lunes, 21 de marzo de 2022

El Espíritu Santo y el Reino de Dios

Iglesia Pentecostal Unida Latinoamericana 

Adonay Rojas Ortiz

Pastor

Sunday, March 20, 2022



EL ESPÍRITU SANTO Y EL REINO DE DIOS

 Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: 

—Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? 

Les dijo: 

—No os toca a vosotros saber los tiempos o las ocasiones que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra. (Hechos 1:6–8).


¡Sin Espíritu Santo no hay Reino!

La historia de la Iglesia está ligada a la presencia del Espíritu Santo en medio de los creyentes. La Iglesia comenzó el día de Pentecostés cuando el Señor derramó de su Espíritu Santo sobre 120 personas en la ciudad de Jerusalén, y terminará cuando el Señor venga por su Iglesia y este mundo quede sin la influencia del Espíritu Santo y a merced del engañador. [2 Tesalonicenses 2: 1 al 8] 

Así que sin Espíritu Santo no hay Iglesia, sin Espíritu Santo no hay misiones, sin Espíritu Santo no hay nada. El Espíritu Santo es el motor de crecimiento, de expansión de esta Iglesia…

Los apóstoles le preguntaron al Señor Jesús por el reino de Israel, y él les contestó con la promesa del derramamiento del Espíritu Santo. Así que debe por supuesto existir una conexión entre el Espíritu Santo y el reino, pero no el reino de Israel, sino el reino de Dios. 

Aunque el tema del reino de Dios es un tema que domina todo el escenario bíblico, sin embargo lo que Dios nos trae ahora en el Nuevo Testamento es diferente y mejor a lo que ocurrió en el Antiguo Testamento. De eso no habla suficiente la carta a los hebreos:

Pero en cuanto a vosotros, amados, estamos persuadidos de cosas mejores, pertenecientes a la salvación, aunque hablamos así. (He 6:9).

—pues la Ley nada perfeccionó—y se introduce una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios. (He 7:19).

Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. (He 7:22). 

Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. (He 8:6). 

Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fueran purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. (He 9:23).

porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos. (He 10:34).

Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, porque les ha preparado una ciudad. (He 11:16).

porque Dios tenía reservado algo mejor para nosotros, para que no fueran ellos perfeccionados aparte de nosotros. (He 11:40).

No hay modo de comparar lo que Dios le dio a Israel con lo que Dios le dio a su iglesia.

El reino de Israel , por decirlo de laguna manera, tenía una misión centrípeta, mientras que el reino de Dios tiene una misión centrífuga. Antes era, todo el mundo para Jerusalén, ahora es de Jerusalén para todo el mundo.

Hablando de métodos y estrategias de evangelismo, Dios es el mejor estratega (no creo que alguien cuestione esta afirmación) y, precisamente él con el derramamiento del Espíritu Santo dotó a la Iglesia de la herramienta necesaria para llevar a cabo su misión exitosamente.

El día misionero lo celebraremos dentro de ocho días, pero eso no quiere decir que hoy no podamos pensar en las misión. Hermanos no podemos quedarnos disfrutando de lo que otros están necesitando. 

Cuando los leprosos llegaron al límite del campamento, entraron en una tienda, comieron y bebieron, tomaron de allí plata, oro y vestidos, y fueron a esconderlos. Después volvieron, entraron en otra tienda, y de allí también tomaron cosas que fueron a esconder. Luego se dijeron unos a otros: —No estamos haciendo bien. Hoy es día de buenas noticias y nosotros callamos. Si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos la noticia en la casa del rey. (2 Re 7:8–9).

Uno no puede quedarse feliz, gozándose, comiéndose el pan, y bebiendo el agua, mientras que al lado quienes nos rodean se están muriendo de hambre y de sed de Dios. Personas que conocemos, o que aunque no conozcamos igual, se están muriendo de hambre y sed. Si eso hiciéramos seríamos muy insensibles. 

El Espíritu Santo en nosotros nos convierte en una fuente. 

En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: 

—Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva.

Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él, pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.

Por supuesto hermanos que nos es impuesta entonces esa necesidad de estar llenos del poder del Espíritu Santo para poder ser guiados por él.

Es importante que entendamos qué es estar llenos del Espíritu Santo, pues eso es lo que necesitamos, estar llenos del Espíritu Santo.

No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Tenemos una invitación de parte de Dios: llenémonos del Espíritu Santo.

Debemos siempre vivir bajo la influencia del Espíritu Santo, hermanos créanme que eso nos transforma la vida. 

Lo primero que hace el Espíritu Santo es hacernos útiles.

Te ruego por mi hijo Onésimo, a quien engendré en mis prisiones, el cual en otro tiempo te fue inútil, pero ahora a ti y a mí nos es útil. Te lo envío de nuevo. Tú, pues, recíbelo como a mí mismo.

Quien es inútil debe entender que el Espíritu Santo no lo está guiando, Dios no manda a nadie a estar con los brazos cruzados. 

Me es necesario hacer las obras del que me envió, mientras dura el día; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. (Juan 9.4)

La persona guiada por el Espíritu Santo sabe para qué es el día y para qué es la noche.

Insisto, tenemos una invitación de parte de Dios a estar lleno del Espíritu Santo, no solo a  ser bautizados con el Espíritu Santo. Una cosa es haber sido bautizado con el Espíritu Santo y otra cosa es estar lleno del Espíritu Santo.

Por supuesto que para andar lleno del Espíritu Santo es necesario haber sido bautizado por el poder del Espíritu Santo con la experiencia inicial de hablar en otros idiomas. Pero hay muchos (Dios permita que no entre nosotros) que aunque fueron bautizados con el poder del Espíritu Santo, hoy no andan llenos del Espíritu Santo. Queremos que todos andemos llenos del poder del Espíritu Santo.

¡Que Dios nos ayude a  aprender a vivir en el Espíritu!  

El bautismo del Espíritu Santo es una experiencia vital, pero inicial en la vida cristiana, que debe ser la Vida del Espíritu. Uno inicia una vida de experiencias extraordinarias por el Espíritu Santo precisamente con ese milagro de hablar en otras lenguas. El Espíritu Santo domina nuestra lengua y nos demuestra que él sí puede llevar el control de nuestra vida.

Es bueno renovar las experiencias, porque una experiencia se va desgastando con el tiempo. Ojalá nos renováramos todos los días y no tuviésemos que esperar a sentir que estamos a punto de quedar tirados en el camino para correr a sumergirnos en el río de Dios.

Por eso es que algunos se inventan los cultos de renovación espiritual. Pero en la vida real, en la vida cristiana normal, en la realidad tenemos que vivir siempre en una constante renovación.

Así es como Dios diseñó esto, así es como él quiere que funcione:

La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto; pero el camino de los malvados es como la oscuridad, y no saben en qué tropiezan.

No es como la luz del ocaso. Así es que quiere el diablo que vivamos, pero Dios no. Dios no cambia, pero los seres humanos sí. Los seres humanos subimos y bajamos constantemente.

Estudiando el libro de Hechos de los Apóstoles:

Y todos los días, en el Templo y por las casas, incesantemente, enseñaban y predicaban a Jesucristo.

¿Por qué la Iglesia primitiva alcanzó un nivel de actividad tan alto? ¿Será que ellos no tenían trabajo, será que no tenían nada que hacer que se reunían todos los días? ¿Vivían desocupados, desprogramados? ¿No tenían dónde ir a pasear, dónde divertirse?

Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe. (Hch 6:7).

¿Por qué la gente de la época de los apóstoles era impactada por el mensaje de estos hombres?

Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres. (Hch 5:14).

Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día.(Hch 16:5).

¿Por qué la iglesia de esa época creció tan rápidamente y se hacían tantos prodigios y señales milagrosas?

Hay una frase constante en el libro de Hechos de los Apóstoles:


Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablaran.


 y poniéndolos en medio, les preguntaron:

—¿Con qué potestad o en qué nombre habéis hecho vosotros esto?

Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo:

—Gobernantes del pueblo y ancianos de Israel: Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste ha sido sanado.


 Cuando terminaron de orar, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con valentía la palabra de Dios.


Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron:

—No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete hombres de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra.


Agradó la propuesta a toda la multitud y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. A estos presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos.


Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: «Veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios.»


Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, una vez llegados, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo, pues aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.


 El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y júntate a ese carro. » Acudiendo Felipe, lo oyó que leía al profeta Isaías, y dijo:

—Pero ¿entiendes lo que lees?

Mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y el eunuco no lo vio más; y siguió gozoso su camino. Pero Felipe se encontró en Azoto; y, al pasar, anunciaba el evangelio en todas las ciudades hasta llegar a Cesarea.


Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo:

—Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.


 Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo.


Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: «Tres hombres te buscan. Levántate, pues, desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado».


Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramara el don del Espíritu Santo, porque los oían que hablaban en lenguas y que glorificaban a Dios. Entonces respondió Pedro:

—¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros?

Y mandó bautizarlos en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedara por algunos días.


En aquel instante llegaron tres hombres a la casa donde yo estaba, enviados a mí desde Cesarea. Y el Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en casa de un hombre, quien nos contó cómo había visto en su casa un ángel que, puesto en pie, le dijo: "Envía hombres a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; él te hablará palabras por las cuales serás salvo tú y toda tu casa." Cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos, como también sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: "Juan ciertamente bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo."


Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén, y enviaron a Bernabé para que fuera hasta Antioquía. Este, cuando llegó y vio la gracia de Dios, se regocijó y exhortó a todos a que con propósito de corazón permanecieran fieles al Señor. Era un varón bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor.


 En aquellos días, unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sobrevino en tiempo de Claudio.


Ministrando estos al Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado.»

Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.

Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre.


Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando en él los ojos, le dijo:

—¡Lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor? Ahora, pues, la mano del Señor está contra ti, y quedarás ciego y no verás el sol por algún tiempo.

Inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas; y andando alrededor, buscaba quien lo condujera de la mano. Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, admirado de la doctrina del Señor.


Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.


pues ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; si os guardáis de estas cosas, bien haréis. Pasadlo bien.


Atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió.


Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, les preguntó:

—¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?

Ellos le dijeron:

—Ni siquiera habíamos oído que hubiera Espíritu Santo.

Entonces dijo:

—¿En qué, pues, fuisteis bautizados?

Ellos dijeron:

—En el bautismo de Juan.

Dijo Pablo:

—Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.

Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas y profetizaban. Eran entre todos unos doce hombres.


Ahora, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio de que me esperan prisiones y tribulaciones.


Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.


Hallamos a los discípulos y nos quedamos allí siete días; y ellos, por el Espíritu, decían a Pablo que no subiera a Jerusalén. 


Mientras nosotros permanecíamos allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien, viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, se ató los pies y las manos y dijo:

Esto dice el Espíritu Santo: "Así atarán los judíos en Jerusalén al hombre de quien es este cinto, y lo entregarán en manos de los gentiles."


¿Cuál es la constante que hizo de la Iglesia primitiva una iglesia productiva?

¡Ellos estaban tan desbordantes del Espíritu de Dios! 

¡Andaban llenos del poder del Espíritu Santo!

Eran dominados por la influencia del Espíritu Santo.


Ahora, apliquemos la Palabra a nuestra vida y a nuestro contexto. El viernes estábamos hablando del Reino de Dios, y decíamos que este reino tiene unos principios bajo los cuales funciona, si no se nace de nuevo, ni se puede ver.

¿Tenemos necesidad hoy en día de estar llenos del Espíritu Santo?

¿Ama usted a su enemigo?

¿Ve a los demás como superiores a usted mismo?

¿Se somete usted al otro en el temor de Dios?

Estas son algunas características el Reino de Dios y todo eso sólo lo podemos alcanzar permitiéndole al Espíritu Santo transformar nuestra naturaleza.

Sólo el Espíritu Santo es capaz de dominar la naturaleza indómita del ser humano.


Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne, porque el deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la Ley. Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lujuria,  idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, divisiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas. En cuanto a esto, os advierto, como ya os he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No busquemos la vanagloria, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. El que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que, cada uno someta a prueba su propia obra y entonces tendrá, sólo en sí mismo y no en otro, motivo de gloriarse, porque cada uno cargará con su propia responsabilidad.

El que es enseñado en la palabra haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye. 

No os engañéis; Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará, porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y especialmente a los de la familia de la fe.


¡Éste es el Reino de Dios! Esta es la vida que Dios diseñó para nosotros.


¿Esta vida del Espíritu es una realidad constante en nuestro diario vivir? 


Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. ¿Estamos dando este fruto?

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.


¡El Espíritu Santo es indispensable para llevar a cabo nuestra misión!

El Espíritu Santo en nuestros corazones hace la diferencia.

¡Sin Espíritu Santo no hay reino!

Sin el Espíritu Santo no hay misiones, el Espíritu Santo tiene un propósito para nuestra vida, por eso es necesario que os soltemos en sus manos y dejemos que él nos guíe.


Pongámonos en las manos de Dios.




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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com


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