miércoles, 30 de mayo de 2007

EL TRABAJO EN EQUIPO Y EL MANEJO DE LAS ESTRUCTURAS DE AUTORIDAD

“Cuando el rey tome posesión del poder, mandará que le hagan una copia escrita de esta enseñanza, tomada del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas. Siempre deberá tener esa copia consigo, y leerla todos los días de su vida, para que aprenda a reverenciar al Señor su Dios, a respetar todo el contenido de esta enseñanza y a poner en práctica sus mandatos, para que no se crea superior a sus compatriotas ni se aparte para nada de estos mandamientos. Así, tanto él como sus descendientes tendrán un largo reinado en Israel.” Deuteronomio 17: 18 -20 DHH


Uno de los mayores inconvenientes a la hora de trabajar en equipo es manejar apropiadamente las estructuras de autoridad.

En nuestro contexto eclesial manejamos muy bien las estructuras de autoridad y lo explicamos con el principio de autoridad y la sujeción; pero ¿deben funcionar así los comités y los trabajos en equipo?
Tenemos que replantearnos nuestros roles o papeles dentro de cada contexto en el que nos desempeñamos.

Hay por lo menos dos formas de reconocer la autoridad en nuestro entorno eclesial:

Antigüedad: Delante de las canas te levantarás y honrarás el rostro del anciano.[1] En este aspecto entonces se toma en cuenta y se respeta la experiencia y el paso de los años que, se supone, ha traído sabiduría a la persona que los ha vivido.

Cargos: Él quita reyes y pone reyes.[2] Aquí las cosas son distintas, el título que se confiere es el que representa esa investidura de autoridad.

Ahora bien, no siempre el cargo se otorga teniendo a en cuenta la antigüedad de la persona y es allí donde comienzan los conflictos que impiden que un equipo de trabajo funcione adecuadamente.

Para que un equipo funcione de manera óptima se necesita coordinación y perfecta armonía entre sus miembros. Un exceso de autoridad o un conflicto por ella dentro del equipo, terminará con él.

En la Iglesia estamos invitados a someternos con gozo a la voluntad de Dios, ¿pero cuál es la voluntad de Dios? Lo único que tengo claro es que la voluntad de Dios es que yo decida lo que hago, obviamente dejándome guiar por él. Pero es mí responsabilidad y debo asumirla.

La Biblia nos exhorta a someternos a las autoridades establecidas[3], teniendo cuidado con la rebeldía frente a ellas, cualquiera sea el sistema de gobierno. En los tiempos en los que la Biblia exhorta a respetar y obedecer a las autoridades no había democracia, estaban bajo un sistema autocrático, el imperio romano.

En nuestro medio tendemos a pensar que la democracia es más cristiana que cualquier otro sistema de gobierno, pero ¿será verdad? Lamentablemente este modelo de gobierno fácilmente se convierte en una pugna de intereses donde cada cual busca su propio beneficio. Esa es precisamente la raíz de la politiquería.

Debemos ser consientes de cuál es nuestro papel o roll en cada entorno y actuar de acuerdo a él dentro del equipo que nos ha correspondido trabajar, procurando el alcance de los objetivos y reestructurando cada vez el esquema tradicional que tenemos de autoridad, que en muchas ocasiones entorpece, en vez de ayudar, el funcionamiento del equipo.

La clave para que todo funcione adecuadamente dentro del comité es lo que dice el texto del inicio, no creerse superior a sus compatriotas. Somos compañeros de un equipo, procurando el alcance de una meta común.

Somos un grupo de trabajo, estamos catalogados como comité y estamos en el proceso de actuar como un equipo de trabajo. Lo lograremos en la medida en la que estemos pendientes y apliquemos las leyes que rigen el funcionamiento de los grupos.

Si queremos funcionar como un verdadero equipo de trabajo es hora de ocupar nuestro puesto, desempeñar nuestro papel, y entender que los principios eclesiásticos de autoridad no están diseñados para los comités. Al tratar de funcionar en el comité sin modificar las estructuras eclesiásticas de autoridad, éste no existiría en la realidad, perdería su naturaleza de ser y tendríamos que buscar otro nombre para este grupo de trabajo que resultaría.

Rompamos los paradigmas. Queda claro que si eliminamos algunas practicas nocivas dentro del grupo, nuestro comité funcionará mejor y pronto seremos el equipo que soñamos.

Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo.[4]


¡Dios les bendiga!

[1] Levítico 19: 32
[2] Daniel 2: 21
[3] Romanos 13: 3 y 4; 1 Pedro 2: 13 -17
[4] 2 Timoteo 2: 7

lunes, 28 de mayo de 2007

EL ARREPENTIMIENTO



" Os digo: no, antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente." Lucas 13:3

" Pedro les dijo: -Arrepentíos …" Hechos 2:38

Comúnmente el arrepentimiento se ha descrito como la muerte al pecado y a la naturaleza pecaminosa. El arrepentimiento es necesario para nacer de nuevo. Debe haber una muerte antes de que pueda ocurrir un nuevo nacimiento.

Arrepentimiento es "volverse del pecado y dedicarse a la enmendadura de la vida; sentir pesar o contrición; cambiar voluntariamente." La palabra griega en el Nuevo Testamento es metanoeo que literalmente significa "cambiar de voluntad o propósito". Esta palabra indica siempre un cambio para lo mejor.

ASPECTOS NECESARIOS:

A lo menos hay tres aspectos necesarios en el arrepentimiento: un cambio intelectual (cambio de visión), un cambio emocional (cambio de sentimientos), y un cambio volitivo (cambio voluntario de propósito). Esto es bíblico: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas“ (Mr 12:30). Así que el arrepentimiento viene siendo un cambio de mente, corazón, y voluntad.

En el contexto bíblico, el arrepentimiento es un giro abandonando el pecado y volviéndose hacia Dios. En este sentido, el arrepentimiento es una transformación radical de mente, actitud, convicción y dirección. Es un acto voluntario del hombre en respuesta al llamado de Dios. Denota un giro activo, no sólo un sentimiento de pesar o una disculpa. Es más que una resolución moral o reforma; es una decisión espiritual y un cambio espiritual.

El arrepentimiento es el primer acto de fe, e incluye varios elementos importantes: el reconocimiento de pecado, la confesión de pecado, el remordimiento por el pecado, y una decisión para abandonar el pecado.

Reconocimiento de Pecado:

Antes que alguien pueda arrepentirse del pecado debe comprender primero que es un pecador. "Respondiendo Jesús, les dijo: -Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento" (Mr 2:17; Lc 5:32). Todos los hombres han pecado, así que Jesús realmente vino al mundo entero. Sin embargo, su afirmación enseña que Él salvará sólo a aquellos que reconocen sus pecados.

"Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos." (Mt 5:3). Todos somos pobres espirituales sin Dios, pero sólo aquellos que reconocen su pobreza buscarán a Dios y hallarán las riquezas celestiales. Muchas personas moralmente buenas y devotamente religiosas encuentran difícil arrepentirse y recibir el Espíritu Santo, porque ellos no reconocen su gran necesidad y no desarrollan un sentido de urgencia. El arrepentimiento tiene lugar sólo cuando el hombre reconoce sus pecados y reconoce su necesidad de Dios.

Confesión de Pecado:

Una vez que alguien comprende que es un pecador debe confesarlo ante Dios. Dios ya lo sabe todo, pero Él exige una confesión honesta. "El que oculta sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta de ellos alcanzará misericordia." (Prov 28:13). Cuando las personas recibieron "el bautismo de arrepentimiento" de Juan el bautista ellos descendían al agua "confesando sus pecados" (Mr 1:4-5). Si uno peca después de la conversión, la confesión es todavía parte del arrepentimiento “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (I Jn 1:9).

Confesamos los pecados directamente a Dios, porque Él es el único que puede perdonarlos (“Yo, yo soy quien borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados” Is 43:25; “¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?” Mr 2:7).

No necesitamos un mediador terrenal porque Jesús como hombre es nuestro mediador y sumo sacerdote (“pues hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre” I Ti 2:5; “No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” Heb 4:15-16).

No obstante puede ser apropiado para alguien confesar su arrepentimiento abiertamente (“Muchos de los que habían creído en Jesús le contaban a la gente todo lo malo que antes habían hecho.” Hec 19:18; “Confesaos vuestras ofensas unos a otros y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.” Stg 5:16).

Lo esencial de la confesión es reconocer a sí mismo y ante Dios que uno es un pecador que necesita el perdón de Dios, y pedirle ayuda a Dios para superar en el futuro la lucha contra el pecado.

Remordimiento por el Pecado:

Debe haber remordimiento, un dolor genuino por los pecados cometidos. El haber pecado nos debe causar un sentimiento de pesar -tristeza-, y nuestro corazón se debe quebrantar a consecuencia de los pecados. "Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios." (Sal 51:17).

El pecador debe sentir en él un sabor del disgusto de Dios, no sólo un dolor o pesar humano. "La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de lo cual no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte." (II Cor 7:10).

Muchas personas lamentan el haber pecado pero no se han arrepentido auténticamente. Sienten las consecuencias de pecado pero no se vuelven del pecado. A veces el pecado los pone en situaciones terribles y lo sienten e intentan dejarlo pero, cuando hay una oportunidad para escapar de esas situaciones terribles, continuarán viviendo en pecado. Muchas de ellas lloran en el altar porque sienten compasión de ellos mismos y están disgustados por su impotencia, pero no están entregando sus vidas totalmente a Dios. Éstos son ejemplos del dolor mundano que no produce arrepentimiento. El verdadero arrepentimiento es fruto de la tristeza que le causa a una persona el haber pecado, y que decide cambiar su estilo de vida pecador, y no le pesa ni le duele hacer el cambio de vida.

Decisión de abandonar el pecado:

Prov 28:13 dice que es necesario tanto confesar como apartarse del pecado para obtener misericordia. Debe haber una conversión real del pecado hacia Dios. El arrepentimiento va más allá de un dolor por haber pecado; también incluye una determinación para hacer algo sobre esos pecados. El arrepentimiento va más allá de la confesión de pecados; también incluye el apartarse del pecado por medio de la ayuda de Dios.

Juan Bautista hizo énfasis en este elemento del arrepentimiento. (“Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: —¡Generación de víboras!, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: “Tenemos a Abraham por padre”, porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.” Lc 3:7-8). Él se negó a bautizar a muchos que vinieron a él a menos que mostraran evidencias de su arrepentimiento. Para él, el arrepentimiento era mucho más que una decisión mental; era una decisión espiritual que provocó un cambio de vida. Pablo predicó a los hombres "que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento" (Hec 26:20). El verdadero arrepentimiento causa un cambio real en las acciones de uno. El último movimiento del arrepentimiento involucra la voluntad, el hombre debe decidir. “Deje el impío su camino y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” Is 55:7.
(Siguiendo el bosquejo del capítulo 5 del libro "El Nuevo Nacimiento", David K Bernard.)

domingo, 27 de mayo de 2007

LABRADORES MALVADOS

“Escuchen otra parábola: El dueño de una finca plantó un viñedo y le puso un cerco; preparó un lugar donde hacer el vino y levantó una torre para vigilarlo todo. Luego alquiló el terreno a unos labradores y se fue de viaje. Cuando llegó el tiempo de la cosecha, mandó unos criados a pedir a los labradores la parte que le correspondía. Pero los labradores echaron mano a los criados: golpearon a uno, mataron a otro y apedrearon a otro. El dueño volvió a mandar más criados que al principio; pero los labradores los trataron a todos de la misma manera.
“Por fin mandó a su propio hijo, pensando: ‘Sin duda, respetarán a mi hijo.’ Pero cuando vieron al hijo, los labradores se dijeron unos a otros: ‘Este es el que ha de recibir la herencia; matémoslo y nos quedaremos con su propiedad.’ Así que lo agarraron, lo sacaron del viñedo y lo mataron.
Mateo 21: 33-39 DHH


Era común en la época de Jesús que grandes terratenientes arrendaran sus propiedades y se fueran a vivir al extranjero, disfrutando de la prosperidad económica de la diáspora. Lo sorprendente del relato de Jesús es la actitud malvada de los labradores, que no cumplen con su deber y la prolongada paciencia del dueño de las tierras.

El dueño de la tierra:

Les entregó todo muy bien arreglado a los labradores, así que no habría excusa para no dar fruto.
Confió en ellos al irse lejos y no estar interfiriendo a cada rato en su comportamiento.
A la hora de recibir la parte correspondiente siempre les envió a sus siervos a cobrarles.
Fue muy paciente al brindarles muchas oportunidades de arreglar su proceder y ponerse al día con él.
Tuvo en gran estima a esos inquilinos pues hasta el último momento les facilitó las cosas. Sin tomar medidas drásticas.

Los inquilinos:

Es de suponer que en un comienzo estuvieron de acuerdo con las condiciones del contrato.
Al ver la prosperidad y la facilidad para obtener el fruto, se llenaron de avaricia.
No se mostraron hospitalarios con los siervos sino todo lo contrario, muy hostiles.
Estaban dispuestos a hacer lo que fuera con tal de desconocer la autoridad y los derechos del dueño de las tierras, incluso matar.
No solo mataron a los siervos sino que también, si hubiese sido posible, al mismo dueño. Eso quedó demostrado al quitarle la vida al heredero.
Pensaron apoderarse de las tierras y hacerse dueños y señores absolutos.

Israel actúo como los labradores malvados. Dios se muestra como dueño absoluto de todo, incluso de nuestra propia vida.
[1] Él preparó todo para dárselo a Israel de manera gratuita, sólo les pidió que no se olvidaran de él. Dios los adoptó como hijos. Dios estuvo entre ellos con su presencia gloriosa, y les dio las alianzas, la ley de Moisés, el culto y las promesas.[2] Les dio un nombre, hizo de ellos una nación, les dio una tierra y unas ciudades con terrenos muy bien sembrados; solo tenían que disfrutarlos y acordarse de su Dios para honrarlo.

Pero ¿qué sucedió? Los Israelitas comenzaron a rendirle culto a otros dioses y se olvidaron del verdadero Dios que les había dado todo; y cuando éste mandaba sus siervos con mensajes de amor para que volviesen a él entonces los maltrataban, insultaban, golpeaban, y hasta mataban. Eso les ocurrió a los profetas.

Nuestro Dios demostró su amor hacia los inquilinos Israelitas al enviarles durante muchos siglos emisarios en su nombre para que arreglaran cuentas, pero nunca obedecieron.

Finalmente y en la prueba más grande de su amor, Dios les envía a su propio Hijo, pero que hacen con él. Lo sacan fuera de la ciudad y lo matan. Jesús era el Hijo de Dios, Dios mismo manifestado en carne, pero el pueblo no lo conoció ni lo recibió como tal.
[3]

Los Israelitas tenían todo para dar un buen fruto, pero nunca aprovecharon todas esas bendiciones.

¿Qué hará Dios ahora con Israel?

Es la pregunta que les hace Jesús:

“Y ahora, cuando venga el dueño del viñedo, ¿qué creen ustedes que hará con esos labradores?”
[4]

Los judíos que respondieron sin pensarlo mucho no tenían ni idea de la seriedad de la pregunta. El dueño del viñedo había venido y estaba negociando con los labradores su castigo, les pidió a los mismos labradores que dictaran la sentencia.

Le contestaron:
—Matará sin compasión a esos malvados, y alquilará el viñedo a otros labradores que le entreguen a su debido tiempo la parte de la cosecha que le corresponde.
[5]


La sentencia parecía más que justa pero ellos no entendían que se llevaría a cabo sobre ellos mismos. Pero lo entendieron cuando el dueño del viñedo aceptó su propuesta:

Por eso les digo que a ustedes se les quitará el reino, y que se le dará a un pueblo que produzca la debida cosecha.
[6]

Qué parábola tan seria. Unos labradores que tenían todo a su favor para ser unos buenos administradores, terminaron castigado severamente. Debemos entonces tener en cuenta los principios bíblicos de administración para que a la hora de la evaluación no nos vaya tan mal como a Israel.

Luego de la muerte del Mesías, Jerusalén fue destruida y los judíos quedaron sin patria, vagaron errantes hasta el siglo pasado cuando en el año 1947 las naciones unidas le dieron un pedazo de tierra en la que antes era su nación.

La rebelión y el endurecimiento de Israel ha llegado a ser bendición para nosotros. Los que antes no éramos pueblo ahora somos pueblo de Dios. Por su transgresión vino la salvación a los gentiles
[7]. ¿Cómo actuaremos nosotros frente a la bendición que Dios ha puesto a nuestro cuidado?

Entendamos lo que dice la Palabra de Dios: Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios: la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad, pues de otra manera tú también serás eliminado.
[8]

Por favor no hagamos como los Israelitas que se olvidaron de Dios y se llenaron de vanagloria creyendo que con ellos moriría la bendición.

Dios nos da todas las cosas pero quiere tener comunión con nosotros. Son muchas las cosas que de Dios hemos recibido, la lista se haría interminable. Piense por un momento, comenzando por su vida, su hogar, las posesiones, el tiempo, el espacio, etc..

¿Cómo se sentirá Dios cuando por cualquier circunstancia no le damos a él la honra y la gloria que merece? ¿Qué pensará de nosotros cuando lo desplazamos del primer lugar?

Necesitamos sabiduría para vivir pidámosla a Dios y estudiemos los libros sapiensales, allí está encerrada mucha sabiduría. Apliquemos la palabra de Dios a nuestra vida.

Dos cosas te he pedido, no me las niegues antes que muera:
Vanidad y mentira aparta de mí,
y no me des pobreza ni riquezas,
sino susténtame con el pan necesario,
no sea que, una vez saciado, te niegue y diga: «¿Quién es Jehová?»,
o que, siendo pobre, robe
y blasfeme contra el nombre de mi Dios.
[9]


[1] Levítico 25: 23; 1 Crónicas 29: 12, 14 y 16; Salmo 24: 1; Salmo 50: 12 DHH; Salmo 89: 11; Hageo 2: 8; 1 Corintios 10: 26 TLA
[2] Romanos 9: 4 DHH
[3] Juan 1: 11
[4] Mateo 21: 40 DHH
[5] Mateo 21: 41
[6] Mateo 21: 43
[7] Romanos 11: 11
[8] Romanos 11. 22
[9] Proverbios 30: 7 -9

Generalidades de la Escatología Bíblica

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