sábado, 7 de octubre de 2017

Inspiración verbal

La intensidad de la inspiración

¿Cómo fue de intensa la inspiración? 
¿Fue una influencia general,
implicando quizá la sugerencia de conceptos, o fue tan profunda que
incluso la elección de las palabras refleja la intención de Dios?
Cuando examinamos el uso que los escritores del Nuevo Testamento hacen
del Antiguo, aparece una característica interesante:
 
A veces
encontramos señales de que consideraban cada palabra, cada sílaba,
cada signo de puntuación significativo. A veces toda su argumentación
se basa en un punto exacto del texto que están consultando. 

Por
ejemplo, la argumentación de Jesús en Juan 10:35 se basa en el uso del
plural en el Salmo 82:6: "Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la
palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el
Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: "Tú blasfemas,"
porque dije "Hijo de Dios soy"? 

En Mateo 22:32, su cita de Éxodo 3:6
"Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob." es
el tiempo del verbo el que le lleva a la conclusión de que "Dios no es
Dios de los muertos, sino de vivos." 

En el versículo 44, la
argumentación se apoya en el sufijo posesivo: "Dijo el Señor a mi
Señor." En este último caso Jesús dice expresamente que cuando David
dice estas palabras "está en el Espíritu." Aparentemente David fue
conducido por el Espíritu a utilizar las formas particulares que
utilizó, incluso hasta el punto de un detalle tan pequeño como "mi
Señor." (La misma cita aparece en Hechos 2:35). 

Y en Gálatas 3:16,
Pablo basa su argumento en el singular del Génesis 12:7: "La Escritura
no dice 'y a los descendientes', como si hablara de muchos, sino como
de uno: 'Y a tu descendencia,' la cual es Cristo." 

Como los
escritores del Nuevo Testamento consideraban estos pequeños detalles
del Antiguo Testamento como autoritativos (esto es, lo que el mismo
Dios dijo), obviamente consideraban la elección de las palabras e
incluso su forma como dirigidas por el Espíritu Santo.

Otro argumento
en lo que se refiere a la intensidad de la inspiración es el hecho de
que los escritores del Nuevo Testamento atribuyen a Dios declaraciones
del Antiguo Testamento que en la forma original no se le adjudicaban.

Un ejemplo notable es Mateo 19:4–5, cuando Jesús pregunta: "¿No
habéis leído que el que los hizo al principio 'hombre y mujer los
hizo' y dijo…? Y continúa citando Génesis 2:24. Sin embargo, en el
original esta frase no se atribuye a Dios. Sólo es un comentario sobre
el evento de la creación del hombre y la mujer. Pero las palabras del
Génesis son citadas por Jesús como dichas por Dios, Jesús incluso pone
estas palabras como una cita directa. Evidentemente, en la mente de
Jesús todo lo que decía el Antiguo Testamento era lo que Dios decía.
Otros ejemplos de atribuir a Dios palabras que no se le atribuyeron al
principio son Hechos 4:25 que citaba Salmos 2:1–2; Hechos 13:34 que
citaba Salmos 16:10 y Hebreos 1:6–7, citando Deuteronomio 32:43
(Septuaginta, ver Sal. 97:7) y Salmos 104:4.

Además de estas
referencias específicas, deberíamos señalar que Jesús a menudo
introducía sus citas del Antiguo Testamento con la fórmula "está
escrito." Cualquier cosa que dijera la Biblia él la tomaba como si
tuviera la fuerza de las palabras de Dios. Era autoridad. 

Esto, por
supuesto, no habla específicamente de la cuestión de si la inspiración
del Espíritu Santo se extendía hasta la elección de las palabras, pero
indica una minuciosa identificación de los escritos del Antiguo
Testamento con la palabra de Dios.

Según este tipo de material
didáctico, se podría concluir que la inspiración de las Escrituras fue
tan intensa que se extendió incluso a la elección de las palabras.
Sin embargo, si tenemos que tomar en cuenta los fenómenos de las
Escrituras, las características del libro, encontramos algo un poco
distinto. 

Dewey Beegle ha desarrollado una teoría de la inspiración
basada principalmente en los fenómenos. Apunta, por ejemplo, que
algunos problemas cronológicos en la Biblia son difíciles de
armonizar. El reinado de Peca es uno de los más destacados. La
cronología de Abraham es otro. Beegle señala que en Hechos 7:4 Esteban
hace referencia a la salida de Abraham de Harán después de la muerte
de su padre. Sabemos por el Génesis que Taré tenía 70 años cuando
nació Abraham (Gn. 11:26), y murió en Harán a la edad de 205 (11:32);
Abraham por lo tanto tenía 135 años a la muerte de su padre. Sin
embargo, Abraham se fue de Harán cuando tenía 75 (Gn. 12:4), lo cual
serían 60 años antes de la muerte de su padre. Basándose en este tipo
de discrepancias, Beegle concluye que las palabras específicas
realmente no son autoritativas. Esto implicaría el dictado.

Beegle
también observa que en el Nuevo Testamento hay citas de libros no
bíblicos. Por ejemplo Judas 14 cita 1 Enoc 1:9 y Judas 9 cita la
Ascensión de Moisés. Estos dos casos presentan un problema para la
argumentación de que las citas del Nuevo Testamento señalan la
creencia de autor del Nuevo Testamento en la inspiración y la
consiguiente autoridad del material que se citaba. Ya que si se
atribuye autoridad al material del Antiguo Testamento por ser citado
en el Nuevo, ¿no se debería atribuir autoridad también a estos dos
libros apócrifos? Beegle concluye que las citas en el Nuevo Testamento
no son prueba suficiente de inspiración y autoridad.
Un modelo de
inspiración
Si tenemos que mantener los dos tipos de consideraciones,
será necesario encontrar alguna manera de integrarlas. Manteniendo la
metodología expuesta anteriormente tomaremos en consideración
principalmente el material didáctico. Esto significa concluir que la
inspiración se extiende incluso hasta la elección de las palabras
(esto es, inspiración verbal). Sin embargo, determinaremos el
significado exacto de esa elección de palabras examinando los
fenómenos.

Observemos que concluyendo que la inspiración es verbal no
hemos empleado el argumento abstracto basado en la naturaleza de Dios.
Esa es la opinión de que como Dios todo lo sabe, es todopoderoso y
preciso y ha inspirado la Biblia, esta debe ser totalmente su palabra,
incluso hasta en la elección de la terminología particular. Más bien,
nuestro argumento a favor de la inspiración verbal se basa en el
material didáctico, el punto de vista de las Escrituras mantenido y
enseñado por Jesús y los escritores bíblicos, no sobre una inferencia
abstracta de la naturaleza de Dios.

Un punto importante es observar
que el problema palabras versus ideas es artificial. En realidad no
pueden separarse. Una idea particular o un concepto no puede ser
representado por todas las palabras disponibles en un idioma. Sólo un
número limitado de palabras serán eficaces para ello. Cuanto más
precisa sea una idea, más reducido será el número de palabras que
puedan expresarla. Al final en cierto modo sólo lo hará una palabra,
si es realmente precisa la relación entre la palabra y la idea. Aquí
no nos estamos refiriendo a lo específico (esto es, lo detallado) que
sea el concepto; más bien estamos hablando del grado de claridad y
agudeza de la idea. Nos referimos al primero como el grado de
especificidad o detalle, y al segundo como el grado de precisión o
enfoque. Cuando el grado de precisión (o claridad o agudeza en la
mente) se incrementa, hay un decrecimiento correspondiente en el
número de palabras que servirán para expresar el significado.

Estamos
sugiriendo que puede que lo que haga el Espíritu sea dirigir los
pensamientos del escritor bíblico. La dirección efectuada por el
Espíritu, sin embargo, es bastante precisa. Siendo Dios omnisciente,
no es gratuito asumir que sus pensamientos sean precisos, más que los
nuestros. En consecuencia, dentro del vocabulario del escritor, una
palabra comunicará de forma más apta el pensamiento que Dios está
expresando (aunque esa palabra en sí misma puede que sea inadecuada).
Creando el pensamiento y estimulando el entendimiento del autor
bíblico, el Espíritu le conducirán en efecto a utilizar una palabra en
lugar de cualquier otra.

Figura 4

estados de conciencia


introspección – percepción sensorial – reflexión

gustativo – olfativo – estímulos visuales – auditivo – táctil


posición – tamaño – color – forma – movimiento

verde – rojo – amarillo – azul


dubonnet – carmesí – escarlata – fucsia – cereza

Aunque Dios dirige al escritor para que utilice palabras particulares
(precisión) para expresar una idea, la idea misma puede ser bastante
general o bastante específica. Esto es lo que el lingüista Kenneth
Pike ha llamado la dimensión de la magnificación. 

No se puede
esperar que la Biblia despliegue siempre la magnificación máxima o un
gran detallismo. Más bien, expresará justo el grado de detalles o la
especificidad que Dios pretende, y, en ese nivel de magnificación,
justo pretende ese concepto. Esto explica que a veces las Escrituras
no sean tan detalladas como podríamos esperar o desear. De hecho, ha
habido ocasiones en las que el Espíritu Santo, para servir al
propósito de una situación nueva, ha impulsado al autor de las
Escrituras a reexpresar un concepto en un nivel más específico que el
de su forma original.

La figura 4 nos ayudará a ilustrar lo que
tenemos en mente. Esta figura representa varios niveles de
especificidad o detalle o magnificación. La dimensión de la
especificidad implica un movimiento vertical en el cuadro. Supongamos
que el concepto en consideración es el color rojo. Esta idea tiene un
grado particular de especificidad, ni más ni menos. Ni es más
específico (por ejemplo, escarlata) ni menos (color). Ocurre en un
punto particular del esquema, verticalmente en el eje
especificidad-generalidad y horizontalmente en un nivel concreto de
especificidad (por ejemplo, rojo versus amarillo o verde). En otro
ejemplo se puede tener un cuadro más o menos detallado (un grado más
alto o más bajo de magnificación, según la terminología de Pike), y un
enfoque más nítido o más borroso. Por supuesto, con un enfoque menos
preciso el detalle se hará más nebuloso o incluso desaparecerá. Sin
embargo, estas dos dimensiones (detalle y enfoque) no se deberían
confundir. Si la idea es lo suficientemente precisa, sólo una palabra
en un idioma, o en el vocabulario de un escritor, será adecuada para
comunicar y expresar el significado. Algunos idiomas son más ricos en
distinciones, permitiendo una precisión mayor. El árabe, por ejemplo,
tiene muchas más palabras para camello que el inglés. El inglés, por
otra parte, tiene muchas más palabras para automóvil que el árabe. En
ambos casos, muchas de estas palabras se utilizan más por su
connotación que por su denotación.

En nuestra opinión aquí la
inspiración implicaba que Dios dirigía los pensamientos de los
escritores, para que fueran precisamente los pensamientos que deseaba
expresar. A veces estas ideas eran muy específicas y otras eran más
generales. Cuando eran más generales, Dios quería ese grado particular
de especificidad recogida, y no más. A veces una especificidad mayor
podría causar distracción. Otras veces la especificidad era
importante. El concepto de propiciación, por ejemplo, es un concepto
muy específico.

Para determinar el grado de especificidad, es útil
poder hacer una exégesis cuidadosa en los idiomas bíblicos originales.
Conocer el grado de especificidad es importante porque en muchos casos
tiene que ver con el tipo de autoridad que se debería adscribir a un
pasaje. A veces los escritores del Nuevo Testamento aplicaban una
verdad bíblica de una forma nueva. La interpretaban y elaboraban; esto
es, la hacían más específica. Otras veces la retenían y aplicaban
exactamente de la misma manera. En el primer caso, la forma de la
enseñanza del Antiguo Testamento no era de autoridad normativa para el
creyente del Nuevo Testamento; en el último caso, sí lo era. Sin
embargo, en ambos casos el relato fue históricamente autoritativo;
esto es, se podría determinar por él lo que se dijo y se hizo y lo que
era normativo en la situación original.

Hemos concluido que la
inspiración era verbal, extendiéndose incluso a la elección de las
palabras. Sin embargo, no era meramente verbal, ya que a veces las
ideas pueden ser más precisas que las palabras disponibles. Ese fue,
probablemente, el caso con la visión de Juan en Patmos, que produjo el
libro del Apocalipsis.

En este punto se plantea generalmente la
objeción de que si la inspiración se extiende hasta la elección de las
palabras se convierte necesariamente en dictado. Contestar a este
cargo nos obligará a teorizar sobre el proceso de la inspiración. Aquí
debemos señalar que los autores de las Escrituras, al menos en los
casos en los que conocemos su identidad, no eran nuevos en la fe.
Habían conocido a Dios, aprendido de él y practicado la vida
espiritual durante algún tiempo. Por lo tanto Dios había estado
obrando en sus vidas durante algún tiempo, preparándoles a través de
una amplia variedad de experiencias familiares, sociales, educativas y
religiosas, para la tarea que iban a realizar. De hecho, Pablo sugiere
que él fue escogido incluso antes de nacer ("que me apartó desde el
vientre de mi madre y me llamó por su gracia" Gá. 1:15). Durante toda
la vida Dios estuvo obrando para dar forma y desarrollar al autor
individual. Así, por ejemplo, la experiencia del pescador Pedro y del
médico Lucas fueron creando la clase de personalidad y cosmovisión que
emplearían más tarde para escribir las Escrituras.

A veces se asume
que el vocabulario que es distintivo en un escritor es el elemento
humano de las Escrituras, una limitación dentro de la cual Dios debe
necesariamente obrar dando la Biblia. Sin embargo, por lo que acabamos
de ver sabemos que el vocabulario de los autores de las Escrituras no
era exclusivamente un factor humano. El vocabulario de Lucas es el
resultado de su educación y todo el alcance de su experiencia; en todo
esto Dios había estado obrando preparándole para su tarea. Equipado
con esta cantera de palabras planeadas por Dios, el autor después
escribió. Por lo tanto, aunque la inspiración en el sentido estricto
de la palabra se puede adjudicar a la influencia del Espíritu Santo en
el momento mismo de la escritura, supone un largo proceso de la obra
providencial de Dios en el autor. Entonces, en el momento de la
escritura, Dios dirige el pensamiento del autor. Como Dios tiene
acceso al proceso de pensamiento del humano, y, en el caso del
creyente, habita en el individuo por medio del Espíritu Santo, esto no
es difícil, en particular cuando el individuo ora en busca de la
iluminación y está receptivo. El proceso no es muy diferente a la
telepatía, aunque más interno y personal.

Pero ¿es posible que este
tipo de control mental sea una especie de dictado? Recuerde que el
autor de las Escrituras ha conocido a Dios durante mucho tiempo, se ha
sumergido en la verdad ya revelada y ha cultivado una vida de
devoción. Para alguien en esta situación es posible, sólo con la
sugerencia de una dirección nueva, "pensar los pensamientos de Dios."

Edmund Husserl, el fenomenólogo, tenía un discípulo y ayudante fiel,
Eugen Fink. Fink escribió una interpretación de la filosofía de
Husserl a la que su maestro dio la aprobación. Se dice que cuando
Husserl leyó el artículo de Fink exclamó: "¡Es como si lo hubiera
escrito yo mismo!" 

Para dar un ejemplo personal: una secretaria
había estado con una iglesia muchos años. Al principio de mi pastorado
allí, le dicté cartas. Después de un año más o menos, le podía dar la
idea general de mi pensamiento y ella podía escribir mis cartas,
utilizando mi estilo. A finales del tercer año, simplemente tenía que
entregarle una carta que había recibido y pedirle que la contestase,
porque habíamos hablado de tantos temas relacionados con la iglesia
que ella ya sabía lo que yo pensaba de la mayoría de ellos. 

Los
casos de Eugen Fink y mi secretaria prueban que es posible saber lo
que otra persona quiere decir sin necesidad de recurrir al dictado.
Sin embargo, observe que esto asume una relación estrecha y un largo
periodo de conocimiento. Así que un autor de las Escrituras, dadas las
circunstancias que hemos descrito, podría escribir el mensaje de Dios
tal y como Dios quería que se escribiera sin recurrir al dictado.

Por
supuesto, hay porciones de la Biblia donde parece que el Señor
realmente dice: "Escribe '…' "Esto es particularmente cierto en el
material profético y apocalíptico, pero el proceso descrito antes no
era el patrón normal y normativo, el material profético y apocalíptico
no es más inspirado que el resto de la Biblia. Es más, aunque ya hemos
señalado que hay, en contraste directo con los pasajes que muestran
evidencias de dictado, algunos materiales de las Escrituras que no se
revelan especialmente (por ej. Los datos históricos disponibles
fácilmente), ese material bíblico no carece de inspiración divina. No
hay una correlación especial, pues, entre género literario e
inspiración; esto es, un género no es más inspirado que otro. Aunque a
veces discriminamos porciones de las Escrituras basándonos en su
diferente potencial para edificarnos en varios tipos de situaciones,
eso no significa que reflejen diferentes grados de inspiración.
Mientras que los Salmos pueden ser más satisfactorios personalmente e
inspiradores que las Crónicas, esto no significa que estén más
inspirados.

Aunque la inspiración expresa una cualidad especial para
escribir, esa cualidad no siempre es fácil de reconocer y valorar. Por
otra parte, los materiales devocionales y el sermón del monte tienen
una cualidad que tiende a sobresalir y que se puede identificar con
bastante facilidad. En parte, esto se debe al objeto de estudio. Sin
embargo, en otros casos, como las narraciones históricas, la cualidad
especial que expresa la inspiración puede ser un tema de corrección
narrativa, y eso no se puede valorar fácil o directamente. No
obstante, el lector sensible probablemente detectará dentro del
conjunto de la Biblia una cualidad que apunte a la inspiración sin
lugar a dudas.

El hecho de que podríamos ser incapaces de identificar
la cualidad de la inspiración en un pasaje en particular no debería
alterar nuestra interpretación de ese pasaje. No debemos considerar
que tiene menos autoridad. La inspiración verbal no requiere una
interpretación literal de pasajes que son de naturaleza
inequívocamente simbólica, como "los que esperan en Jehová…levantarán
alas como las águilas" (Is. 40:31). Esto requiere tomarse muy en serio
la tarea de la interpretación, y hacer un esfuerzo inteligente y
sensato por descubrir el mensaje preciso que Dios deseaba expresar.
La inspiración aquí se concibe como algo aplicable al escritor y al
escrito. En el primer sentido, el escritor es el objeto de la
inspiración. Sin embargo, cuando el escritor redacta las Escrituras la
calidad de la inspiración pasa también al escrito. Es inspirado por
derivación. Esto es como la definición de revelación como el acto de
revelar y el contenido revelado (ver pp. 222ss.). Hemos observado que
la inspiración presupone un periodo extenso de la obra de Dios en el
escritor. Esto no sólo implica la preparación del escritor, también la
preparación del material para este uso. Aunque la inspiración en el
sentido estricto probablemente no se aplica a la conservación y
transmisión de este materia, la providencia que guía este proceso no
debería pasarse por alto.

En este capítulo hemos tomado en
consideración la cuestión del método y hemos elegido elaborar nuestro
punto de vista de la inspiración de la Biblia enfatizando las
enseñanzas de la Biblia respecto a su propia inspiración, aunque dando
un lugar importante, pero secundario, a los fenómenos de las
Escrituras. Hemos intentado elaborar un modelo en el que haya lugar
para ambas consideraciones.

Algunos otro temas planteados al
principio del capítulo se tratarán en el capítulo de la inerrancia.
Estos temas son (1) si la inspiración implica la corrección de errores
que podrían haber estado presentes en las fuentes consultadas y
empleadas, y (2) si la inspiración implica que Dios dirige el
pensamiento y la escritura del autor en todos los temas que trata, o
sólo en los temas más "religiosos."

Como la Biblia ha sido inspirada,
podemos confiar en tener la instrucción divina. El hecho de que no
viviéramos cuando sucedieron las revelaciones y las enseñanzas por
primera vez no nos empobrece espiritual y teológicamente. Tenemos un
guía seguro. Y estamos motivados a estudiarlo de forma intensa, ya que
su mensaje es realmente la palabra de Dios para nosotros.



Erickson, M. J. (2008). Teología sistemática. (J. Haley, Ed., B.
Fernández, Trans.) (Segunda Edición, pp. 237–245). Viladecavalls,
Barcelona: Editorial Clie.

--
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com

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