jueves, 26 de diciembre de 2013

ÚLTIMO MODELO

Autor:                     Elio Gómez Chaverra

 

 

 

 

YO TAMBIÉN FUI ÚLTIMO MODELO

 

Estas palabras las vi hace algún tiempo, inscritas en un cartelito pegado en la parte trasera de un auto cuya apariencia evidenciaba muchos años de uso.  Este auto viejo contrastaba con los otros que circulaban junto a él, eran modelos más recientes, más estilizados y con tecnología de vanguardia; y, aunque aquella vez me parecieron graciosas, hoy, pensándolo un poco mejor, me doy cuenta que tienen un mensaje importante para nosotros.  No sólo es la vindicación de un auto viejo en medio de otros más nuevos; contienen también una advertencia; es como si aquel viejo auto les dijera a los otros: "Hoy ustedes son último modelo, pero un día dejarán de serlo".      

 

Joven fui…

Los objetos tienen un periodo de vida útil y luego son desechados sin importar cuánto nos hayan servido.  No debería ser así con las personas.  Se estima que la edad productiva de una persona está entre los 20 y los 60 años y luego de eso, en la mayoría de los casos, es relegada, ignorada y hasta olvidada.  Qué triste e injusto final para alguien que en su momento fue tan útil e importante.  Alguien dijo: "Nacer es comenzar a morir".  Parece que se nos olvidara que un día también seremos viejos.  Frente a esta perspectiva todos deberíamos procurar darles a nuestros ancianos un trato más digno y honroso.

 

"Cuando estén ante un anciano o alguien mayor de edad, muestren respeto y pónganse de pie."  Lv. 19.32 (TLA). Este mandamiento, dado por Dios, demuestra lo importantes que son para él los ancianos, y la dignidad que se tiene en esta etapa de la vida; y esto es tan cierto que él se complace en presentarse a sí mismo como un anciano: "Vi que aparecieron unos tronos, y un anciano tomó asiento.  Su ropa era blanca como la nieve, y su pelo como blanca lana." Dn. 7.9 (TLA).

 

Creo que hay una razón por la que Dios demanda respeto y honra para el anciano, y sobre todo si es uno de su pueblo.  A veces el adolescente, o el joven dotado de lucidez y agilidad mental y a causa de su inmadurez, tienden a hacer burla de los ancianos y a menospreciarlos; sin tener en cuenta que detrás de esos movimientos lerdos, esas canas y esas arrugas hay una persona con todo un cúmulo de experiencias.  Cuando traemos esta realidad a los ancianos de la iglesia encontraremos que muchos de ellos vivieron grandes experiencias con Dios y superaron pruebas que ni imaginamos, salieron victoriosos en batallas donde solo vencen los  valientes; estuvieron dispuestos a ir a lugares donde nosotros no nos atreveríamos a ir, y sirvieron a Dios en circunstancias más desventajosas que las actuales, en medio de persecución religiosa, amenazas de muerte, carreteras precarias, falta de energía eléctrica en muchos lugares, etc.  Estos ancianos que ves hoy, un día también fueron jóvenes y adolescentes y muchos de ellos mientras tuvieron fuerzas estuvieron dispuestos a servirle a Dios con toda su vida.  Todavía recuerdo la expresión que siempre repetía con lágrimas en sus ojos una gran mujer, esposa de mi pastor en aquella época, cuando estaba frente al grupo de jóvenes de la iglesia, ella decía, con nostalgia por aquellos años en que siendo adolescente le servía al Señor con todas sus fuerzas: "Cómo quisiera tener otra vez 20 años."  Ella ya no los tenía, pero ahí habíamos un grupo de muchachos y muchachas que sí.

 

…y he envejecido

Adolescente, hoy miras alrededor y te encuentras en medio de una iglesia consolidada, floreciente y en santidad; pero no te olvides que es un legado, un legado que nos dejaron esas personas que hoy ya no tienen la misma fuerza que hace unos años y que están a la expectativa de lo que esta nueva generación hará.  Muchos de estos ancianos constituyen un reto para el adolescente y el joven de hoy, no sólo por su pasado sino porque aun en el presente con todo y sus pocas fuerzas y los achaques normales de la edad, los vemos fervorosos en la alabanza y el servicio a Dios.  En vez de menospreciarlos más bien deberíamos admirarlos e imitar su fe, entrega, valor y servicio a Dios.  La pregunta no debería ser ¿qué podemos esperar ya de este viejo?, sino, ¿Qué es lo que vamos a hacer con lo que nos han entregado? 

 

Que Dios nos ayude para que hoy, como ayer, haya adolescentes dispuestos a vivir para Dios con temor y santidad y con una grande pasión por el servicio y la obra de Dios.

Si pudieras transportarte unos cincuenta años hacia el futuro y parado allí pudieras ver esos últimos cincuenta años de tu vida, ¿qué te gustaría ver?, ¿Qué legado te gustaría haber dejado a la nueva generación de esa época?, ¿Qué te gustaría que las personas dijeran de ti?

 

"Cuando eras joven, te vestías e ibas a donde querías.  Pero te aseguro que, cuando seas viejo, extenderás los brazos y otra persona te llevará a donde no quieras ir."  Jn. 21.18 (TLA).

La bíblica regla de oro nos enseña que debemos hacer con los demás todo lo que nos gustaría que los demás hicieran con nosotros.  ¿Cómo es tu trato hacia los que son mayores que tú?, ¿cómo te gustaría que te trataran los adolescentes y los jóvenes cuando ya seas un anciano? No te olvides que recogeremos lo que hayamos sembrado.  Valora, honra y respeta a tus mayores, sean tus padres, o tus maestros o tu pastor, etc.  Ellos ya pasaron por donde tú estás pasando y por donde aún no has pasado.  Aprovecha al máximo su sabiduría  mientras los tengas contigo. Incluye a un anciano dentro del círculo de tus buenos amigos.

 

"El orgullo del joven es su fuerza; el del anciano, su experiencia." Pr. 20.29 (TLA).   Recordemos que sólo poniendo bajo el mismo yugo al buey viejo junto con el buey joven obtendremos lo mejor de ambas generaciones.

 

Que Dios te bendiga y ten presente que tarde o temprano a todos nos tocará decir: "Yo también fui último modelo".  

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