viernes, 4 de diciembre de 2015

Fwd: Billy Cole 15

[La traducción es cortesía de Edisson Mosquera]


Inicialmente, nos llevaron a la casa de huéspedes de la Alianza Misionera Cristiana. Todavía llevábamos la misma ropa, pues nuestro barco aún no había llegado ni llegaría en varios días, ya que tuvo que parar en Vietnam, antes de venir a Tailandia.

La señora de Gittisam era la dueña y administradora del colegio. Ella deseaba que yo visitara la institución semanalmente, así que pasó a saludarnos a la casa de huéspedes de la Alianza Misionera Cristiana. Recuerdo que esa casa de huéspedes tenía solo algunos toldillos antizancudos; además, el lugar estaba lleno de lagartijas. Shirley estaba bastante asustada a causa de ellas. Una vez nos despertamos en medio de la noche y el toldillo estaba lleno de lagartijas. Shirley gritaba como una pantera. Despertó a todos los huéspedes. Ella tenía solo 23 años y era muy hermosa. A otros misioneros que había allí les causó mucha gracia la actitud de ella.

 

Capítulo siete

¡Vaya presentación!

 

            El trayecto y el arribo al colegio de la señora Gittisam fue una experiencia bastante humillante. Ella pasó a recogernos en su pequeño automóvil Morris Minor (clase de vehículo importado desde Inglaterra). Este era más pequeño que el escarabajo de la Wolkswagen y, a decir verdad, yo era demasiado grande para en él. Era un carro de solo dos puertas y ella pretendía que yo me subiera atrás ¡con Shirley, y todo! Así que abrió la puerta y abatió la silla y yo traté de ingresar. Cuando estaba en la mitad del proceso, escuché que algo se rasgó. Se me habían roto los pantalones. Qué momento tan horrible. No solo se había desgarrado la costura, sino que la tela misma se había roto. Un buen pedazo de tela quedó colgando. De todas formas, entré y me senté, luego Shirley entró y se sentó a mi lado. Ella había oído el desgarre y estaba pálida como una hoja de papel. Ni siquiera atinaba a mirarme. Me preguntó: "¿Se te rompieron?". Sí, le dije. Agregué: Cuando salga, si es que logró salir de esta lata de sardinas, quiero que camines muy pegada detrás de mí.

            Cuando llegamos al colegio, había 2.000 estudiantes en posición de firmes. Estaban esperando que llegara el invitado de honor. Cuando me vieron serpenteando para salir del vehículo, aquellos muchachos perdieron el control. Habían estado firmes, mudos como una roca; pero cuando me vieron salir contoneándome, los niños enloquecieron. Se reían con todas sus fuerzas. Uno se puso de rodillas, sus manos apoyadas en el suelo, y golpeaba el suelo. En todas sus vidas, nunca habían visto algo tan gracioso. Supongo que nadie les había parecido tan extraño como yo.  

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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://adonayrojasortiz.blogspot.com

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