sábado, 29 de octubre de 2011

LA IPUC Y LA REALIDAD SOCIAL, ECONÓMICA Y POLITICA DE COLOMBIA, DE 1937 A 1970

LA IPUC Y LA REALIDAD  SOCIAL, ECONÓMICA  Y  POLITICA DE COLOMBIA, DE 1937 A 1970

Eduardo Forero Peralta

Cuando AKSEL VERNER LARSEN, misionero pionero de la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia,  llegó al país el doce de mayo de 1937, era un miércoles.  Ese día llegaban los despojos mortales de Enrique Olaya Herrera a Panamá, rumbo a ser sepultados en Colombia. Había fallecido en Roma, mientras fungía como embajador ante la Santa Sede.  Esa misma noche iba a ser coronado como Rey de Inglaterra, Jorge VI.  Meras coincidencias históricas. Pero que muestran como los hechos que se suscitan en diversos niveles y ámbitos, se entrecruzan y a veces influyen, o se relacionan, en forma directa, o indirecta.

Es por eso que quisiera presentar de qué manera la realidad social, económica y política de nuestro país se prestó, o fue un reto, que permitió crecer a la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia, pero a su vez, cómo ella ha podido influir en los ámbitos regionales y nacionales de nuestro acontecer como país.

Enrique Olaya Herrera -quien había recibido formación en valores cristianos de amor y tolerancia en el Colegio Americano-  había iniciado la llamada República Liberal que sirvió para empezar  a desmontar   la hegemonía de la iglesia católica en nuestro país, que se había iniciado con el gobierno de la "Regeneración" de Núñez. Es así como, a partir de la Constitución de 1886, la iglesia católica había adquirido un nuevo estatus, el cual se ajustaba a los postulados del tradicionalismo católico, que  buscaban la influencia social de esta religión, de tal manera que estuviera amparada por el Estado, pero conservando su independencia frente a este. Y en l887 se firmó el Concordato entre la Santa Sede y el Estado colombiano.

Según ese convenio del derecho internacional, "la educación pública  en escuelas, colegios y universidades se organizaría y dirigiría en conformidad con los dogmas  y la moral católica: en esos centros sería obligatoria la enseñanza religiosa y se observarían sus prácticas piadosas.", nos lo recuerda William  Plata.[1] Y esta situación tendría que ver con los comienzos de la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia.

Charles Berchtold, un misionero norteamericano, había llegado desde 1932, en lo que  Berg y Pretiz, han llamado  la tercera ola del movimiento misionero  en América Latina, caracterizada por estar conformada por "misiones de fe" independientes de las grandes denominaciones.[2]

Es así como Berchtold había conseguido el apoyo de diversas iglesias, entre ellas el de las "Asambleas Pentecostales de Jesucristo", cuyo secretario misionero era Wynn T. Stairs, y a la cual pertenecía Aksel Verner Larsen. Aquí hay un dato curioso, pues Stairs y Larsen eran de creencia unicitaria, en tanto que Berchtold y su esposa Clara, si bien eran pentecostales, eran de fe trinitaria.

Larsen y Berchtold se habían conocido en 1932, antes de que este último  saliera para Colombia, por lo que cuando Larsen fue enviado  en 1937 por las "Asambleas Pentecostales de Jesucristo", su contacto era Charles Berchtold, además de que su organización lo estaba apoyando.

Éste se encontraba, para ese entonces, ocupado en organizar una congregación en Bucaramanga, a donde había llegado hacia poco, procedente del municipio de Málaga en la provincia de  García Rovira, en el departamento de Santander. Había trabajado durante cinco años en esa región y los resultados habían sido pocos. Tanto, que él y su esposa decidieron irse a Bucaramanga. Este hecho se menciona así en el libro "Una historia que no termina", que narra los comienzos de la IPUC:

"El trabajo de los Berchtold se extendió por cinco años, tiempo durante el cual fundaron el colegio, bautizaron un grupo de personas en la trinidad y llevaron el mensaje pentecostal a varias poblaciones de la provincia de  García Rovira. Hasta 1937 trabajaron en medio de necesidades y debido al fanatismo e intolerancia religiosa de las gentes sufrían oposición y persecuciones. La situación se hacía cada día más difícil e insostenible para ellos.

Los Berchtold estaban decepcionados al ver que la obra no prosperaba. Habían trabajado cinco años… pero nadie había recibido la promesa del bautismo del Espíritu Santo hablando en lenguas, experiencia tan propia de los pentecostales"[3]

 

En abril de 1937 los Berchtold se fueron para Bucaramanga, pero recibieron una propuesta de Prudencio Tolosa,  hombre respetado de la región, dueño de la finca "Loma del Salado", en la vereda de Peña Colorada, para que mandaran una maestra a su finca, y abrieran un colegio, a  fin de enseñar a los niños en el día y a los peones en la noche. 

 

Aceptaron la propuesta con el compromiso, de parte de Tolosa, de permitirle realizar cultos los domingos. La razón de tal solicitud, y de aceptar la petición de los misioneros, residía en que Tolosa era de tradición liberal, y no quería tener nada que ver con monjas. Por esto decimos que el gobierno liberal tenía que ver con la obra que emprendería el nuevo misionero.

 

Cuando Larsen llegó  a  Bucaramanga, en el mes de mayo, encontró que dos maestras que habían quedado en Loma de Salado, habían escrito una carta a  los misioneros para que fueran a bautizar, ya que las gentes  se estaban arrepintiendo y quemando las imágenes, los rosarios y los misales.

 

Los Larsen y los Berchtold a fueron Loma del Salado, y se dieron las primeras conversiones a la doctrina unicitaria, pues estos últimos decidieron abrazar dicha fe, después de someter a prueba su decisión.

 

Pero se desató una persecución, al punto de que en la madrugada del veinte de julio, personas contrarias a la predicación le prendieron fuego al lugar donde celebraban los cultos, el que también era usado para dictar clases. Perdieron muchas de sus pertenencias, pero nadie pereció.

 

A raíz de este episodio, los Larsen se fueron para Bucaramanga a continuar el trabajo que habían intentado comenzar los Berchtold, y éstos se quedaron en Loma del Salado.

 

Esa fue la  realidad que encontró la familia Larsen cuando llegó a Colombia. En Bucaramanga iba a comenzar el trabajo de la que posteriormente se llamaría Iglesia Pentecostal Unida de Colombia.

 

Situación de la época

Aparte de esta actitud de Tolosa, que permitió a los misioneros Berchtold seguir predicando en la provincia de García Rovira, pero que generó  persecuciones, y que dio lugar al comienzo de la labor de la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia, ¿cuál era la situación política, económica y social de ese momento?

 

Vamos a valernos de la visión de algunos analistas que nos ayudarán a determinar lo que pasaba en Colombia.

 

En cuanto a lo político, Eduardo Posada Carbó afirma: "…quienes a comienzos de la década de 1940 sentían cierto orgullo por los aires de paz y libertad que se respiraban en Colombia, lo hacían con fundadas razones. Pero ni el país había logrado superar sus propios fanatismos, ni se mantuvo aislado de la política mundial."[4]

 

Su primera afirmación tiene validez, porque desde 1910 se habían hecho esfuerzos por aclimatar la concordia y la paz entre los colombianos por la famosa generación del centenario,  al punto que tener  talante centenarista equivalía a ser ponderado, pacífico y ecuánime, pero las pasiones políticas heredadas de las guerras civiles, especialmente  la de los mil días, bullían en el subconsciente nacional, de tal manera que la situación política desembocó en la conflagración, que a partir de 1948, se desató en el país, y que se conoció como la época de la violencia.

 

Pero para Posada Carbó, también "Eran momentos de ocaso de la democracia liberal en el continente europeo -hay que recordarlo con insistencia-, mientras ascendían los totalitarismos y el mundo iba rumbo a la guerra." [5]  Es decir, según su visión, en el pensamiento político colombiano van a influir las tendencias totalitarias del nacionalsocialismo alemán, las ideas fascistas italianas y aún  las franquistas españolas.

 

En cuanto a lo económico, José Antonio Ocampo señala que el crecimiento económico del PIB, para la época 1929-1945 fue de 3,3%, en tanto que la población creció a un ritmo de un 2.2% [6]. Es un período de transición  entre dos fases: La una (1905-1929) de desarrollo primario exportador y la otra, (1945-1974) de industrialización dirigida por el Estado  (Sustitución de importaciones) Se observa que Colombia, en el período que estamos analizando, estaba atravesando una época, que si bien se destacó por los avances sociales, la economía no repuntó como en aquel período que le antecedió y la época que siguió, etapas en las cuales el crecimiento fue de 5.7%, en el primero (1905-1929) (La población creció al 2.0%)  y  5.2% en el segundo (1945-1974) (La población al 2.8%). Estos  datos podemos resumirlos en el siguiente cuadro:

Cuadro Nº 1

Crecimiento económico (1905-1974)

Período

Crecimiento PIB

Crecimiento Población

Característica del Período

1905-1929

  5.7%

     2.0%

Desarrollo primario exportador

1929-1945

  3.3%

     2.2%

Período de transición

1945-1974

  5.2%

     2.8%

Sustitución de importaciones

     Fuente: Compilación de José Antonio Ocampo en "Colombia 1910-2010". Página 131

Para el período que nos interesa, 1929-1945, el PIB no creció igual que en el que le antecedió,  pero la población sí creció a una mayor tasa. Basado en las cifras disponibles, Ocampo muestra como el PIB per cápita, que es igual al ingreso per cápita, sólo creció en este período en 1.1%, en tanto que en el anterior lo hizo en 3.7% y en el que siguió en 2.3% Estas cifras, y otras sobre dispersión que el autor trae en su análisis, sugieren que la situación económica  desmejoró en este período para los habitantes del país. En otras palabras, no hubo desarrollo económico, ya que el PIB creció sólo un poco más de un punto porcentual sobre el de la población.  Es decir, un  crecimiento cimiento insuficiente.

Pero para Carlos Brando y Salomón Kalmanovitz, los efectos de la Gran Depresión "determinaron cambios importantes en la economía y la industrialización colombianas"[7], y afirman que en 1931, una vez que estuvo instalado en el gobierno Enrique Olaya Herrera, se tomaron medidas anticíclicas que favorecieron la producción doméstica de algunos productos. Indican, además, que la situación externa impuso la necesidad de un crecimiento en la producción de maquinaria y bienes intermedios, por la dificultad para importarlas. Esto prepararía el camino para lo que vendría, en materia de industrialización, en el período de posguerra. Es decir, después de 1945.

Por su parte, Kalmanovitz plantea que en los años veinte la economía colombiana había alcanzado el pleno empleo de su fuerza de trabajo libre, cuando gran parte de la población vivía en las haciendas o en parcelas familiares,  pero que debido a la Gran Depresión y al bajo ritmo de acumulación, hubo un exceso de oferta de mano de obra la cual fue expulsada del campo.[8] En otras palabras, se generó desempleo.

Al resumir, unir estas visiones, y recordar que el mundo atravesó por aquella época la llamada Gran Depresión, en la cual muchas empresas quebraron, y muchos capitales se perdieron, lo que desestabilizó los flujos de capitales, y a su vez hizo decrecer la demanda por los  productos agrícolas colombianos, que habían sido el motor del desarrollo en la etapa anterior, el panorama era el de un país que buscaba  la paz, pero que tenía grandes dificultades para ofrecer empleo, salud y educación a su población. Esto no permitía visualizar un arraigo de la anhelada paz, y una estabilización pacífica  de la democracia.  Pero, además, todavía había  resquemores contra los Estados Unidos, por lo que  hacía no muchos años había sucedido en Panamá.

Y en asuntos religiosos, el panorama no era muy alentador. Si bien, para 1937 ya habían logrado establecerse algunas denominaciones evangélicas, entre ellos los bautistas, los presbiterianos, algunos pentecostales, y los luteranos,  el sentimiento popular, alentado por la iglesia católica, era adverso a la predicación del evangelio.

Hubo una campaña anti protestante "…dirigida por los jesuitas, quienes desde la Universidad Javeriana emprendieron en pleno  siglo XX una cruzada contra los protestantes en Colombia. Con este propósito se fundó en 1933 la Acción Católica Colombiana, organización que promovió una pastoral intensiva con miras a crear cuadros de laicos comprometidos que se convirtieran en líderes de sus comunidades y contribuyeran a mantener una sociedad  basada en principios católicos." [9]

Había, pues, inquietud en un sector ilustrado de la iglesia católica, que intentó capacitar a sus adherentes para desarrollar un liderazgo laico fuerte. Este sector promovió sindicatos, cooperativas, revistas y emisoras.

Pero otro sector entendió que su misión era impedir con diversos métodos y formas, la labor de los predicadores evangélicos, y veían esa labor como una usurpación al derecho que tenía la fe católica. De esta forma de oposición dan fe las múltiples dificultades y persecuciones que enfrentaron los misioneros. Ya hemos narrado lo sucedió en Loma del Salado a los Berchtold y a los Larsen. Así mismo, Judy Bartel de Graner, en su libro "Historia de las Asambleas de Dios en Colombia" señala como en la década del treinta, muchos se convirtieron al evangelio en Sogamoso, pero también fueron perseguidos por los católicos. Narra, por ejemplo, cómo "En una ocasión, por orden del sacerdote local, unos jóvenes ensuciaron el frente del edifico de la iglesia con basura y excrementos humanos."[10] El misionero, hermano Edward, colgó un letrero, que decía: Esto es por orden del señor cura.

Y el pueblo católico sentía que dejar esa fe era traicionar lo que sus mayores les habían dejado como herencia, al punto, que aún muchos años después, una madre le dijo a su hijo, cuando se enteró que este asistía a una iglesia evangélica: "prefiero verte muerto, antes que convertido en evangélico."  Y aún, se sabe que se interpretaba como una especie de invasión el ver a los misioneros hacer su labor.

En materia educativa, sobre todo después de 1935, cuando la abstención conservadora permitió que tanto el legislativo como el ejecutivo fueran liberales, surgió una tendencia que se resume bien, en la posición del rector del Colegio de Santander, Eduardo Rueda Rueda precisamente en Bucaramanga:

"[E]n las actuales circunstancias políticas del país, existe -me atrevo a pensarlo- incompatibilidad constitucional en entregarles la dirección de planteles de educación oficial o semioficial a los Jesuitas, no porque sean católicos sino porque siendo la instrucción que ellos proporcionan esencialmente dogmática, esto es, exclusiva y obligadamente católica, la reforma estatal de 1936, que, como ya lo anoté, garantiza con amplitud la libertad de conciencia, sería contrariamente aplicada […]

"Rueda Rueda expresó la opinión anticlerical de que Colombia sólo podía avanzar culturalmente si sacaba a la Iglesia, y especialmente a los jesuitas, del terreno de la instrucción pública. A su manera de ver, la educación jesuita era "dogmática" e "incompatible" con la constitución de la República (reformada por el congreso liberal en 1936)"[11]

De tal manera que se generó la idea de que si queríamos desarrollarnos en lo cultural, teníamos que despegarnos de las ideas católicas, que con su carga dogmática no permitían pensar y decidir, y que, además, eran ideas contrarias a la reforma constitucional que se acababa de aprobar. El sentido jerárquico no dejaba  reflexionar libremente, se pensaba. Este  planteamiento estaba influenciado por las ideas que brotaban en la República española.

El ideario liberal, que inspiraba a los gobernantes, tenía a la educación como pilar fundamental de una sociedad moderna y democrática.

Hay que recordar que el primero de agosto de 1936 fue proclamada una reforma constitucional que propugnaba por la construcción de un estado social, y que, entre otros cambios, establecía la educación primaria gratuita en los establecimientos estatales, y la obligatoriedad de la educación en el grado que señalara la ley. Pero, además, determinaba la intervención del estado en los conflictos sociales y definía la propiedad como una función social que implicaba obligaciones.

¿Cómo influyó todo este panorama, en la labor que el misionero Larsen comenzaba en Bucaramanga? ¿Qué estrategia utilizaría el  recién llegado misionero al país?

Demos una ojeada a la manera en que Larsen enfocó su trabajo misionero en la capital de Santander, pero miremos también, ya que esto influirá en su labor, cuál era su origen religioso, y su visión cultural.

Había nacido en 1904, en Dinamarca, en una familia de tradición luterana. Desde joven intentó forjarse un futuro, al punto que se fue del hogar a los trece años. Trabajó en labores agrícolas de tipo sanitario, y a los veinticuatro años viajó a Argentina. Después de un breve regreso a su patria, emigró al Canadá, donde llevó una vida de trabajo rural, pero los fines de semana los dedicaba a la  vida disipada.

En esas circunstancias, tuvo la experiencia del nuevo nacimiento, en una iglesia de corte uniciatario, las "Asambleas Pentecostales de Jesucristo" y la pentecostal de la glosolalia. Desde  antes de bautizarse, había sentido el deseo de venir a Colombia como misionero. Carlos Berchtold lo animó, y cinco años después de bautizado vino a nuestro país. Era pastor de una pequeña iglesia en el sector rural canadiense, en la provincia de New Brunswick. La dirigencia de la iglesia parece que no creía que fuera el hombre indicado para venir, excepto el director de misiones Wynn T. Stairs, pero Larsen se había casado con Abigail Gertrude Staples, conocida en la iglesia canadiense por su trayectoria como evangelista, y quien tenía un carácter espiritual bien formado. Ambos sentían el llamado a trabajar en Colombia. Así que confiaban más en Abigail que en Aksel.

Como se ve, su formación teológica no se dio de una manera formal, sino que fue autodidacta, con un trasfondo luterano que le hacía respetar los valores tradicionales evangélicos. Y sin dificultad compartía las verdades teológicas heredadas del  protestantismo histórico,  pero era pentecostal uniciatario, y predicaba con convicción, lo que estas iglesias, derivadas del movimiento de santidad del siglo XIX, proclamaban. Es significativo que el nombre de la iglesia era Iglesia Evangélica Pentecostal.

 

De esta manera, Larsen, europeo de nacimiento, en un país escandinavo, tenía la fortaleza de espíritu para llevar a cabo su tarea en un medio hostil, y en un pueblo sin mucha educación, con dificultades económicas y problemas políticos no resueltos, los que a su vez se mezclaban con una intolerancia religiosa, y que si bien el gobierno liberal había establecido la libertad de cultos, todavía la iglesia católica era la de la nación, y no estaba dispuesta a perder ese privilegio.

La estrategia que utilizó fue una mezcla de distribución bíblica y de evangelismo personal: colocó una mesa en el mercado público, ofrecía Biblias y Nuevos Testamentos a los transeúntes, y a la vez les presentaba el mensaje del evangelio. Es aquí donde puede observarse que Larsen estaba aprovechando el trabajo de la Sociedad Bíblica, y disfrutando la libertad de cultos establecida por el gobierno liberal. También iba a diversas partes a invitar personas para el culto.

Pero apareció la persecución, cuando los misioneros cambiaron de lugar, y aunque al principio no querían arrendarles, al fin lo hicieron y les permitieron realizar reuniones los martes y los viernes. Y allí, un sacerdote católico, instaba a los muchachos de un colegio a obstaculizar las reuniones, tanto que en una ocasión hubo que llamar a la policía. Y el misionero optó por realizarlos en otra parte, pero animado por el dueño del local, volvió a reanudarlos. Estaba enfrentando la realidad colombiana de intransigencia en aspectos religiosos.

Bucaramanga no era una ciudad abierta, dada su ubicación geográfica, y  no era un lugar propicio para escuchar a un extranjero predicar un mensaje religioso, que les era desconocido, y que, a su modo de ver, cambiaba su cultura y tradición.  

En Bucaramanga trabajó cinco años, allí murió su esposa en diciembre de 1938, y se casó por segunda ocasión con una misionera, de origen bautista, que había llegado al país, en un contingente de misioneros interdenominacionales,  en septiembre de 1938: Fayetta Barnard. Ella llegó a Colombia por contactos que tenía con los Berchtold, por lo que fue a trabajar a Loma del Salado. Al entrar a trabajar con éstos, después de un proceso, aceptó el mensaje pentecostal y el de la unicidad

El misionero no quiso regresar al Canadá cuando murió su esposa, quien por razones religiosas no fue atendida en el hospital. Pidió que enviaran refuerzos, es decir, otros misioneros.

La década del cuarenta

Todo esto muestra que la misión de Larsen estaba signada de algunas dificultades, y varias de ellas tenían que ver con la realidad del país, pero que esta era una tarea que había necesidad de encarar y aprovechar las circunstancias que el entorno ofrecía.

Nos vamos a referir en forma breve a los años de la década del cuarenta, pues sólo queremos destacar tres aspectos, dentro de las acciones y direccionamiento que estaba tomando la naciente congregación.

El primero, es la llegada de otros misioneros.

Para ayudar a Aksel Verner Larsen llegó en 1941 James Elmer Ball,  en tanto que otros misioneros vinieron en el resto de esos diez años. Sanford Jhonston, Sallie Lemons, Berta Carpentier y William Drost con su esposa Ruth. Unos vinieron de los Estados Unidos y otros del Canadá.

La llegada de todos estos misioneros tiene diversas explicaciones, pero principalmente se debió a la unión que se dio entre las iglesias "Asambleas Apostólicas de Jesucristo"  y La Iglesia Pentecostal Incorporada, ambas unicitarias pentecostales. De dicha unión resultó la Iglesia Pentecostal Unida, por lo que en los años posteriores, al pasar la iglesia colombiana a depender de esta nueva organización, adoptaría el nombre de Iglesia Pentecostal Unida de Colombia.

Esta estrategia de traer nuevos misioneros, preparó a la IPUC  para desarrollar una vigorosa labor evangelística. En este período la iglesia se preocupó por evangelizar, pero el misionero Larsen y el misionero Ball empezaron a formar al primer pastor colombiano: Campo Elías Bernal.

El segundo aspecto es el establecimiento de la segunda congregación en  el país.

En 1942 Aksel Verner Larsen debía regresar al Canadá, dentro del programa de descanso quinquenal que estaba establecido. Dejó encargado de la iglesia en Bucaramanga a los esposos Ball. Eran unos treinta creyentes.

Es así como la familia Larsen se disponía a viajar a América del Norte, pero estaba en su apogeo la segunda guerra mundial, lo que va a afectar el viaje de los Larsen. Nuevamente los elementos políticos, en este caso mundiales, jugarán un papel importante en la labor de la iglesia naciente.

Porque al llegar a Barranquilla para seguir su viaje hacia el norte, no pudieron hacerlo, por cuanto la documentación no llegó por motivos de la guerra, y aún les fue difícil recibir el dinero de su sostenimiento.

Así que, hospedados en un hotel de la capital del departamento del Atlántico, con la incertidumbre de su viaje, y aún con estrecheces económicas, los Larsen recibieron la visita de José Siciliani, representante de la Sociedad Bíblica Americana, quien les proporcionó Biblias y material evangelístico, lo que les serviría para evangelizar, y también de ayuda económica. "Las vendió y distribuyó en el mercado -él con el niño y ella con la niña- rápidamente. Se dieron cuenta, que entre los barranquilleros había una gran necesidad del evangelio y que la predicación daba resultado."[12]

En contraste con Bucaramanga, Barranquilla, por ser una ciudad costera, era una urbe cosmopolita, a donde estaban llegando inmigrantes de diversas nacionalidades, especialmente europeos, con motivo de la segunda guerra mundial. Es así como a la ciudad arribaron alemanes, italianos, ingleses, españoles, daneses y aún griegos, pero también árabes, judíos y norteamericanos. Como dijera  la ministra de cultura en 2004, María Consuelo Araujo Castro, en el acto de clausura del Primer Encuentro Nacional Colombo-Árabe: "Barranquilla no le tuvo miedo al intercambio, a la mezcla, a la fusión con otras culturas, y aprovechó su contacto con otros pueblos para atraer sobre sí las corrientes, tendencias y movimientos culturales de vanguardia en el mundo."[13]

Así que, unida  a la necesidad espiritual, la apertura de la ciudad contribuyó para que la labor misionera de los Larsen tuviera efectos. Un inmigrante más, no causaba ningún recelo. Buscaron donde vivir, y comenzaron a celebrar reuniones.

Se concluye, entonces, que el establecimiento de la segunda congregación en el país ocurrió como efecto secundario de un problema internacional: la segunda guerra mundial, pero  que  a su vez,  las circunstancias que vivía  la ciudad de Barranquilla, como efecto de esa situación –la inmigración- permitió que el trabajo fuera fructífero. Circunstancias políticas, útiles en el avance de la misión.

En tercer lugar, el llamado "bogotazo", ocurrido el 9 de abril de 1948, cuando mataron al líder liberal Jorge Eliécer Gaitán.

Es de sobra conocida la barbarie que se inició ese día, al punto que los misioneros William y Rut Drost tuvieron que aplazar su venida a Colombia, pues sus documentos, que se hallaban en las oficinas gubernamentales en Bogotá,  fueron quemados en los hechos sucedidos.

Pero también, "después del levantamiento popular del 9 de abril de 1948, el arzobispo de Bogotá vio la urgencia de aumentar el número de parroquias, sobre todo en los barrios obreros".[14]

Aunque este era un esfuerzo legítimo, dentro de la misión de la iglesia católica, deja ver que llevar a cabo el trabajo de un misionero evangélico, en la capital, requeriría mayor tesón, dedicación, y obvio, dependencia de la obra de Dios. En ese momento, la Iglesia Pentecostal no había iniciado trabajos en Bogotá, pero cuando los iniciara, años más tarde, esta decisión incidiría en su labor.

Pero la violencia trajo inseguridad en los campos, y migración a las ciudades, lo que tendría un efecto acumulativo, a largo plazo, al hacer de Colombia un país urbano, especialmente Barranquilla, como lugar de paz, y de Bogotá, por ser la capital del país, pero también de otras capitales departamentales. Los datos disponibles indican que para 1938, la población urbana era cercana al 30%;  en 1951 estaba cerca al 40%;  en 1964 era más del 50%  y en 2009, un poco más del 75%[15].

Cuadro Nº 2

Grado de urbanización de la población colombiana

 

       Año

Grado de urbanización

1938

Cerca al 30%

1951

Cerca al 40%

1964

Más del 50%

2009

Más del 75%

 

 

 

 

Fuentes: Dane y Cepal

Década de los cincuenta

En esta década, y  con una estrategia acorde con la situación de urbanización que se estaba viviendo, aunque a decir verdad no fue planeada de esta manera, sino que fue la resultante del deseo de algunos creyentes y misioneros, la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia, tomó como base las ciudades, y de ahí, cada una de ellas empieza a operar como "iglesia madre".

Es así como en l948 el misionero Sanford Johnston se instaló en Cali, reemplazado después, cuando falleció en 1949,  por William Drost. En 1950 se comenzó a predicar en Medellín[16], y en 1954 en Bogotá. De esta manera, antes de comenzar la segunda mitad de la década del cincuenta, la Iglesia Evangélica Pentecostal Unida de Colombia[17] estaba instalada en las cinco principales ciudades del país. De ahí la iglesia se proyectaba en su zona de influencia alrededor  por la necesidad de evangelizar, y  por la preocupación que los creyentes mostraban para que sus parientes y amigos, que habían quedado en el sector rural, y en las cabeceras municipales de municipios más pequeños recibieran el mensaje pentecostal. En otros casos, el desplazamiento obligado les permitió llevar el mensaje a otros lugares. Después le avisaban a su pastor, quien se interesaba en comenzar una nueva obra.[18]

Es obvio que esta forma de expansión estaba aprovechando las circunstancias de la urbanización acelerada, pero  también estaba utilizando los contactos que los nuevos creyentes habían dejado en su región, y  aprovechando la dispersión a nuevos territorios.

El siguiente cuadro indica en que año comenzó la iglesia en las cinco principales ciudades del país, desde donde se llevó el mensaje a los lugares de influencia de cada una.

Cuadro Nº 3

Comienzo de la iglesia en las ciudades principales

Ciudad

Año de iniciación

Bucaramanga

1937

Barranquilla

1942

Medellín

1950

Bogotá

1954

 

A la par con la expansión en las regiones aledañas a las ciudades, tanto rurales como urbanas, los misioneros se preocuparon por ir formando a los colombianos que mostraban capacidad de liderazgo y vocación pastoral. En esta década del cincuenta fueron ordenados al ministerio, un total de 4 pastores.

Según lo muestra el libro "Una Historia que no termina II"[19], cuando comenzaba la década del sesenta había en el país unas 62 congregaciones, distribuidas de la siguiente manera, según la zona de influencia de las cinco  ciudades principales:

Cuadro Nº 4

Distribución de congregaciones, por zona de influencia, al comenzar la década de los años 60

   Ciudad Principal

Nº de iglesias

Bogotá

         4

Medellín

         6

Cali   

        25

Barranquilla

        29

Bucaramanga

          4

Total  iglesias

        62

 Fuente: Compilación de Gerardo Murillo, en "Una historia que no termina II". Páginas 172-175

Estas cifras son incompletas, pero indicativas, pues ya se daba el caso que una congregación que había sido fundada por una iglesia madre, al tiempo ella también se constituía en iglesia gestora. Además, en Barranquilla ya existían dos congregaciones. Y de igual manera pueden faltar algunas congregaciones que no aparecían como aportantes al fondo nacional, de donde se tomó esta información. Pero nos dan un indicio, de cómo las cuatro congragaciones existentes, a principios de los cincuenta, se habían multiplicado, a lo menos,  quince veces, al comenzar los sesenta.

Pero es indudable que las regiones aledañas a las ciudades de Barranquilla y Cali llevaban el liderazgo en cuanto al establecimiento de iglesias, ya que  en sus zonas se encontraban más del 85% de las mismas. Aun cuando en Bucaramanga se había establecido la primera congregación del país, en su entorno sólo existían 4 congregaciones. Es decir, menos del 7%. Estas cifras se explican, en parte, porque al frente del trabajo en Barranquilla y Cali se estaban dos de los misioneros, lo que no sucedía ni en Medellín, ni en Bucaramanga. Y aunque en Bogotá se encontraba el otro, su labor sólo había comenzado en 1954.

Pero al mirar lo que sucedía, en cuanto nuestro enfoque, debemos decir que Barranquilla era una ciudad ajena  a la violencia partidista, y en general la costa atlántica, lo que permitía realizar el trabajo en sus entornos. Pero, al contrario, la región cercana a Cali sí era epicentro de luchas fratricidas, lo que obligaba a los creyentes a emigrar. Lo hicieron lejos, por ejemplo al Caquetá y al  Ecuador. Y allá llevaron el mensaje pentecostal.

Entonces es también relevante, dentro del análisis del trabajo de la IPUC, señalar que con motivo de la violencia, miembros de ella, que vivían en el occidente del país, emigraron al Ecuador en 1954. Y allá comenzaron a predicar. Le avisaron al misionero William Drost en Cali, quien viajó a ese país y bautizó a los primeros ecuatorianos, como resultado del trabajo de la iglesia en Colombia.  Como  la labor fue dando frutos, al tiempo la iglesia envió, en 1959, a Miguel Peña, uno de los cuatro pastores colombianos ordenados, como misionero oficial, quien se instaló primero en Quito, y después en Guayaquil.

Se concluye, entonces, que "a  pesar de la violencia los hermanos no daban su brazo a torcer, y por donde iban testificaban de lo que Dios hacía. La persecución se convirtió en un medio para expandir el evangelio"[20].

No olvidemos que la violencia se confundió con la persecución religiosa, al punto que aún en Barranquilla, que era un remanso de paz, ante las persecuciones de este tipo, se constituyó una Asociación Pro Libertad Religiosa. Así, quedó consignado en una edición de la revista El Heraldo de La Verdad de la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia, en un artículo firmado por Sergio Forero, al cumplirse cinco años de fundada dicha asociación: "Fué (sic) en el 14 de octubre de 1959, cuando circuló una invitación para organizar la Asociación Pro Libertad Religiosa de B´quilla (Adelibre). El sábado 17 del mismo mes, a las 7:30 p.m.  en  el Aula máxima del Colegio Americano para Varones, en su sede de la calle 43 entre las carreras 43 y44, en un ambiente no de beligerancia, como podría suponerse reinaría, ya que los corazones de los presentes habían sido heridos en su parte más sensible, sino reflejada en sus rostros la paz que en sus almas había, un valiente nucleo (sic) de personas dio forma a tan noble Institución.

En esos precisos días la libertad de expresión había sido conculcada, terriblemente pisoteada y el derecho de los ciudadanos al libre pensamiento pretendía ser coaccionado en forma miserable."[21]

El autor, director de la revista, y pastor de la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia en Barranquilla, fue miembro de dicha entidad, y recordaba en su escrito como se había impedido la conferencia radial del educador cubano Dr. Alfonso Rodríguez Hidalgo, y de la manera en que se intentó expulsar de Colombia al Dr. Jaime Goff, quien en ese momento era Rector del Colegio Americano y Secretario de la Confederación Evangélica de Colombia (Ceded). Mencionamos este detalle histórico para mostrar como la predicación en esa época fue difícil, debido a la situación político-religiosa, pero constituyó un reto a los miembros de la  IPUC, que avanzaron por el país, aprovechando su desplazamiento.

Llegan los años sesenta

Los años sesenta han sido considerados como una etapa de grandes cambios políticos, económicos, sociales y culturales. Fue la época de las ideologías. La Guerra Fría estaba en todo su apogeo, y la revolución cubana acababa de triunfar. Era, de otro lado, la época de los "hippies", con su slogan de "haga el amor y no la guerra" y de "prohibido prohibir"

Todo esto repercutió en la sociedad latinoamericana, en la que avanzaron los movimientos revolucionarios de izquierda.

Colombia no escapó a esta dinámica, y nuestro país experimentó huelgas, protestas estudiantiles, alzamientos civiles e invasiones de tierra. Definitivamente, el Frente Nacional, un pacto bipartidista establecido desde la década anterior, para que los partidos liberal y conservador se alternaran en el poder, no había llenado las expectativas de la sociedad colombiana. Y continuaba el rechazo a la predicación del evangelio. Pero fue la etapa de la consolidación del mensaje pentecostal unicitario

Entre los factores de crecimiento hemos dejado ver que se encuentran en primer término el fervor evangelístico de los creyentes, los pastores y los misioneros, así como la responsabilidad de las congragaciones en apoyar la expansión de la obra. También debe indicarse, que a la par que estos factores incidieron en el desarrollo, lo mismo que el trabajo misionero y el respaldo de las iglesias en Norteamérica, la IPUC fue ganando identidad y cohesión. Había sentido de pertenencia. A ello contribuyó la celebración anual de la convención, donde los creyentes de todo el país se congregaban para alabar a Dios y escuchar mensajes edificantes. 

De otro lado, en 1962, habían sido ordenados al ministerio otros siete pastores, lo que hizo que  se contara con once ministros ordenados, y en 1963 otros cuatro, lo que permitió que  el número llegara a quince. Además, algunos de ellos empezaban a tener cargos administrativos dentro de la organización, lo que era un indicio de la solidez que los colombianos estaban tomando en la obra de la iglesia.

Esta demostración de confianza en lo que los nativos podían desarrollar, permitió que la obra alcanzara un desarrollo autóctono, y que los colombianos comenzaran a utilizar estrategias y acciones acordes con la cultura y el sentir nacional.

Y en relación con lo que sucedía en el ámbito social, la iglesia se vio ante la circunstancia de atender el clamor de los creyentes y de la sociedad, que pedían su presencia en los barrios sub-normales que se iban formando.

En el libro "Una Historia que no termina II", se dejó constancia de este hecho, respecto a lo que sucedía en Barranquilla: "La ciudad costeña estaba pasando por una etapa de "metropolización". Llegaba a vivir mucha gente del interior del país y de otros lugares de la costa. Con este crecimiento se formaron varios barrios de invasión, de manera que algunos hermanos fueron a vivir a esos sectores.

En esos asentamientos humanos la situación era difícil: no había calles pavimentadas y a veces ni servicios públicos. Como eran lugares alejados de la iglesia central, se comenzaron actividades como el evangelismo "puerta a puerta", clases para los niños  y cultos de barrios, hasta que la obra iba tomando identidad de iglesia"

Hay que recordar que la obra de la Iglesia  Pentecostal Unida de Colombia había sido hecha entre personas de extracción popular, porque en la dinámica de la predicación, tanto en la calle, como en  lo personal, estos sectores habían sido receptivos a la predicación. La explicación de por qué el mensaje pentecostal, que se caracteriza por presentar una palabra de esperanza al que requiere un cambio de vida, y una acción real del Espíritu Santo en las necesidades del creyente, tiene aceptación en esos sectores, ha sido motivo de reflexión por parte de  algunos autores.

Por ejemplo, William Beltrán, señala lo siguiente: "Multitudes encuentran en las iglesias pentecostales seguridades, certidumbres y esperanzas, acompañadas de promesas de sanidad física y prosperidad económica, salvación y liberación, tanto para esta vida como para la otra."[22]

La iglesia supo entender la necesidad del hombre colombiano en el siglo XX, y le entregó un mensaje que le daba esperanza y cambio de vida. Como la obra de predicación y testimonio la hacían personas que habían experimentado ese cambio, colombianos con las mismas características de quienes los escuchaban,  que además, vivían entre ellos, entonces el mensaje era creíble.

Y una vez conformados los grupos, se encargaba a un predicador, que con el tiempo podía llegar a ser el pastor de la iglesia que allí se levantara.

No poseemos datos que nos puedan indicar cuantas iglesias se levantaron bajo este modelo, pero fue un número importante. Naturalmente, no fue el único esquema utilizado, ya que había lugares diferentes a esos, donde se hizo necesario ir a predicar el evangelio.

En 1962 se celebró la primea Conferencia Anual de Pastores en la ciudad de Bucaramanga, que empezó a darles la oportunidad a los pastores colombianos de ir conociendo formas administrativas en un ambiente de deliberación y participación, que señalaría un camino a la iglesia. Y en la segunda conferencia, por circunstancias ajenas a la iglesia en Colombia, se aprobaron nuevos estatutos y se adoptó el nombre de Iglesia Pentecostal Unida de Colombia.

De toda esta forma de trabajar y organizar la iglesia se dieron unos resultados, que indicaban que al final de la  década de los años sesenta, que si bien muestran que la iglesia supo responder a la necesidad de los colombianos, estos resultados se enmarcaban dentro de unas realidades sociales y políticas, que ella pudo entender y logró dar respuesta a esas circunstancias.

En cifras, el siguiente cuadro muestra el número de iglesias establecidas cuando terminaba la década del sesenta.

Cuadro Nº 5

Distribución de congregaciones, por zona de influencia, al terminar la década de los años 60

   Ciudad Principal

Nº de iglesias

Bogotá

        21

Medellín

        28

Cali   

       106

Barranquilla

        68

Bucaramanga

         18

Total  iglesias

        241

 Fuente: Compilación de Gerardo Murillo, en "Una historia que no termina II". Páginas 260-271.

Igual que en el cuadro Nº 4, estas son cifras indicativas puesto que seguramente no aparecen todas las congregaciones,  y muchas más son gestoras de la obra. Pero nos permite afirmar, sólo como un indicio, que en la zona de influencia de Cali y en la de Barranquilla, era donde  la iglesia iba creciendo más aceleradamente, pues reunían el 72.2% de las congregaciones. Sobre todo, la zona de Cali, que aportaba cerca del 44%. El número de iglesias locales se había multiplicado cerca de cuatro veces en los diez años en consideración (1960-1969)

Estos resultados llenaban una necesidad espiritual de las personas que creían y eran convertidas, pero como se trata de analizar los resultados tangibles que hubieran beneficiado a Colombia, vamos a referirnos a esos beneficios tangibles.

En lo personal:

1.      Necesidad de  reconocimiento.

2.      Encontrarle sentido a la vida

3.      Sentirse amado

4.      Posibilidades de realización personal

5.      Tener sentido de pertenencia

6.      Tener proyectos de vida

7.      Abandono de vicios

8.      Aprendizaje del ahorro

9.      Educación en valores

En lo familiar y colectivo:

1.      Propósitos familiares en lo educativo

2.      Trabajar en planes colectivos

3.      Aprendizaje de métodos de trabajo

4.      Surgimiento de líderes

5.      Valores comunitarios

 

La Iglesia Pentecostal predicaba un mensaje de esperanza y cambio, de tal manera que las vidas transformadas eran un testimonio de la efectividad del evangelio. En los sectores vulnerables donde se predicaba, los pentecostales fueron surgiendo como personas con otra visión de la vida y con la esperanza de alcanzar logros. Estos creyentes fueron encontrando en la vida de iglesia, el eje central de su existencia, de tal manera que en el trabajo eclesial, fueron surgiendo líderes que  iban aprendiendo de una forma práctica, como dirigir  a los grupos.

 

El evangelio predicado por la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia  llegó a ser una escuela de vida para muchos colombianos. Si se  analiza la hoja de vida de los líderes que surgieron, nos daremos cuenta de cómo no tenían un bagaje cultural y académico amplio, supieron aplicar métodos de trabajo y formas prácticas para lograr los proyectos que se proponían. Y como las circunstancias se lo exigían, agudizaron la innovación, de tal manera que organizaron campañas evangelísticas, construyeron templos, desarrollaron métodos de enseñanza, implementaron formas propias de administración, establecieron esquemas para la formación de líderes, y lograron enviar y sostener, en proyectos propios, o conjuntos, misioneros en dos países más (Bolivia y España). 

 

Todo esto, sin descuidar la identidad de la organización, de tal manera que al finalizar los años sesenta, y debido  circunstancias administrativas surgidas entre las iglesias que se habían unido en 1945, en Norteamérica, y que eran el sostén de los misioneros, abocó a los líderes colombianos a tomar las riendas de la iglesia, en 1967, y llegar a ser una iglesia autónoma. En primera instancia, con la asesoría de los misioneros, y  a partir de 1970, ya sin la presencia de ninguno de ellos.

 

Y, aunque los pastores que se entregaron a la predicción no lo hacían con el ánimo de lucro, sino con el deseo de entregar el mensaje de salvación a los que no lo conocían, y en no pocas ocasiones con estrecheces económicas, ya en  esta década, cuando la iglesia empezó a crecer, algunos pastores pudieron mejorar su nivel de vida, y empezar a plantearse proyectos económicos en su entorno. Para que esto fuera una realidad, tomaría un poco más de tiempo, pero ya empezaba a vislumbrarse ese futuro.

 

En otras palabras, la iglesia estaba logrando, como consecuencia secundaria, que más de 200 pastores encontraran un proyecto de vida con futuro, y con esperanza de ayudar al cambio de vida, entre la gente de su generación. De esta manera, los líderes colombianos recibirán la década del setenta con el compromiso de llevar a la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia a nuevas experiencias y realizaciones. Y se enfrentarán nuevas realidades, que serán un reto para esa generación de líderes pentecostales.

 

Conclusiones

Creo que lo esbozado  justifica pensar que la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia logró, en la época objeto de este análisis, servir a la nación colombiana, aprovechando las circunstancias, pero también enfrentándolas, cuando fue necesario. Como puntos concretos se puede concluir lo siguiente:

 

1.      La Iglesia Pentecostal Unidad de Colombia comenzó su labor en medio de persecuciones, pero la apertura liberal, permitió desarrolla una labor evangelizadora.

2.      Cuando llegó el misionero Larsen, el país atravesaba una etapa de transición económica debido a la situación externa, pero que no sería obstáculo para la predicación del mensaje pentecostal.

3.      La llegada de varios misioneros sirvió de base para la labor que se desarrollaría en los años cincuenta.

4.      En la década del cincuenta, dada la formación de los primeros líderes colombianos, estos empezarán a influir en los métodos de trabajo, y en la contextualización del mensaje, que en la siguiente etapa (década de los sesenta) será necesario presentar.

5.      Los años sesenta, etapa de la consolidación del mensaje pentecostal unicitario en Colombia, la IPUC logrará llevar esperanza a los colombianos ávidos de ella, y los que acepten este mensaje empezarán a erigirse como testimonio de la efectividad de lo que   enseña la IPUC.

 

 

Bibliografía

 

Plata, William. "De las reformas liberales al triunfo del catolicismo intransigente", en Historia del Cristianismo en Colombia. Bogotá. Editorial Taurus. 2004. p.277

[1]Hernández, David y Forero, Eduardo. "Una Historia que no termina". Tomo I. Editorial Buena Semilla 2005. p.39

Posada, Carbó Eduardo. "1910 y 2010: Dos momentos y cien años". Prólogo al libro "Colombia 1910-2010".   p 28

 

                                           



[1] Plata, William. "De las reformas liberales al triunfo del catolicismo intransigente", en Historia del Cristianismo en Colombia. Bogotá. Editorial Taurus. 2004. p.277

[2] Citado por Pablo Moreno en "Protestantismo Histórico en Colombia" como parte del libro "Historia del Cristianismo en Colombia". Editorial Taurus. 2004. p.422

[3]Hernández, David y Forero, Eduardo. "Una Historia que no termina". Tomo I. Editorial Buena Semilla 2005. p.39

[4] Posada, Carbó Eduardo. "1910 y 2010: Dos momentos y cien años". Prólogo al libro "Colombia 1910-2010".   p 28

[5] Ibídem.   p 27

[6] Ocampo, José Antonio."Un siglo de desarrollo pausado e inequitativo: La economía colombiana, 1910-2010". En "Colombia 1910-2010". Editorial Taurus.2010.pp.131 y 133

[7] Brando, Carlos y Kalmanovitz, Salomón."La industrialización a medias" en "Nueva Historia Económica de Colombia". Editorial Taurus. 2010.  p. 203

[8] Kalmanovitz, Salomón. "Relaciones Laborales. Desempleo e informalidad", en "Nueva Historia Económica de Colombia. Editorial Taurus. 2010. p.243

[9]Beltrán, William. "El evangelicalismo y el movimiento pentecostal en Colombia en el siglo XX", en  Historia del Cristianismo en Colombia. Bogotá. Editorial Taurus. 2004.   p.456 

[10] Bartel, de Graner Judy. "Historia de las Asambleas de Dios en Colombia". Santafé de Bogotá. 2004 p.116

[11]Williford, Thomas. En Revista Historia Crítica, Nº 39. (Septiembre-Diciembre 2009). Versión en línea. "Las "tomas" de Colegios durante la "República Liberal, 1936-1942: Parte de la estructura discursiva de la violencia". Universidad de los Andes

[12] Hernández, David y Forero, Eduardo. Op. Cit. p.96

[13]Citado por Murillo Gerardo y Forero Eduardo en "Una Historia que no Termina II". P. 17

[14] Citado por Gonzalo Cataño en Historia, Sociología y Política", en mención que hace de la tesis de grado del sacerdote Camilo Torres, con la que éste obtuvo su licenciatura en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Católica de Lovaina. Plaza y Janés Editores. 1999.  p108

[15] Datos tomados del gráfico "Grado de urbanización", que trae el libro "Las piezas del rompecabezas" de Armando Montenegro y Rafael Rivas". 2005. Ed. Taurus. Página 122, y de Serie  "Colombia, población por área, según año. 2005-2009", en Anuario Estadístico de la CEPAL. Versión On Line.

[16] Es de anotar que el comienzo de la obra en Medellín se dio por iniciativa de una colombiana, originaria de Antioquia, residente en os Estados Unidos, que  había aceptado el mensaje pentecostal unicitario: Lía González de Krysiak. Ella tomó la responsabilidad de venir a predicarle a sus familiares y amigos en Medellín.

[17] En 1953 se constituyó una sociedad con el  nombre de: "Iglesia Evangélica Pentecostal Unida de Colombia".

[18] Murillo, Gerardo y Forero, Eduardo. Op. Cit. p.167

[19] Murillo, Gerardo y Forero, Eduardo.  Op. Cit pp.  172-175

[20] Murillo, Gerardo y Forero, Eduardo. Op. Cit. p.33

[21] El Heraldo de la Verdad. Nº 62. Barranquilla. Noviembre-Diciembre de 1964

[22] Beltrán, William. "El Evangelicalismo y el movimiento pentecostal en Colombia en el siglo XX", en "Historia del cristianismo en Colombia". Bogotá. Editorial Taurus. p.475 

 
 
Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor 
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia 
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM, Domingos 8 AM y 10 AM.
Calle 30 # 22 61, Cañaveral, Floridablanca.
http://adonayrojasortiz.blogspot.com/
 

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