lunes, 24 de noviembre de 2008

LO QUE CREEMOS


LECCIÓN DOS: EL HOMBRE Y EL PECADO

 

CREACION DEL HOMBRE


En el principio Dios creó al hombre inocente, puro y santo.


Entonces dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y tenga potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y las bestias, sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra».

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.[1]


Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente.[2]


Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo, varón y hembra los creó y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día que fueron creados.[3]

El espíri

tu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida.[4]


Él respondió, les dijo: ¿No habéis oído que el que los hizo al principio varón y hembra los hizo?[5]


El propósito del Señor para con el hombre, fue el de coronarlo de honra y de gloria en medio de la creación. Su alta dignidad, según el propósito original de Dios, se destaca bien en el Salmo 8.


El hombre fue creado para ser administrador de la creación, pues aunque esta pertenece a Dios, fue puesta bajo los pies del hombre. Dios tenía derecho de decidir a quién le dejaba el señorío de la tierra y ese  privilegio fue reservado para Adán y su descendencia.


Por tanto, a la vista de Dios, el hombre tiene el mayor valor en el universo entero.


Y si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe?[6]

Así que no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos.[7]


Pero, ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, está permitido hacer el bien en sábado.[8]


¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de su alma?[9]


Los que confían en sus bienes y de sus muchas riquezas se jactan,         ninguno de ellos podrá, en manera alguna, redimir al hermano ni pagar a Dios su rescate (pues la redención de su vida es de tan alto precio que no se logrará jamás)[10]


El hombre está dotado de libre albedrío, pues Dios quería que Su criatura, corona de la creación, correspondiera li­bremente a Su amor por medio de la obediencia pronta pero voluntaria.


Dios creó al hombre para eternidad. Para que viva en una permanente comunión con él. Comunión que no puede ser rota ni siquiera por la muerte.


Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos.[11]


Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; él nos guiará aun más allá de la muerte.[12]


No sabemos cuánto tiempo disfrutaría el hom­bre del dominio de la naturaleza en plena inocen­cia y en comunión con Dios, pero las Escrituras pasan rápidamente a la narración de la caída.

 

CAIDA DEL HOMBRE


El hombre estaba creado para depender de Dios y para hacer Su voluntad, pero el diablo, con gran sutileza, le señaló un camino alternativo: seréis como Dios... Al volver las es­paldas a Dios, el hombre murió espiritualmente y el mundo se hundió en el caos del pecado y de la rebelión. La muerte física es la consecuencia ine­vitable de este estado espiritual.


Por el pecado de desobediencia, Adán y Eva, los primeros hombres de la raza humana, cayeron de su santo estado y Dios los expulsó del edén. Desde entonces por la desobediencia de un hombre, el pecado entró en el mundo.


He aquí solamente esto he hallado: Que Dios hizo al hombre recto pero ellos buscaron muchas perversiones.[13]


Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios.[14]


Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Antes de la Ley ya había pecado en el mundo; pero donde no hay Ley, no se inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.


Pero el don no fue como la transgresión, porque si por la transgresión de aquel uno muchos murieron, la gracia y el don de Dios abundaron para muchos por la gracia de un solo hombre, Jesucristo. Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó, porque, ciertamente, el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. Si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.


Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación que produce vida. Así como por la desobediencia de un hombre muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, muchos serán constituidos justos.[15]


Según las enseñanzas de Romanos, cuando Adán pecó toda la raza humana pecó con él, de forma que existe una raíz de pecado original en todo hijo de Adán, aun antes de que cometa actos concretos y voluntarios de pecado. Esta doctrina se halla implícita en toda la Biblia. Es como una funesta «ley de gravedad» que inclina a todo hombre hacia el pecado. El germen de todo pecado está en todos los hombres y se desarrolla en circunstancias propi­cias.


Pero frente a Adán como cabeza de la humanidad perdida, el apóstol Pablo señala a Cristo como postrer Adán y Cabeza de una humanidad redimida por Su gran acto de obediencia en la Cruz. Nadie se perderá, pues, por ser hijo de Adán, sino por rechazar la redención que está en Cristo.


El hombre normal es un ser responsable y se condena porque ama las tinieblas más que la luz. Las profundas huellas del pecado no pueden borrar la obra de la Cruz, donde el Hombre representativo, quien era, además, el Señor de la gloria, fue hecho pecado por nosotros para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.[16]


La identificación del hombre con su Salvador por medio del arrepentimiento y la fe, le trae vida; pero aparte de este gran remedio de Dios, opera infaliblemente la ley: Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará[17], sea en el tiempo, sea en la eternidad.


Sólo Dios es el Juez justo, el Árbitro moral de su Universo, y a Él solo compete juzgar y aplicar la sentencia, que se pronunciará según las normas de la más perfecta justicia:

Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, acreditándolo ante todos al haberlo levantado de los muertos.[18]


Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en hacer el bien, buscan gloria, honra e inmortalidad; pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia. Tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, sobre el judío en primer lugar, y también sobre el griego; en cambio, gloria, honra y paz a todo el que hace lo bueno: al judío en primer lugar y también al griego, porque para Dios no hay acepción de personas.

Todos los que sin la Ley han pecado, sin la Ley también perecerán; y todos los que bajo la Ley han pecado, por la Ley serán juzgados, pues no son los oidores de la Ley los justos ante Dios, sino que los que obedecen la Ley serán justificados. Cuando los gentiles que no tienen la Ley hacen por naturaleza lo que es de la Ley, estos, aunque no tengan la Ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la Ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia y acusándolos o defendiéndolos sus razonamientos en el día en que Dios juzgará por medio de Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.[19]


pues escrito está: «Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios».

De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí.[20]


Vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo y ningún lugar se halló ya para ellos. Y vi los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios. Los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida. Y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. El mar entregó los muertos que había en él, y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos, y fueron juzgados cada uno según sus obras. La muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. El que no se halló inscrito en el libro de la vida, fue lanzado al lago de fuego.[21]



[1] Génesis 1: 26 y 27

[2] Génesis 2: 7

[3] Génesis 5: 1 y 2

[4] Job 33: 4

[5] Mateo 19: 4

[6] Mateo 6: 30

[7] Mateo 10: 31

[8] Mateo 12: 12

[9] Mateo 16: 26

[10] Salmo 49: 6 al 8

[11] Eclesiastés 3: 11

[12] Salmo 48: 14

[13] Eclesiastés 7: 29

[14] Romanos 3: 23

[15] Romanos 5: 12 al 19

[16] 2 Corintios 5: 21

[17] Gálatas 6: 7

[18] Hechos 17: 30 y 31

[19]Romanos 2: 5 al16

[20] Romanos 14: 11 y 12

[21] Apocalipsis 20: 11 al 15

 
 
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://www.adonayrojasortiz.blogspot.com/
 




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