sábado, 3 de mayo de 2014

Pescador de bañadera

Anónimo

Había una vez un grupo de personas que se decían pescadores. En la misma región donde vivían había también mucha pesca, tanto que las aguas de ríos y lagos parecían hervir. Semana tras semana, mes tras mes, años tras año, aquellos llamados pescadores hacían reuniones en las que discutían aspectos de su vocación, la abundancia de pesca y las mejores técnicas como ocupación permanente. Afirmaban que la pesca siempre debería ser su tarea primordial. Construyeron grandes y cómodas pescaderías. Lanzaron el desafío para que los demás se hicieran también pescadores como ellos. Pero sólo una cosa no estaban haciendo: ¡no estaban pescando!

Instalaron amplios y bien equipados centros de formación cuyo único objetivo era preparar gente para la pesca. El currículo incluía cursos sobre las necesidades de la pesca, la naturaleza de los peces, su psicología, los lugares donde hallarlos, cómo ocuparse de ellos y alimentarlos, etc. Los profesores poseían diplomas en piscicultura, aunque ellos mismos no pescaban. Sólo enseñaban a hacerlo. Año tras año, luego de una larga preparación, muchos se recibían obteniendo diplomas de pescadores, y eran enviados a pescar a tiempo completo, algunos hasta en aguas profundas y distantes.

Unos cuantos viajaron para estudiar acerca de la historia de la pesca. Visitaron lugares lejanos donde los pioneros habían hecho grandes pescas siglos atrás. Pronunciaron disertaciones elogiando a sus antepasados por haberles legado la tradición pesquera. Dibujaban gráficos y estadísticas y produjeron manuales de pesca. Las imprentas fueron puestas a trabajar día y noche para la producción de literatura dedicada exclusivamente a la metodología, equipamientos y programas de pesca. También elaboraron folletos que promovían conferencias al respecto.

Luego de una entusiasta reunión donde se trató el tema «La necesidad de la pesca», un joven se levantó y fue a pescar. Al día siguiente anunció que había pescado dos hermosos peces y fue homenajeado por todos. Lo empezaron a invitar a diversos encuentros para que diera testimonio del éxito obtenido. De esta manera aquel sencillo joven dejó de pescar para disponer de más tiempo para contar sus vivencias a otros pescadores. Hasta llegó a ser elegido para integrar la Comisión Directiva de Pescadores, como una persona con experiencia de campo comprobada.

Cierto día apareció alguien diciendo que los que no pescan no tienen derecho a llamarse pescadores, y se armó un gran revuelo entre todos. ¡Estaban más que indignados!

¿Podrá llamarse alguien de pescador si no nunca pesca? ¿Podrá llamarse alguien discípulo si no está pescando?

Adaptado del Boletín Informativo de COMIBAM Brasil N° 7 (mayo–junio 1989).


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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://adonayrojasortiz.blogspot.com

1 comentario:

Dani Verdugo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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