sábado, 18 de agosto de 2012

La providencia y las circunstancias personales

La providencia y las circunstancias personales

Dios le dijo a Israel como nación que los prosperaría mientras fueran fieles, pero que si pecaban les ocurriría desastres:

»Pero si no me escucháis ni cumplís todos estos mandamientos, si despreciáis mis preceptos y vuestra alma menosprecia mis estatutos, si no ponéis en práctica todos mis mandamientos e invalidáis mi pacto, yo también haré con vosotros esto: enviaré sobre vosotros terror, extenuación y calentura, que consuman los ojos y atormenten el alma. Sembraréis en vano vuestra semilla, pues vuestros enemigos la comerán. Pondré mi rostro contra vosotros y seréis heridos delante de vuestros enemigos. Los que os aborrecen se enseñorearán de vosotros, y huiréis sin que haya quien os persiga. Lv. 26.14ss;

Pero acontecerá, si no oyes la voz de Jehová, tu Dios, y no procuras cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te ordeno hoy, vendrán sobre ti y te alcanzarán todas estas maldiciones.

»Maldito serás tú en la ciudad y maldito en el campo.

»Maldita serán tu canasta y tu artesa de amasar.

»Maldito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas.

»Maldito serás en tu entrar y maldito en tu salir. Dt. 28.15ss.

Ha ocasionado problemas el tratar de entender la fortuna de determinados israelitas individuales a la luz de este principio:

1.     ¿Por qué permite Dios que prospere el impío, aun cuando convierte al justo en víctima?

2.     ¿Y por qué tantas veces el desastre recae sobre los que temen a Dios?

Siempre se contesta la primera pregunta con la afirmación de que el impío sólo prospera por un momento; pronto se ocupará de ellos Dios, y ejercerá venganza:

Sal. 37 (leerlo);

Pero al malo dijo Dios:

«¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes

y tomar mi pacto en tu boca?,

pues tú aborreces la corrección

y echas a tu espalda mis palabras.

Si veías al ladrón, tú corrías con él,

y con los adúlteros era tu parte.

Tu boca metías en mal

y tu lengua componía engaño.

Tomabas asiento y hablabas contra tu hermano;

contra el hijo de tu madre ponías infamia.

Estas cosas hiciste y yo he callado;

pensabas que de cierto sería yo como tú;

¡pero te reprenderé

y las pondré delante de tus ojos!

Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios,

no sea que os despedace y no haya quien os libre.

El que ofrece sacrificios de alabanza me honrará,

y al que ordene su camino,

le mostraré la salvación de Dios». Sal. 50.16–21;

hasta que, entrando en el santuario de Dios,

comprendí el fin de ellos.

Ciertamente, los has puesto en deslizaderos,

en asolamiento los harás caer.

¡Cómo han sido asolados de repente!

¡Perecieron, se consumieron de terrores!

Como sueño del que despierta,

así, Señor, cuando despiertes, menospreciarás su apariencia. Sal. 73.17ss,

Aunque Dios por el momento pueda contener su ira, a fin de darles una mayor oportunidad de arrepentimiento:

Y tú, hombre, que juzgas a los que hacen tales cosas y haces lo mismo, ¿piensas que escaparás del juicio de Dios? ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y generosidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en hacer el bien, buscan gloria, honra e inmortalidad; pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia. Tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, sobre el judío en primer lugar, y también sobre el griego; en cambio, gloria, honra y paz a todo el que hace lo bueno: al judío en primer lugar y también al griego, porque para Dios no hay acepción de personas. Ro. 2.4s;

El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. 2 P. 3.9;

Yo le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación. Ap. 2.21.

Aparecerá un día en que se ejecutarán las sentencias pospuestas. El NT identifica el día de la visitación de Dios con el juicio final:

No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: «Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor». Ro. 12.19;

¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas y vuestras ropas, comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos y su moho testificará contra vosotros y devorará del todo vuestros cuerpos como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días finales. El jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros clama, y los clamores de los que habían segado han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en deleites sobre la tierra y sido libertinos. Habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. Habéis condenado y dado muerte al justo, sin que él os haga resistencia.

Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia y afirmad vuestros corazones, porque la venida del Señor se acerca. Stg. 5.1–8.

La segunda pregunta: "¿por qué tantas veces el desastre recae sobre los que temen a Dios?" se responde de diferentes maneras. Se afirma:

(i)            que el justo será vindicado cuando llegue el día de visitación para el inicuo: Sal. 37;

Serán para mí especial tesoro,

dice Jehová de los ejércitos,

en el día en que yo actúe.

Los perdonaré

como un hombre perdona al hijo que lo sirve.

Entonces os volveréis

y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo,

entre el que sirve a Dios y el que no le sirve».

«Ciertamente viene el día, ardiente como un horno,

y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa.

Aquel día que vendrá, los abrasará,

dice Jehová de los ejércitos,

y no les dejará ni raíz ni rama.

Mas para vosotros, los que teméis mi nombre,

nacerá el sol de justicia

y en sus alas traerá salvación.

Saldréis y saltaréis como becerros de la manada.

Pisotearéis a los malos,

los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies

en el día en que yo actúe,

dice Jehová de los ejércitos. Mal. 3.13–4.3;

(ii)          que, mientras tanto, el sufrimiento es valioso como disciplina emanada de Dios

No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová,

no te canses de que él te corrija,

porque Jehová al que ama castiga,

como el padre al hijo a quien quiere. Pr. 3.11ss;

Antes que fuera yo humillado,

descarriado andaba;

pero ahora guardo tu palabra…  

Bueno me es haber sido humillado,

para que aprenda tus estatutos. Sal. 119.67, 71;

(iii)        que el sufrimiento, cuando se lo soporta fielmente, aun cuando no se lo comprenda, glorifica a Dios y al final es fuente de bendición (Job 1–2; 42);

(iv)          que la comunión con Dios es el bien supremo, y que para los que la disfrutan en definitiva no tiene importancia el empobrecimiento externo:

pues he sido azotado todo el día

y castigado todas las mañanas…

Con todo, yo siempre estuve contigo;

me tomaste de la mano derecha. Sal. 73.14, 23ss;

Aunque la higuera no florezca

ni en las vides haya frutos,

aunque falte el producto del olivo

y los labrados no den mantenimiento,

aunque las ovejas sean quitadas de la majada

y no haya vacas en los corrales,

con todo, yo me alegraré en Jehová,

me gozaré en el Dios de mi salvación.

Jehová, el Señor, es mi fortaleza;

él me da pies como de ciervas

y me hace caminar por las alturas. Hab. 3.17ss.

En el NT ya no es problema el hecho de que los creyentes sufran malos tratos y circunstancias adversas, ya que se reconoce que la participación en los sufrimientos de Cristo es fundamental para la vocación cristiana:

El discípulo no es más que su maestro ni el siervo más que su señor. Bástale al discípulo ser como su maestro y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¡cuánto más a los de su casa! Mt. 10.24s;

Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os odia. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: "El siervo no es mayor que su señor". Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Pero todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. Jn. 15.18ss;

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo. Jn. 16.33;

porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Hch. 9.16;

confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándolos a que permanecieran en la fe y diciéndoles: «Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios». Hch. 14.22;

Quiero conocerlo a él y el poder de su resurrección, y participar de sus padecimientos hasta llegar a ser semejante a él en su muerte, si es que en alguna manera logro llegar a la resurrección de entre los muertos. Fil. 3.10ss;

 Amados, no os sorprendáis del fuego de la prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciera. Al contrario, gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois ultrajados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, por lo que hace a ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado. Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, ladrón o malhechor, o por entrometerse en lo ajeno; pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello. Es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? Y

«Si el justo con dificultad se salva,

¿ qué pasará con el impío y el pecador?».

De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador y hagan el bien. 1 P. 4.12–19.

Este reconocimiento, junto con los principios veterotestamentarios anteriormente mencionados, eliminó completamente el "problema del sufrimiento" para los primeros cristianos.

Al conocer algo de su gloriosa esperanza:

Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarchitable, reservada en los cielos para vosotros,  que sois guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo final. Por lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que, sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro (el cual, aunque perecedero, se prueba con fuego), sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. Vosotros, que lo amáis sin haberlo visto, creyendo en él aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso, obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.

Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo y las glorias que vendrían tras ellos. A estos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.1 P. 1.3ss

y considerando el poder fortalecedor y sostenedor de Cristo:

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Así como abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. Pero si somos atribulados es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados es para vuestra consolación y salvación, la cual se realiza en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos. Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación.

Hermanos, no queremos que ignoréis acerca de la tribulación que nos sobrevino en Asia, pues fuimos abrumados en gran manera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos. Él nos libró y nos libra y esperamos que aun nos librará de tan grave peligro de muerte. Para ello contamos con vuestras oraciones a nuestro favor; y así, siendo muchos los que interceden por nosotros, también serán muchos los que darán gracias por el don concedido a nosotros. 2 Co. 1.3ss;

Y me ha dicho: «Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad». Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en insultos, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. 2 Co. 12.9s,

Basados en todo lo anterior podemos todos los cristianos afrontar contentos cualquier situación:

No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Fil. 4.11 al 13

y también podemos y debemos regocijarnos ante la adversidad:

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada? Como está escrito:

«Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;

somos contados como ovejas de matadero».

Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro. Ro. 8.35ss,

confiados de que por medio de la adversidad el Padre amoroso nos está:

·      disciplinando en santidad:

 y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:

«Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor

ni desmayes cuando eres reprendido por él,

porque el Señor al que ama, disciplina,

y azota a todo el que recibe por hijo».

Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero este para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados. He. 12.5–11

·      perfeccionando nuestro carácter cristiano:

Hermanos míos, gozaos profundamente cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Pero tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. Stg. 1.2ss;

Pero el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. 1 P. 5.10;

por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no nos defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Ro. 5.2ss.

·      probando la realidad de nuestra fe:

para que, sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro (el cual, aunque perecedero, se prueba con fuego), sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. 1 P. 1.7.

·      y de esa manera madurándonos para la gloria:

Al contrario, gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. 1 P. 4.13.

En todas las cosas obra Dios para el bien espiritual de su pueblo (Ro. 8.28), y les provee todas las cosas materiales que necesitan para su peregrinación terrenal (Mt. 6.25–33; Fil. 4.19).

La creencia en la providencia divina determina muchas de las actitudes básicas de la comportamiento cristiano.

El conocimiento de que Dios determina las circunstancias de la vida enseña a los fieles a esperar en él, con humildad y paciencia, su vindicación y liberación:

Quieras, Jehová, librarme;

Jehová, apresúrate a socorrerme.         

Aunque yo esté afligido y necesitado,

Jehová pensará en mí.

Mi ayuda y mi libertador eres tú.

¡Dios mío, no te tardes! Sal. 40.13 y 17;

Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia y afirmad vuestros corazones, porque la venida del Señor se acerca.

Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; el Juez ya está delante de la puerta. Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. Nosotros tenemos por bienaventurados a los que sufren: Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin que le dio el Señor, porque el Señor es muy misericordioso y compasivo. Stg. 5.7ss;

Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido tiempo. Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. 1 P. 5.6s.

No les permite abatirse o desesperar (Sal. 42–43), y les infunde coraje y esperanza cuando pasan por dificultades (Sal. 60; 62).  Les inspira todas las plegarias en procura de ayuda, o las alabanzas por todo lo bueno que se disfruta.    

Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia
Calle 30 # 22 61 Cañaveral, Floridablanca
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM. Domingos 8 AM, 10 AM y 5 PM
Le esperamos!

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