miércoles, 21 de mayo de 2014

Presciencia o predestinación



Hace más de 10 años un hermano me llamó para preguntarme dónde quedaba el versículo "Ni las hojas de los árboles se mueven si no es por tu poder" (parte de uno de nuestros cánticos). Yo busqué en la concordancia de Strong (en el libro físico, grueso. Hoy lo haría en un medio electrónico) y no pude encontrarlo; pero también me parecía que hacía parte del texto sagrado.

 

Años después, oí una enseñanza del hermano Álvaro Torres: "Presciencia o predestinación", donde se mostraba la forma como nosotros creemos en esta última, a veces, de manera inconsciente.

 

No se trata solo de que creamos que hay unos destinados desde antes para salvación y otros para condenación; aunque a veces nuestro hablar así lo manifiesta: "Si esa persona va a ser salva, pase lo que pase…" o "Siendo inconverso me sucedió esto y esto; pero como el Señor ya me tenía para ser salvo". El concepto de predestinación también se muestra en la forma como nosotros atribuimos a la voluntad de Dios todo lo que acontece en el mundo.

 

La Biblia sí muestra que Dios es el Creador y diseñador de todo lo que existe. El viento, sus giros impredecibles; las hojas de los árboles, su curvatura, su material maleable y la forma como está unido a la rama. Pero la frase "ni las hojas de los árboles se mueven…" ha alcanzado entre nosotros un sentido más simbólico que literal: Todo lo que sucede en este planeta tierra es responsabilidad de Dios.

 

Quiero compartir algunos apartes de esta enseñanza:

 

Es verdad que Dios puede librar la vida de alguien, y extenderle la oportunidad, para ver si la persona decide aceptar el evangelio. Pero lo que no podemos creer es que Dios tiene a unos elegidos para ser salvos; y a otros, no. Cada persona decide por sí misma si se salva o se pierde.

 

De manera que, nos hemos vuelto fatalistas.  Lo peor es que creemos que estamos engrandeciendo mucho a Dios, que estamos reconociendo su soberanía. "Hermano, es que uno no puede ni respirar sin la voluntad de Dios"; pero lo que estamos es endilgándole (dar una cosa molesta o pesada a una persona) a Dios la responsabilidad por cosas que él no hace.

 

Alguien tiene un percance menor, como, por ejemplo, que se le queme la carne, y dice: "Dios quiso que se me quemara. Es que cuando las cosas van a pasar, pasan". Otro enfrenta una situación grave, como la muerte de un ser querido y también inculpa al Señor. "¿Por qué Dios me quitaría a mi hijo?" Pero esa pregunta no debería hacerse; más bien, debería uno pensar por qué no, si lo normal es que los seres humanos mueran.

 

Necesitamos entender esto, para que nuestra fe no se vea afectada. Algunos, incluso, se han ido al mundo por no comprender estas cosas. "Hermano, es que aquella vez que se me murió mi ser querido, yo me decepcioné del Señor". Pero mi fe no es que los míos o yo nunca vamos a morir. Mi confianza es que Dios nos levantará, a la final trompeta. "Aunque esta mi carne se deshaga, con mis ojos veré a mi Señor".  Tenemos que aprender a vivir, dentro de nuestras circunstancias. Esa ahí donde descubrimos que Dios es maravilloso.

 

Así que nos hemos vuelto fatalistas, porque creemos en la predestinación, sin darnos cuenta. Creemos que Dios determina todo. Pero él no hace así. El Señor sí puso las leyes, las normas. Por eso, cuando le vamos a pedir a Dios que una ley se viole, en nuestra vida, estamos hablando de un milagro.

 

Por ejemplo, mi cuerpo empezó a deteriorarse, y unas células se volvieron cancerosas. Y eso, normalmente, me tenía que llevar a la muerte. Sin que tuviera que preguntar nada, ni atribuirle a un demonio mi enfermedad. Pero yo clamé a Dios, y él alteró en su infinita misericordia un proceso natural. Lo revirtió, me hizo un milagro, y me sané. Entonces, si me muero, no tengo nada que reclamar; pero si me sano, tengo que darle gracias a Dios. La muerte es el proceso natural en un mundo caído. La sanidad es contra naturaleza.

 

Así que, a veces, Dios detiene en su misericordia las cosas que nos tenían que suceder. Pero eso es una bendición, no una obligación ni una deuda que Dios tenga para con nosotros. Y uno sí agradece mucho lo que le dan sin que uno lo merezca.

           

En otra ocasión, me caí de un techo; y, abajo, me estaba esperando una puya larga de hierro, que se enterró en mi cuerpo. Me tenía que morir, pero el Señor me salvó la vida. Sin embargo; algún día, se me presentará un percance fatal, y Dios no me librará; pues tendré que morir, en algún momento. Esa es otra cosa que debemos entender: Dios libra hasta la última vez, hasta que llegue el momento de partir de este mundo. Si no lo comprendemos, nos estaremos condenando, cuando, por ejemplo, oremos por alguien que esté enfermo, y no se sane. "Es que no tengo fe, es que no oré bien, es que he descuidado la intercesión, es que no ayuné, es que Dios…". No. Simplemente la gente muere en algún momento.

 

De manera que nosotros pretendiendo engrandecer a Dios, lo que estamos es insultándolo, pues lo hacemos responsable de todo lo malo que sucede.

 

Una vez me dijo un hombre: "Bueno, y si Dios es amor, ¿por qué hay tantas guerras en el mundo?" Él creía que Dios imponía su voluntad, para impedir las guerras. Y, claro, él es poderoso, y podría hacerlo. Pero el Señor respeta al hombre. Él puso al ser humano como señor sobre esta tierra, y le estableció unas leyes. Y Dios respeta esas leyes. Cuando él destruya esto, e imponga un nuevo mundo, habrá otras reglas.

 

La respuesta a la pregunta de aquel hombre está en la Palabra de Dios. Santiago dice: "¿De dónde vienen las guerras?".  ¿De Dios, que las permite? No. "De vuestras pasiones, que combaten en vuestros miembros". Entonces, la guerra viene de la ambición del hombre. Tú tienes algo que yo quiero tener. Y yo no tengo dinero para comprarlo. Así que, intento arrebatártelo. Pero como tú tienes un sentido de la propiedad, no te lo dejas quitar. Entonces yo recurro a la violencia, para lograr mi objetivo. Y tú te defiendes. Y ya se formó la guerra. Pero Dios no está metido en eso.

 

Si Dios manipulara a las personas, como si fueran títeres, ¿cómo haría para juzgarlas? ¿De quién sería la responsabilidad?

 

Analicemos un caso más de cómo los cristianos responsabilizamos a Dios por cosas que él no hace. Hace muchos años, yo oraba, cada domingo, por una hermana que padecía tuberculosis. Ella seguía igual. Un día la llamé, y le pregunté si de verdad anhelaba ser sanada. Su respuesta fue: "Hermano, yo sí me quiero sanar. Pero si Dios quiere que lleve esta enfermedad como una prueba, yo la quiero llevar". Por eso no se sanaba.

 

Cómo es posible que yo crea que Dios me va a mandar una enfermedad, si él no lo hace así con nadie. Antes, él pagó en la cruz del calvario para comprar nuestra sanidad. A Job no lo enfermó Dios, sino el diablo. El Señor solamente le dio permiso a éste, porque quería que supiera que Job era fiel, independientemente de las circunstancias.

 

Entonces, esa idea de la predestinación hace mucho daño. Afecta la fidelidad a Dios, la adoración, la confianza, la alegría. En general, toda la actitud espiritual y sicológica de la persona. No podemos, pues, atribuirle a Dios o al diablo todo lo que nos pasa: si nos machucamos un dedo, si se nos quiebra un huevo, si se nos quema la carne, si no encontramos trabajo, si se nos enferma nuestra madre, si se nos muere un hijo… Tampoco debemos preguntarnos: "¿Qué he hecho yo, para que me venga esto a mí?". A todos los seres humanos les pasan las mismas cosas. Y nosotros no podemos pretender ser la excepción.

 

En conclusión, tenemos que ser libres, en el Señor. El día que usted entienda que no hay predestinación, se le acabará el fatalismo. Dejará usted de condenarse por todo. Algunos han dicho: "Si yo hubiera estado pendiente, mi niño no hubiera muerto". Bueno, hay situaciones en las que somos responsables por el bienestar de nuestros hijos; pero hay otras en que las cosas se escapan de nuestras manos.

 

Y en vez de estar culpando a Dios o al diablo por las cosas que suceden en nuestro diario vivir, afrontemos nuestra responsabilidad. Si todo se le pudiera atribuir a Dios o al diablo, ¿qué papel jugaríamos nosotros? ¿Cómo haría Dios para juzgar a los hombres, si ellos nunca han hecho nada?

 

A veces, llegamos a extremos impresionantes, y empleamos mal la Escritura. Un obrero, que discutía conmigo, una vez, me decía: "Es que la Biblia dice que toda la escritura es divinamente inspirada". Yo le respondí: "Pero usted me está insinuando que todos esos letreros, que hay en la calle, y que dicen vulgaridades, lo inspiró el Espíritu Santo". Ahí, él se dio cuenta hasta dónde lo había llevado su argumento, y atinó a decir: "Bueno, el Señor, de todos modos, les dio el cerebro a los que escriben ese tipo de cosas". Pero eso no es verdad. Todo el que escribe palabras indecentes, es responsable. Jamás podría argumentar que Dios lo llevó a hacerlo.

 

Sea libre, hermano. Camine sin complejos y sin prejuicios. Si llega una prueba, acepte que éstas vienen a todo el mundo. Busque la ayuda de Dios. No diga: "¿Qué habré hecho yo? ¿Será que he pecado?" Recuerde que cuando a Jesús le preguntaron si la ceguera de aquel hombre obedecía al pecado de él o de sus padres, él respondió que no. Explicó que esa era sólo una oportunidad para que se mostrara el poder de Dios.




Cortesía del hno Ediisson Mosquera!!

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