sábado, 9 de enero de 2010

SANIDAD DIVINA EN EL MINISTERIO DE LOS DISCÍPULOS, EN HECHOS, Y EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA


LA SANIDAD EN EL MINISTERIO DE LOS DISCIPULOS

Así como fue la voluntad de Dios sanar a los enfermos en los días cuando Jesús ministró en la tierra, del mismo modo lo fue cuando Él extendió este ministerio a sus discípulos, dándoles poder para sanar a los enfermos, resucitar muertos y echar fuera demonios. El ministerio de Jesús, cuando estaba aquí en la carne, estaba casi totalmente limitado a la esfera de su presencia física. De allí que la bendita influencia de su compasión y poder fue engrandecida al investir a otros con la misma habilidad divina: Entonces llamando a sus doce discípulos, Jesús les dio poder sobre espíritus inmundos para expulsarlos y para sanar toda enfermedad y toda dolencia.[1]

1. Se les da poder a los doce y son enviados.

Después llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, y les dio autoridad sobre los espíritus impuros.  Les mandó que no llevaran nada para el camino, sino solamente bastón. Ni bolsa, ni pan, ni dinero en el cinto; sino que calzaran sandalias y no llevaran dos túnicas.  Y añadió: —Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel lugar. Y si en algún lugar no os reciben ni os oyen, salid de allí y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad.

Y, saliendo, predicaban que los hombres se arrepintieran. Y echaban fuera muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban. [2]

Entonces, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus impuros,  para que los echaran fuera y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce apóstoles son estos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Jacobo hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo,  el publicano, Jacobo hijo de Alfeo, Lebeo, por sobrenombre Tadeo,  Simón, el cananita,  y Judas Iscariote, el que también lo entregó.

A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones diciendo: «Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel.  Y yendo, predicad, diciendo: "El reino de los cielos se ha acercado".  Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.[3]

2. Se les da poder a los setenta y son enviados.

Después de estas cosas, el Señor designó también a otros setenta,  a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir. Y les dijo: «La mies a la verdad es mucha, pero los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. Id; yo os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa ni alforja ni calzado; y a nadie saludéis por el camino. En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: "Paz sea a esta casa". Si hay allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros. Quedaos en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den, porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa. En cualquier ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan delante y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: "Se ha acercado a vosotros el reino de Dios". [4]

Los resultados de esta comisión fueron bastante evidentes:  Regresaron los setenta con gozo, diciendo: — ¡Señor, hasta los demonios se nos sujetan en tu nombre![5] Jesús no fue sorprendido frente a este informe que los demonios estaban sujetos a su nombre. Les dijo: —Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Os doy potestad de pisotear serpientes y escorpiones,  y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.[6]

Mateo 10:8 es muy significativo en revelar la voluntad de Dios para sanar, no a algunos, sino a muchos. Los discípulos no debían ser ahorrativos en el uso del poder sanador que les fue dado. Jesús dijo, De gracia recibisteis, dad de gracia.

Sin duda alguna, el poder dado a los doce y a los setenta es el mismo poder prometido por Jesús que sería en calidad permanente y que fue recibido por la iglesia en el día de Pentecostés:

Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador,  para que esté con vosotros para siempre:  el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce; pero vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y estará en vosotros.[7]

Ciertamente, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.[8]

pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.[9]

 

LA SANIDAD EN LA IGLESIA PRIMITIVA.

El libro de Hechos comienza con el escritor, Lucas, haciendo referencia a su primer tratado, el Evangelio de Lucas, que narra acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar. El ministerio de Cristo sobre la tierra es descrito como lo que Él enseñó e hizo. La palabra hizo, se refiere entre otras cosas a los milagros de sanidad por él efectuados. Se nos dice aquí que durante los años de ministerio antes de su muerte, sepultura, resurrección, y ascensión, Jesús comenzó a hacer y a enseñar. La principal deducción es que Él continuó haciendo y enseñando después de su regreso al Padre. Esto lo logró mediante sus discípulos, que son todos los creyentes, miembros de su cuerpo.

Cristo (la Cabeza viviente) todavía ministra mediante la iglesia (su cuerpo). El libro de Lucas es el registro inspirado sobre lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar en su ministerio terrenal; mientras el libro de Hechos contiene su relato inspirado de lo que Jesús continuó haciendo y enseñando después de su ascensión al cielo. Reconocemos entonces al libro de Hechos como otra revelación más de la voluntad de Dios referente a la sanidad de los enfermos.

Si los creyentes cristianos son miembros del cuerpo de Cristo, del cual Cristo es la cabeza motivadora y guiadora, entonces lo que Cristo hizo mientras estuvo corporalmente presente sobre la tierra debería continuar sucediendo mediante los miembros de su cuerpo espiritual.

Cuando Pedro dijo al hombre paralítico en la puerta del templo, la Hermosa, En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda[10], tomándolo por la mano derecha y lo levantó era como si Jesucristo se extendiera y lo tocara, mediante Pedro, un miembro de su propio cuerpo.

Si Cristo hubiera estado presente físicamente y hubiera podido tocar al paralítico, ciertamente habría sido sanado y habría podido caminar. ¿Por qué no sería lo mismo cuando Pedro, un miembro de su propio cuerpo, tocó al enfermo en el nombre de Jesús?

La multitud corrió al pórtico de Salomón atónita ante el milagro.

Al ver esto Pedro, habló al pueblo: «Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho andar a este? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando este había resuelto ponerlo en libertad. Pero vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diera un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios resucitó de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Por la fe en su nombre, a este, que vosotros veis y conocéis, lo ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a este esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.[11]

En otras palabras, Pedro estaba diciendo, "Jesús está vivo. No está muerto. ¿Por qué entonces no debiera estar aún manifestando el mismo poder y milagros que ejecutó antes de su crucifixión?"

El Cristo viviente obrando a través de su cuerpo, la iglesia, es la verdadera imagen del ministerio cristiano de hoy. Esto está demostrado en los siguientes ejemplos en el libro de Hechos:

Sanidades mediante los apóstoles:

Episodio Bíblico

Instrumento

Cita Bíblica

El hombre paralítico

Pedro

Hch. 3:1–10

Muchos sanados

Pedro

Hch. 5:12–16

Prodigios y milagros

Esteban

Hch. 6:8

Avivamiento en Samaria

Felipe

Hch. 8:5–8

Eneas

Pedro

Hch. 9:32–35

Tabita es resucitada

Pedro

Hch. 9:36–42

Hombre cojo en Listra

Pablo

Hch. 14:8–10

Pablo levantado en Listra

Hch. 14:19, 20

Demonio echado fuera

Pablo

Hch. 16:16–18

Milagros especiales

Pablo

Hch. 19:11, 12

Eutico

Pablo

Hch. 20:7–12

En la isla de Malta

Pablo

Hch. 28:8, 9

 

Nada ha cambiado, concerniente a las provisiones de Dios para las necesidades de la humanidad desde los días apostólicos. Cristo ha muerto y ha resucitado, el Espíritu Santo ha sido derramado, y la gran comisión está aun en vigencia. La ruina del pecado y sus horrendos resultados todavía están manifestados en nuestro mundo hoy. Los médicos, con todo su conocimiento y dedicación, todavía están confundidos por las aflicciones y enfermedades. Nadie puede probar que el Dios que nunca cambia haya alterado su voluntad respecto a la sanidad de enfermedades. Él es Jehová-Rapha: Yo soy Jehová tu sanador.[12]

 

LA SANIDAD A TRAVÉS DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA

Los testimonios escritos de testigos que están por encima de sospecha no dan lugar para dudar que los milagros de sanidades de la era apostólica continuaron operando a través de la comunidad de creyentes.

Si se logra probar que algunos milagros fueron ejecutados en el segundo siglo después de Cristo, ninguna razón que afirme que no podían ser ejecutados en el siglo veintiuno, puede ser sostenida en la actualidad.

La era apostólica, debe admitirse, fue peculiarmente favorecida. Mientras que aún vivían los hombres que habían visto al Señor, y lo habían acompañado durante su ministerio terrenal, había posibles secretos de poder en su posesión que una generación futura quizá no tendría. Es fácil ver entonces que este período puede ser especialmente distinguido por los dones del Espíritu. Pero sin embargo, el Salvador parece ser cuidadoso en enseñar que habría un aumento más bien que una disminución de poder sobrenatural, después de su partida: Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo.[13] De cierto, de cierto os digo: el que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.[14]

Pero concediendo ciertas marcadas ventajas poseídas por los seguidores inmediatos de Cristo, encontramos en la historia que no hay una terminación abrupta de milagros con la expiración de la era apostólica. Por lo tanto debemos comenzar a formularnos la pregunta del por qué debería haber cualquier terminación de estos mientras permanezca la iglesia, y sea perpetuado el ministerio del Espíritu.

En verdad, la historia muestra que la sanidad por el poder directo de Dios continuó a través de la entera era eclesiástica hasta el tiempo presente.

Note los testimonios de algunos de los patriarcas de la iglesia:

ü  Muchos endemoniados a través del mundo entero y en su ciudad han sido sanados y están sanando por medio del ministerio de muchos de nuestros hombres cristianos, quienes los exorcizan [echando fuera demonios] en el nombre de Jesucristo, que fue crucificado bajo Poncio Pilato, dejando impotentes a los demonios poseedores y echándolos fuera de los hombres, cuando éstos no podían ser curados por todos los otros exorcistas, o por aquellos que usaban encantamientos y drogas. Justino Martyr, 165 d.C.

ü  Aquellos que de verdad son los discípulos recibiendo la gracia de Él, en su nombre ejecutan milagros a fin de promocionar el bienestar de otros, según el don que cada uno ha recibido de Él … Otros todavía sanan a los enfermos imponiendo las manos sobre ellos, y son sanados. Aún más, como he dicho, los muertos han sido levantados, y permanecieron entre nosotros durante años. Ireneo, 192 d.C.

ü  Porque el dependiente de uno de ellos que era expuesto a ser tirado al suelo por un espíritu maligno fue liberado de su aflicción, como también lo fue el familiar de otro, y el pequeño hijo de un tercero. Y cómo muchos hombres de rango, por no decir nada de las personas comunes, han sido liberados de demonios y sanados de enfermedades. Tertuliano, 216 d.C.

ü  Y algunos dan evidencia de haber recibido mediante su fe un poder maravilloso por las sanidades que ejecutan, invocando ningún otro nombre sobre aquellos que necesitan su ayuda sino el del Dios de todas las cosas, y de Jesús … Porque por estos medios hemos visto también a muchas personas libradas de tristísimas calamidades, y de distracciones de la mente, locura, y un sin número de otras enfermedades que no podían ser curadas ni por hombres ni por diablos. Origen, 250 d.C.

ü  Que ellos [jóvenes ministros], entonces, con ayuno y oración, hagan sus intercesiones, y no con voluntad arreglada, o con palabras escogidas de sabiduría humana, sino como hombres que han recibido el don de sanidad confiadamente, para la gloria de Dios. Clemente de Alejandría, 275 d.C.

ü  A través de los cristianos, muchos paganos son sanados de cualquier enfermedad que tengan, por lo tanto, abundantes son los milagros en nuestro medio. Teodoro de Mopsueste, 429 d.C.

ü  En 500 d.C. Gregorio el Grande donó su fortuna heredada, y se convirtió en un misionero en Gran Bretaña, orando por la gente y ungiéndolos con aceite en el nombre del Señor, citando ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia para que oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados.[15]

Desde el día de Gregorio hasta la reforma, el mundo atravesó una era de oscurantismo, tanto en lo relacionado al progreso de las cosas espirituales como el avance del aprendizaje. Pero con el despertar espiritual que vino como consecuencia de la reforma, regresó la evidencia de las obras sobrenaturales de Dios.

El siguiente es un extracto de "Las Confesiones de Fe" de los waldenses, un grupo profundamente espiritual de cristianos que rechazó la autoridad papal e intentó basar sus creencias en la Biblia no mas, del siglo doce, seguidores de Pedro Waldo: En cuanto al ungimiento de los enfermos, sostenemos como un artículo de fe y lo profesamos sinceramente de corazón que las personas enfermas, cuando lo piden, pueden legalmente ser ungidas con el aceite de unción por aquél que se une con él en oración para que pueda ser efectiva la sanidad del cuerpo, según el diseño, fin y efecto mencionados por los apóstoles; profesamos que tal unción ejecutada según el diseño y la práctica apostólica, sanará y será provechosa.

Los Pietistas (incluyendo a los Moravios), a fines de los años 1600, Alemania. Los Pietistas enfatizaban una experiencia espiritual y una vida cristiana. El conde Zinzendorf, 1725 d.C., del movimiento de Moravia (Hermanos Unidos), describe muchos milagros de sanidad en respuesta a la oración.

John Wesley, 1750 d.C., graduado de la universidad de Oxford y fundador de la Iglesia Metodista, registró en su diario varios casos de sanidades. Los Metodistas, S.XVIII, Inglaterra, particularmente en las campañas de Wesley y Whitefield y las campañas que siguieron después en América del Norte.

Campañas de Avivamiento y Reuniones en el Campo, 1800, América. Se informa que se ocurrían mas tarde unas demostraciones físicas en las campañas de avivamiento en América del Norte, un período llamado el Segundo Despertamiento que empezó con unas reuniones en el campo en el estado de Kentucky y se extendió por toda la frontera americana.

La gente "Santidad," 1800, Tennessee y Carolina del Norte.

Los irvinguitas, 1800, Inglaterra y America. El Espíritu se cayó entre la congregación Londinense de una Iglesia de Escocia pastoreado por un pastor prominente llamado Eduardo Irving y empezó con María Campbell y Santiago y Margaret MacDonald.

Los Lectores (Lasare), 1841-43, Suecia.

Los Avivamientos, 1859, Irlandia.

Debemos notar que un historiador alemán atribuyó el hablar en lenguas a Martín Lutero, y un amigo de Dwight Moody dijo que algunos de los seguidores de Moody hablaban en lenguas.

El movimiento pentecostal moderno empezó el 1o de enero de 1901, en un pequeño colegio bíblico en Topeka, Kansas. El colegio era operado por Charles Parham, un ministro con un trasfondo en el movimiento Santidad. Los estudiantes empezaron a buscar el bautismo del Espíritu con el hablar en lenguas, y Agnes Ozman fue la primera entre los alumnos de experimentar el hablar en lenguas. El avivamiento pronto se extendió a muchas denominaciones y alrededor del mundo.

Eso nos trae a nuestra historia reciente en el siglo XX.

En este breve repaso de la historia, un despliegue de testigos fue presentado cuyos incuestionables testimonios remueven cualquier duda de que la sanidad divina ha continuado desde los días del Antiguo Testamento, durante la vida de Cristo, los días de sus discípulos y apóstoles, después de la muerte de los apóstoles, y a través de las edades hasta nuestra propia generación. Jehová-Rapha—el Señor tu Sanadores el mismo ayer, y hoy, y por los siglos[16]. Dios ha mostrado su voluntad de sanar en cada era de la historia del mundo. Innumerables milagros de sanidad en el día presente dan testimonio de que su voluntad no ha cambiado hasta esta hora presente. La Biblia y la historia están en perfecto acuerdo en este punto.



[1] Mateo 10: 1

[2] Marcos 6: 7 al 13

[3] Mateo 10: 1 al 8

[4] Lucas 10: 1 al 9

[5] Lucas 10: 17

[6] Lucas 10: 18 al 20

[7] Lucas 14: 16 y 17

[8] Lucas 24: 49

[9] Hechos 1: 8

[10] Hechos 3: 6

[11] Hechos 3: 12 al 16

[12] Éxodo 15: 26

[13] Hechos 1: 8

[14] Juan 14: 12

[15] Santiago 5: 14 y 15

[16] Hebreos 13: 8


 
 
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://www.adonayrojasortiz.blogspot.com/
 




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