sábado, 15 de mayo de 2010

Jesús y Nicodemo

Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, dignatario de los judíos.

S. Jn 3.1

JESÚS Y NICODEMO

 

INTRODUCCIÓN

Los fariseos

Interpretaban correctamente muchos puntos doctrinales—el decreto divino, la responsabilidad moral y la inmortalidad del hombre, la existencia de espíritus, recompensa y castigo en la vida futura—, y habían producido hombres de mucha fama—Gamaliel, Pablo, Josefo—, cometían, sin embargo, un trágico error fundamental: hacían de la religión algo externo. Con demasiada frecuencia consideraban que el conformismo externo a la ley era el propósito de la existencia. En la práctica (aunque no en teoría) la tradición oral,  con frecuencia, estaba en más alta estima que la ley escrita. El Señor los acusó incontables veces por su exhibicionismo y su actitud de santurrona superioridad. Sus escrúpulos no tenían límites, especialmente en lo concerniente a la observancia de las leyes del sábado establecidas por el hombre mismo. Algunos decían, por ejemplo:

ü  que las mujeres no debían mirarse en el espejo en sábado pues, podían verse alguna cana y sentir la tentación de arrancársela, lo cual sería trabajar.

ü  Estaba permitido tragar vinagre en sábado, para curar el dolor de garganta, pero no se podían hacer gárgaras.

Los fariseos debían su influencia sobre el pueblo a la antipatía de las gentes contra la casa de Herodes.

Pues bien, Nicodemo pertenecía a este partido de salvación por obras. Su posición era prominente. Era un principal entre los judíos, lo cual indica que era miembro del Sanedrín, y también escriba: es decir que su profesión era estudiar, interpretar y enseñar la ley. Un hombre así debería estar bien informado de las enseñanzas judías y haber entendido las alusiones hechas por Jesús.

No es seguro por qué fue a verlo de noche. Puede haber sido para eludir la publicidad.

Rabí, sabemos que tú eres un maestro venido de Dios; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, a menos que Dios esté con él. Nicodemo estaba convencido de que Jesús debía tener una relación muy estrecha con Dios para ser capaz de realizar aquellas señales. Es claro que el criterio de Nicodemo sobre Jesús no iba más allá de ver a un maestro con el sello de Dios sobre él. Por lo menos, aquello era un principio pero muy lejos de una real comprensión sobre la verdadera identidad de Jesús el Cristo.

DESARROLLO

Respondió Jesús y le dijo: "De cierto, de cierto te aseguro, a menos que uno naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios"

Es un ejemplo del profundo discernimiento que tiene Cristo de los secretos del alma humana. Él podía leer la pregunta que se albergaba en lo profundo del corazón del fariseo.

El nuevo nacimiento

Que no se imagine Nicodemo que las dignidades terrenales o nacionalistas le capacitará a uno para entrar en este reino.

Que tampoco piense este fariseo que un mejoramiento de la conducta externa—una conducta en completa concordancia con la ley—es todo lo que se necesita.

Tiene que haber un cambio radical. Y a menos que uno nazca denuevo, no puede siquiera llegar a ver el reino de Dios; es decir, no puede experimentarlo y participar de él; no puede poseerlo ni disfrutarlo.

El reino de Dios

Cuando Jesús habla acerca de entrar en el reino de Dios, es evidente que esta expresión equivale a tener vida eterna o ser salvo. El reino de Dios es el ámbito en que su dominio se reconoce y obedece, y en el que prevalece su gracia. Antes de que alguien pueda ver ese reino, antes de que alguien pueda tener vida eterna en cualquier sentido, es necesario que nazca de nuevo. Se ve, pues, claramente, que hay una acción de Dios que precede a toda acción del hombre.

La pregunta de Nicodemo en el v. 4 es sorprendente, ya que tomó las palabras de Jesús literalmente. Su rechazo de la idea de volver al seno materno refleja esa confusión. En su respuesta Nicodemo demuestra que no había comprendido en absoluto. No podía captar que el reino requiere un acto de regeneración. Hay un elemento de incredulidad en su comentario. No puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer, ¿verdad? Solo el pensarlo le parece a este fariseo totalmente imposible.

La repetición de la necesidad de un nuevo nacimiento en el v. 5 se fortalece por el contraste entre el nacimiento en agua y en el Espíritu. Téngase en cuenta que en los versículos 6 y 8 ya no se dice nada sobre el nacimiento de agua sino solamente acerca del nacimiento del Espíritu, el único indispensable.

El uso del AT introduce el agua y el espíritu con el significado de que Dios actuaría para la limpieza de su pueblo (ver, p. ej., Eze. 36:25–27). En este caso, Nicodemo estaba recibiendo la enseñanza de que algún tipo de experiencia espiritual de regeneración era necesario para una apreciación adecuada del reino de Dios.

Es cierto, no obstante, que la obra salvífica del Espíritu Santo no termina sino hasta que el creyente entra en el cielo. En un sentido, el llegar a ser hijo de Dios es un proceso que dura toda la vida, pero en el presente pasaje se trata de la limpieza inicial derivada de la implantación de una nueva vida en el corazón del pecador, y esto se deduce claramente de la afirmación hecha de que uno no puede entrar en el reino de Dios si no ha nacido de agua y del Espíritu.

La palabra Carne, en el verso 6, apunta aquí a la naturaleza humana, que sólo puede producir más naturaleza humana, pero no hijos de Dios. El nacimiento físico no da a nadie prerrogativas en la esfera de la salvación (véase 1:13). Este versículo se podría parafrasear del siguiente modo: La naturaleza humana pecadora produce naturaleza humana pecadora (¿Quién hará puro lo inmundo? ¡Nadie![1]).

El Espíritu Santo es el autor de la naturaleza humana santificada. Nacer del Espíritu requiere un cambio radical, un nuevo comienzo.

El v. 7 subraya el carácter imperativo del nuevo nacimiento. No tiene nada de optativo. A Nicodemo todo aquello le parecía sumamente extraño. Estaba acostumbrado a la idea de salvación por medio de las obras de la ley; es decir, por un acto del hombre. Pero la enseñanza que ahora recibe es que la salvación es un don de Dios, y que, en su primera etapa, tiene lugar por medio de un acontecimiento en el que el hombre es necesariamente pasivo. Una persona no puede hacer nada en cuanto a su propio nacimiento. Y sin embargo Jesús había dicho: "Os es necesario nacer de nuevo". Con frecuencia, en la predicación de nuestros días, se interpreta mal la expresión es necesario. Cuando Jesús dice: "Os es necesario nacer de nuevo", no significa, "Haced todo lo posible para nacer de nuevo". Por el contrario, lo que quiere decir es: "Algo tiene que sucederos: el Espíritu Santo debe poner en vuestro corazón la vida de lo alto". Y Nicodemo debía haber tenido un conocimiento lo suficientemente profundo de su propia incapacidad y corrupción para comprender esto inmediatamente. Entonces no hubiera mostrado con su expresión o con sus palabras que le resultaba tan extraña y sorprendente la enseñanza de Jesús acerca de la absoluta necesidad y del carácter soberano de la regeneración.

El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido; pero no sabes de dónde viene, ni a dónde va. No hay nadie en la tierra que pueda dirigir el viento. Actúa con independencia completa. Ni aun se lo puede ver. Sabemos que está ahí porque produce un sonido al chocar con los objetos. Nadie conoce su origen ni su destino. Jesús añade: … así es todo aquel que es nacido del Espíritu. La relación del viento con respecto al cuerpo se asemeja a la del Espíritu con el alma. El viento actúa según le place. Así también el Espíritu. Su acción es soberana, incomprensible y misteriosa. (Así como tú no sabes cuál es el camino del viento ni cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así también ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.[2])

¡Qué gran lección era ésta para un hombre que se había criado en la creencia de que una persona podía y debía salvarse a sí misma mediante una obediencia perfecta a la ley de Moisés y a una multitud de preceptos fabricados por el hombre!

Debe haber sido muy difícil para Nicodemo despojarse de lo que siempre había creído. Por eso respondió y le dijo: ¿Cómo puede ser esto? Siempre se hace la misma pregunta: ¿cómo puede?, no puede, ¿verdad?, ¿cómo puede?

Se ve claramente que este líder religioso carecía del más elemental conocimiento del camino de salvación. Su preparación farisaica parece haberle hecho inmune a la percepción espiritual. ¿Seguía todavía pensando que las palabras de Jesús se debían entender en un sentido completamente literal?

Es claro que Jesús esperaba que un hombre como Nicodemo entendiera su ilustración y lo reprendió porque no fue así. Su pregunta estaba teñida de incredulidad y el v. 11 muestra que Jesús lo reconoció. Nicodemo aún no había logrado captar el significado de lo que Jesús estaba diciendo.

El diálogo se transforma ahora en un discurso. Jesús habla y Nicodemo escucha. (Así hablaba yo, y nada entendía; eran cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía.[3] )

 De cierto, de cierto te digo, lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto testificamos, pero no aceptáis nuestro testimonio. Si os he hablado de cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las celestiales?  Y nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que cree tenga en él vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo, el unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios envió a su Hijo al mundo, no para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por medio de él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el unigénito Hijo de Dios. Y éste es el juicio: que la luz ha venido al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que practica lo que es malo, aborrece la luz, y no viene a la luz, para que sus obras no sean expuestas. Mas el que practica lo que es verdadero viene a la luz, para que sea evidente que sus obras fueron hechas en Dios.

CONCLUSIÓN

 

APLICACIÓN

 

BIBLIOGRAFÍA

Carson, D.A. ; France, R.T. ; Motyer, J.A. ; Wenham, G.J.: Nuevo Comentario Bı́blico : Siglo Veintiuno. electronic ed. Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 2000

Hendriksen, William: Comentario Al Nuevo Testamento: El Evangelio Según San Juan. Grand Rapids, MI : Libros Desafío, 1981

 

 



[1] Job 14. 4

[2]. Ec 11.5

[3] Job 42.3


 
 
Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor 
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia 
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM, Domingos 8 AM y 10 AM.
Calle 30 # 22 61, Cañaveral, Floridablanca.
http://adonayrojasortiz.blogspot.com/
 




1 comentario:

Daniel Alicea dijo...

Muchas gracias, hermano Adonay, por exponer con claridad la verdad sobre nuestro nuevo nacimiento en el contexto de Juan 3.

Estas verdades eran la doctrina apostolica de pentecostales unicitarios y trinitarios en el ultimo siglo. Hombres come Wynn Stairs, Verner Larsen, y Bill Drost tambien estarian de acuerdo con su interpretacion.

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