domingo, 22 de octubre de 2017

LA REVELACIÓN Y LA INSPIRACIÓN DE LA BIBLIA

I. DEFINICIONES


A. El significado de revelación
La palabra «revelación» es de origen latino y significa «develación».
Es la traducción de la palabra griega apokalypsis.
El último libro de la Biblia fue llamado por su autor «El Apocalipsis
[Develación] de Jesucristo». El título se refiere a la vuelta visible
de Cristo. La misma frase, «manifestación de Jesucristo», se refiere a
este evento futuro en 1 Corintios 1:7; 2 Tesalonicenses 1:7; y 1 Pedro
1:7, 13.
Ordinariamente la palabra «revelación» no se refiere a develar o hacer
visible un objeto o una persona sino a dar a conocer una verdad.
Revelación en este sentido de la palabra puede ser en la forma de
proposiciones, o en la de una experiencia de la cual es posible
inferir la verdad.
La doctrina de la revelación, en la teología cristiana, es que Dios se
ha dado a conocer al hombre así como las verdades pertinentes a sí
mismo. Se acostumbra dividir el tema de la revelación en «general» y
«especial». La revelación general incluye las evidencias para tener fe
en Dios aparte de Cristo y la Biblia. Tales cosas se han discutido al
considerar las evidencias teístas en el Capítulo 2.
El tema de la revelación especial ordinariamente se subdivide en el
estudio de Cristo en su encarnación y en el estudio de la Biblia como
la Palabra inspirada de Dios. La primera de estas dos la
consideraremos cuando lleguemos al estudio de la revelación suprema de
Dios en la Persona y obra de Cristo. El tema de este capítulo es la
revelación especial como se presenta en la Biblia, la cual aceptamos
como la Palabra de Dios, inspirada e infalible.


B. La palabra «inspiración»
La palabra «inspiración» viene de una traducción algo inexacta de
theopneustos que se encuentra en 2 Timoteo 3:16. Como Warfield dice,
la palabra tal como la usamos es engañosa. Parece enseñar que Dios
había soplado dentro de las Escrituras, no siendo esto el significado
de la palabra original. Como ya se ha explicado, las Escrituras son
«exhaladas por Dios». Son la mismísima Palabra de Dios, el producto de
la acción creadora de Dios.
«Exhalación» sería una palabra mejor. Sin embargo, la palabra
«inspiración» está bien establecida en el uso teológico y no se puede
cambiar fácilmente. La definimos, entonces, como la obra del Espíritu
Santo de Dios, al hacer que los autores de la Biblia escribiesen la
Palabra de Dios sin error. Los escritores fueron inspirados en el
sentido de que el Espíritu Santo obró por medio de ellos. Las
Escrituras son inspiradas en el sentido de que son el producto de la
obra del Espíritu Santo por medio de los escritores.
No negamos que la palabra «inspiración» tenga otros buenos usos. Lo
que aquí estamos discutiendo es el uso teológico particular de la
palabra con respecto a la doctrina de la Palabra de Dios.


C. Distinciones entre revelación e inspiración
Algunos excelentes escritores harían una distinción definida entre las
palabras «revelación» e «inspiración». Shedd en su larga sección sobre
Bibliología, en el tomo 1 de su Teología dogmática, hace tal
distinción.
Respeto todo lo que Shedd tiene que decir sobre este tema, pero
prefiero usar las palabras con algo más de flexibilidad. Cada parte de
la Biblia es una revelación de Dios, puesto que se revela en ella
conocimiento de Dios. Esto es verdad si la materia tratada fuera
eventos de conocimiento público cuidadosamente averiguados por el
método que Lucas indica en los primeros cuatro versículos de su
evangelio; o la revelación de materia que de ninguna otra manera
podría ser conocida, como en los sueños y visiones proféticos y las
predicciones específicas de acontecimientos futuros. En vez de
distinguir entre revelación inspirada e inspiración no revelada,
preferiría distinguir entre revelación sobrenatural y revelación
providencial dentro del proceso de inspiración.
No soy el único que prefiere decir que la Biblia en conjunto y en cada
una de sus partes es una revelación. No solamente las partes que
contienen materia no disponible a la investigación humana sin
información especial de Dios, sino también en toda la materia de los
anales históricos. La Biblia entera es una revelación de Dios.
Parecerá de lo ya dicho que revelación e inspiración, al menos mi modo
de usar las palabras, se traslapan en la materia que comprenden. Toda
la Escritura es revelada y toda la Escritura es inspirada. No
obstante, yo haría hincapié en que inspiración es un término más
estrecho y se refiere sólo a la Biblia y sus escritores en la
trasmisión de una revelación divina, autoritativa e infalible. El
término «revelación», como se ha dicho, incluye las evidencias de Dios
que se encuentran en la naturaleza fuera de la Biblia.


D. Distinción entre extensión y modo
Limitando nuestra discusión a la obra del Espíritu Santo en producir
las Escrituras, examinemos el significado de inspiración en más
detalle. Las obras sobre el tema acostumbran distinguir la cuestión de
la extensión de la inspiración de la de la manera de la inspiración.
Luego hay dos cuestiones: ¿Hasta qué punto son estos libros la
mismísima Palabra de Dios? ¿Cómo hizo Dios que los varios libros de la
Biblia llegaran a ser escritos?


II. LA EXTENSIÓN DE LA INSPIRACIÓN

Entre los teólogos que han mantenido algún tipo de fe en la revelación
sobrenatural hay diversidad de opiniones en cuanto al grado o
extensión en que la Biblia es la Palabra infalible de Dios. Sabemos,
por ejemplo, que hay errores en la traducción de nuestra versión
común. Extraordinariamente pocos, pero la traducción no es inerrable.
Sabemos también que hay lecturas variantes en el texto de los idiomas
originales como ha llegado a nosotros. Los casos en que no podemos
estar seguros de las palabras originales son microscópicos en
proporción al total: la milésima parte es el cálculo hecho por
Westcott y Hort. Sin embargo, no tenemos un texto absolutamente
inerrable en el Antiguo o en el Nuevo Testamento.
Hay algunos que irán más allá de los problemas de traducción y los
problemas del texto, y argumentan que la Biblia misma, en el original,
solamente contenía la Palabra de Dios, y también contenía
«equivocaciones, errores, y discrepancias».
Podríamos clasificar cinco tipos de opiniones:

(1) La opinión de que la Biblia es inspirada en cuanto nos
transmite «la Palabra de Dios» en ciertos pasajes y en ocasiones
particulares. Esta es, creo yo, una declaración imparcial de la
opinión bartiana, pero en ningún sentido está limitada a los que
generalmente siguen la teología de Karl Barth.
(2) Hay otros que tienen un punto de vista mucho más alto
de la inspiración, esto es, que la Biblia es la regla infalible de fe
y práctica en todos los asuntos religiosos, éticos, y espirituales,
pero no en otras cosas. Esta fue la opinión del profesor Andrés C.
Zenos, quien sostuvo que la palabra «infalible» quiere decir sólo que
la Biblia no deja de realizar su propósito religioso, aunque contiene,
dijo él, muchas «equivocaciones, errores, y discrepancias».
Es obvio que esta interpretación de la palabra «infalible»
es contraria al uso histórico. Además, nuestro sistema cristiano de
doctrina esta tan íntimamente relacionado con acontecimientos
históricos que si los asuntos históricos y reales no son transmitidos
correctamente, el cristiano sencillo no tiene manera de determinar los
límites de los así llamados valores religiosos.
(3) La posición mantenida por los teólogos ortodoxos se
designa como inspiración «plenaria» o inspiración «verbal».
Frecuentemente se juntan las dos palabras para evitar cualquier
ambigüedad. Se sostiene que la Biblia entera en todas sus palabras es
la Palabra de Dios e «inerrable en los escritos originales». Esto
quiere decir que lo que la Biblia dice, cuando se entiende correcta y
gramaticalmente en su fondo histórico, es absolutamente verídico en el
sentido de que el significado de cada palabra es verdad.
(4) Otra opinión ha sido la de aquellos que han sostenido
la inspiración de las letras de la escritura hebrea y griega en un
sentido netamente mecánico, rehusando reconocer que la ortografía no
es esencial al significado de las palabras y que en los idiomas
antiguos la ortografía nunca fue una cosa completamente determinada.
Algunos han rehusado creer que los puntos usados para las vocales
hebreas no aparecían en los escritos originales. Hasta he leído la
opinión de que la forma de las letras hebreas cuadradas es inspirada,
porque las letras están en las formas de las ventanas del cielo por
las cuales tiene que pasar la luz. Los numerólogos cabalísticos
bíblicos asumen alguna forma de la opinión de que las letras son
inspiradas.
(5) Ocasionalmente se encuentra la opinión de que tenemos
que entender la Biblia literalmente en el sentido de que no se
encuentran tropos en ella. Por supuesto, esta es una opinión de
ignorancia crasa. Sin embargo, no es raro para los que desean negar la
veracidad y confianza en la Biblia que acusen a los cristianos que
creen la Biblia de tal literalismo tosco.
En realidad, la principal definición de interpretación
literal es sencillamente «la construcción e implicación natural o
usual … siguiendo el sentido ordinario y aparente de las palabras».
Según esta definición, la interpretación «literal» no deja de
reconocer los tropos (lenguaje figurado) y viene a ser lo mismo que la
interpretación gramático-histórica. «Literal» como opuesto de
«figurativo» es sólo la cuarta de seis definiciones de «literal» en el
diccionario.
Entre los usos que hemos notado, el punto de vista
ortodoxo es conocido comúnmente como «inspiración verbal» o
«inerrabilidad verbal de los escritos originales». Cabe notar
claramente que «inspiración verbal» es un término que se refiere a la
extensión de la inspiración y no al modo. Ha habido malentendidos
sobre este punto y algunos han tratado de atribuir al término
«inspiración verbal» una teoría del modo de inspiración, conocida con
el nombre de «dictado mecánico».
En la primavera de 1926, después que el Wheaton College
hubo adoptado oficialmente la «inspiración verbal» como una parte de
su plataforma doctrinal, algunos de los exalumnos se me acercaron con
una objeción formal, por razón de que la inspiración verbal designara
un modo mecánico de dictado. Yo contesté que tal no era el significado
del término. «Verbal» quiere decir sencillamente que cada palabra es
la Palabra de Dios y que cada palabra es verdad. Cuando adopté esta
posición, el grupo abrió triunfalmente el diccionario oficial de
Webster, edición de 1926, y leyó «… la inspiración verbal extiende la
inspiración a cada palabra, que se sostiene haber sido dictada por el
Espíritu Santo». Entonces cuando contesté que el diccionario estaba
equivocado, parecía estar haciendo el ridículo.
Ahora bien, la C. y C. Merriam Company, editores del
diccionario Webster, es una gran autoridad lexicográfica, que emplea a
cientos de lectores en todo el mundo de habla inglesa, y que pone todo
su empeño en publicar definiciones que reflejen correctamente el buen
uso. No me desalenté en lo más mínimo, ni me desconcerté, sino que
inmediatamente empecé a reunir datos. La evidencia era bastante
abrumadora. Mostró que los únicos que atribuyen dictado mecánico a la
«inspiración verbal» son los que rechazan la inspiración verbal,
mientras que numerosas autoridades eruditas, defendiendo la
inspiración verbal declaran explícitamente que en ella no está
implicada ninguna teoría mecánica ni de dictado. «Verbal» se refiere a
la extensión de la inspiración, no al modo. Presenté este material a
los editores, y cuando la segunda edición apareció en 1934 la frase
censurada fue omitida, y la definición que ahora se encuentra en el
diccionario Webster no contiene este error.
Tengo que dar mi testimonio que este incidente aumentó mi
confianza en la C. y C. Merriam Company. Sus definiciones se basan en
la evidencia del uso, y la evidencia comprobó que «inspiración verbal»
en buen uso no implica una teoría de dictado mecánico.



III. EL MODO DE LA INSPIRACIÓN

Cuando indagamos cómo Dios produjo los diferentes libros de la Biblia,
la respuesta es que Dios habló a los padres por los profetas «muchas
veces [polumeros] y de muchas maneras» [polutropos] (Heb 1:1). Dios no
se ha limitado a un solo método.


A. Los libros de Moisés
No sabemos por qué combinación de la estimulación de la mente de
Moisés y de la comunicación directa de información de otra manera
indisponible, Dios hizo que Moisés escribiese la historia sencilla y
ordenada de la creación del mundo y del hombre. La composición de los
últimos cuatro libros del Pentateuco es bien clara. Pretenden ser, y
obviamente lo son, un diario compuesto en el proceso del éxodo y los
viajes en el desierto, compuestos bajo la dirección de Moisés, y sin
duda arreglados en forma definitiva por Josué. La materia histórica de
las Escrituras generalmente no pretende ser la comunicación
sobrenatural de información de otro modo desconocida.


B. La profecía
Por otra parte, los escritos proféticos contienen porciones que
definitivamente pretenden una revelación directa y sobrenatural. Estas
porciones reclaman haber sido dadas en diferentes maneras bajo
diferentes circunstancias, a veces por sueños, a veces por otras
formas de la actividad de Dios.


C. Los evangelios
En el Nuevo Testamento, Mateo y Juan alegan haber sido escritos por
miembros del círculo original de discípulos. Es costumbre aceptar el
testimonio de Papías en cuanto a la composición del Evangelio de
Marcos. Papías nos dice que Marcos escribió lo que Pedro predicó. Es
interesante notar que el contenido del Evangelio de Marcos corresponde
exactamente a lo que Pedro dijo que era imprescindible para el mensaje
de un apóstol (Hch 1:22).


D. El Evangelio de Lucas
De interés especial es la manera por medio de la cual el Evangelio de
Lucas declara haber sido compuesto. Se está de acuerdo en general en
que Lucas fue el compañero de viajes de Pablo, y que es el autor del
evangelio que lleva su nombre así como del libro de los Hechos. Los
primeros cuatro versículos del Evangelio de Lucas nos permiten entrar
íntimamente en su método de composición.
Lucas dice: «Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la
historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas…» (v.1).
Por estas palabras introductorias nos enteramos de que había muchas
historias escritas de los hechos y dichos de Jesús. Por un estudio
cuidadoso de los evangelios podemos obtener un cuadro bastante claro
de algunas de las fuentes escritas a las que se refiere Lucas. Sabemos
por la historia que los estudiantes tomaban notas de las conferencias
de sus maestros. Sería difícil no creer que los discípulos de Cristo
anotaran lo que él dijo e hizo. Sabemos también por la historia que el
pueblo del siglo primero en Palestina escribía cartas acerca de los
acontecimientos de interés para ellos. Es imposible dudar que mucha
gente escribió cartas acerca de los hechos y dichos de Jesús, y que
muchos de los cristianos guardaban con cariño tales escritos.
Sabemos también por la historia que había muchos hombres en el primer
siglo capaces de escribir informes bastante amplios. Esta fue una
civilización altamente literata. Harnack en su libro Bible Reading in
the Early Church [La lectura bíblica en la Iglesia Primitiva] muestra
que la capacidad de leer y escribir entre los judíos del siglo I era
tan alta como en las naciones civilizadas de hoy. Ramsey en la primera
parte de su libro Letters to the Seven Churches [Cartas a las siete
iglesias] da datos interesantes mostrando el mismo hecho. Las palabras
de Lucas parecen tener referencia a más que meras cartas y notas
fragmentarias. Parece que Lucas está diciéndonos que muchos habían
escrito en forma más o menos completa, informes de lo que ellos sabían
acerca de Jesús y de sus dichos y hechos.
Luego Lucas continúa: «Tal como nos lo enseñaron los que desde el
principio lo vieron con sus ojos y fueron ministros de la palabra…»
(v.2).
Estas palabras nos dicen claramente que Lucas habló con testigos
oculares que habían visto y oído las cosas que Lucas registró. Sabemos
que Lucas estaba en Palestina mientras Pablo estuvo preso en Cesaréa,
es decir, un período de unos dos años. Lucas habría tenido oportunidad
de hablar con testigos oculares durante este tiempo. Es altamente
probable que así conoció los hechos del nacimiento e infancia de Jesús
de la misma María. Lucas por tanto declara haber tenido informes
escritos y haber recibido el testimonio de testigos oculares.
Sigue: «Me ha parecido también a mí, después de haber investigado con
diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden …
para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido
instruido». (vv.3, 4).
Estas palabras son significativas del cuidadoso método de
investigación de Lucas: «haber investigado con diligencia todas las
cosas desde su origen». Nótese que Teófilo, a quien el evangelio y el
libro de Hechos están dedicados, no era uno del círculo original de
discípulos sino uno que había sido «instruido»; la palabra
literalmente significa «catequizado». David Smith, en su libro Life
and Letters of Saint Paul [Vida y Cartas de San Pablo] da evidencias
de que los catecismos para nuevos creyentes se escribieron a una edad
muy temprana en la historia de la iglesia del Nuevo Testamento.
A veces me he preguntado si «Teófilo» no sería el nombre dado por
Lucas a la juventud y a los nuevos creyentes de la iglesia, más bien
que a un individuo. Sin embargo esto es pura conjetura.
El hecho es que Lucas consideró que una cuidadosa investigación
histórica y una presentación ordenada de los hechos en cuanto a los
dichos y hechos de Jesús era imprescindible para el que no había sido
testigo ocular de la vida y obra de Cristo.
Este prólogo de Lucas nos da una valiosa respuesta a la pregunta: Si
Dios inspiró la Biblia, y usó influencia sobrenatural al hacer que
fuera escrita, ¿cuál es el valor de un estudio de evidencia
adicional?, ¿cuál es el valor de la investigación histórica? La
respuesta sugerida aquí es que hay muchos que no saben o no reconocen
que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios. Para muchas de estas
personas, el hecho de que Lucas fuera un historiador cuidadoso ha sido
en su experiencia una ayuda a la fe.


E. Gálatas
El modo de inspiración de la Epístola a los Gálatas es de interés
especial. Los ignorantes a veces han acusado a la iglesia de creer
supersticiosamente que las partes de la Biblia fueron transmitidas a
los hombres enteramente escritas por un procedimiento netamente
sobrenatural, desconectado de su relación a la experiencia histórica
ordinaria. Es de suma importancia que nos demos cuenta de que Dios
produjo la Biblia en el curso de la historia humana de tal manera que
está íntimamente relacionada con los acontecimientos y problemas
humanos.
Es como si cuando llegara el tiempo de echar las bases para la
Epístola a los Gálatas, Dios empezara con el abuelo de Pablo quien
fuera un fariseo celoso. La familia de Pablo había sido farisea por lo
menos por dos generaciones anteriores, porque cuando dice, «soy
fariseo, hijo de fariseo» (Hch 23:6), la palabra en el original es
plural. En general los judíos de la dispersión fueron más celosos de
sus tradiciones religiosas que los judíos de Palestina. Dios hizo que
Saulo de Tarso tuviera la mejor educación rabínica posible a los pies
de Gamaliel. Dios dio a Saulo una intensa lealtad y celo, y le
permitió ser el principal perseguidor de la iglesia. Por una serie de
eventos la convicción creció en su corazón, y cuando el tiempo de su
experiencia en el camino a Damasco él iba dando «coces contra el
aguijón».
Entonces el Señor lo convirtió súbita y violentamente; le dio las
experiencias narradas en Damasco, Jerusalén, Siria, y Cilicia; lo
trajo nuevamente a Antioquía; y por último lo envió con Bernabé en el
primer viaje misionero. El celo ardiente de Pablo por las iglesias
fundadas en este primer viaje misionero es muy evidente.
Luego después, no sabemos exactamente cuando, las noticias llegaron de
las iglesias de Galacia: «Tus iglesias recién fundadas se han apartado
de la fe, han perdido su testimonio cristiano, se han judaizado, y
buscan justificación por las obras de la ley».
La emoción abrumadora junto con el agudo análisis intelectual,
característicos de la Epístola a los Gálatas, fue así producida por
una larga cadena de eventos. Pablo derrama la pasión de su alma por
estos nuevos cristianos a quienes amaba tiernamente. Alguien ha dicho
que la Epístola a los Gálatas es una chispa que salió incandescente
del yunque de la controversia religiosa del primer siglo.
En cuanto al modo de inspiración, si la sabiduría humana hubiese
deseado producir un tratado sobre la doctrina de la justificación por
la fe sin las obras de la ley de tal envergadura que conmoviera al
mundo, la sabiduría humana habría producido un artículo técnico
enciclopédico para ser estudiado solamente en un ambiente académico.
Al contrario, la sabiduría de Dios escogió un modo de producción que
nos ha dado el mensaje ardiente capaz de poner fuego al mundo al ser
descubierto de nuevo por Martín Lutero.


F. Resumen en cuanto al modo
En resumen, el modo por el cual las Escrituras fueron inspiradas
envuelve una gran variedad de procedimientos, pero la mayor parte de
la materia es de tal naturaleza que estuvo íntimamente entretejida con
acontecimientos humanos decisivos en tiempos y lugares particulares en
el proceso histórico.
Por supuesto que hay verdades intemporales en la Biblia, tal como
cuando Jesús dijo: «Dios es un espíritu, y los que le adoran, en
espíritu y en verdad es necesario que le adoren» (Jn 4:24). Pero la
Biblia en conjunto y en cada uno de sus libros, concuerda con las
circunstancias particulares de los hombres y mujeres que llevan las
cargas ordinarias y extraordinarias de la vida.


IV. TESTIMONIOS


A. Denominacional
Que la iglesia ha enseñado que la Biblia es la Palabra infalible de
Dios por todos los siglos es indiscutible. En mi opinión, el punto de
vista que la iglesia ha mantenido históricamente se resume
correctamente en la declaración de la Asamblea General de la Iglesia
Presbiteriana en los EE.UU., adoptada originalmente en 1910, repetida
en 1916 y otra vez en 1923. Las palabras de la declaración son: «Es
imprescindible a la Palabra de Dios, y a nuestras normas, que el
Espíritu Santo moviese, guiase, e inspirase a los autores de las
Sagradas Escrituras para guardarlos del error».


B. La «Afirmación» de Auburn
La historia de esta declaración, como muchas cosas de importancia en
el testimonio cristiano, es una historia de tragedia. La declaración
sobre las Escrituras fue acompañada por otros cuatro puntos de
doctrina introducidos por la misma fórmula: «Es imprescindible a la
Palabra de Dios y a nuestras normas que …» Los otros cuatro puntos
fueron: el nacimiento virginal de Cristo, la expiación por
sustitución, los milagros de Cristo, y la resurrección corporal de
Cristo. Poco después de la declaración de la Asamblea General en 1923,
se publicó un documento llamado «La afirmación de Auburn» y fue
firmado por el diez por ciento de los ministros ordenados de esa
denominación. Llamada una afirmación, fue enteramente una negación. La
primera parte del documento negó que la Asamblea General de la
denominación tuviera el derecho de legislar en cosas doctrinales. Por
supuesto que esto era verdad, pero la Asamblea General no había
aprobado legislación alguna. Actuando bajo sus poderes
constitucionales, había declarado lo que históricamente era la
doctrina de la iglesia.
La segunda parte de la afirmación de Auburn fue una negación de los
cinco puntos de doctrina que la Asamblea había declarado. Se dijo que
la doctrina de la inerrabilidad de las Escrituras era «una doctrina
muy dañina», y declararon que los otros cuatro puntos —el nacimiento
virginal, la expiación sustitucional, los milagros, y la resurrección
corporal de Cristo— eran sólo teorías que los ministros debidamente
acreditados podían o no mantener. Desde 1923 la posición de los
afirmacionistas ha llegado a predominar en la denominación.
Por supuesto, la posición adoptada en esta obra es que las asambleas
generales de 1910, 1916, y 1923 tenían razón y que los afirmacionistas
de Auburn estaban equivocados. En la época de la publicación de la
afirmación de Auburn, la constitución de la denominación a la cual los
signatorios pertenecían exigía que cada ministro ordenado debía dar
una contestación afirmativa a la pregunta: ¿Creéis que las Escrituras
del Antiguo y Nuevo Testamento son la Palabra de Dios, la única regla
infalible de fe y conducta? (Forma de Gobierno, Cap. XV, párrafo 12).
Me refiero a la historia de esta denominación en particular porque en
general es típico de lo que ha acontecido en años recientes en las
grandes denominaciones.


C. B. B. Warfield y otros sobre la inspiración
En mi opinión, el más grande y claro exponente que hemos tenido de la
verdadera doctrina de la inspiración de las Escrituras fue el Dr. B.B.
Warfield (1851–1921) del antiguo Seminario de Princeton. Los escritos
de Warfield sobre este tema se coleccionaron en un tomo intitulado
Revelation and Inspiration [La revelación y la inspiración], publicado
por Oxford Press, 1927. Desgraciadamente este tomo se ha agotado, pero
la mayoría de los artículos fueron impresos de nuevo en un tomo
intitulado The Inspiration and Authority of the Bible [La inspiración
y la autoridad de la Biblia], publicado por The Presbyterian and
Reformal Publishing Company en 1948.
Warfield permaneció intransigente, con fuerte lógica, en la posición
histórica de la iglesia. Era un agustiniano y un calvinista.


D. Gaussen, Harris, y Henry
Entre las obras más antiguas sobre la inspiración de la Biblia es de
valor preeminente el libro Theopneustia por Gaussen, publicado primero
en París en 1840, reimpreso por Moody Press hace algunos años. Samuel
R.L. Gaussen fue profesor de teología sistemática en Ginebra.
Entre las obras más recientes son muy recomendables el libro
Inspiration and Canonicity of the Bible [La inspiración y la
canonicidad de la Biblia] por mi amigo y colega, el doctor R.L.
Harris, Zondervan, 1957, y Revelation and the Bible [La revelación y
la Biblia] por Carl H.F. Henry (editor) Presbyterian and Reformed
Publishing Company, 1958, que contiene artículos por veinticuatro
eruditos bíblicos y conservadores. Mantiene un alto nivel de materia
valiosa con muy pocos puntos débiles, considerando la variedad de
autores.


V. LA CANONICIDAD


A. Definición
Será imposible dentro del compás de este capítulo dar una discusión
adecuada a la historia del canon del Antiguo y del Nuevo Testamento.
Tenemos que referir al estudiante a las grandes obras referentes al
canon. Sugiero que empiece con la excelente obra del Dr. Harris La
inspiración y la canonicidad, en la cual encontrará no sólo valiosa y
auténtica instrucción sino también adecuadas referencias
bibliográficas. Por ahora tengo que limitarme a discutir el
significado de «canonicidad» y su lugar en nuestro sistema de
doctrina.
La palabra «canon» literalmente significa «regla». Quería decir una
vara por la cual las cosas se mantenían en orden físicamente. Pero se
usa metafóricamente en 2 Corintios 10:12–18 para indicar el gobierno
de Dios para nuestro trabajo y la providencia de Dios en el mismo. Se
usa también en Gálatas 6:14–16 para designar la «regla» del andar
según la cruz de Cristo.
Aplicado a las Escrituras, la palabra «canon» se emplea por algunos
escritores como equivalente de «una lista de libros». Sin embargo,
esto es erróneo. Tales frases como «el canon de las Escrituras» o «la
canonicidad de un libro» o «los sesenta y seis libros del canon» no
designan meramente una lista de libros. La canonicidad de la Biblia es
la cualidad o carácter de las Escrituras por el cual son nuestra regla
de fe y vida, como la Palabra infalible de Dios. Así, canonicidad es
equivalente a autoridad, la divina autoridad de las Escrituras.
Canonicidad no es sinónimo de inspiración, pero ambas áreas son
precisamente coextensivas. Aquellos libros que son inspirados son
canónicos y aquellos libros que son canónicos, son libros inspirados.


B. El reconocimiento de la canonicidad
La canonicidad no es idéntica al reconocimiento por la iglesia.
Mantengo que los libros de la Biblia fueron canónicos cuando fueron
escritos, en el verdadero sentido de la palabra, es decir, fueron la
regla de Dios para nuestra fe y vida. Estos libros fueron reconocidos
como canónicos en el momento de ser escritos por la porción particular
de la iglesia de Dios a la cual fueron escritos. El reconocimiento por
la iglesia en conjunto, en algunos casos, requería tiempo. En general
los varios libros de la Biblia fueron reconocidos por el pueblo de
Dios como la Palabra de Dios al ser leídos y estudiados.
En períodos y en grupos en que no se leen ni estudian las Escrituras
(como por ejemplo: en comunidades católico-romanas en general), hay
oscuridad en cuanto a la canonicidad de los libros apócrifos, ciertos
libros no inspirados que circulaban entre el pueblo de Dios en el
mundo antiguo. Donde hay diligente estudio bíblico y familiaridad con
la Palabra de Dios entre la gente, hay claridad en la discusión entre
los sesenta y seis libros y los libros religiosos canónicos.
Cuando Jerónimo tradujo la Biblia al idioma común del pueblo (la
Vulgata), entendió bien la diferencia entre los sesenta y seis libros
y los libros apócrifos. Estos últimos los puso a un lado, en un
casillero aparte. En tiempo de la Reforma protestante la misma
distinción fue reconocida por los líderes, creyentes en la Biblia y
temerosos de Dios. En los comienzos del movimiento misionero moderno
la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, al publicar la Palabra de
Dios para los paganos, hizo una distinción clara, omitiendo los libros
apócrifos. Cuando y donde un grupo del pueblo de Dios estudia
diligentemente las Escrituras, los libros canónicos serán reconocidos
y los otros serán rechazados.
Frecuentemente se pregunta: ¿Cómo sabemos que estos libros son
canónicos? Nada podía ser más falso que la respuesta dada por algunos
personajes eclesiásticos al efecto de que los concilios de la iglesia
han declarado que estos libros son autoritativos. En realidad, los
primeros concilios de la iglesia no publicaron ninguna lista de
libros. Había conocimiento común entre el pueblo del Señor en cuanto a
cuáles libros tenían las características de canonicidad. No fue sino
hasta fines del siglo IV que los concilios publicaron listas formales
de los libros. Estas listas no fueron publicadas como decisiones
autoritativas, sino como declaraciones de los libros que ya habían
sido reconocidos por la comunidad cristiana.


C. No fue decisión de los concilios
En mis días universitarios, un buen profesor, quien debía haber estado
mejor informado, nos dijo a los estudiantes: «La lista de libros en el
Antiguo Testamento fue determinada por un concilio de rabinos en
Jamnia, y la lista de libros en el Nuevo Testamento fue determinada
por un concilio de obispos en Nicea». El buen hombre meramente repitió
un refrán. No tenemos ningún informe de decisiones oficiales del
concilio de rabinos en Jamnia en cuanto a una lista de libros. Sabemos
que los rabinos en Jamnia gozaban de influencia y que a veces
conferenciaban juntos; pero la historia no nos presenta nada parecido
a una decisión autoritativa sobre el canon por un concilio de rabinos.
Antes de Cristo los creyentes judíos sabían cuáles libros eran
inspirados, y la lista era un asunto de conocimiento común.
El concilio de Nicea no tomó acción alguna en cuanto a una lista de
libros del Nuevo Testamento. Basados en la autoridad de los libros que
todos sabían eran la Palabra de Dios, determinaron la definición de la
gran doctrina de la Trinidad, la que descansa en el hecho de la deidad
perfecta de Jesucristo.


D. Libros «perdidos», apócrifos
No hace muchos años un editor publicó un tomo intitulado The Lost
Books of the Bible [Los libros perdidos de la Biblia]. Se anunció la
obra con cuadros llamativos y preguntas provocativas, tales como:
«¿Por qué los obispos ocultaron estos libros? ¿Por qué estos libros no
fueron incluidos en el canon sagrado?» Este fue uno de los fraudes
religiosos más deshonrosos de los últimos tiempos. Todo el contenido
publicado como «los libros perdidos de la Biblia» había ya existido en
un tomo en inglés por más de doscientos años. Ninguno de los libros se
había perdido. Ninguno de se había ocultado. Los eruditos bíblicos
siempre supieron de estos libros. No fueron conocidos por el público
cristiano en general sencillamente porque no eran de bastante interés
o importancia.
Los libros apócrifos del Antiguo Testamento se pueden encontrar en
cualquier Biblia católico-romana. Los protestantes debieran tener
copias para información propia. Hay una gran obra en dos tomos editada
por el profesor Charles llamada The Apocrypha and Pseudopigrapha of
the Old Testament [Los libros apócrifos y pseudopígrafos del Antiguo
Testamento], que incluye no sólo los libros apócrifos de la Biblia
católico-romana sino un número considerable de otros escritos
religiosos relacionados más o menos con el Antiguo Testamento o el
tiempo entre los testamentos.
La mejor edición de los libros apócrifos del Nuevo Testamento es la
que editó M.R. James, Oxford Press, 1921. En su prefacio James dice:
«Todavía se puede oír a algunas personas decir: «Después de todo,
estos evangelios y hechos apócrifos, como ustedes lo llaman, son tan
interesantes como los antiguos. Pero sólo por accidente o por capricho
no fueron puestos en el Nuevo Testamento». La mejor respuesta a esta
frívola opinión ha sido siempre, y sigue siendo, producir los escritos
y dejarlos que digan su propia historia. Muy pronto se verá que no hay
más cuestión de que alguien no los haya excluido del Nuevo Testamento:
ellos se han excluido a sí mismos. Interesantes como son … no alcanzan
ninguno de los propósitos principales para los cuales fueron escritos:
instruir en la religión verdadera y proveer una historia verídica».
En otras palabras, el profesor James dice que para saber por qué los
libros apócrifos no están en el canon de la Escritura, y por qué los
sesenta y seis libros lo están, la respuesta es, léalos y verá. La
canonicidad es una cualidad de los libros que la mente guiada por el
Espíritu puede percibir.


E. Criterios
Cuando un estudiante me pregunta: «¿Por qué consideramos estos libros
como canónicos?», generalmente contesto: «¿Por qué consideramos un
diamante como un objeto muy especial? ¿Por qué lo ponemos en un
engaste Tiffany y pedimos a nuestra amada que lo lleve en el dedo
anular de la mano izquierda?» La única respuesta es: «Puesto que un
diamante es un diamante, se trata como diamante».
Pero eso es razonar a la redonda. Sí, toda aclaración basada en hechos
existenciales se puede considerar como circular. ¿Por qué es un hecho
un hecho?, y ¿por qué se considera como un hecho? La única respuesta
es, porque es un hecho.
Hay algo acerca de un diamante que es diferente. Esto no quiere decir
que yo como un individuo pueda siempre distinguir entre un diamante
genuino y una imitación. Podría ser engañado; no soy un experto. He
comprado sólo un diamante en mi vida, y todavía centellea en el dedo
donde lo coloqué. Sin embargo, hay algo en un diamante que es objetivo
y determinable y que se puede conocer positivamente y aceptar como un
hecho.
Para mí eso es exactamente la base de mi fe en los sesenta y seis
libros. Son canónicos porque son la Palabra de Dios, y decir que son
canónicos quiere decir que son la Palabra de Dios. Hay algo acerca de
estos libros que es diferente.
Repitiendo, yo podría ser engañado como individuo, pero el Espíritu
Santo de Dios, obrando en los corazones del pueblo de Dios, si
prestaran atención a las Escrituras, siempre da evidencia de que las
Escrituras son las Escrituras, que los libros inspirados son los
libros inspirados. Nosotros los protestantes no tenemos deseos de
ocultar o ignorar los libros apócrifos. Instamos solamente que deben
ser leídos para que la diferencia entre ellos y los libros inspirados
sea apreciada por la iglesia en general de una manera más clara y
definida.
Es mi convicción que si todo recuerdo de la Biblia como una colección
de libros fuera borrada mágicamente de la mente del hombre, y si estos
sesenta y seis libros fueran echados de nuevo al océano de la
literatura, dentro de un tiempo relativamente corto serían otra vez
recogidos y reconocidos como la Palabra infalible de Dios.


F. La Confesión de Westminster
Lo que he tratado de decir es lo que creo es la enseñanza del capítulo
1 de la Confesión de fe de Westminster, especialmente las secciones 4
y 5. La sección 4 dice así: «La autoridad de las Santas Escrituras,
por la que ellas deben ser creídas y obedecidas, no depende del
testimonio de ningún hombre o iglesia, sino enteramente del de Dios
(quien en sí mismo es la verdad), el autor de ellas; y deben ser
creídas, porque son la Palabra de Dios» (2 Tim 3:16; 1 Jn 5:9; 1 Tes
2:13).
Como he tratado de clarificar más arriba, este argumento no es más
circular que cualquiera otra declaración basada en hechos.
Pero, ¿cómo sabemos, cómo reconocemos la canonicidad de estos libros?
La sección 5 dice así: «El testimonio de la iglesia puede movernos e
inducirnos a tener para las Santas Escrituras una estimación alta y
reverencial (1 Tim 3:15) a la vez que el carácter celestial del
contenido de la Biblia, la eficacia de su doctrina, la majestad de su
estilo, el consenso de todas sus partes, el fin que se propone
alcanzar en todo el libro (que es el de dar toda gloria a Dios), el
claro descubrimiento que hace del único modo por el cual puede
alcanzar la salvación el hombre, la multitud incomparable de otras de
sus excelencias, y su entera perfección, son todos argumentos por los
cuales la Biblia demuestra abundantemente que es la Palabra de Dios.
Sin embargo, nuestra persuasión y completa seguridad de que su verdad
es infalible y su autoridad divina proviene de la obra del Espíritu
Santo, quien da testimonio a nuestro corazón con la palabra divina y
por medio de ella».
En este párrafo tenemos un resumen notable de la evidencia de la
inspiración de la Biblia. Sería tentador presentar una larga
disertación sobre cada una de las frases. Tómese; por ejemplo, «el
consenso de todas sus partes» y elabórese el pensamiento de la unidad
y coherencia del sistema doctrinal presentado en todo el cuerpo de los
sesenta y seis libros. Esto incluiría el argumento del cumplimiento de
profecías, que en sí mismo requeriría un tomo.
Para nuestro propósito actual no puedo más que hacer hincapié en que
es «el Espíritu Santo dando testimonio a nuestro corazón con la
palabra divina y por medio de ella» lo que da la evidencia final y
concluyente. Esto no quiere decir que el cristiano individual pueda
juzgar aparte del cuerpo de la iglesia, pero significa, sí, que Dios
ha guiado a su iglesia y la guiará a reconocer las Escrituras por lo
que son.


G. El libro es la autoridad
Hay que hacer aquí una advertencia. Ha habido aquellos que han tratado
de torcer estas palabras de la Confesión de fe de Westminster y hacer
de ellas una doctrina de una mera «luz interior». Tengo que insistir
en que un estudio honrado de la sintaxis de la oración debe aclarar
que aquello a lo cual el Espíritu Santo da testimonio, en la
conciencia espiritual colectiva del pueblo de Dios, es la autoridad y
canonicidad de las Escrituras. De lo que el Espíritu Santo nos
persuade es, según la confesión, de «que su verdad es infalible y su
autoridad divina». Este mismo pensamiento se confirma por la sección
10 de este mismo capítulo de la confesión. «El Juez Supremo por el
cual deben decidirse todas las controversias religiosas, todos los
decretos de los concilios, las opiniones de los hombres antiguos, las
doctrinas de hombres y espíritus privados, y en cuya sentencia debemos
descansar, no es ningún otro más que el Espíritu Santo que habla en
las Escrituras».


VI. EL PUNTO DE VISTA DE CRISTO Y LOS APÓSTOLES


A. Punto de vista de Cristo
Tal vez el artículo más sólido de Warfield sea el que se intitula The
Real Problem of Inspiration [El verdadero problema de la inspiración].
Se encontrará en los libros de Warfield mencionados anteriormente.
Warfield muestra que el verdadero problema es si estamos listos o no
para aceptar el punto de vista de la inspiración enseñado por Cristo y
los apóstoles. Muestra que Cristo consideraba toda la Escritura
conocida en ese día como la Palabra infalible de Dios; que los
apóstoles fueron comisionados por Cristo para el establecimiento de la
iglesia y para escribir el Nuevo Testamento; y que ellos también
consideraban todas las Escrituras que conocían como la Palabra de
Dios, autoritativa e inerrable. Por lo tanto, si uno niega la
veracidad total y la autoridad de la Biblia, niega la autoridad de los
apóstoles y de Cristo mismo; y niega que sean dignos de confianza como
maestros.
Será imposible otra cosa que presentar algunos fragmentos de la
evidencia pertinente. El estudiante deberá consultar el libro de
Warfield por sí mismo.
En el Sermón del Monte tenemos la declaración enfática de Cristo sobre
la infalibilidad de la ley: «No penséis que he venido para abrogar la
ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.
Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni
una jota [la letra hebrea más pequeña] ni un tilde pasará de la ley,
hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que
quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los
hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; más
cualquiera que los haga y los enseñe, este será llamado grande en el
reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no fuera
mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de
los cielos» (Mt 5:17–20).
Recuerdo bien haber asistido a una conferencia por un erudito de
renombre, reconocido mundialmente como autoridad en el Sermón del
Monte, profesor en una de nuestras grandes universidades, en una serie
de conferencias sobre «Las enseñanzas de Jesús». El profesor llegó a
este pasaje y, sin la menor evidencia objetiva, sin base histórica o
documental, dijo muy positiva y concluyentemente: «No creo que Jesús
jamás dijo eso».
Pero Lucas tenía evidencia de un dicho muy similar en un contexto
diferente: «Más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se
frustre una tilde de la ley» (Lc 16:17). Y Juan había anotado en su
cuaderno que Jesús en otra ocasión había dicho: «La Escritura no puede
ser quebrantada» (Jn 10:35). Cuando, al tratar con los sutiles
fariseos, Jesús tuvo ocasión de citar el Salmo 110:1, lo introdujo
diciendo: «¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor…?» (Mt
22:43, 44).
Jesús apeló a Moisés: «Si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí,
porque de mí escribió él. Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo
creeréis a mis palabras?» (Jn 5:46, 47). No sólo en estas referencias
específicas sino en toda su actitud hacia el Antiguo Testamento,
Cristo siempre dio evidencia de que lo aceptaba como la Palabra
infalible de Dios. Además, sus discípulos, enseñados por él, llevaban
el mensaje de la inerrabilidad de las Escrituras a toda la iglesia en
los primeros días.
Parece así pues, que tenemos toda razón para creer que Jesús enseñó la
inerrabilidad de las Escrituras. Esto se infiere no solamente de sus
palabras explícitas, como las ya citadas, sino de todo el complejo de
circunstancias, todo lo cual indica la misma conclusión.


B. Los apóstoles y la autoridad de las Escrituras: Pedro
Al llegar a las enseñanzas de los apóstoles como se encuentran en el
Nuevo Testamento, no tenemos sólo las referencias constantes a las
Escrituras como la Palabra infalible de Dios sino también ciertos
pasajes notables en los cuales se detalla la doctrina apostólica.
La famosa declaración de Pedro (2 P 1:19–21) es precedida de una
introducción significante. Él sabe (v.14) que su vida pronto
terminará, como Cristo ya lo había dicho (Jn 21:18). Él será diligente
en escribir ciertas enseñanzas a fin de que sus lectores tengan
siempre una minuta de estas cosas (v.15).
Continúa: «Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de
nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como
habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. Pues cuando él
recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la
magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual
tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo,
cuando estábamos con él en el monte santo» (vv. 16–19).
Hasta este punto el énfasis de Pedro es sobre el valor de su
testimonio como de un testigo ocular.
Nótese que Pedro conecta la experiencia en el monte de la
transfiguración con la segunda venida de Cristo, parousia. En los tres
evangelios sinópticos, después de la experiencia del monte de la
transfiguración sigue inmediatamente la declaración de Cristo: «Hay
algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que
hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino» (Mt 16:28). El
Dr. Basil Atkinson comenta sobre Mateo 16:28 así: «El versículo 28 ha
causado muchas dificultades y disensión innecesaria. Su cumplimiento
se puede encontrar en la transfiguración, que sigue inmediatamente
(ocasión en la cual el apóstol Pedro afirma que los tres discípulos
vieron la venida de Cristo; cf. 2 P 1:16)…» Parece claro de lo que
Pedro dice que consideraba la visión en el monte de la transfiguración
como un cumplimiento de la promesa de Mateo 16:28. Crisóstomo
(345–407) sostiene que en la experiencia del monte de la
transfiguración, Pedro, Jacobo, y Juan vieron a Cristo en su reino,
«en la visión».
El hecho más notable de la declaración de Pedro es que habiendo
recordado la experiencia del monte de la transfiguración en términos
vívidos, y habiendo recalcado su experiencia como testigo ocular,
continúa: «Tenemos, más firme, la palabra profética; a la cual hacéis
bien en estar atentos, como a una lámpara que luce en un lugar
tenebroso, hasta que el día esclarezca, y el lucero nazca» (v. 19a,
V.M.). En otras palabras, Pedro mantiene que la palabra de la profecía
escrita es más segura que el testimonio de él mismo como testigo
presencial. El puede creer más fácilmente la palabra profética que la
experiencia de sus propios ojos y oídos.
Es verdad que el comparativo «más firme» puede considerarse como un
sencillo superlativo, porque el uso gramatical es algo impreciso, pero
no veo razón alguna para no tomar el comparativo literalmente. En
verdad no es extraño observar que un testimonio personal esté sujeto a
alucinaciones, a las que la palabra profética no está sujeta.
Pedro continúa: «Entendiendo primero esto [en vuestros corazones], que
ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque
nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos
hombres de Dios hablaron inspirados por el Espíritu Santo» (vv.
19b–21).
La traducción común de estas oraciones ha llevado a un concepto
erróneo. Warfield ha mostrado que el sujeto de las observaciones de
Pedro es la manifestación, o el llegar a ser, de la profecía. No está
hablando de exégesis o hermenéutica, sino del procedimiento por el
cual la profecía llegó a existir. Mientras que la mayoría de los
libros humanos corrientes se escriben para dar interpretaciones
humanas según el entendimiento y la voluntad humana, las Escrituras no
se han producido de esta manera, sino que los escritores de las
Escrituras han sido movidos o impulsados por el Espíritu Santo de
Dios.


C. La doctrina de las Escrituras según Pablo
La doctrina de las Escrituras según Pablo (2 Tim 3:15–17) está de
acuerdo con la de Pedro. «Desde la niñez has sabido las Sagradas
Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la
fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y
útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente
preparado para toda buena obra». (Las Escrituras conocidas por Timoteo
desde la niñez eran, por supuesto, el Antiguo Testamento).
Warfield, al definir la inspiración, trata de la palabra que
comúnmente se traduce «es inspirada por Dios», y muestra que significa
«el producto del aliento creador de Dios». Así como con referencia a
la creación leemos: «Por la palabra de Jehová fueron hechos los
cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca» (Sal
33:6). Y otra vez, «Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió»
(Sal 33:9); así también debemos pensar en las Escrituras como el
producto de un acto creador divino.
El uso de la forma singular de la palabra «simiente» en Gálatas 3:16
verdaderamente muestra que Pablo consideraba que las Escrituras eran
inspiradas verbalmente. Sin embargo, debemos notar que el uso por
Pablo de la palabra «simiente» es como una ilustración para ayudar a
que la mente comprenda y retenga la verdad, y no como un argumento de
la exégesis del texto de Génesis. Pablo bien sabía que «simiente» es
un término colectivo en hebreo y griego tanto como lo es en
castellano. La forma singular meramente indica la verdad de que la
salvación se efectuó por Uno de la posteridad de Abraham.


VII. EL TESTIMONIO DE LOS AUTORES DE LAS ESCRITURAS ENTRE SÍ


A. Varios casos del Antiguo Testamento
La Biblia es una entidad muy estrechamente integrada, en que cada
parte sostiene y a su vez es sostenida por cada otra. Es
característico de los escritores referirse el uno al otro, tanto como
a sí mismos, como proclamando la Palabra autoritativa de Dios.
En Josué 8:30–35 tenemos reconocimiento claro de la inspiración de los
libros de Moisés, predecesor de Josué. «Como Moisés siervo de Jehová
los había mandado a los hijos de Israel, como está escrito en el libro
de la ley de Moisés…. También escribió allí sobre las piedras una
copia de la ley de Moisés, la cual escribió delante de los hijos de
Israel … de la manera que Moisés, siervo de Jehová, lo había mandado
antes…. Después de esto, leyó todas las palabras de la ley, las
bendiciones y las maldiciones, conforme a todo lo que está escrito en
el libro de la ley. No hubo palabra alguna de todo cuanto mandó
Moisés, que Josué no hiciese leer delante de toda la congregación de
Israel….»
El conocimiento de la ley como fue dada por Moisés se refleja en el
reinado de Amasías (2 R 14:6). «Pero no mató a los hijos de los que le
dieron muerte, conforme a lo que está escrito en el libro de la ley de
Moisés [Dt 24:16], donde Jehová mandó diciendo: No matarán a los
padres por los hijos, ni a los hijos por los padres, sino que cada uno
morirá por su propio pecado».
Personalmente creo en una fecha temprana para la profecía de Abdías, a
saber, en el reino de Joram, el hijo de Josafat. Creo que Joel 2:32,
«En el monte de Sión … habrá salvación, como ha dicho Jehová», pueda
ser un caso en que Joel esté citando a Abdías, versículo 17.
Isaías habla de las Escrituras dadas con anterioridad: «¡A la ley y al
testimonio! ¡Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha
amanecido ! » (Is 8:20).
En la época del ministerio de Jeremías (Jer 26:17–19), «algunos de los
ancianos de la tierra» citaron la profecía de Miqueas (Mi 3:12) y se
refirieron a él como un verdadero profeta de Dios, y corroboraron el
fondo histórico de Miqueas en el reinado de Ezequías.


B. Daniel sobre Jeremías
Uno de los casos más notables de verificación intrabíblica se
encuentra en Daniel 9. Jeremías había profetizado dos veces (Jer
25:11, 12; 29:10) que la cautividad en Babilonia duraría setenta años
y que después habría una restauración. En efecto, Daniel puso su dedo
en la página y en devota y humilde oración, reclamó la promesa. Dice:
«En el año primero de Darío, hijo de Asuero, de la nación de los
Medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos, en el año
primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el
número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que había
de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años. Y volví mi
rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno,
cilicio y ceniza» (Dn 9:1–3).
La oración de Daniel se basa en la profecía de Jeremías y también en
el carácter de Dios como Uno que es fiel a sus pactos (Dn 9:4).
Además, todo está en un marco que reconoce la autoridad de «la ley de
Moisés» (v.13).
Esdras 1:1–4 también confirma la misma profecía de Jeremías.


C. Casos en el Nuevo Testamento en general
Que todos los autores del Nuevo Testamento consideran el Antiguo
Testamento como de autoridad divina e infalible es demasiado conocido
para que haya duda. Un vistazo a la larga lista de las citas y
alusiones, catorce páginas de referencias a dos columnas, al final del
Testamento Griego de Nestlé, es evidencia abrumadora. Además, es un
hecho bien conocido que los libros del Antiguo Testamento se citan
como de autoridad divina, mientras que las citas de otras fuentes, de
las cuales hay algunos casos en el Nuevo Testamento, nunca se dan como
la Palabra de Dios.


D. Contrarreferencias del Nuevo Testamento
Dentro del Nuevo Testamento hay un número de contrarreferencias de
bastante valor. Pedro se refiere a las epístolas de Pablo (2 P 3:15),
como «Escritura», y de una autoridad tal que los que tergiversaren lo
que Pablo dice en ellas, para su propia destrucción lo hacen.
Existe un estrecho paralelismo entre Judas y 2 Pedro. Judas, en los
versículos 17 y 18, dice: «…tened memoria de las palabras que antes
fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; los que
os decían: En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según
sus malvados deseos». Esto parece ser una referencia directa a 2 Pedro
3:2, 3, y una referencia general a tales pasajes como 1 Timoteo 4:1, y
2 Timoteo 4:3, 4. Así «los apóstoles a quienes Judas se refiere son
Pedro y Pablo.
En 1 Timoteo 5:18, Pablo dice: «Pues la Escritura dice: No pondrás
bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario». Las
palabras «no pondrás bozal al buey que trilla» son una cita directa de
Deuteronomio 25:4, pero las palabras «digno es el obrero de su
salario» se citan de Lucas 10:7 (cf. Mt 10:10). Ambas frases parecen
estar introducidas por la misma fórmula, «la Escritura dice». Tenemos
amplia razón para creer que el Evangelio de Lucas y el libro de Hechos
fueron terminados durante el primer encarcelamiento de Pablo en Roma.
Así Pablo estaría familiarizado con el evangelio de Lucas antes de
salir de aquel encarcelamiento. 1 Timoteo fue escrita después que
Pablo saliera de su encarcelamiento. Entonces tenemos amplia razón
para creer que Pablo estaba citando el evangelio de Lucas y que
sencillamente tomó por concedido que el evangelio de Lucas era
«Escritura».


E. Afirmaciones de autoridad
Los escritores de las Escrituras constantemente afirman que están
hablando la verdadera Palabra de Dios. «Así dice el Señor» y «La
palabra del Señor vino a … diciendo» son fórmulas repetidas. Algunos
ejemplos notables servirán para ilustrar la regla general.
Moisés no sólo declaró ser un profeta de Dios que hablaba la Palabra
de Dios con autoridad, sino que afirmó ser uno entre varios a los
cuales el pueblo debería prestar atención, «Profeta de en medio de ti,
de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis»
(Dt 18:15).
La declaración del apóstol Pablo de ser un maestro autoritativo es
notablemente clara y de tal naturaleza que si su afirmación no hubiese
sido aceptada, todo su mensaje habría sido rechazado. «… cuando
recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis
no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de
Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes» (1 Tes 2:13).
«Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que anda desordenadamente,
y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros…. Si alguno no
obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ese señaladlo, y
no os juntéis con él, para que se avergüence. Mas no lo tengáis por
enemigo, sino amonestadlo como a hermano» (2 Tes 3:6, 14, 15).


F. Verificación bíblica de la canonicidad
Hemos visto, de las palabras de Cristo y de los apóstoles, de las
referencias de los escritores bíblicos entre sí, y de las afirmaciones
de los autores mismos que hay abundante evidencia para la doctrina de
que los libros bíblicos son canónicos en sí mismos y que fueron dados
al pueblo de Dios de tiempo en tiempo como la autoritativa Palabra de
Dios.


VIII. PROBLEMAS


A. Consideraciones generales
Será imposible discutir en detalle los muchos problemas que se han
levantado en relación con la doctrina de la veracidad completa de las
Escrituras. La hipótesis documental del Antiguo Testamento, los
problemas de la crítica en cuanto al Nuevo Testamento, cuestiones
históricas y arqueológicas, tendremos que dejarlas para obras de
introducción bíblica en general y la introducción especial a los
varios libros de la Biblia. El progreso de las investigaciones
críticas, la arqueología, la lingüística, y la erudición bíblica en
general constantemente ha dado a luz crecientes evidencias para la
integridad de la Biblia, así como que no se ha descubierto ningún
hecho bien fundado que pruebe que la Biblia no es digna de confianza.
Piénsese en lo que el descubrimiento de los rollos del mar Muerto está
sumando a nuestro conocimiento de los tiempos bíblicos. Existe la
tentación de hacer incursión tras incursión en los problemas que se
han suscitado y, en las respuestas halladas en el curso de la historia
de la erudición bíblica. Pero tenemos que concentrar nuestro estudio
sobre la doctrina de la inspiración y la inerrabilidad.
A esta altura me parece que no puedo hacer nada mejor que citar de un
artículo mío publicado en The Bible Today de marzo de 1924.
Al citar esto, quiero decir que mis consideraciones bajo «Reglas de
gramática», «Citas del Antiguo Testamento», «Lecturas variantes», y
«Exactitud histórica» han resultado principios valiosos en el estudio
de la Biblia durante los años que han transcurrido.


B. Un testimonio antiguo
La primera batalla que tuve sobre la inerrabilidad de la Biblia fue en
la universidad de …. Mi estimado amigo, el profesor X, jefe del
departamento de griego, es un hombre espiritualmente inclinado y que
ama al Señor Jesucristo. Una tarde, en el picnic anual del
departamento de griego que se realizó en el patio de su hermosa casa,
mientras cantábamos alrededor de la fogata, el profesor X, de repente
empezó una oración reverente y fervorosa, que nunca olvidaré. Pero el
profesor X no cree en la inerrabilidad de la Biblia por dos razones:
(1) hay muchas lecturas variantes aun en nuestros mejores textos en el
idioma original, y (2) los escritores del Nuevo Testamento raras veces
citan el Antiguo Testamento al pie de la letra, sino que lo citan
libremente. He tenido un curso espléndido en la crítica textual del
Nuevo Testamento bajo el profesor Z desde que estudié con el profesor
X, y encuentro que un tercer argumento se asocia ordinariamente con
estos dos. (3) hay muchos errores gramaticales en algunos de los
libros de la Biblia que evidentemente estuvieron en los manuscritos
originales. Quisiera dar, en forma breve, mis reacciones a estos tres
argumentos en el orden opuesto al mencionado.


1. Reglas gramaticales
Las reglas gramaticales son, a lo más, cosas relativas, y en ningún
sentido absolutas. Para los ejercicios de los estudiantes hay que
seguir ciertas reglas, pero para autores de literatura superior las
reglas no son obligatorias. Cuando uno quiere expresar un pensamiento
grande, puede escribir en el lenguaje que mejor le parezca. La mejor
opinión que he encontrado sobre este tema es que para cada obra
literaria debemos escribir una gramática especial, no imponiendo
nuestras reglas sobre el autor, sino estudiando las reglas que él tuvo
a bien usar. La inerrabilidad del significado de Apocalipsis no se
destruye en lo más mínimo por el hecho de que Juan a veces usó
palabras griegas en construcciones gramaticales hebreas.


2. Citas del Antiguo Testamento
Es verdad que los escritores del Nuevo Testamento frecuentemente citan
el Antiguo Testamento libremente, no con exactitud, pero no encuentro
que esto sea un argumento en contra de la inerrabilidad de la Biblia.
Lo que los escritores del Nuevo Testamento dicen en la cita es
absolutamente la verdad, a menos que den a entender al lector que
están citando al pie de la letra. La dificultad al referirse a los
pasajes en los rollos voluminosos, y la escasez de ellos, hizo
entender al público lector de los tiempos bíblicos, sin duda, que la
mayoría de las citas eran de memoria e indirectas. Encuentro que aun
hoy día citamos a hombres y libros en la misma manera…. Nuestros
signos de puntuación no se habían inventado en el tiempo que se
escribió el Nuevo Testamento, y las citas se entendían probablemente
como indirectas, a menos que se estableciera lo contrario. Además,
muchas de las llamadas citas en el Nuevo Testamento no se han de
entender como citas, sino como meras alusiones.


3. Lecturas variantes
Fue una sorpresa para mí encontrar que hay muchas lecturas variantes
en nuestros mejores textos en los idiomas originales, y que todos los
documentos originales se han perdido. Sin embargo, pronto me di cuenta
de que este hecho no es diferente del hecho bien conocido de que la
traducción común de la Biblia a nuestra lengua no es inerrable.
Después de todo, ¿qué pretendemos que es inerrable? Como yo entiendo
el asunto, sostenemos la inerrabilidad del significado de lo que los
autores quisieron comunicar en los manuscritos originales.
En este punto los racionalistas siempre presentan una pregunta (y
también muchos que son verdaderamente conservadores): ¿Es razonable
suponer que Dios hizo que los manuscritos originales fuesen inerrables
cuando todo lo que tenemos es una colección de copias erróneas, y aun
si tuviéramos los mismos manuscritos originales, es dudoso que nuestra
información nos diera el significado de todas las palabras? Contesto
así:

(a) A la importancia de las lecturas variantes se le ha
dado demasiado énfasis. Para el caso los mejores textos griegos son
idénticos a los manuscritos originales. No se ha levantado ninguna
controversia teológica ni histórica, por causa de una lectura
variante. El Dr. Hort dice (Students' Edition of the «New Testament in
Greek», 565): «Esas palabras, en nuestra opinión todavía sujetas a
duda, apenas son más de la milésima parte de todo el Nuevo
Testamento».
(b) Para una época que demanda más precisión que nunca,
Dios está dando un conocimiento cada vez más exacto del verdadero
significado de los manuscritos originales. Esto es verdad, no
solamente en nuestro estudio del texto, que ha tenido notable progreso
en el último medio siglo, sino también en nuestro estudio de la
historia de los tiempos bíblicos, que nos da una luz nunca soñada del
verdadero significado de lo que fue escrito.
(c) Si creemos en la inerrabilidad del verdadero
significado de los manuscritos originales, la única manera en que
somos libres para cambiar nuestra Biblia es eliminar las pequeñas
dificultades entre ellas y lo que descubrimos era el original. Tenemos
una regla infalible de fe y práctica. Si por otra parte, no creemos en
la inerrabilidad del verdadero significado de los manuscritos
originales, somos libres para cambiar nuestras Biblias donde quiera
que pensemos, en nuestra propia sabiduría, que los originales
estuvieron errados. Hemos perdido nuestra regla infalible.
Una ilustración de este principio se puede ver en el mundo
comercial. Ningún comerciante en el país puede estar seguro de que
tiene un metro, por ejemplo, que sea absolutamente exacto, aunque se
midiera con un micrómetro. Pero la única manera en que uno puede
permitirse cambiar su metro, es comparándolo con las copias más
exactas que se guardan en la oficina Internacional de Pesos y Medidas
en París. Muy pocas personas, relativamente, han visto estas medidas
exactas, y no es importante verlas, porque las medidas comunes son
bastante precisas, aunque no absolutas. Pero, si no tuviéramos una
«doctrina» de medidas absolutamente exactas, cualquier comerciante que
pensara que su metro es demasiado largo, podría cortarlo a su antojo y
vender la mercadería así.
Creo que la doctrina de la infalibilidad del significado
de los manuscritos originales, que los autores inspirados querían
transmitir, es una doctrina esencial del cristianismo. Se puede
cambiar la Biblia sólo en aquellos pequeños detalles en que
descubrimos que difieren del original inerrable.



4. Exactitud histórica de la Biblia
En cuanto a las discrepancias históricas presuntas en la Biblia, he
encontrado mejor poner mis preguntas en «cuarentena» hasta que se
encuentren las respuestas. He tenido muchas de tales preguntas y puede
ser que tenga más, pero he tenido tantas respuestas que por mucho
tiempo mi casillero de cuarentena ha estado vacío. Daré un ejemplo (de
cientos) de una pregunta que entró en «cuarentena» y salió resuelta.
Se me enseñó definitivamente, que en Juan, la última Cena ocurrió el
día antes de la Pascua, porque la crucifixión fue en el día de la
«preparación de la Pascua». Después de varios años descubrí que
«preparación era la palabra judía para viernes». La preparación de la
Pascua» fue el viernes de la semana de la Pascua, y Juan y los otros
evangelios están en perfecta armonía.
Me interesa hacer notar que el Dr. R.L. Harris ha llegado por su
cuenta a una ilustración muy similar a la mía, tomada de pesas y
medidas. El estudiante debe leer todo el capítulo «La crítica textual
y la inspiración» del libro del Dr. Harris Inspiración y canonicidad.


C. Enfrentando problemas actuales
Nosotros, los creyentes en la inerrabilidad de las Escrituras,
constantemente nos vemos en situaciones en que los dirigentes
cristianos inconscientemente cambian su posición y hacen componendas
que nos parecen minar las doctrinas fundamentales. Hay dirigentes
prominentes conocidos como evangélicos (fundamentalistas) que, al no
estar de acuerdo con la doctrina de la inerrabilidad de las
Escrituras, no solamente difieren de la gran tradición del antiguo
Seminario Princeton (Charles Hodge, A.A. Hodge, y Warfield) sino que
difieren de los grandes credos históricos de la iglesia. El Dr. R.L.
Harris, con quien frecuentemente consulto, indica: «Warfield no está
solo al rechazar la idea de contradicción en la Escritura. Los Treinta
y Nueve Artículos de la Iglesia Anglicana, las normas de Westminster,
y otros credos mayores expresamente niegan la posibilidad de
contradicción en las Escrituras».
Incongruentemente, H. P. Smith (1880–1941) ha sido presentado por
nuestros contemporáneos, junto con James Orr, como rechazando la
doctrina de la inerrabilidad. Pero este Smith fue de una naturaleza
completamente diferente de la de Orr. El Dr. Harris dice: «Como
Warfield hace notar, Smith no buscaba problemas pequeños sino que era
un ejemplo extremo de alta crítica, para quien, en verdad, nada en las
Escrituras era verdaderamente autoritativo…. Algunos evangélicos
condenan a Warfield por no haber contestado estos ataques de Smith, …
los mismos pueden ser contestados. Probablemente Warfield (sabiendo
que la mayoría de las respuestas se encuentran en los datos textuales)
dejó eso para sus colegas».
Un punto de Smith contra la inerrabilidad tiene que ver con la cita de
Pablo en 1 Corintios 3:19 de Job 5:13. Warfield había declarado el
bien conocido hecho de que cuando los escritores del Nuevo Testamento
dicen «escrito está», siempre quieren decir «está escrito
autoritativamente en la Palabra de Dios». Smith se refirió a 1
Corintios 3:19, «Pues escrito está, él prende a los sabios en la
astucia de ellos». «La cita del Antiguo Testamento se encuentra en Job
5:13, en un discurso de Elifaz temanita. Pero los discursos de Elifaz
no son aceptados por los más estrictos creyentes en la inerrabilidad
como «infalibles en todas sus expresiones»…» «Entonces tenemos la
parte acusadora concediendo que los discursos de Elifaz, como lo
registra para nosotros la inspiración, no son garantizados como
infalibles. Sin embargo, uno de estos discursos es citado por la misma
fórmula que, como la parte acusadora dice, declara que la Escritura es
infalible en todas sus expresiones. La incompatibilidad es aparente.
La frase escrito está es en un caso, por lo menos, no una declaración
de infalibilidad, y por supuesto, no se puede hacer tal declaración en
ningún otro lugar».
La respuesta a Smith, en este caso, no es difícil. (1) La palabra
«escrito está» en el pasaje citado introduce dos dichos del Antiguo
Testamento en los cuales se da la misma verdad general. Es decir, en 1
Corintios 3:19, 20, después de las palabras de Pablo «escrito está» se
presenta tanto Job 5:13 como el Salmo 94:11. (2) Es un principio
importante en la interpretación del Nuevo Testamento que, cuando se
cita un pasaje del Antiguo Testamento, el lector debe tomar en cuenta
el contexto completo, y no solamente las palabras citadas. Cualquier
lector del libro de Job debe recordar que al final de la historia (Job
42:7, 8), Dios aplica a Elifaz mismo la idea de uno de los dichos
astutos del mismo Elifaz. Las mismas palabras, «para no trataros
afrentosamente», nos hacen recordar las palabras de Elifaz «que prende
a los sabios en la astucia de ellos». Nótese el contraste entre,
aremah, «astucia», de Elifaz y, nevalah,«insensatez» (V.M.), de
Jehová. Mi estimado colega, el Dr. Wilbur Wallis, me ha llamado la
atención al hecho de que 1 Corintios 3:19 (aun si se olvida la cita en
el versículo 20) es una cita, no sólo de Job 5:13 sino de Job 5:13 más
su contexto lógico, a saber el final de la historia de Elifaz en Job
42:7, 8.
Este mismo H.P. Smith, presentó ocho pares de paralelos de 2 Samuel y
1 Crónicas en los cuales parecen haber discrepancias en los números.
De estos el Dr. Harris dice lo siguiente:
«Otros argumentos de Smith conciernen ocho pasajes donde hay
discrepancias en números entre pasajes paralelos en Samuel, Reyes, y
Crónicas. Cree Smith que Crónicas apareció después de los tiempos
narrados por el autor de Reyes y por tanto sus números muestran
exageración. Alega que este es el caso, más bien que la dificultad
esté en la transmisión de los números, como la mayoría de los eruditos
ortodoxos ha sostenido.
»Quisiéramos examinar cada pasaje en detalle, pero el espacio lo
prohíbe. Si Smith lo hubiera hecho, habría notado que en cada caso
menos uno hay un problema textual en cuanto a estos números, ya sea en
la versión griega (LXX) o en la Siríaca (Peshito), y en varios casos
el error es claramente un error de algún copista.
»En 2 Samuel 8:4 y 1 Crónicas 18:4 la LXX tiene los números de
Crónicas en ambos libros. Aparentemente los números originales fueron
iguales en vista de que el contexto de los dos versículos es
prácticamente palabra por palabra. Probablemente Crónicas fue copiado
de Samuel, dígase de entrada.
»En el segundo caso, 2 Samuel 10:6 y 1 Crónicas 19:6, el contexto no
muestra un paralelismo exacto. Es claro que los 20:000 y 12:000 de
Samuel equivalen a los 32:000 de Crónicas, lo que no toma en cuenta
los mil del rey Maaca. Hay variedad entre las versiones si estas
fueron todos de infantería o de caballería o de carros. Probablemente
incluía a los tres.
»En el tercer caso, 2 Samuel 10:18 y 1 Crónicas 19:18, todas las
versiones están de acuerdo con el hebreo, que claramente tiene un
error, 700 en Samuel y 7:000 en Crónicas. Con los otros ejemplos
delante de nosotros podemos sin dificultad presumir aquí un error de
transcripción.
»En el cuarto caso, 2 Samuel 24:9 y 1 Crónicas 21:5, el contexto no es
paralelo en el hebreo. Probablemente se enumeren diferentes detalles.
Algunos manuscritos de la LXX tienen un total de 1:100.000 en todo
Israel sin contar Leví y Benjamín. Esto probablemente concordaría con
el total de 1:300.000 de Samuel.
»En el quinto caso, 2 Samuel 24:24 y 1 Crónicas 21:25, el contexto no
es paralelo. Un texto puede dar el precio de una porción; el otro, el
total. En realidad, el Siríaco de Crónicas concuerda con el hebreo de
Samuel, aunque no así el griego.
»En el sexto caso, 1 Reyes 4:26 y 2 Crónicas 9:25, a la LXX le falta
el pasaje en Reyes y a la Siríaca le falta el pasaje de Crónicas. Pero
un manuscrito importante de la LXX en Crónicas concuerda con el hebreo
de Reyes.
»En el séptimo caso, 1 Reyes 6:2 y 2 Crónicas 3:4, Smith aun ni
presume una contradicción. Reyes da la altura de la casa como de 30
codos y Crónicas ni la da, pero da la altura del pórtico como de 120
codos. Los contextos no son paralelos y se tratan las dimensiones de
diferentes maneras. Sin embargo, un MSS de la LXX y también la Siríaca
dan la altura del pórtico como de 20 codos en Crónicas. La palabra
para 100 en hebreo y para codo son muy similares. Probablemente algún
copista se confundió y agregó el número 100 (100 —mem, alef, he;
codo—alef, mem, he).
»En el octavo caso hay en verdad confusión. El pasaje de 1 Reyes 7:26
falta en la LXX, y el pasaje de 2 Crónicas 4:5 falta en la Siríaca. La
contradicción entre 2000 batos en Reyes y 3000 batos en Crónicas
permanece, pero la confusión probablemente es textual. Es posible que
uno de ellos ni aun apareciera en el texto original, o ninguno de los
dos.
»Finalmente, debemos notar que las discrepancias en números y nombres
ocurren más fácilmente al copiar. Todas estas han sido observadas y la
mayoría de ellas han sido comentadas por los comentaristas antiguos.
Debemos atribuirlas a errores de copistas, claramente en la mayoría de
los casos y probablemente en otros. No son muy numerosos ni
importantes. Generalmente la LXX sola nos ayuda a arreglarlas. Y
podemos añadir que el testimonio de la LXX en estos asuntos está
recibiendo nuevo énfasis hoy día, porque algunas copias importantes de
los rollos del Mar Muerto sostienen muy bien la exactitud general de
la LXX en algunas de estas discrepancias».
La referencia en Marcos 6:8 a los doce llevando nada más que un bordón
y en Mateo 10:10 no llevando bordón (ver Lc 9:3) la presentan los
contemporáneos como si los que creen en la inerrabilidad quedaran
desconcertados por los datos. Pero la doctrina de la inerrabilidad
sencillamente significa que lo que cada palabra en la Biblia dice es
verdad cuando se lee, como todo lenguaje debe ser leído, gramática e
históricamente.
Los principios de la exégesis gramático-histórica de cualquier libro
de la antigüedad nos enseñan que no debemos esperar en los escritores
antiguos citas palabra por palabra. Cuando un escriba de la antigüedad
dice: «Dijo, haré tal y tal,» es una regla sencilla de la exégesis de
tales documentos que tenemos que comprender que el escriba no
pretendía dar una cita verbal directa. Esto no es cosa rara. Un
abogado cristiano muy competente instruyó una vez a un estudiante, en
presencia mía, en la manera de dar testimonio ante un tribunal.
«Cuando yo le pregunte, «¿Qué dijo la otra persona?», Ud. debe decir
las palabras de esa persona como usted las recuerda en su esencia. No
trate de cambiar sus palabras en discursos indirectos. Entonces, si el
abogado opositor le pregunta, «¿Son esas sus palabras exactas?», diga,
«Por supuesto que no, pero eso es lo que dijo»».
Lo que Jesús dijo al instruir a los doce, por supuesto, está resumido
en pocas palabras. Probablemente dijo algo así, «No llevéis
provisiones extras; ni aun un bordón, o, si necesitáis un bordón no
llevéis un paquete de ropa amarrado a él». Leer las Escrituras de otra
manera, como si diera citas verbales directas es violar el método
gramático-histórico. Lo que las palabras dicen en el idioma y en el
fondo histórico en que fueron escritos es inerrablemente la verdad.


Buswell, J. O., Jr. (1979). Teología sistemática, tomo 1, Dios y Su
revelación (pp. 175–206). Miami, Florida: LOGOI, Inc.


--
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com

No hay comentarios:

Generalidades de la Escatología Bíblica

NO DEJE DE LEERLO