jueves, 17 de febrero de 2011

Cuarta Señal

LA ALIMENTACIÓN DE LOS CINCO MIL

Juan 6:1–15

¿Existe alguna tarea imposible que cree usted que Dios desea que haga?

No permita que su evaluación de lo irrealizable le impida aceptar la tarea. Dios puede hacer algo milagroso; confíe en Él en cuanto a la provisión de recursos.

Jesús alimentó a los cinco mil en una colina cercana al mar de Galilea, en Betsaida.

Aparte de la resurrección de Jesús, la alimentación de los cinco mil es el único milagro que se incluye en los cuatro Evangelios. Como es el único milagro incluido en los cuatro evangelios a la vez, tenemos más detalles.

Juan dio por sentado que sus lectores conocían los detalles de los primeros evangelios y sólo menciona la gran necesidad que tenía la gente congregada.

Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias.

El milagro que el presente párrafo nos da a conocer tuvo lugar entre seis meses y un año después de los sucesos del capítulo 5.

Se nos dice que Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el lugar donde esto sucedió estaba en los alrededores de Betsaida, "Casa de Pescado".

Al mar de Galilea se le designa también con otros nombres entre los que estaban: mar de Cineret, Lago de Genezaret y mar de Tiberias. El pueblo de Tiberias fue fundado por Herodes Antipas por el año 20 d.C. en honor del emperador romano Tiberio (14–37 d.C.). Después al mar de Galilea se le dio el nombre de mar de Tiberias por el pueblo de ese nombre que estaba a sus orillas.

Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos

Cristo estaba en el apogeo de su ministerio en Galilea. La multitud lo seguía porque quería ver más señales. Tristemente, no era el mensaje, sino los milagros, lo que los motivaba. No veían en Jesús al Salvador que los librase de sus pecados, sino que habían quedado impresionados por un Obrador de milagros.

Según los Sinópticos, Jesús cruzó el mar en una barca, pero aparentemente la multitud rodeó el mar caminando.

Entonces Jesús subió al monte, y se sentó allí con sus discípulos.

Parece ser que la intención de Jesús fue la de retirarse de las multitudes, descansar y enseñar a los discípulos en un ambiente de tranquilidad. Cristo acababa de saber del asesinato de Juan Bautista y quería que sus discípulos descansaran en un lugar privado y quieto.

Esto explica por qué querían estar a solas en el monte.

Y estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.

Probablemente se menciona la proximidad de la Pascua para explicar la reacción final de la gente. La Pascua era una conmemoración de la liberación de la esclavitud en Egipto. En consecuencia, en este día los pensamientos de los judíos giraban en torno a la pregunta: ¿cuándo quedaremos libres de la esclavitud de Roma?

Jesús daría a la multitud lo que la Pascua no lograba dar, una realidad a la que la fiesta sólo señalaba.

Cuando alzó los ojos y vio que venía a él una gran multitud,

Cuando alzó Jesús los ojos y vio que venía a él una gran multitud, lejos de considerarlos como un motivo de molestia, empezó a descender del monte para encontrarlos, pues estaba lleno de compasión hacia ellos.

dijo a Felipe: "¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?"

De saber alguno dónde conseguir comida, ese hubiese sido Felipe, porque era de Betsaida, una aldea a unos catorce kilómetros y medio de distancia.

Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer.

Jesús probaba a Felipe a fin de fortalecer su fe.

Al pedir una solución humana (sabiendo que no existía tal cosa), el Señor Jesús destacó el acto poderoso y milagroso que estaba a punto de realizar.

El Señor quería dar una oportunidad a Felipe para revelar si se compadecía de aquella gente, y si había comprendido la lección que enseñaban los milagros, en su calidad de señales; es decir, que señalaban la majestad, el poder, la gloria y el amor del Señor, su capacidad y disposición para satisfacer las necesidades. El propósito de la pregunta no era obtener información acerca de dónde se podría comprar pan; ni tampoco representa esta pregunta que el Señor no sabía qué hacer.

Felipe le respondió: "Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco".

Felipe contempla la enorme multitud, e inmediatamente empieza a calcular, olvidando completamente que el poder de Jesús sobrepasa todo cálculo.

Felipe era sumamente práctico en sus cálculos. Su respuesta muestra un sentido natural pero muy humano de la ocasión. Doscientos denarios sería la cantidad de dinero que un hombre recibiría en doscientos días de trabajo.

Jesús quería enseñarle que los recursos financieros no son los más importantes. Es posible que limitemos la obra de Dios en nosotros por suponer de antemano lo que es posible y lo que no.

A pesar de las manifestaciones de poder, parece que no se le ocurrió a Felipe pensar que el Señor, que en Cana había manifestado su poder para dar vino cuando éste faltó, sería igualmente capaz de dar pan en Betsaida.

En Mr. 6:35–37 se narra lo que sucedió a continuación: Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada. Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer. Respondiendo él, les dijo: Dadle vosotros de comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?

La fe de los restantes discípulos no era mejor ni más fuerte que la fe Felipe. A ninguno de ellos se les ocurre pensar en el poder de Jesús. Todos ellos calcularon, pero no ejercieron fe.

Jesús preguntó a los discípulos: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. La respuesta fue: Cinco panes y dos peces. El escritor del cuarto Evangelio que fue testigo ocular, añade algunos detalles interesantes:

Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro,

Andrés estuvo algo mejor, al informar a Jesús de los recursos disponibles, desesperadamente inadecuados para la magnitud de la necesidad. También enfocó las cosas literalmente, pero ninguno de los discípulos podía saber lo que había en la mente de Jesús.

le dijo: "Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?"

Aunque el pan de trigo era el más común, el de cebada era más barato y era consumido por los pobres. Algunos de los escritores judíos decían que el pan de cebada era comida para bestias, pero el pan de cebada es un alimento bueno y completo. ¡La comida que comen los pobres no tiene que ser necesariamente comida pobre!

Cuando Andrés pensó en los cinco panes—¡sólo cinco!—y en los dos peces—¡sólo dos!—y en la vasta y hambrienta multitud, pero no en Jesús, en su poder y en su amor.

Se hace un contraste entre los discípulos y el niño que brindó lo que tenía. Contaban con más medios que el niño, pero como sabían que lo que tenían no era suficiente, no dieron nada. El niño entregó lo poco que tenía y eso fue lo que lo cambió todo. Si no ofrecemos nada a Dios, Él no tendrá nada para usar. Pero puede tomar lo poco que tenemos y convertirlo en algo grande.

Entonces Jesús dijo: "Haced que la gente se siente".

Para mayor facilidad al contarlos y al servirles, la gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta.

¿Esperarían ellos ver un milagro? ¿Sería ésta la razón por la que no vacilaron en obedecer el mandato de sentarse en orden?

Y había mucha hierba en aquel lugar; y se sentaron como en número de cinco mil varones.

¿Es posible que se contaran los hombres porque había muchos más de ellos que de mujeres y niños? De todos modos había como en número de cinco mil varones, además de las mujeres y los niños.

Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los que estaban sentados; y lo mismo hizo con los pescados (dándoles) todo lo que quisieran.

Todos los registros relatan que Jesús dio gracias antes de distribuir la comida.

Jesús acepta lo poco que tenemos, humanamente visto como insuficiente e insignificante, agradece a Dios por esa entrega y la multiplica para que alcance y sobre.

Lo que se resalta es que todos los que estaban presentes recibieron todo lo que quisieron. Algunos, incluso, tomaron más de lo que podían consumir.

Y cuando se hubieron saciado,

Juan subraya que todos quedaron satisfechos, lo que significa que se trató de una verdadera comida y no meramente de un acto simbólico.

dijo a sus discípulos: "Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada".

Dios da en abundancia, pero los recursos infinitos no son una excusa para desperdiciar. El desperdiciar es pecado.

Es interesante que el que podía multiplicar los panes y los peces se cuidaba de no perder nada, una lección para muchos en el siglo 21 que acostumbran echar a la basura montones de restos que tendrían valor para otros.

Los recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido.

Existe una lección en las sobras,  que algunos habían tomado demasiados pedazos cuando se había repartido el pan.

Entonces, cuando la gente vio la señal que Jesús había hecho, decía: "Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo".

«El profeta» es aquel que profetizó Moisés (Deuteronomio 18.15).

La respuesta de la gente: Este verdaderamente es el profeta, refleja la creencia popular de que un profeta como Moisés, quien alimentó a los israelitas con maná, había de venir al mundo para establecer un paraíso terrestre. Esto avivó su fervor mesiánico, e intentaron instalar a Jesús como su «Mesías-dador de pan», haciéndolo rey por la fuerza. Jesús no aceptó nada de eso.

Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo.

En el primer siglo había una expectativa mesiánica, nacionalista y candente, entre los judíos que deseaban librarse del yugo romano. Su concepto del Mesías era el de una figura libertadora, un tipo de Moisés quien guió al pueblo de Dios de la esclavitud desde Egipto a la Tierra Prometida. Muchos pensaban que la multiplicación de los panes y los peces apuntaban a Jesús como el asignado para librar a Palestina del dominio romano. Procuraron forzarlo a un rol que él decididamente rechazaba. Ellos tenían la intención de "usarlo" para lograr sus propios fines. En cambio, él vino para establecer un reino basado en una liberación espiritual, no en una política, militar y nacional.

La clase de Mesías que el pueblo quería era uno que fuera capaz de satisfacer sus necesidades físicas y estuviera dispuesto a hacerlo. Cuando creyeron que Jesús cumpliría sus esperanzas, quisieron llevarle en triunfo a Jerusalén, por la fuerza si era preciso, para coronarlo rey. En realidad, Jesús ya era rey, pero no como ellos deseaban. Pero tan pronto como se les dio a entender claramente que su héroe no era lo que ellos habían imaginado, sino que era un Mesías espiritual que había venido a salvar a su pueblo de la culpa, la corrupción y la miseria del pecado, le volvieron la espalda y ya no anduvieron más con él. A medida que su identidad se aclaraba y la naturaleza de su reino se definía, el entusiasmo popular iba enfriándose.

Por lo tanto, en el mismo capítulo, Jesús aparece en la cúspide de su celebridad, y luego, de repente, avanza a grandes pasos hacia el punto más bajo de la burla pública. Pero en medio de esta voluble multitud, aparece revelada su gloria, y especialmente en el sentido de que, aunque conocía a este pueblo a fondo, estaba, sin embargo, dispuesto a derramar su favor sobre ellos.

CONCLUSIÓN

A. El fracaso de los cálculos humanos

El lugar (una llanura a casi dos kilómetros de Betsaida Julia, al noreste del Mar de Galilea) estaba solitario. En cuanto a la hora, ya estaba oscureciendo. Además, había más de cinco mil bocas que alimentar. Los discípulos no tenían dinero ni para comprar "un poco" para cada persona. ¡Y el muchacho que apareció en escena sólo tenía cinco panes y dos peces! La situación, en resumen, parecía no tener solución; es decir, contando con el cálculo humano, aparte de la fe en el amor y el poder de Cristo. Los discípulos (no sólo Felipe y Andrés, sino todos ellos) eran hombres de poca fe. Parece que todavía no habían llegado a conocer suficientemente bien a Jesús, cuyos recursos son infinitos.

Jesús puede satisfacer las necesidades humanas cuando nuestros recursos son insuficientes!

B. La suficiencia total de la provisión divina

Jesús nunca tuvo duda sobre lo que tenía que hacer. Desde el principio sabía cómo tenía que proveer. Su corazón estaba lleno de amor. ¿Perturbó aquella muchedumbre su deseo de descansar y tener tranquilidad? ¿Era gente en busca de emociones, con ideas terrenas? ¿Sabía Jesús que buscaban un Mesías político y que rechazarían al verdadero Mesías? ¡Claro está que lo sabía! Y, sin embargo, les dio pan, tanto como quisieron. Cuando se estudia este milagro, se plantea la siguiente pregunta: ¿Qué virtud brilla con más gloria: el amor o el poder de Cristo?

C. Un milagro es algo inexplicable

Es una necedad tratar de explicar lo que ocurrió allí. Uno de los ejemplos más absurdos es éste: Jesús y los discípulos llevaban algo de comida, y empezaron a dar a los que no tenían. Cuando la gente vio esto, todos los que habían llevado algo consigo, avergonzados de su egoísmo, empezaron a hacer lo mismo. Y por esta razón hubo suficiente para todos.

Pero el relato de este milagro se debe aceptar por fe. Si uno no lo cree, que no trate de explicarlo con otras razones; que sea sincero y diga: "No lo creo".

D. Para que creyeran en él.

Claro que la señal demostró el deseo y capacidad del Mesías para suplir las necesidades de los imposibilitados. Sin embargo, Cristo sabía la importancia que la señal tendría para sus discípulos. A la verdad, dar de comer a la gente no fue la razón principal de que viniera el Mesías, o el propósito de su ministerio. Lo que sí era importante era hacer crecer la fe de sus seguidores para que realizaran la gran responsabilidad que les quedaría.

E. Instrumentos útiles en las manos de Dios.

Al efectuar sus milagros, Jesús por lo general prefería obrar a través de la gente. Aquí tomó lo que le ofrecía un niño y lo usó para llevar a cabo uno de los milagros más espectaculares narrados en los Evangelios. La edad no representa una barrera para Cristo. Nunca piense que es demasiado joven ni demasiado viejo para serle útil.

BIBLIOGRAFÍA

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ü  Platt, Alberto T.: Estudios Bíblicos ELA: Para Que Creáis (Juan). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C., 1995, S. 51

 


 
 
Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor 
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia 
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM, Domingos 8 AM y 10 AM.
Calle 30 # 22 61, Cañaveral, Floridablanca.
http://adonayrojasortiz.blogspot.com/
 


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