viernes, 8 de junio de 2007

El Precio de ser mensajero del Rey de reyes III

1. La cruz: solo muriendo viviremos.

¡NO A LAS COMODIDADES!

El camino del discipulado no es un camino de comodidades y de arreglos económicos.

La cruz era un instrumento de tortura, al parecer de origen persa, que los romanos la usaban para infligir la pena de muerte; el condenado mismo tenía que llevar a cuestas su cruz o, más bien, la viga transversal de ella, hasta el lugar de la ejecución.

Por medio de esta imagen Jesús prepara a sus discípulos para enfrentarse a la muerte y hasta para considerarse ya muertos respecto de sí mismos y del mundo. La idea que la cruz suguiere es la de un criminal condenado a muerte.

Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. [1]

No podemos amarnos a nosotros mismos más que a Jesucristo, el amor a Dios debe sobrepasar todos los demás amores incluyendo el amor propio.

“Puede que haya que sacrificar ambiciones personales, la tranquilidad, la comodidad que se hubiese podido disfrutar, puede que haya que sacrificar una excelente carrera que se pudiese haber completado en la vida, puede que tengamos que darnos cuenta que las cosas luminosas que antes nos habían deslumbrado ya nunca serán para nosotros. Pero vale la pena con tal de encontrar la verdadera felicidad encerrada en el servicio a Dios.”

“Seguramente hay que sacrificar nuestra propia voluntad, pues ningún verdadero siervo de Dios puede hacer lo que asimismo le agrada, pues el día que lo haga dejará de ser siervo, es su deber hacer lo que a su amo le agrada. El verdadero cristiano siempre lleva una cruz a cuestas.”




[1] Gálatas 6: 14

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