lunes, 14 de noviembre de 2016

Qué familia!!

DINASTÍA HERODIANA
Los Herodianos fueron la dinastía que reinaba en Palestina, durante el tiempo del Nuevo Testamento. Eran descendientes de Antípater, el idumeo, que con 3000 soldados decidió la victoria de César en Egipto. Como manifestación de gratitud, Julio Cesar favoreció a Antípater y a los judíos, concediéndoles muchos privilegios.
La política externa de Antipater a partir del 63 a.C., estuvo ligada a la de la República Romana. Desde el siglo I a.C., Roma se vio convulsionada por la Guerras Civiles, por tanto, la política exterior del territorio Palestino a partir del gobierno de los idumeos Antipater y Herodes, el Grande, estuvo ligada a estas Guerras Civiles. Como personas astutas, se apoyaban en el contendiente más favorable a sus intereses y si era derrotado, pasaban a apoyar abiertamente a su opositor, así Antipater sostuvo en primer lugar a Pompeyo y después a Cayo Julio César, porque al haber un nuevo reordenamiento del poder en Roma se hacia indispensable establecer una nueva alianza con éste, para ser reconfirmado en el gobierno de Palestina y titular del Régimen del Protectorado.
El pueblo judío trató de que los romanos (Pompeyo, Julio César, Marco Antonio y Octavio) devolviesen a la Dinastía Asmonea el gobierno político-religioso de su país. Para ello mandaban embajadas a los principales representantes de Roma ya mencionados. De ese cuando Marco Antonio llegó a Oriente en el año 41, recibió en Bitinia embajadores de todos los países, entre los que estaban Fasael y Herodes por un lado y los principales dignatarios de los judíos por el otro. En esta primera entrevista los judíos acusaron a Fasael y a Herodes, diciendo que Hicarno solo tenía en apariencias el gobierno, pero que era aquellos dos quienes realmente gobernaban. Marco Antonio tenía en mucha estima a Herodes, quien se defendió personalmente a sí mismo de tal manera que los principales judíos no pudieron exponer sus quejas,  porque Herodes había sobornado a Marco Antonio mediante una fuerte suma de dinero.
Probablemente los dignatarios judíos era del partido asmoneo, que envió una segunda embajada para insistir ante Marco Antonio y pedirle por segunda vez que no depositase el gobierno de Palestina en manos de los hermanos idumeos. Esta segunda entrevista tuvo lugar en Cilicia en el año 41 a.C. Marco Antonio consultó a Hicarno sobre cual de los partidos, el de los asmoneos, o el de los herodianos, era mejor para entregarle el gobierno del pueblo, recibiendo como respuesta que la dinastía de los herodianos era la mejor opción, por lo que nombró a Fasael y a Herodes como tetrarcas y puso en sus manos el gobierno de todos los asuntos judíos, ordenando a jefe militar de su ejército que castigara a los legados judíos por ser deseosos de novedades y fortaleciera el gobierno de Herodes. Los romanos reconfirmaron siempre en el poder civil a los idumeos, dejando a los asmoneos el poder religioso. Estos dos poderes se encontraban unidos en la misma persona desde las Guerras Macabeas contra el rey seléucida Antíoco IV Epifanes, durante el s. II a.C. Esta forma romana de separar el poder religioso del civil, era una verdadera novedad para el pueblo judío, cuya idea de gobierno se basaba en una teocracia hereditaria, que se había establecido al nombrar a Jonatán, rey-sumo sacerdote.
El hijo de Antípater fue Herodes el Grande (47–4 a.C.). Con mucha astucia y una gran dosis de audacia, se hizo con la soberanía de toda Palestina, gobernando incluso sobre territorios más allá de ella. Para eliminar toda posible oposición, destruyó la casa de los Asmoneos, cuya última heredera fue Maramne, con la que se casó. Herodes el Grande fue confirmado como rey por el emperador Augusto, siendo siempre una dinastía amiga de los romanos. Fue un hombre a quien gustaron de forma notable los grandes monumentos y los palacios suntuosos. Una prueba de su megalomanía fue la reconstrucción del Templo de Jerusalén, la fortaleza llamada Torre Antonia, el Palacio Real, conocido como Torre de David, donde recibió a los magos de Oriente, y la ciudad de Cesarea, junto al mar.
Después de la muerte de su padre, Herodes llegó a Roma a finales del año 38 a.C., siendo recibido por Marco Antonio, su protector, y por Octavio, quienes decidieron nombrarlo rey junto el Senado. Por medio de un Senatus Consultum, un decreto, se nombraba Rex Amicus et socius populi Romani, de Palestina a Herodes el Grande. El nombramiento fue mal visto por los judíos por su origen idumeo y su amistad con Roma. Herodes regresó a Palestina, comenzando a gobernar su territorio como un dictador, con mano de hierro. Palestina era considerada por Roma como un estado vasallo, que era gobernado por los representantes romanos, dando origen a la instauración para Palestina del Régimen del Protectorado. Herodes mantuvo con Roma la misma relación que su padre Antípater, que no era otra cosa que una política acomodaticia, según conviniese.
Herodes, hombre de gran astucia, buscó siempre un protector en la corte romana, que le tutelara. Primero estuvo bajo la protección de Julio Cesar, y después de su asesino Casio, finalmente por Marco Antonio y Octavio. Buscar al protector conveniente se basó en su intuición política, buscando siempre la protección del más fuerte, cambiando urgentemente de benefactor cuando el que tenía era derrotado. A Herodes no le importaba quien estuviera en el poder, lo importante para él era que el poderoso, en cada ocasión, se convirtiera en su protector. A cambio mantenía la paz en sus territorios, aceptaba sin reservas el Régimen del Protectorado, y consideraba a Roma como dueña de un estado vasallo que era en el que gobernaba. Herodes nunca se le pasó por la cabeza una sublevación contra Roma.
En el tiempo de la Tercera Guerra Civil, cuando Marco Antonio separó Oriente del resto de Imperio Romano, para casarse con la reina Cleopatra VII de Egipto, fundando un reino helenístico-oriental, provocó el enfrentamiento entre Marco Antonio y Cleopatra con Octavio y el Senado Romano. Cleopatra fue derrotada en la batalla naval de Actium, en el año 31 a.C., pero logró huir con Marco Antonio a Egipto. Esto trajo como consecuencia que los dos se suicidaran en el año 30 a.C., siendo incorporado Egipto como provincia romana. Herodes el Grande, a causa de su participación en la guerra al lado de Marco Antonio, enviando tropas, tuvo que cambiar de benefactor, pasándose al bando de Octavio. El cambio fue causado por su intuición política, que le llevaba a ponerse siempre al lado del más fuerte. Para logar este cambio se entrevistó con Octavio en la isla de Rodas, en el año 31 a.C. En esta entrevista fue confirmado en su trono como rey de Palestina. Cuando Octavio llegó a Egipto, se produjo una segunda entrevista, que le reconfirmó en todos los privilegios y le entregó además las ciudades de Gadara, Hipos y Samaria, Gaza, Anteón y Torre de Estragón.
La relación de Herodes con los judíos no fue cordial. La división que había entre ellos en las sectas de fariseos, saduceos y esenios, le crearon serios problemas en los que tuvo que intervenir Roma. Los dignatarios judíos siempre pidieron a los romanos, que lo destituyese como rey. A finales de su reinado, como acto de complacencia para los romanos, puso un águila de oro en la puerta de acceso al Templo de Jerusalén. En respuesta a esta acción los más extremistas de los fariseos liderados por Judas y Matías procuraron la rebelión contra Herodes. La rebelión fue drásticamente reprimida con ayuda e intervención de los romanos.
Después de la muerte de Herodes el Grande, el país fue dividido en una tetrarquía. El testamento de Herodes tenía que ser confirmado por el emperador romano. En Roma, Augusto intervino como albacea, confirmando el reparto territorial de Palestina entre los hijos de Herodes, nombrando a Arquelao como etnarca de Judea y Samaria (4 a.C.–6 d.C); a Herodes Antipas como tetrarca de Galilea y Perea (4 a.C.–39 d.C.); y a Herodes Filipo como tetrarca de Iturea y Galaunítida (4 a.C.–34 d.C.).
A partir del año 4 a.C., Roma intervenía nuevamente en Palestina confirmando el reparto del testamento de Herodes. Este reparto tenía un interés notable para Roma, que seguía con su célebre política de dividir para gobernar. El territorio dividido estaba bajo la administración de un tetrarca nombrado por ella, conservando el Régimen del Protectorado. Los gobernadores de las tres fracciones tenía que sujetarse en todo a la autoridad romana y gobernar tanto en el interior del territorio como en las relaciones exteriores, de conformidad con los intereses de Roma, recaudando los tributos para el imperio y manteniendo la paz y el orden por el medio que fuese, en cada una de sus respectivas jurisdicciones.
El peor de los hijos de Herodes el Grande, fue Herodes Antipas (4 a.C a 39 d.C.), bajo cuyo reinado se produjo la muerte de Juan el Bautista, para dar satisfacción a la petición de su sobrina. Este rey construyó la ciudad pagana de Tiberíades en la orilla occidental del Mar de Galilea. Fue depuesto por el emperador Calúgla, muriendo en el exilio, en España.
Su hermano Felipe fue quien hizo edificar la ciudad de Cesarea de Filipos, en donde tuvo lugar la confesión de Pedro y de los discípulos sobre quien era Jesús (Mt. 16:13–20).
De la familia herodiana, está también Herodes Agripa I (37–44 d. C.), nieto de Herodes el Grande y de Mariamne. Pasó su juventud en Roma, en la corte imperial, donde se hizo amigo íntimo del que sería el emperador Gayo Calígula. Era un joven arrogante, dado a hablar sin recato, por lo que, a causa de ciertos dichos suyos, fue denunciando ante el emperador Tiberio y encarcelado. Flavio Josefo cuenta una leyenda en la se dice que cuando Agripa fue entregado a la guardia pretoriana, en su desesperación, se apoyó en el tronco de un árbol que había en el patio del cuartel. En aquellos momentos, un búho vino y se posó en una rama del árbol. Esto fue observado por un germano, que estaba cautivo allí, quien se acercó a Agripa y le dijo, por medio de un intérprete, que no se entristeciese y desmayase por la situación en que se encontraba, ya que los dioses habían decidido salvarlo y que pronto sería librado de su prisión para gozar de soberanía y prestigio. Le dijo más: todos los que ahora lamentan tu desgracia, se acercará a ti para alabarte pronto. Pero, añadió, si vuelves a ver ese búho, ten por seguro que en cinco días morirás. Esta predicción le pareció a Agripa absurda y ridícula, hasta que fue liberado, manteniéndola presente durante toda su vida. Poco después de esto murió Tiberio, y Calígula, su sucesor, confirió a Agripa, en el año 37, la tetrarquía de Felipe, de Lisanias y de Antipas, concediéndole el título de rey. Calígula fue asesinado en el año 41. Agripa, con la astucia que le era propia, consiguió burlar al senado romano, y contribuyó a elevar a Claudio a la dignidad de emperador. A cambio el nuevo emperador le entregó el gobierno de Judea y Samaria, con lo que llegó a poseer todo el territorio en que había reinado su abuelo, con el derecho de nombrar al sumo sacerdote en Jerusalén.
Este rey, astuto, de instintos criminales, quiso congratularse con los judíos, para lo que asumió la persecución de los cristianos. Mandó colgar en el templo de Jerusalén, a modo de exvoto, una cadena de oro que le había regalado Calígula, y que pesaba tanto como la cadena de hierro con que había estado atado durante su encarcelamiento en Roma.
En el año 44 se produjo lo que se relata en Hechos sobre su muerte (12:20–23). A este acontecimiento presta atención Flavio Josefo, contando que sus aduladores, lo aclamaban diciendo: Favorécenos, y desde ahora te consideraremos como un dios inmortal, en lugar de un ser humano. Agripa aceptó la alabanza de aquellos, entendiendo como propio que se le considerarse divino. En aquellos momentos, según el relato de Josefo, el rey Herodes Agripa levantó la cabeza y vio posado sobre una cuerda al búho, de modo que, conforme a la predicción que la habían hecho años antes, sabía lo que le iba a ocurrir. Lleno de remordimientos sintió como un dolor atenazaba sus entrañas. Pálido se volvió a sus amigos y les dijo: Mirad, vuestro dios debe ahora dejar la vida y Dios confunde vuestras palabras engañosas. Cinco días después moría, preso de horribles dolores, lo mismo que le había ocurrido a su abuelo Herodes el Grande.
A su muerte dejó cuatro hijos: Herodes Agripa II (50–100 d.C.), Bernice, Mariamne y Drusila. El territorio de Palestina fue dividido nuevamente, sobre el que Roma puso un gobernador. Agripa recibió los territorios de Felipe, de Lisanias y algunas otras ciudades; su hermana Drusila, que estaba casada con Azizo de Emesa, fue amante del gobernador romano Felix; su otra hermana Berenice, lo mismo que Mariamne, pasaban de un matrimonio a otro. La corrupción moral entre la familia era de tal dimensión que Berenice llegó a tener relaciones íntimas con su propio hermano Agripa, e incluso fue amante del romano Tito.
Agripa le gustaba vivir en la residencia palaciega de Herodes, en Jerusalén, procurando escandalizar cuanto pudo a los judíos, hasta el extremo de construir un mirador en el palacio desde el que podía observar cuanto se hacía en el atrio interior del templo. Dado que tenía autoridad, nombró sumo sacerdote a Anano, un hombre cruel como pocos, que fue el que condenó a morir por lapidación a Santiago, el hermano del Señor. Con el Siglo moría este rey.

COMENTARIO EXEGÉTICO AL TEXTO GRIEGO
DEL NUEVO TESTAMENTO
HECHOS
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