miércoles, 20 de enero de 2016

La economía en Israel en tiempos bíblicos

La economía en Israel

Con unas pocas excepciones podríamos decir que eran los hombres ricos quienes controlaban las propiedades agrícolas, fuente primaria de producción de riqueza en los tiempos bíblicos. Esto era así, pues las mujeres judías no podían poseer ni heredar propiedades. El lugar de trabajo de la mujer era el hogar, para cuidar de los niños y niñas, velar por los bienes de la casa, y servir a sus esposos. Y el trabajo del hombre estaba en el mundo para proveer el hogar. El hecho de que estas perspectivas de género se encuentren en las Escrituras, y tengan alguna resonancia social con el mundo actual nuestro, no significa que responda a un plan eterno de Dios para la humanidad. Así eran las cosas en aquel entonces, y lastimosamente, con algunas excepciones contextuales, todavía podrían ser así hoy en día en el área del poder económico y político.

La economía de base en el mundo antiguo era la agricultura. Esa economía no era controlada por bolsas de valores, ni tasas de interés, ni inversiones bancarias. Lo que sí controlaba la economía del primer siglo era el clima. Plagas, mucha lluvia, poca lluvia, inundaciones, tormentas, eran situaciones que afectaban a la producción de riqueza. Hambrunas, y la escasez de ciertos productos, era algo que afectaba a la vida diaria de las personas. ¡Aun más: imaginémonos un mundo sin refrigeración, sin fertilizantes, y sin supermercados! En aquel entonces dar gracias por el pan de cada día, era una práctica espiritual diaria de profundo significado.

En los meses de verano de la Tierra Santa, entre los meses de mayo y septiembre, la sequía era cosa severa. En aquella época antigua en el sur de Israel las lluvias eran de unos cincuenta milímetros, y en el norte de Galilea de unos ochocientos milímetros. Por tal escasez de humedad, la tierra de Israel era la tierra del trigo, la cebada, vinos, higos, granadillas, miel, y olivos (Deuteronomio 8:8, Nehemías 5:11, Oseas 9:2–4, Proverbios 9:5). Estos son productos que resisten las sequías, y crecen rápidamente durante la época de lluvias.

Era cierto que las ovejas y las cabras proveían de algún aporte a la dieta alimenticia del primer siglo. En general, en aquellas épocas a la gente común se le podría considerar vegetariana. «Se necesita tener en mente que para la mayoría de las personas de aquella época no era algo muy común matar animales para el sacrificio». Mantener animales sanos, y gordos no se hacía simplemente con el propósito de matarlos, sino de sacarles provecho para el trabajo, y de que se reprodujeran (como en el caso de los animales de carga y arado). Los sacrificios religiosos eran, verdaderamente, sacrificios económicos muy fuertes para cualquier familia.

Era común para la mayoría de las familias confeccionar su propia ropa y calzado, y fabricar sus herramientas. Para adquirir ciertos productos que alguien no podía producir, era común el intercambio o trueque. El dinero no era la base de la economía antigua. Aunque sí era producido o acuñado por las elites políticas y religiosas. El dinero funcionaba como herramienta para facilitar el cobro de impuestos. Y después de pagar los impuestos, a las familias les quedaba muy poco para sobrevivir.

Otro factor que afectaba a la economía del mundo antiguo era la del honorvergüenza. Este era un valor más romano que bíblico. Por un lado, a la pobreza no se la veía como una desgracia, sino como algo vergonzoso, una maldición de Dios. ¡Esto se corresponde con algunos grupos religiosos de hoy que promueven la prosperidad! Por otro lado, a la riqueza se la consideraba como algo honorable, y a los ricos como personas bendecidas por Dios. Esto contradecía las Escrituras, y las mismas enseñanzas de Cristo para proteger a la viuda y al huérfano (Éxodo 22:22; Isaías 1:17).

Una variable más, y muy importante, era el control de los imperios de la época. Por ejemplo, el Imperio romano tenía una economía global (i. e., según se entendía el mundo en aquel entonces). Jesús nace en una época donde el Imperio romano tenía control de todo el Mediterráneo. Así, el control político de la economía era necesario para asegurarse la reducción de fricciones sociales (i. e., como en el caso de los revolucionarios judíos, los zelotes en el Nuevo Testamento). Los dueños de las tierras eran terratenientes ausentes de sus campos, pues vivían en ciudades. Por eso los encargados de las tierras eran los capataces. No es por accidente que capataces, recaudadores de impuestos y esclavos fueran actores importantes en los Evangelios (Lucas 12:42; 16:1–8; Marcos 13:34, 35). Aquellos, como los artesanos, que no trabajaban en el campo, tenían posibilidades de ganar más dinero en la construcción (como pudo ser para Jesús). La expansión del Imperio incluía la urbanización, y con ello el auge de la construcción. Por otro lado, los pescadores, los negociantes, herreros, productores de incienso, los pastores, eran otras tareas que diversificaban la economía.

En cuanto a impuestos, había una diferencia entre los impuestos religiosos, los estatales, y los provinciales. En los religiosos se incluían los impuestos del templo, así como las primicias y los diezmos. En los impuestos estatales se incluían el impuesto por habitante, que se contaba según algún censo (Lucas 2), y el impuesto a la tierra. Otros tipos de impuestos eran los de ventas, de importación y exportación, y de paso que se cobraban en las fronteras. Existían también impuestos como la angaria que era el poner a una persona a hacer un trabajo involuntario (Mateo 5:41).

Los que cobraban esa variedad de impuestos eran los recaudadores de impuestos (Lucas 19). En el Nuevo Testamento estos no eran queridos y eran considerados traidores por explotar a su gente para enriquecer a Roma. Incluso el cobrador de impuestos debía pagarse a sí mismo, a sus colaboradores, y enviar los cobros a sus supervisores. Los impuestos del templo se recaudaban en otras ciudades fuera de Jerusalén, y personas respetables los llevaban luego al templo. Es en este contexto donde se escriben los Evangelios, y en ellos se trata el tema de las posesiones materiales y el dinero.

Aquellos elementos del año del jubileo ―el cuidar por los más vulnerables, la prohibición de cobrar interés, y creer que la creación le pertenece a Dios― estaban presentes. Sin embargo, no se ponían en práctica, pues la estructura de explotación imperial no lo permitía. «Jesús siempre relacionó asuntos de dinero con los asuntos de Dios». Pues Jesús, en su primer sermón, anuncia la llegada del año del jubileo (Lucas 4).

Después de que diferentes comunidades primitivas mantuvieran las enseñanzas de Cristo de manera oral, algunas decidieron ponerlas por escrito para compartirlas con otras comunidades. Es cierto que hubo alguien que las escribió. Sin embargo, solamente Lucas se identifica a sí mismo como escritor de los Evangelios. Los demás Evangelios, Mateo, Marcos, o Juan, no hay seguridad de quién los escribió. ¡Eso no significa que la autenticidad de los Evangelios esté en tela de juicio! Todo lo contrario, el autor o los autores de cada Evangelio representaban las historias sagradas de comunidades cristianas; y últimamente el inspirador de las Escrituras es el Espíritu Santo. Estos Evangelios son un tipo de literatura muy particular. No se trata de biografías, ni de tratados teológicos, sino de narrativas, historias con enseñanzas profundas.

Ahora bien, debemos considerar, además, que estos Evangelios fueron escritos después de la destrucción del templo de Jerusalén. La destrucción del templo fue sangrienta, y marcó un punto de partida para que el cristianismo empezara a separarse del judaísmo y se expandiera aún más en el mundo grecorromano. Por tanto, los Evangelios fueron escritos entre el año 70 y el 100 después de Cristo. Es decir, pasarían 50 años después del ministerio de Cristo antes de que sus enseñanzas se escribieran (pues eran historia oral). Antes de los Evangelios, la Carta a los hebreos, primera y segunda de Pedro, Judas, y Santiago fueron puestas por escrito. En pocas palabras, cronológicamente hablando, los Evangelios son escritos tardíos en la colección del Nuevo Testamento.

Al leer el Nuevo Testamento debemos recordarnos que sin comprender su conexión con el Antiguo Testamento podemos llegar a conclusiones muy equivocadas. Es decir, existe una continuidad entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, como también existe una discontinuidad. Algunas veces nos enfocamos hacia la discontinuidad, dejando de lado su continuidad. Eso lo veremos con detalle más tarde. Otro elemento que es importante recordar, es el problema del anacronismo. Debemos ser cuidadosos de no proyectar ideas modernas en los mundos antiguos a los que se refiere la Escritura. Empecemos con Génesis para comprender cómo se desarrolla la teología bíblica en cuanto a los temas que nos competen.


Segura Guzmán, O. (2012). Riquezas, templos, apóstoles y superapóstoles: Respondiendo desde una mayordomía cristiana (pp. 21–25). Viladecavalls, Barcelona: Editorial CLIE.

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