miércoles, 9 de septiembre de 2015

gracia

La gracia es uno de los dos elementos manifestantes del amor divino, que se expresa bien en misericordia, como al amor en extensión, es decir, el amor que ama permanentemente y que lo hace para otorgar favores propios del ágape divino al compadecerse del sufrimiento humano. Esa es la razón por la que los ciegos de nacimiento clamaban a Jesús diciendo: "Ten misericordia de nosotros, Hijo de David" (Mt. 9:27). Ese amor expresado en misericordia se extiende para amar en todo tiempo, de ahí que en medio de la destrucción de Jerusalén a causa del pecado del pueblo, por medio de los babilonios, el profeta diga: "Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron tus misericordias. Nuevas son cada mañana" (Lam. 3:22–23). La gracia es un aspecto más amplio y radical que el de la misericordia. Es el amor que desciende hasta la condición del miserable, de ahí, que cuando se habla de gracia haya un acompañamiento de descenso, como ocurre con la gracia de Jesucristo que se hace pobre siendo rico (2 Co. 8:9). La gracia es el amor que obliga a Dios a descender al encuentro del hombre en Cristo Jesús. Nada mejor usado que el verbo obligar para referirse a la expresión de la gracia. Dios se obligó a Sí mismo para venir al encuentro del pecador en el Plan de Salvación, producido en la voluntad de Dios antes de la creación (2 Ti. 1:9). Dios ama por razón de vida, ya que una de las perfecciones de la vida de Dios en el aspecto de la naturaleza divina es el amor (1 Jn. 4:8). Dios, por tanto, no es amor porque ama, sino que ama porque es amor. Para expresarlo en forma absoluta, a Dios le va la vida si dejase de amar. Su propia naturaleza le condiciona al amor. Sobre todo en esta Carta la gracia alcanza la importancia plena como causa y razón de la salvación del hombre (Ef. 2:8–9). Sólo es posible la salvación por razón de la gracia. La fe es el medio instrumental para alcanzarla, pero de ningún modo, ni razón ni causa de ella. La gracia que salva al hombre lo hace para todo el proceso de la salvación. Es por gracia que Dios justifica al hombre (Tit. 3:7). De esa manera cuando el pecado abundó sobreabundó la gracia (5:20), por cuya gracia Dios envía a su Hijo para salvar al pecador. Pero, la salvación en la esfera de la santificación, sólo es posible por gracia. La gracia de Dios provee de lo necesario para que el cristiano pueda vivir una vida en santidad y llevar a cabo el servicio que Dios le ha establecido (1 Co. 15:10). De la misma manera la culminación plena de la salvación consistente en la glorificación del salvo, será una operación de la gracia (1 P. 1:13). La gracia es la fuente de la bendición para el cristiano, por eso Santiago dice que aún en las situaciones más difíciles como pueden ser las pruebas "Dios da mayor gracia" (Stg. 4:6).


Pérez Millos, S. (2011). Comentario Exegético al Texto Griego del Nuevo Testamento: Romanos (pp. 76–77). Viladecavalls, Barcelona: Editorial CLIE.

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