domingo, 17 de febrero de 2008

Dominical, 17 de febrero de 2008


EL PARIENTE REDENTOR

 

No cualquiera podía ser redentor, se debían cumplir a lo menos tres requisitos para este oficio:

 

  1. UN PARIENTE CERCANO: era necesaria la manifestación en carne para la redención. Gracias damos a Dios por el Hijo de Dios, que aparece como nuestro pariente cercano. Dios no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando. Al contrario, alguien testificó en cierto lugar, diciendo:

«¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que lo visites? Lo hiciste un poco menor que los ángeles, lo coronaste de gloria y de honra y lo pusiste sobre las obras de tus manos. Todo lo sujetaste bajo sus pies».

En cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no le sea sujeto, aunque todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios experimentara la muerte por todos.

Convenía a aquel por cuya causa existen todas las cosas y por quien todas las cosas subsisten que, habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionara por medio de las aflicciones al autor de la salvación de ellos, porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo:

«Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré»[1]

 

  1. TENER LA CAPACIDAD DE REDIMIR: El redentor de ellos es el Fuerte (Jehová de los ejércitos es su nombre). De cierto defenderá la causa de ellos, para hacer que repose la tierra y que se turben los moradores de Babilonia[2]. Jesucristo por su perfección, santidad y divinidad, tenía el poder para redimir. »Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.[3] El precio de la redención era  la sangre. pues ya sabéis que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir (la cual recibisteis de vuestros padres) no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.[4]

 

  1. QUERER HACERLO: el otro "fulano", pariente más cercano de Noemí, no quiso redimir. Pero Jesucristo estaba dispuesto a hacerlo. Su sacrificio fue voluntario. Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico, para que vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos.[5] Ciertamente, todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados[6]. Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.[7]


[1] Hebreos 2: 5 –12

[2] Jeremías 50: 34

[3] Juan 10: 11

[4] 1 Pedro 1: 18

[5] 2 Corintios 8: 9

[6] Hebreos 10: 11

[7] Juan 10: 18

 


 
 
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://www.adonayrojasortiz.blogspot.com/
 



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