martes, 1 de diciembre de 2015

Billy Cole 11

Me contó que tres de los miembros de la directiva de Misiones Extranjeras habían sido despertados durante la noche y Dios había dicho a sus corazones que "enviarán a Billy y a Shirley Cole a Tailandia, ya mismo". 

            Después de esto, nos encontramos en el ascensor con el hermano Guidroz (el padre del hermano Arlen Guidroz). Él hizo parte del consistorio de ancianos y era famoso en nuestra comunidad. Nos preguntó: "¿Qué les dijeron a los de la directiva de Misiones Extranjeras para lograr que los enviaran tan pronto a la obra misionera?". Solo nos reímos y tratamos de no responder.  

 

Capítulo seis

Penas y alegrías del viaje

 

            La preparación del viaje era nuestra prioridad. Para llegar a Tailandia, había que volar a San Francisco y luego abordar un barco. En aquellas días la organización solo aprobaba los viajes en barco. Pensaban que era importante viajar por este medio. El viaje fue toda una experiencia para nosotros. 

            La salida del barco se retrasó, y nosotros no teníamos dinero separado para inconvenientes que pudieran presentarse. Prácticamente, estábamos en bancarrota. El hermano David Theobald (el yerno del hermano Shoemake, que había sido parte de la directiva de Misiones Extranjeras durante mucho tiempo) nos acogió en su casa. Fueron de gran ayuda para nosotros en el momento de necesidad. 

            Estando hospedados en la casa del hermano Theobald, mientras esperábamos el momento de la salida, tuve la oportunidad de ver un horno microondas por primera vez en la vida. La forma como operaba me dejó muy asombrado. En aquel entonces, comprar un microondas pequeño era demasiado costoso. Recién que salieron, un microondas pequeño costaba varios cientos de dólares. El hermano Theobald vendía perros calientes cocinados en el microondas. La mayoría de gente nunca había visto un microondas, y compraban los perros calientes solo por ver cómo eran cocinados en el microondas. Les gustaba cómo los perros calientes explotaban dentro del horno. 

            Finalmente, llegó el día de abordar el barco a Tailandia. Nos asignaron un camarote en un buque carguero. Solo había cuatro camarotes para pasajeros. Nuestras habitaciones estaban en la parte más alta del barco, más arriba de la cubierta. Una locación bastante inestable; por lo menos, la comida era buena. 

            El primer día que zarpamos se levantó una tormenta. El barco era levantado con violencia por enormes olas; enseguida, se precipitaba de la misma manera hasta quedar sumergido momentáneamente. Cada vez que las olas se estrellaban contra la pequeña ventana lateral de nuestro camarote, yo me asustaba bastante. 

            Shirley se puso muy, muy mareada. Estaba yo tratando de estar pendiente tanto de Brenda como de Shirley, cuando el barco se fue en picada y yo salí disparado hacia la pared. Ambas vomitaron sobre las sábanas, así que bajé y le pedí más sábanas al camarero. Me lanzó las sábanas tan fuerte que casi me caigo. Me advirtió que no lo molestara más. 


Gracias!

Bendiciones...

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor

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