martes, 9 de abril de 2013

La Verdad!

No habitará dentro de mi casa

el que hace fraude;

el que habla mentiras

no se afirmará delante de mis ojos.

Salmo 101.7

sea Dios veraz y todo hombre mentiroso.

Romanos 3.4 a

 

LA VERDAD:

MARCO TEÓRICO:

Durante mucho tiempo los filósofos han debatido la naturaleza de la verdad. Una afirmación, ¿es cierta porque se corresponde con un hecho específico, o bien porque es coherente con nuestro sistema global de conocimiento? ¿Deberíamos abordar la verdad de una forma pragmática (o sea, lo que funciona es lo verdadero) o subjetiva (es decir, la verdad para mí no es necesariamente la verdad para ti)?

El existencialismo ha subrayado la naturaleza subjetiva de la verdad: la verdad es personal, algo que me apropio para mí, mi experiencia de las relaciones. Esta visión debe equilibrarse con una comprensión de la verdad como algo objetivo: una verdad será cierta aunque nadie la crea (p.ej., «La tierra es redonda» dicho en aquella época en que todo el mundo pensaba que era plana); la verdad que subjetivamente nos apropiamos para nosotros mismos tiene que ser en sí misma objetiva.

La aceptación de la objetividad de la verdad excluye el relativismo" y el pluralismo". Aunque podemos aceptar enseguida que otra filosofía o religión contiene muchas cosas ciertas, si en algún punto contradice las afirmaciones, digamos, del cristianismo, entonces o ella o el cristianismo deben ser necesariamente falsos en ese punto. Dios no puede, p.ej., ser uno y muchos; si es uno, no es muchos, y las religiones politeístas son falsas en este sentido.

Si nos interesa la verdad, debemos estar preparados para apegarnos a ella, aun en contra de la marea cultural presente, aunque siempre asegurándonos de hacerlo «en amor»:

sino que, siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo

(Ef. 4:15).

En la Biblia, la verdad está enraizada en el ser y la naturaleza del propio Dios.

Él no sólo es verdadero en todos sus caminos:

 Y cantan el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo:

«Grandes y maravillosas son tus obras,

Señor Dios Todopoderoso;

justos y verdaderos son tus caminos,

Rey de los santos.

(Ap. 15:3),

sino que Dios es la verdad:

El que se bendiga en la tierra,

en el Dios de verdad se bendecirá;

y el que jure en la tierra, por el Dios de verdad jurará,

porque las angustias primeras serán olvidadas

y quedarán ocultas a mis ojos.

 (Is. 65:16).

Las referencias al «Dios verdadero» o «Dios de verdad» (p.ej. Jn. 17:3) no se limitan a contrastarlo con los dioses falsos; afirman que su naturaleza es la verdad:

 Jesús le dijo:

Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.

(Jn. 14:6)

»Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.

(Jn 15:26).

La verdad de Dios está estrechamente relacionada con su justicia; asegura su fidelidad y confiabilidad.

APLICACIÓN:

Lejos de ser un concepto teórico, la verdad en la Biblia es personal y práctica. Somos llamados a vivir la verdad, no sólo a decirla; practicamos la verdad y no sólo la conocemos:

 pues todo aquel que hace lo malo detesta la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean puestas al descubierto. Pero el que practica la verdad viene a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

(Juan. 3:20 y 21);

Pero además, la verdad no sólo es práctica, también debe ser parte del carácter moral de quien la practica.

Por otro lado, en contraste con Dios, que es veraz, Satanás es «mentiroso, y padre de mentira»:

Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla, pues es mentiroso y padre de mentira.

(Juan. 8:44).

La falsedad es algo que Dios detesta:

Los labios mentirosos son abominables para Jehová,

pero le complacen quienes actúan con verdad.

 (Pr. 12:22).

El pecado del engaño voluntario se abordaba con una especial severidad:

Ø  Acán en los inicios de la toma de posesión de la Tierra Prometida, Jos. 7;

Ø  Ananás y Safira en los inicios de la iglesia primitiva, Hch. 5:1-11.

Los cristianos deben apartarse de toda falsedad:

Por eso, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros.

(Ef. 4:25).

A los embusteros se los menciona de forma concreta en Apocalipsis 21:8 como destinados al lago de fuego:

Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda».

Aquellos que viven y manifiestan la verdad demuestran el carácter de Dios, y permiten que se forjen relaciones de confianza, sin las cuales sería imposible la vida comunitaria.

La falsedad, en contraste, aliena a la persona de Dios, destruye las relaciones y la comunidad, y deshumaniza a la persona que la practica.

PONGAMOS LOS PIES EN EL PISO:

Como en muchas áreas (p.ej., el amor por el prójimo), la mayoría de los cristianos tienen que aceptar que la perfección en el área de la verdad sigue escapando en gran medida a nuestro alcance.

La honestidad transparente y la confiabilidad completa son difíciles de alcanzar; como humanos y limitados que somos no nos es posible mantener todas las promesas; los elementos de fingimiento («mantener la apariencias») y autoengaño son difíciles de erradicar. En estas áreas necesitamos apuntar a los objetivos más elevados, revisando al tiempo nuestra propia humanidad y pecaminosidad, y aceptando con total humildad la misericordia y la gracia de Dios, pues solo llenándonos constantemente de su presencia a través de su Espíritu seremos capaces de reflejar su gloria.

Se ha debatido con amplitud el tema de si los cristianos pueden o no mentir en ocasiones determinadas.

Algunos, como son el caso de Agustín y John Wesley, han afirmado que un cristiano no debería recurrir a la mentira deliberada bajo ninguna circunstancia.

Otros (p.ej., Martín Lutero y Dietrich Bonhoeffer) han argüido que existen excepciones en las que es permisible la falsedad.

Algunas de estas excepciones pueden ser relativamente triviales, en el sentido de que no contienen un verdadero intento de engañar, p.ej., si le estamos tomando el pelo a alguien, contando un chiste o una anécdota, u ofreciendo una respuesta convencional a un saludo también convencional («¿Cómo estás?» «Bien, gracias»). Pero otras distan mucho de ser triviales. Los cristianos que ocultaban a judíos de la GESTAPO durante la segunda guerra mundial, ¿tenían razón al mentir diciendo que no había ninguno en sus casas? ¿Deberíamos contarle la verdad a un enfermo terminal aun cuando los médicos y su familia nos han prohibido hacerlo? Un doctor cristiano, ¿puede recetar un placebo? ¿Exige la honestidad que digamos exactamente lo que pensamos a una persona que no nos gusta?

Quienes sienten que existe cierta justificación para mentir en circunstancias excepcionales señalan a algunos pasajes bíblicos en los que parece haberse empleado cierto grado de engaño sin ser condenado:

Ø  las parteras hebreas (Ex. 1. 15 al 20),

Ø  Rahab  la ramera (Jos 2. 4 al 6; He. 11:31),

Ø  Jael y Sísara (Jue. 4:18-21),

Ø  Samuel en Belén (1 S. 16:2),

Ø  el espíritu mentiroso (1 R. 22:19 al 23),

Ø  Eliseo en Dotán (2 R. 6:19),

Ø  ocultar el hecho de que estamos ayunando (Mt. 6:17, 18), y

Ø  Jesús cuando actuó como si fuera a recorrer más distancia (Lc. 24:28).

La existencia de estos pasajes puede entenderse como una indicación de que la Biblia no establece ante nuestros ojos un precepto indestructible que afirma que la veracidad debe superar cualquier otra consideración, como la del amor o la actitud cristiana. Pero, al mismo tiempo, el hecho de que existan tan pocos de estos pasajes, y que la enseñanza de la veracidad sea tan intensa, debería impedirnos afirmar que la Biblia respalda la mentira. Si se permite ésta, sólo es en las circunstancias más excepcionales, y por los mejores motivos.

CONCLUSIÓN:

En una sociedad donde el engaño y la falsedad se han convertido aparentemente en una parte esencial de la vida personal, del comercio y la industria, la publicidad, la política y las relaciones internacionales, los cristianos somos llamados a demostrar, en nuestra vida y nuestra forma de hablar, una verdad que refleje la naturaleza de nuestro Dios.

No tengo yo mayor gozo que oír que mis hijos andan en la verdad.

3 Jn 4


Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia
Calle 30 # 22 61 Cañaveral, Floridablanca
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM. Domingos 8 AM, 10 AM y 5 PM
http://adonayrojasortiz.blogspot.com/
Le esperamos!




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