domingo, 4 de mayo de 2008

OBREROS DE LAS 5 PM


INTRODUCCIÓN:

Esta parábola subraya los valores paradójicos del reino de los cielos, Sigue a una discusión acerca de las recompensas, y está enmarcada por dos declaraciones de que muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros[1], refrán que indica la aplicación que Jesús tiene en mente para la parábola.

En una sociedad donde no había asistencia social o sindicatos, donde el no tener trabajo significaba padecer hambre, lo que hizo el dueño del campo, que ocupó trabajadores cuando el día ya era avanzado, y no le harían falta, fue un acto de generosidad. Pero aun más extraordinario fue la escala de paga, que no tenía sentido económico, y lógicamente provocó murmullo entre aquellos que se sintieron tratados injustamente.

Por supuesto, no era injusto. A nadie se le pagó de menos; sólo algunos fueron tratados con generosidad "irrazonable". Así es el reino de los cielos. La gracia de Dios no está limitada por nuestras ideas de justicia; sus dones sobrepasan mucho lo que podríamos merecer.

Cuán difícil se nos hace abandonar nuestra escala humana de valores (¡especialmente cuando nos comparamos con otros!), y aceptar la grandeza del corazón de Dios hacia aquellos que nosotros consideramos inmerecedores.

 "Sucede con el reino de los cielos como con el dueño de una finca, que salió muy de mañana a contratar trabajadores para su viñedo. Se arregló con ellos para pagarles el salario de un día, y los mandó a trabajar a su viñedo. Volvió a salir como a las nueve de la mañana, y vio a otros que estaban en la plaza desocupados. Les dijo: 'Vayan también ustedes a trabajar a mi viñedo, y les daré lo que sea justo.' Y ellos fueron. El dueño salió de nuevo a eso del mediodía, y otra vez a las tres de la tarde, e hizo lo mismo. Alrededor de las cinco de la tarde volvió a la plaza, y encontró en ella a otros que estaban desocupados. Les preguntó: '¿Por qué están ustedes aquí todo el día sin trabajar?' Le contestaron: 'Porque nadie nos ha contratado.' Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a trabajar a mi viñedo.'

"Cuando llegó la noche, el dueño dijo al encargado del trabajo: 'Llama a los trabajadores, y págales comenzando por los últimos que entraron y terminando por los que entraron primero.' Se presentaron, pues, los que habían entrado a trabajar alrededor de las cinco de la tarde, y cada uno recibió el salario completo de un día. Después, cuando les tocó el turno a los que habían entrado primero, pensaron que iban a recibir más; pero cada uno de ellos recibió también el salario de un día. Al cobrarlo, comenzaron a murmurar contra el dueño, diciendo: 'Estos, que llegaron al final, trabajaron solamente una hora, y usted les ha pagado igual que a nosotros, que hemos aguantado el trabajo y el calor de todo el día.' Pero el dueño contestó a uno de ellos: 'Amigo, no te estoy haciendo ninguna injusticia. ¿Acaso no te arreglaste conmigo por el salario de un día? Pues toma tu paga y vete. Si yo quiero darle a este que entró a trabajar al final lo mismo que te doy a ti, es porque tengo el derecho de hacer lo que quiera con mi dinero. ¿O es que te da envidia que yo sea bondadoso?'

"De modo que los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos."[2]

A. El contexto.

En el contexto literario cercano tenemos al joven rico que se negó a abandonar sus posesiones y seguir a Jesús, y el Señor les advirtió a sus discípulos respecto a los peligros de las riquezas. Pedro se jactó de que él y sus amigos habían dejado todo para seguirle, y audazmente preguntó: ¿Qué, pues, tendremos?[3]  Su pregunta reveló un motivo equivocado en su corazón: estaba sirviendo a Jesucristo  por lo que podría conseguir y no por lealtad, gratitud  y amor. El Señor les advirtió que algunos que eran «primeros» a ojos de los hombres serían «postreros» cuando llegue el reconocimiento final, y que algunos de quienes los discípulos pensaban como los «postreros» serían más bien primeros.

En el contexto cultural vale la pena aclarar que la vendimia era una carrera contra el tiempo y contra el clima, por lo que se necesitaba cualquier obrero que estuviese dispuesto a recoger uvas. El propósito es cosechar todas sus uvas en un solo día.

La jornada laboral en Israel comenzaba a las 6 am y terminaba a las 6 pm.

El pago de un salario al día era lo normal para subsistir al nivel más bajo. Era el sueldo diario de un jornalero o de un soldado.

Era costumbre cancelar a los jornaleros al final de la tarde, pero generalmente los primeros en llegar se atendían primero. Es precisamente allí donde Jesús comienza a introducir su elemento sorpresa, se empieza a pagar a los que habían llegado a trabajar de último y finalmente a los que habían llegado primero. Si hubiese seguido la regla común, los primeros en llegar habrían tomado su salario y salido sin saber qué había ocurrido a los demás.

B. El significado.

No trate de hacer que cada detalle de la parábola signifique algo, lo que la convertiría en una alegoría. La principal verdad espiritual es que Dios tiene el derecho de considerar a sus siervos como Él quiera, de acuerdo a sus motivos y servicio.

 

1.      Una comparación entre judíos y gentiles en el reino de Dios.

 

Ser el primero en llegar carece de importancia en el reino de Dios. los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios.[4] La salvación, por donde se mire, es un don gratuito de parte de Dios y nunca el resultado de esfuerzos humanos.

 

Los gentiles gozarán de la extrema bondad y gracia de Dios, al igual que los judíos, aunque estos le conocieron siglos atrás. porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe [5]; nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, 6el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo, nuestro Salvador, 7para que, justificados por su gracia, llegáramos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.[6]

 

2.      No a la ley del mérito.

 

La tendencia a la autojustificación por medio de las obras es universal.

 

Para algunos judíos sus obras meritorias ponían a Dios en una situación tal que se sentía obligado a recompensarles por sus buenas obras. Uno de los propósitos de la parábola es contrarrestar este error y hacer lucir la gracia ilimitada de Dios: Dios da, libre y espontáneamente, buenas dádivas a los hombres, por pura gracia.

 

No vale exigencia o reclamo humano ante Dios. La remuneración no se ajusta a nuestros criterios, solo depende de su infinita generosidad.

 

A la ley de cuanto más se trabaja más se gana, el Señor Jesús antepone la ley de la gratitud y del amor generoso.

 

¡Qué triste ver a quienes han sido salvos por gracia pidiendo salario por su servicio! Debía estar agradecido pues si no fuese por él, estaría desempleado.

 

Dios recompensará a los suyos de formas diferentes, de acuerdo a su servicio (Y el que planta y el que riega son una misma cosa, aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor[7]; Y el que siega recibe salario y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra se goce juntamente con el que siega[8].).

 

Si usted relaciona pensaron que habían de recibir más con los comentarios de Pedro: Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?,  encontrará una bella  lección. Pensaba para sus adentros: «¡De seguro nosotros recibiremos más!» Dios tiene el derecho de hacer con sus siervos lo que quiera, y servir teniendo un motivo equivocado es pecado. Nótese también que los que fueron a trabajar desde las seis de la mañana exigieron un contrato; ¡querían saber lo que obtendrían!

 

Los obreros de las 6 am fueron a la viña a hacer el trabajo solo a cambio de un salario, no pensaron en el gozo de trabajar en un buen lugar, para un noble señor y con un propósito de gran valor. Al fin y al cabo asalariados.

 

Los obreros de las 9, las 12 y las 3 van a la viña confiando plenamente en la justicia del contratista que les prometió lo que sea justo, no entran a negociar y acordar un salario con el dueño. Pero los obreros de la última hora van al trabajo con gozo y gratitud, sin exigir nada a cambio y sin que se les prometa algo, ni siquiera lo justo.

 

¡Qué agradable sorpresa para ellos recibir un denario! El dueño de la viña no solo era confiable y honesto sino también muy generoso.

 

¡Qué grande sorpresa y desconcierto, para los trabajadores de las 6 am, ver que se les está pagando justamente lo convenido! Empieza la protesta.

 

¡Es que yo he llegado primero! ¡Tengo mis derechos!

 

La reacción parecía lógica, pero no lo era. Tenían argumentos humanos, pero Dios no mira lo que miramos nosotros,  nosotros vemos cantidad, Dios ve calidad, nosotros miramos el hacer, Dios mira el ser, nosotros vemos aptitud, Dios ve actitud.

 

¿Acaso Dios no sabía que ellos habían trabajado más y con mayor dificultad? ¡Si él mismo fue quien los contrató!

 

El reclamo surge principalmente debido a tres razones:

a.      Un marcado espíritu capitalista: ¿No conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Si lo que les importaba era el dinero, pues ahí lo tienen. Hasta luego.

b.      No reconocen los derechos del dueño: ¿No me está permitido hacer lo que quiero con lo mío?

c.       Una envidia repugnante, que cree que merece más porque en el fondo no logra comprender el lenguaje de la misericordia, del amor, del perdón y la generosidad. No soporta que se favorezca de alguna manera a la otra parte. A Jonás le repugnó que a Dios se le ablandara el corazón y perdonara a los miserables ninivitas. pero quiero dar a este último lo mismo que a ti…¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?

 

La respuesta fue tan contundente, completa y aplastante que no les quedó más por hacer a los murmuradores que tomar el denario e irse para sus casas.

 

C. Aplicación.

Cristo nos ha llamado a que trabajemos para Él. Es muy malo que existan cristianos deambulando ociosos todo el día, ¡cuando hay tanto que hacer!

Esta parábola nos recuerda que debemos servir a Cristo por amor y lealtad, y no sólo por las recompensas. No es pecado ganar recompensas, y Dios en su gracia recompensará a los siervos fieles (Si alguien edifica sobre este fundamento con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta, porque el día la pondrá al descubierto, pues por el fuego será revelada. La obra de cada uno, sea la que sea, el fuego la probará. Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, él recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quema, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego[9].). Pero el que recompensa es el que debe llenar nuestros corazones, no las recompensas.

El servicio a Dios no debe ser para que… sino  porque… Es decir, el servicio a Dios es el resultado y no la causa.

Debemos vigilar nuestros motivos para el servicio cristiano. El trabajo correcto hecho por motivos incorrectos deshonra a Dios y nos roba bendición. Es muy edificador darse cuenta de que los cristianos que tal vez admiramos hoy en día serán «postreros» en el reconocimiento final ante el tribunal de Cristo debido a que sus motivos fueron equivocados.

¿Qué sentido puede tener la envidia dentro de la iglesia?

¿Qué puede pensarse de las rivalidades personales, los enfrentamientos, y los afanes de protagonismo entre creyentes?

No basta solo con aceptar mentalmente y con resignación que los criterios de Dios no son los criterios nuestros, ¿Se llana usted de sincera alegría y gozo cuando un obrero de la última hora recibe la misma paga que usted que lleva más horas al sol en la viña?

Nosotros no podemos juzgar los motivos de otros, pero podemos juzgar nuestros corazones. Hagámoslo todo para la gloria de Dios debido a que le amamos a él por encima de todas las cosas.

Evitemos ser presa de un espíritu capitalista, que en relación con lo espiritual trabaje solo por el jornal.

Reconozcamos la soberanía de Dios, su derecho a distribuir su gracia y su favor como a él bien le place.

Alejemos de nosotros la envidia.



[1] Mateo 19:30; 20:16

[2] Mateo 20: 1 al 16

[3] Mateo 19: 27

[4] Mateo 21: 31

[5] Efesios 2: 8 y 9

[6] Tito 3: 5 al 7

[7] 1 Corintios 3: 8

[8] Juan 4: 36

[9] 1 Corintios 3.12–15


 
 
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://www.adonayrojasortiz.blogspot.com/
 



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