espíritu del dar, el dar por amor, no por interés. Pablo explica esta actitud cuando les escribe a los romanos y a los corintios:

Pues "¿quién conoce la mente del Señor? ¿Quién podrá darle consejos? ¿Quién le ha dado algo antes, para que él tenga que devolvérselo?" Porque todas las cosas vienen de Dios, y existen por él y para él. ¡Gloria para siempre a Dios! Amén.[5]

El cristiano da a Dios como un hijo da un regalo a su padre.

Como padres, cuando su hijo o hija le da un abrazo y un beso, ¿cómo quiere que se lo dé? ¿por amor, o porque quiere «sacarle algo de dinero»?

La idea de un hijo o una hija que se acerca a su padre por­que quiere sacarle algo no es muy positiva. En realidad, el concepto del hijo que demuestra cariño a su pa­dre porque tiene otros «intereses» en mente, es una idea un tan­to repugnante para muchos de nosotros.

¿Por qué le estamos enseñando a hacer justamente eso a nuestra Iglesia? ¿Por qué escuchamos a tantos predicadores enseñarles a los cristianos a que le den su ofrenda a Dios para que Dios les dé a ellos diez veces más?

Deberíamos estar ense­ñando a nuestra gente a dar por amor, no por interés. Cuando yo enseño a alguien a dar por interés, recibo buenos resulta­dos inmediatos. La razón es que comienzo a mover una parte oscura del espíritu humano: la codicia.

Cuando la gente que da $1000 no recibe 10 veces más, comienza a dudar. Los predicado­res del materialismo religioso, contestan que el problema es que el donante debe esperar un poco más de tiempo, o que el donante no tiene suficiente fe o no ha dado lo suficiente.

Generalmente la gente que cae en esas trampas religiosas son la gente que más quiere agradar a Dios.

Es cierto que la Biblia promete que Dios abrirá las venta­nas de los cielos para bendecirnos cuando nosotros le honra­mos con los primeros frutos de nuestra labor. Es una verdad eterna.

Pero volviendo al tema de los hijos, ellos no tienen idea de las bendiciones económicas que usted como padre le tiene guardadas para ellos.

Sin embargo, cuando le me dan un beso y le dan un brazo, usted seguro quiere que se lo den por amor, no por el interés en los tesoros que les tiene guardados para el futuro.

De la misma manera, usted y yo no tenemos idea de las bendiciones que Dios tiene guardadas para usted y para mí en el futuro (algunas materiales, algunas emocionales, algunas espirituales). Sin embargo, cuando nosotros traemos nuestros diezmos y ofrendas delante de Él, quiere que se las traigamos, no por el interés en esas bendiciones, sino simplemente por amor.

Se le preguntó una vez al Rabino Meir: «¿Por qué las escrituras nos dicen en algunos pasajes que nuestros sacrificios son agradables al Señor mientras que en otros dice que Dios no se agrada en nuestros sacrificios?» El rabino contestó: «Todo depende de si al momento de presentar el hombre su sacrificio incluyó en ese sacrificio también su corazón».

El cristiano da voluntariamente

Si bien es costumbre en muchas religiones del mundo el especificar cuál es el tipo de ofrenda que se debe traer delante de Dios, no ocurre lo mismo con el cristianismo. Por lo menos, no debería ocurrir así.

La enseñanza clave la ofrece nuevamente Pablo cuando les dice a los corintios:

Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, y no de mala gana o a la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría.[6]

El cristiano toma el concepto del diezmo del judaismo pero no lo ve como una regla, una ley o una meta que cumplir. Lo ve como un comienzo, como un mínimo sobre el cual cons­truir una vida de entrega a Dios y a los demás.

«Da al Altísi­mo como Él te ha dado a ti, con generosidad, de acuerdo con tus capacidades».

El cristiano da generosa y sacrificialmente

El rey dijo a Arauna:

—No; la compraré por su precio; porque no ofreceré a Jehová, mi Dios, holocaustos que no me cuesten nada.

Y David compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata. [7]

Cuando Jesús apuntó con el dedo a alguien para ponerle como ejemplo en el arte de dar, señaló, increíblemente, a una viuda que había colocado solamente un par de centavos en el lugar de las ofrendas a la entrada del templo. Hay una razón muy particular por la cual esta viuda fue señalada por el Maes­tro e incorporada eternamente en las páginas de las Escrituras: ella dio todo lo que tenía.

La viuda en cuestión tenía todas las excusas del mundo para sentarse a la puerta del templo, extender su mano y pedir. Ella era una «madre soltera»; era pobre, era un cero a la izquier­da en la sociedad judaica (en cuanto a derechos y posición so­cial, no era lo mismo ser un viudo que ser una viuda en esa épo­ca); la Ley le permitía recibir ayuda por ser viuda y pobre.... Sin embargo, esta mujer, en vez de extender su mano para pedir, extendió su mano para dar.

Lo hizo por una razón muy poderosa; esta mujer tenía algo que a muchos de nosotros nos falta hoy en día: carácter.

«El dar es el símbolo de la riqueza, mientras que el pedir es el símbolo de la pobreza» (y no estamos hablando de riqueza y pobreza material). El que tiene un carácter maduro será también generoso. El que tiene el don de dar, dará aunque no tenga.

El cristiano da en secreto

En el centro del Sermón del Monte Jesús dice a sus discípulos:

Por eso, cuando ayudes a los necesitados, no lo publiques a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente hable bien de ellos. Les aseguro que con eso ya tienen su premio. Cuando tú ayudes a los necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu amigo más íntimo; hazlo en secreto. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio.[8]

La humildad es un elemento esencial al momento de dar a los demás. ¡Practiquémosla en medio de la sociedad electrónica y rimbombante en que vivimos!

La cantidad, en realidad, no es importante

Como dijimos anteriormente, la cantidad o el porcentaje le dinero no es realmente importante al momento de dar. Algunos pueden dar más, otros menos. Lo que realmente importa es nuestro «ser» interior y no nuestro «hacer» exterior.

Algunos solo se conforman con dar el 10% de sus ingresos. Esa actitud solo demuestra lo poco que conocemos las Escrituras y por qué hacemos lo que hacemos.

Pero les invito a analizar esto a la luz de la Biblia. En la antigüedad la gente del pueblo de Israel no daba el 10% de sus entradas anuales al templo. Daba más.

Allí llevaréis vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos y la ofrenda reservada de vuestras manos, vuestros votos, vuestras ofrendas voluntarias y las primicias de vuestras vacas y de vuestras ovejas.[9]

Los judíos de la antigüedad tenían una sola cosecha anual; sin embargo, daban tres diezmos: dos anua­les y un tercer diezmo cada tres años.

Cada año, sin falta, apartarás la décima parte de todo lo que produzcan tus campos. [10]

Diles a los levitas que cuando reciban de los israelitas esa décima parte de sus productos que yo les he dado como su propiedad, deberán reservar un décimo de ella para ofrecérmelo a mí.  Esa será su contribución, semejante a la contribución que hacen los israelitas cuando dan una parte de su trigo y de su vino. Así, de esa décima parte que les dan los israelitas, los levitas apartarán su contribución al Señor y se la darán al sacerdote Aarón. De todo lo que les den, deberán separar una parte como contribución para mí; y la parte que me consagren debe ser la mejor.[11]

Cada tres años deberán ustedes apartar la décima parte de su cosecha del año, y almacenarla en su ciudad, para que cuando vengan los levitas, a quienes no les ha tocado tener su propia tierra, o los extranjeros que viven entre ustedes, o los huérfanos y las viudas, puedan comer hasta quedar satisfechos. Así el Señor su Dios los bendecirá en todo lo que hagan.[12]

Por lo tanto, los judíos de la antigüedad «diezmaban», en promedio el 23.33% anual!

No digo esto para que usted diga entonces tengo que dar el 23.33% de las entradas; lo digo para demostrar que lo que nosotros consideramos «diezmo» después de Cristo, no tiene un paralelismo literal con el Antiguo Testa­mento, sino que tiene un paralelismo con sus principios: el hon­rar a Dios como el verdadero dueño de todo lo que tenemos!

Dónde pone su dinero sí es importante

A pesar de que hemos estado hablando de diezmos y ofren­das primordialmente para la iglesia, la realidad es que esa es solo una pequeña parte de lo que deberíamos dar como perso­nas. También deberíamos aprender a dar al necesitado, dar a causas nobles, dar para demostrar amor a nuestros amigos y fa­miliares, y darnos a nosotros mismos con nuestros talentos y tiempo para la humanidad.

En muchas ciudades de Estados Unidos es común encontrar asociaciones de hombres de negocios y profesionales que a se han retirado ofreciendo su experiencia y sabiduría gratuitamente a aquellos profesionales y negociantes que están co­menzando.

Aunque también hay que hacer una advertencia sobre este tipo de ayudas. Ya desde el primer siglo de nuestra era existía entre los líderes de la iglesia cristiana la preocupación por la aparición de aquellos que, presentándose como «apóstoles», «predicadores» «profetas», estaban buscando ganancias materiales a través de la predicación del evangelio.

Pensemos un poco en la dirección correcta al momento de decidir dónde va a invertir el dinero que tiene para dar. «Hay de todo y para todos en este mundo cruel»

Una de las características de un buen administrador es, justa­mente, administrar correctamente hasta lo que habrá de dar a otros.

«La forma en que maneja­mos nuestro dinero es una expresión externa de una condición espiritual interna».

Nunca preste a nadie ni le ayude con dinero a menos que se lo pueda regalar. Esto no quiere decir que se lo tenga que regalar, simplemente quiere decir que si no se lo puede regalar, no se lo debería prestar.

Dejo el tema de «aprender a dar» como un ingrediente para el éxito económico con una historia:

Se cuenta que una vez un mendigo estaba pidiendo dinero al costado del camino cuando pasó a su lado el famoso Alejandro el Grande. Alejandro lo miró, y con un gesto bondadoso, le dio unas cuantas monedas de oro.

Uno de los sirvientes del gran conquistador, sorprendido por su generosidad, le dijo: «Mi señor, algunas monedas de cobre podrían haber satisfecho adecuadamente la necesidad de este mendigo. ¿Por qué darle oro?» El conquistador miró a su traje y le contestó con sabiduría: «¡Algunas monedas de cobre podrían haber satisfecho la necesidad del mendigo; pero las monedas de oro satisfacen la generosidad de Alejandro!»

Aprendamos a dar al nivel económico que no solamente satisfaga las necesidades físicas de los demás, sino que, por sobre todo, satisfaga la generosidad y la integridad de nuestro corazón.

Panasiuk, Andrés.  ¿Cómo llego a fin de mes? Editorial Caribe, Miami, 2000.



[1] Hch 20.35

[2] Dios habla hoy. 2 Co 9.8 al 11

[3] Dios habla hoy. 1 Ti 6.17 al 19

[4] Dios habla hoy. Pr 3.9

[5] Dios habla hoy. Ro 11.34

[6] Dios habla hoy. 2 Co 9.7

[7] 2 Sm 24.24-25

[8] Dios habla hoy. Mt 6.2

[9] Dt 12.6

[10] Nueva Versión Internacional. Dt 14.22

[11] Dios habla hoy. Nm 18.26

[12] Dios habla hoy. Dt 14.28


 
 
Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor 
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia 
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM, Domingos 8 AM y 10 AM.
Calle 30 # 22 61, Cañaveral, Floridablanca.
http://adonayrojasortiz.blogspot.com/
 


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