lunes, 23 de junio de 2008

¿Quién es Jesús? Parte dos


Si Jesús no es Dios, merece un premio Oscar[1]

Lo rodearon los judíos y le dijeron: —¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.

Jesús les respondió: —Os lo he dicho, y no creéis. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco, y me siguen; yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las dio, mayor que todos es, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. El Padre y yo uno somos.[2]

Jesús es la manifestación en carne del Padre

El término Dios Padre es bíblico y se refiere a Dios mismo:

Pablo, apóstol (no por disposición de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios Padre que lo resucitó de los muertos), y todos los hermanos que están conmigo, a las iglesias de Galacia: Gracia y paz sean a vosotros, de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo, el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo,, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén[3].

Dios es el Padre; El no es simplemente Padre del Hijo de Dios, sino el Padre de toda la creación:

¿Acaso no tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios?[4]

Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?[5]

Dios también es nuestro Padre por causa del nuevo nacimiento Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios, pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: «¡Abba, Padre!». El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios[6].

El título Padre indica una relación entre Dios y el hombre, particularmente entre Dios y su Hijo y entre Dios y el hombre regenerado. Jesús mismo enseñó muchas veces que Dios es nuestro Padre: vuestro Padre que está en los cielos[7].

Él nos enseñó a orar así, Padre nuestro que estás en los cielos.[8]

La Biblia indica claramente que hay solamente un Padre:

un solo Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos y por todos y en todos[9].

Así que está claro entonces que el término Padre es uno más de los títulos dados a Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, especialmente.

Lo que tenemos ahora es que ¡Jesús afirmó ser su propio Padre!               

El Padre y yo uno somos.

Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearlo. Jesús les respondió: —Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?

Le respondieron los judíos, diciendo: —Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces Dios.[10]

Los judíos habían insistido en una declaración clara de la identidad de Jesús, y éste satisface su demanda identificándose con el Padre. Es claro que los judíos entendieron que Jesús afirmaba ser Dios, lo había declarado delante de ellos, por lo que ellos procedieron a tomar en sus manos el juicio que correspondía por la blasfemia. El que blasfeme contra el nombre de Jehová ha de ser muerto; toda la congregación lo apedreará. Tanto el extranjero como el natural, si blasfema contra el Nombre, que muera.[11] Ni siquiera lo consideraron, no se detuvieron a pensar si la afirmación de ser Dios era verdadera o no.

Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearlo, quiere decir que ya antes los judíos habían intentado matar a Jesús:

Abraham, vuestro padre, se gozó de que había de ver mi día; y lo vio y se gozó.

Entonces le dijeron los judíos: —Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?

Jesús les dijo: —De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuera, yo soy.

Tomaron entonces piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió del Templo y, atravesando por en medio de ellos, se fue.[12]

 

1.       Conocer a Jesús es conocer al Padre

Ellos le dijeron: —¿Dónde está tu padre?

Respondió Jesús:—Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocierais, también a mi Padre conoceríais.[13]

Jesús le dijo: —Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. Si me conocierais, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.

Felipe le dijo: —Señor, muéstranos el Padre y nos basta.

Jesús le dijo: —¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: "Muéstranos el Padre"? [14]

2.       Honrar a Jesús es honrar al Padre

para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre, que lo envió.[15]

Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo tiene también al Padre.[16]

El que me odia a mí, también a mi Padre odia.[17]

3.       Creer en el Padre es creer en Jesús

No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.[18]

4.       Las obras del Padre son las mismas obras de Jesús

¿No crees que yo soy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.[19]

Jesús apeló una y otra vez a sus obras como evidencia más que convincente de su identidad. Los milagros que Jesús había realizado eran sus credenciales del Ungido de Dios. El problema era que los judíos no podían ver a Jesús más allá de su apariencia física, él era un hombre común y corriente.

Los milagros estupendos que Jesús había realizado eran precisamente lo que se esperaría de un Dios compasivo y omnipotente.

Jesús les respondió: —Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.

Por esto los judíos aun más intentaban matarlo, porque no solo quebrantaba el sábado, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.[20]

 

¿Quién es Jesús para usted? ¿Cree usted en sus afirmaciones respecto a su identidad?



[1] Adaptación del Cap. 6 del libro Nueva Evidencia que Demanda un Veredicto, Josh McDowell, Ed. Mundo Hispano, 2004

[2] Juan 10: 24 y 25

[3] Gálatas 1: 1 al 4

[4] Malaquías 2: 10a

[5] Hebreos 12: 9

[6] Romanos 8: 14 al 16

[7] Mateo 5: 16, 45 y 48

[8] Mateo 6: 9

[9] Efesios 4: 6

[10] Juan 10: 30 al 33

[11] Levítico 24: 16

[12] Juan 8: 57 al 59

[13] Juan 8: 19

[14] Juan 14: 6 al 9

[15] Juan 5: 23

[16] 1 de Juan 2: 23

[17] Juan 15: 23

[18] Juan 14: 1

[19] Juan 14: 10 y 11

[20] Juan 15: 17 y 18


 
 
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
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sábado, 14 de junio de 2008

¿Quién es Jesús? Parte Uno

 

Si Jesús no es Dios, merece un premio Oscar[1]

¿Quién es Jesús?

Jesucristo de Nazaret no es solo la persona más famosa de la historia mundial, sino también la que más controversia ha generado.

Es muy importante conocer las obras y las enseñanzas de Jesús pero aún más importante es saber quién es él,  pues su magna obra cobra el verdadero valor y sentido cuando descubrimos su verdadera identidad.

Ningún líder religioso mundial ha declarado bien ser Dios, ni Confucio, ni Moisés, ni Mahoma, ni Buda, ni Pablo. Pero hay una excepción, Jesucristo es el único líder religioso que alegó ser Dios y, oh sorpresa!, ha convencido a millones de personas durante más de veinte siglos de que lo es.

¿Cómo pudo un hombre convencer a millones de  que es Dios?

El maestro de Galilea sorprendentemente afirmó que él, un humilde carpintero que seguramente había crecido entre las virutas y el aserrín del taller paternal, era en realidad ¡Dios manifestado ha en carne!

Algunos escépticos argumentan que la Biblia habla de esa manera de Jesús porque fue escrita por sus seguidores que buscaban mitificarlo y recordarlo permanentemente. Quienes así argumentan no tienen un criterio histórico objetivo en esta cuestión, pues existen documentos históricos seculares de reconocida reputación que mencionan a Jesús, sus obras y enseñanzas, y afirman que realmente vivió aquí en la tierra y ha sido adorado como Dios.

Nuestro Señor Jesucristo cambió el curso de la historia del mundo.

 

El Sumo sacerdote le volvió a preguntar:

—¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?

Jesús le dijo:

Yo soy. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo.

Entonces el Sumo sacerdote, rasgando su vestidura, dijo:

—¿Qué más necesidad tenemos de testigos? Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece?

Y todos ellos lo condenaron, declarándolo digno de muerte.[2]

La blasfemia fue la acusación que hicieron contra Jesús en el sanedrín. Ese fue el delito que provocó su juicio y su condena, según las narraciones que encontramos en los evangelios. Jesús se hizo a sí mismo Dios afirmando tener poderes sobrenaturales, y eso en cualquier humano era considerado blasfemia.

Los judíos volvieron a tomar piedras para tirárselas, pero Jesús les dijo:

—Por el poder de mi Padre he hecho muchas cosas buenas delante de ustedes; ¿por cuál de ellas me van a apedrear?

Los judíos le contestaron:

—No te vamos a apedrear por ninguna cosa buena que hayas hecho, sino porque tus palabras son una ofensa contra Dios. Tú no eres más que un hombre, pero te estás haciendo Dios a ti mismo.[3]

Lucas nos relata que frente a la insistencia de los judíos Jesús acepta el desafío y admite su identidad:

Dijeron todos: —Luego, ¿eres tú el Hijo de Dios?

Y él les dijo: —Vosotros decís que lo soy.

Entonces ellos dijeron: —¿Qué más testimonio necesitamos?, porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.[4]

Vosotros decís que lo soy es simplemente una expresión idiomática para decir Sí, las normas de cortesía de la época prohibían un o un no directo. Es similar al Tú lo has dicho de Mateo, era la manera tradicional en que un judío culto contestaba a una pregunta de importancia grave o con implicaciones tristes:

Entonces el Sumo sacerdote le dijo:

—Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.

Jesús le dijo:

—Tú lo has dicho. Y además os digo que desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo.

Entonces el Sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:

—¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? Ahora mismo habéis oído su blasfemia. ¿Qué os parece?

Y respondiendo ellos, dijeron:

—¡Es reo de muerte![5]

Marcos es aún más claro:

El jefe de los sacerdotes volvió a preguntarle:

—¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Dios que todos adoran?

Jesús le respondió:

—Sí, lo soy. Y ustedes me verán a mí, el Hijo del hombre, venir en las nubes del cielo con el poder y la autoridad que Dios todopoderoso me da.

Al escuchar esto, el jefe de los sacerdotes rompió sus ropas para mostrar su enojo, y dijo:

—Ya no necesitamos más pruebas. Dice que él es Dios. ¿Qué les parece? ¿Qué deciden?

Y todos estuvieron de acuerdo en que Jesús debía morir.[6]

Fue en consecuencia a lo que dijo Jesús que el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras siguiendo la costumbre de demostrar así el horror de la blasfemia pronunciada ante su presencia.

La cuestión relevante aquí no son las acciones del acusado sino su identidad. ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo?[7]

Ante sus jueces terrestres el salvador confesó su verdadera divinidad ante sus jueces.

Analicemos detenidamente la declaración con la que Jesús confiesa su deidad, veamos el contexto lejano:

"Yo seguía viendo estas visiones en la noche. De pronto:

"Vi que venía entre las nubes

alguien parecido a un hijo de hombre,

el cual fue a donde estaba el Anciano;

y le hicieron acercarse a él.

Y le fue dado el poder, la gloria y el reino,

y gente de todas las naciones y lenguas le servían.

Su poder será siempre el mismo,

y su reino jamás será destruido.[8]

Jehová dijo a mi Señor:

«Siéntate a mi diestra,

hasta que ponga a tus enemigos

por estrado de tus pies».[9]

Y además os digo que desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo.

La respuesta de Jesús combina los textos anteriores del Antiguo Testamento. En este contexto la expresión Hijo del Hombre describe a alguien que es más que un ser mortal común y corriente.

Los judíos debieron entender bien la respuesta de Jesús como una afirmación de que efectivamente él es Dios. Frente a tal declaración ellos tenían dos posibilidades:

1. constituir en blasfemia tal declaración, o

2. aceptar que en realidad Jesús es Dios.

El concilio judío vio todo tan claramente que lo quisieron crucificar como castigo a su blasfemia. Debemos reconocer que el pueblo judío no era una tribu de salvajes ignorantes sino un pueblo altamente religioso y culto.

Los judíos le respondieron:

—Nosotros tenemos una ley y, según nuestra ley, debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios.[10]

APLICACIÓN:

Las autoridades judías no aceptaron como verdad la confesión de Jesús, lo trataron como criminal por pretender ser Dios.

¿Qué decisión tomará usted el día de hoy?

¿Quién es Jesús para usted?



[1] Adaptación del Cap. 6 del libro Nueva Evidencia que Demanda un Veredicto, Josh McDowell, Ed. Mundo Hispano, 2004

[2] Marcos 14: 61 al 64

[3] Juan 10: 31 al 33 DHH

[4] Lucas 22: 70 y 71

[5] Mateo 26: 63 al 66

[6] Marcos 14: 61 al 64 en la versión TLA

[7] Mateo 22: 42

[8] Daniel 7: 13 y 14

[9] Salmo 100: 1

[10] Juan 19: 7


 
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
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domingo, 1 de junio de 2008

2 TIMOTEO 2, 1 DE 6


Las metáforas del ministerio según 2 Timoteo 2

 

En este interesante capítulo el apóstol Pablo usa varias figuras que ilustran lo que es ser ministro del evangelio de Cristo, que nos ayudan a entender cuáles son sus responsabilidades y sus recompensas…

En algunas maneras, Timoteo contrastaba marcadamente con aquellos que habían desertado del Apóstol. En vista de la oposición al evangelio, es necesaria siempre una presentación poderosa. Pero el poder proviene de la gracia que es en Cristo Jesús, lo cual significa que contamos con el apoyo del favor inmerecido de Dios, no dependiendo de una habilidad natural.

Las ilustraciones que siguen están diseñadas para alentar a Timoteo a perseverar aun cuando la tarea se ponga difícil.

El pasaje de cerca de 2.000 años no ha perdido la agudeza de estos paralelos comunes.

I.                    Un Soldado…
Toma tu parte en los sufrimientos como un buen soldado de Cristo Jesús. Ningún soldado en servicio activo se enreda en los asuntos de la vida civil, porque tiene que agradar a su superior[1].

La metáfora militar muestra el deber de la unidad de propósito.

El llamamiento de Timoteo al servicio se halla en Hechos 16.3: «Quiso Pablo que éste fuese con él». La expresión «que fuese» literalmente significa «llevarle al campo como soldado, reclutarlo». Este fue el momento de reclutamiento de Timoteo.

Pablo veía en la vida del soldado una ilustración de la vida del cristiano. La imagen de la milicia o la batalla era frecuente en el lenguaje cristiano del primer siglo. Timoteo, hijo mío, las cosas que te pido hacer están de acuerdo con las profecías que se dijeron acerca de ti. Si cumples con ellas serás como un buen soldado que sabe pelear. Serás un soldado que confía en Dios y a quien no se le puede acusar de nada malo.[2]

¿Cuáles son las características de un buen soldado?

  1. Recibe adiestramiento adecuado

El objetivo de este adiestramiento es aprender a obedecer.

Sin cuestionamiento alguno el soldado debe obedecer la voz de mando.

El soldado no sabe las razones de la orden, deja esas decisiones al cuerpo de mando.

La obediencia es clave en la vida del cristiano, debe acatar la voz de Dios aún en aquello que no pueda entender la razón de por qué.

  1. Está bajo autoridad – Disciplina

Todo cristiano ya es un soldado en el ejército de Dios; lo que ocurre simplemente es que algunos son leales y otros no. Jesucristo, el Capitán de nuestra salvación, nos ha reclutado («tomó», v. 4) y debemos recibir de Él nuestras órdenes.

  1. Sufre penalidades

Timoteo estaba desalentado debido a la persecución que enfrentaba, pero debía haber esperado persecución. Tú, como buen soldado de Jesucristo, debes estar dispuesto a sufrir por él.[3]

El sacrificio es parte de la vida del soldado. Los cristianos deben aprender a cómo soportar las penas por Cristo.

El siervo de Jesucristo debe estar dispuesto a sacrificarse a sí mismo, sus deseos y fortuna por Dios y sus semejantes.

No te avergüences, pues, de dar testimonio a favor de nuestro Señor; ni tampoco te avergüences de mí, preso por causa suya. Antes bien, con las fuerzas que Dios te da, acepta tu parte en los sufrimientos que vienen por causa del evangelio[4]. No es según nuestras limitadas fuerzas, con las que sería imposible resistir, sino con el poder infinito de Dios, él puede capacitar a una persona para soportar hasta la misma muerte.

Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución[5]; es tema de la Escritura el sufrimiento del siervo de Dios.

Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia,

porque de ellos es el reino de los cielos.

Bienaventurados seréis cuando por mi causa os insulten, os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.

»Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes de vosotros.[6]

"Si el mundo los odia a ustedes, sepan que a mí me odió primero. Si ustedes fueran del mundo, la gente del mundo los amaría, como ama a los suyos. Pero yo los escogí a ustedes entre los que son del mundo, y por eso el mundo los odia, porque ya no son del mundo. Acuérdense de esto que les dije: 'Ningún servidor es más que su señor.' Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán; y si han hecho caso de mi palabra, también harán caso de la de ustedes. Todo esto van a hacerles por mi causa, porque no conocen al que me envió.[7]

  1. No puede desertar

La vida cristiana no es un patio de juego; es un campo de batalla.

El soldado requiere lealtad. La suprema virtud del soldado es que es fiel hasta la muerte. El siervo de Jesucristo le debe lealtad en todos los azares y avatares de la vida, hasta las mismas puertas de la muerte. Ser siervo de  Jesucristo implica un arduo trabajo.

  1. Es valiente hasta la muerte

Nosotros mismos no tenemos la fuerza, sino que por la gracia del Señor podemos soportar y resistir contra las asechanzas del diablo.

6.       El que milita, no se enreda en los negocios de la vida.

¡Dónde estaría un ejército si cada soldado tuviera un trabajo a tiempo parcial que le alejara de sus deberes militares!

 Los soldados cristianos no deben enredarse con el mundo; su primera lealtad es a Cristo.

Ser soldado requiere una dedicación plena, concentrarse en su servicio.

El código romano rezaba: prohibimos a los hombres comprometidos en el servicio militar que se comprometan en ocupaciones civiles.

Seguro que el superior de Timoteo proveerá para todo lo necesario.

  1. Solamente agrada a aquel que lo tomo por soldado.

Nuestra tarea principal es agradar al Señor; no a otros, ni siquiera a nosotros mismos.



[1] 2 Timoteo 2: 3 y 4

[2] 1 Timoteo 1: 18 al 20

[3] 2 Timoteo 2: 3

[4] 2 Timoteo 1: 8

[5] 2 Timoteo 3: 13

[6] Mateo 5: 10 al 12

[7] Juan 15: 18 al 21


 
 
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
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Generalidades de la Escatología Bíblica

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