viernes, 11 de marzo de 2011

Séptima Señal

LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO

 

Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: —Quitad la piedra.

Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: —Señor, hiede ya, porque lleva cuatro días.

Jesús le dijo: — ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?

Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: —Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sé que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.

Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: —¡Lázaro, ven fuera!

Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: —Desatadlo y dejadlo ir.

Juan 11: 38 al 44

Notas tomadas del Comentario Bı́blico Mundo Hispano Juan. 1. ed. El Paso, TX : Editorial Mundo Hispano:

 

El Evangelio de Juan se conoce como "El libro de señales". La señal relatada en este capítulo constituye la séptima y última, si es que no contamos la resurrección de Jesús. Aparentemente Juan escogió esta señal como el broche de oro de las obras de Jesús, las cuales sirven para identificarlo como el Mesías de Dios. De todos los milagros, este ha sido el objeto del ataque más acérrimo por parte de los críticos por ser el más dramático, aún más estupendo que la sanidad del ciego de nacimiento. Algunos lo consideran como una alegoría, basándose en la lógica que sencillamente "esta clase de cosas no pueden suceder".

Algunos rechazan el milagro como un hecho histórico por otra razón. Opinan que el hecho de que no se menciona en los Sinópticos, siendo un evento tan notable, es un obstáculo demasiado grande para superar. Los Sinópticos relatan pocos eventos ocurridos en Jerusalén y los alrededores antes de la entrada triunfal. En cambio, Juan dedica la mayor parte de su Evangelio al ministerio en Judea. Por otro lado, Juan omite las dos resucitaciones realizadas fuera de Judea y relatadas en los Sinópticos.

Lázaro fue sólo una señal de la resurrección, mientras que Jesús fue la realidad misma, la primera persona en ser levantada realmente de la muerte para no morir otra vez.

Sin una introducción que describe el escenario, Juan inicia el relato de un milagro en que los amigos de Lázaro le informan a Jesús de su enfermedad, pero él sorprende a sus discípulos por demorar dos días antes de iniciar el viaje de socorro. Cuando anuncia su decisión de volver a Judea, los discípulos deciden acompañarlo, a pesar del peligro de muerte que esto representaba para todo el grupo.

La expresión estaba… enfermo traduce un verbo que significa estar débil, o falto de energía y de allí la idea de enfermo.

El nombre Lázaro se deriva del nombre "Eleazar", que significa "Dios es mi ayudador". Este Lázaro no se menciona en los Sinópticos, pero sus hermanas sí. El hombre enfermo se identifica en dos relaciones: con su lugar de residencia y que en ese lugar vivían María y Marta. Esta Betania es distinta de la ciudad cerca de donde Juan estaba bautizando al este del Jordán, en Perea (ver 1:28). El hogar de María y su hermana Marta estaba en la Betania de Judea, pequeña aldea ubicada solamente a unos tres kilómetros de Jerusalén.

María y Marta, dos hermanas, se mencionan sólo aquí, el cap. 12 y en Lucas 10:38 ss. Se piensa que Marta era la mayor de las dos, siendo la persona responsable por la hospitalidad en el pasaje de Lucas, pero María tendría más interés en asuntos espirituales. Quizá esta característica de María explica por qué se la menciona primero en este pasaje y como única más adelante en este capítulo.

Es interesante que Juan interrumpe el relato para identificar a María como la que había realizado el ungimiento de los pies de Jesús antes de su crucifixión. Seguramente el acto se hizo famoso tal cual Jesús había prometido cuando sucedió el caso, aunque Mateo no menciona su nombre. Este acto está de acuerdo con el carácter espiritual de María mencionado antes.

El hogar de estos tres hermanos servía como lugar favorito donde Jesús se hospedaba cuando estaba en la zona de Jerusalén, hecho comprobado por su estadía allí durante las noches de la última semana de su ministerio terrenal. Así, existía una relación especial entre ellos y Jesús, de modo que las hermanas mandaron informar a Jesús que su amado amigo estaba enfermo, con plena confianza de que él vendría rápidamente a socorrerlo. El verbo que se traduce amas significa un cariño especial de amigo. De los siete milagros con que Juan ilustra el ministerio del Señor, el último, como el primero, tiene como escenario el círculo familiar. También, como María, las hermanas informan del problema y dejan el resto a él; aquí, como allí, al principio parece que se niega a actuar, pero luego responde con hechos más allá de la expectativa. Quizá las hermanas estaban al tanto del peligro que la venida de Jesús representaría para él y sus discípulos.

La expresión no es para muerte que se usa en el v. 4 no significa que Lázaro no moriría, pues luego afirmó que había muerto, sino que la muerte no sería el resultado final.

Uno esperaría que a continuación Juan dijera: al oír que Lázaro estaba enfermo, inmediatamente Jesús emprendió viaje a Betania, o en el momento pronunció la palabra y Lázaro se sanó, pero hizo exactamente lo contrario. El amor por los tres hermanos, aunque parece contradictorio, se manifestó en su demora en el mismo lugar dos días. Esa demora aseguraría a las hermanas, a la multitud y a generaciones sucesivas que no era una mera resucitación de un desmayo, sino una verdadera obra sobrenatural al infundir vida en un cuerpo muerto que ya estaba en pleno proceso de descomposición. Es probable que Lázaro haya muerto pronto después de salir los mensajeros de Betania para ir hasta donde estaba Jesús. De todos modos, cuando llegaron a Jesús con las noticias, Lázaro ya estaría en la tumba, pues cuando Jesús llegó a Betania, había estado muerto cuatro días.

No había pasado mucho tiempo desde que Jesús y sus discípulos habían salido de Judea, eludiendo la hostilidad creciente que se manifestó por causa de la sanidad del ciego. La demora habrá sido una sorpresa para los discípulos, pero el anuncio de un viaje a Judea infundiría temor en ellos.

El temor de los discípulos se expresa en el recuerdo de la hostilidad y en la pregunta. Todavía tenían una memoria fresca y vívida del odio reflejado en el rostro de los líderes religiosos en Jerusalén. Nótese que se refieren a ellos como los judíos, pero no todos los judíos estaban implicados, sino sólo los que se oponían a Jesús y a sus enseñanzas. Más de uno expresó su preocupación y la expresaron varias veces. Estarían preocupados por la seguridad de su maestro, pero también sabían que sus propias vidas estarían expuestas a la muerte.

En aquel entonces la gente no tenía una manera precisa de medir las horas, pero consideraban que había doce horas de luz en cada día. Por supuesto, la duración de una hora, según este sistema, variaría de acuerdo con la estación del año. Al ponerse el Sol, y no habiendo buena luz artificial, la gente dejaba de caminar y trabajar y se encerraba en sus casas. En el v. 9, Jesús está presentando un principio del tiempo limitado para realizar trabajos y este principio sirve de ilustración. La luz de este mundo se refiere al Sol, pero es casi seguro que Juan quiera dar un doble significado a la luz.

La "noche" de la vida de Jesús pronto llegaría, pero hasta ese tiempo sería necesario continuar realizando la obra del Padre, incluyendo el regreso a Judea. Al principio, parecía que Jesús no estaba contestando la pregunta de los discípulos, pero ahora la contestación está implícita en esta afirmación. Es casi equivalente a decir mi hora aún no ha llegado. Además, el principio de trabajar mientras tengamos la oportunidad se aplica a todos sus seguidores. La expresión no hay luz en él señala que el significado se mueve de lo literal a lo figurado. En el versículo nueve la luz se refiere al sol de los cielos, pero aquí se cambia a lo simbólico, a la luz espiritual que proviene de Jesús.

El sueño se ha usado desde la antigüedad como figura de la muerte, en parte porque un muerto tiene la apariencia de estar dormido y en parte porque el término es menos chocante. En el NT, el término sueño se refiere literalmente al sueño físico sólo cuatro veces, pero se refiere a la muerte catorce veces. En este caso Lázaro estaba durmiendo para luego despertar cuando el Autor de la vida se hacía presente. Tal es la relación entre el sueño y la muerte que nuestro término cementerio proviene de una raíz griega que significa lugar de los dormidos. Los discípulos tendrían que haber entendido que Jesús hablaba de la muerte y no literalmente del sueño al decir que iba a despertarlo.

La respuesta de los discípulos indica que no entendieron los términos metafóricos (duerme… despertarlo) que Jesús estaba usando. Ellos tendrían la fe para creer que Jesús tendría una manera sobrenatural para saber que Lázaro dormía y, si fuera así, significaría que había pasado el peligro de la enfermedad y estaba en vías de recuperación.

Al darse cuenta Jesús de que los discípulos no habían captado el sentido figurado de sus términos, les dijo claramente que Lázaro había muerto.

Jesús expresa alegría o placer, no por la muerte de Lázaro, sino por causa de los discípulos. Si hubiera estado, se implica que no habría permitido que Lázaro muriera y en ese caso, los discípulos no habrían presenciado el milagro. Pero como fue el caso, ellos verían el milagro y su fe sería fortalecida. Llama la atención el hecho de que a esta altura de su ministerio Jesús todavía estaba procurando mover a los discípulos a una fe más sólida y madura. No es que ellos no habían creído antes y por primera vez iban a depositar su fe en Jesús. Su fe, como la nuestra, necesita ampliarse, profundizarse y madurarse en cada etapa de la vida. Los discípulos rogaron a Jesús en otra ocasión: Auméntanos la fe (Lucas 17:5). Ningún otro milagro fue más anticipado y preparado que este.

Jesús dio el mandato que los discípulos no querían oír, que era tiempo de volver a Judea. No expresa su intención de ir para consolar a María y a Marta, sino que irían a Lázaro, como si estuviera todavía con vida. La muerte no había roto la relación personal del Señor con su amigo.

El nombre Tomás, del hebreo, y Dídimo, del griego, significan lo mismo: "mellizo"; pero las Escrituras no nos revelan el nombre de su hermano mellizo. Algunos especulan que Mateo fue su mellizo porque se mencionan juntos en las tres listas de apóstoles en los Evangelios. Este personaje se destaca más en Juan que en los Sinópticos. La historia ha juzgado severamente a Tomás por sus dudas, pero la valentía revelada en este pasaje y la confesión incomparable en la visión del Cristo resucitado puede más que las dudas pasajeras que tuviera. Es de notar que no fue el impulsivo y valiente Pedro, sino el tímido Tomás quien afirmó su disposición de morir con Cristo, si fuera necesario. Tomás prefirió la muerte con Jesús que la vida sin él.

Al no saber con precisión a dónde se había retirado Jesús con sus discípulos, no podemos estimar el tiempo que les llevó para regresar a Betania en Judea. Lo único que sabemos es que estaba en Perea, provincia al este del río Jordán, donde Juan estuvo bautizando. Sabemos que Juan bautizaba en el río Jordán, el cual entraba en el mar Muerto directamente al este de Jerusalén, a una distancia de unos 30 km.

En un salto, abarcando varios días, Jesús y sus discípulos pasan de Perea a Betania, sin detalles del viaje. Si Jesús estaba en la zona de la desembocadura del Jordán, le habría llevado un día entero para llegar caminando a Betania, pero si estaba más al norte, lo cual es más probable, habría llevado todavía más que un día. Los mensajeros salieron de Betania a donde estaba Jesús cuando Lázaro aún estaba enfermo. Después de recibir la noticia de la enfermedad, Jesús demoró dos días, al fin de los cuales anunció la muerte de Lázaro. Si salió en seguida, el viaje habría llevado cuatro días. Algunos suponen que la mención de cuatro días se debe más bien a la superstición de que el espíritu de un muerto se quedaba tres días al lado del cuerpo con la esperanza de que resucitaría. Después de los tres días, el espíritu se retiraba definitivamente, habiendo perdido toda esperanza de poder reincorporarse al cuerpo. Al mencionar cuatro días, Juan estaría indicando que sólo un gran milagro de Dios lograría la resurrección.

Cuando el Evangelio fue escrito la aldea de Betania habría sido destruida, como sucedió en el año 70 d. de J.C. La mención de quince estadios de distancia de Jerusalén, o sea unos tres kilómetros, explicaría la presencia de muchas personas que habían llegado para expresar condolencias, pero la proximidad también indicaría el peligro que representaba para Jesús y sus discípulos si volvieran.

Generalmente la expresión los judíos, en este Evangelio, se refiere a los opositores de Jesús. Sin embargo, es posible que algunos de los mismos que simpatizaban con María y Marta también fuesen hostiles a Jesús. Se supone que los muchos habían venido de Jerusalén. La familia del difunto se sentaba en el suelo o en bancos bajos, para recibir a los que venían a compartir el dolor.

Puesto que Marta fue la mayor y la encargada de las actividades, ella habría sido avisada de la venida de Jesús y, sin mencionárselo a María, salió a recibirlo.

Marta recibe a Jesús con el título Señor y con el sentido pleno de la palabra, y expresa su fe en el poder de él para evitar la muerte, pero no se atreve a abrigar la esperanza de una resurrección, especialmente después de "cuatro días". No sabemos si ella recibió noticia de la demora de dos días, pero aun si hubiera venido sin demora, según nuestros cálculos, no habría llegado a tiempo para evitar la muerte. Debemos recordar, sin embargo, que él podía sanar de lejos, no estando presente físicamente. Las palabras de Marta expresan más bien lamento que reproche.

La confianza que Marta expresa en Jesús puede entenderse en dos maneras: que aun ahora él podría detener el desarrollo natural del cuerpo muerto e infundirle la vida de nuevo, lo que no parece ser el caso; o que ella estaba expresando una confianza absoluta en la relación íntima que Jesús gozaba con Dios y que en alguna manera aseguraría el futuro de Lázaro.

Sea cual fuere la esperanza de Marta, Jesús interrumpe para darle buenas nuevas.

Los fariseos enseñaban una resurrección en el día final para los verdaderos israelitas, pero los saduceos negaban la realidad de esa esperanza. Probablemente, muchos de los que habían venido a consolar a las dos hermanas habían hablado de la esperanza de la resurrección en el día final.

La respuesta de Marta da lugar a una de las declaraciones más importantes en el cuarto Evangelio. Juan registra siete afirmaciones Yo soy, la primera en 6:35 y la séptima aquí. La expresión es enfática por su ubicación en la frase y por el empleo del pronombre personal. Describe el ser eterno, quien es el Alfa y la Omegael que es, y que era y que ha de venir. Este escrito de Juan se llama Evangelio de la vida por el énfasis del tema y por sus 36 referencias. Así el tema de "la vida" corre a través del Evangelio como un hilo dorado, pero es la primera vez que Jesús declara explícitamente que él es la vida, aunque luego lo repite (14:6). Nótese que no dice que la resurrección es una realidad o que él resucita a los muertos, sino que él mismo, su persona, es la fuente, poder y autoridad para ella. Nótese también que la vida sigue a la resurrección tanto en el sentido físico como el espiritual. La vida se refiere a la vida eterna que sólo Cristo ofrece a los que creen en él. El verbo creen tiene el significado de una confianza personal y compromiso de vida. La implicación es que en el momento en que una persona muera, al instante vivirá, es decir, su alma no quedará en la tumba hasta el fin del siglo, como enseñaban los fariseos y como algunos hoy en día hablan del "sueño prolongado del alma".

Jesús amplía su declaración, prometiendo vida eterna. La promesa no es que no morirá físicamente, sino que no morirá para siempre, refiriéndose a la muerte eterna.

Luego, Jesús le dirige una pregunta personal a Marta: ¿Crees esto? Las verdades eternas que Jesús estaba anunciando no eran meras doctrinas abstractas para discutir en el sillón cómodo del filósofo o teólogo, sino eran realidades de vida que uno debe abrazar, atesorar y aplicar a la vida diaria.

Marta no demora en contestar afirmativamente la pregunta sobre su creencia en la resurrección que sólo Cristo ofrece, pero sigue mucho más adelante al confesar su fe en Jesús mismo. No era una fe superficial, sino una fe que abarcaba tres de los títulos mesiánicos más sublimes. Lo identifica como el Cristo o el Mesías, que significa "El Ungido" de Dios; el Hijo de Dios, que expresa su plena divinidad; y el que había de venir al mundo, que expresa su misión redentora.

Con su corazón rebosando de emoción por la presencia de Jesús y sus palabras consoladoras, Marta no pudo esperar más para avisar a su hermana de la presencia de Jesús y que él quería verla. Marta quería evitar que otros oyeran lo que decía, para evitar que los opositores de Jesús se enteraran de que él estaba presente, o para que María pudiera ir hasta donde estaba Jesús y tener un tiempo tranquilo con él sin el apretón de la multitud.

Parece que el título más común que los discípulos y los amigos íntimos de Jesús usaban era Maestro, porque él cumplía esa función con ellos. Además, algunos sugieren que ella usaría este título para no identificar a la persona que estaba afuera deseando ver a María. La expresión te llama parece indicar que fue Jesús quien tomó la iniciativa para llamar a María y quizás fue él quien mandó a Marta a buscarle.

La reacción inmediata y rápida indicaría que hasta ese momento no estaba enterada de la llegada de Jesús. Jesús fue detenido por Marta antes de entrar en la aldea. Se quedó allí conversando y, aun cuando ella fue a avisar a María, permaneció en ese lugar quizá con el fin de poder conversar con María sin la interrupción de la multitud que se había congregado en la casa.

La actitud de María al llegar a Jesús, se postró a sus pies, revela su profundo dolor, pero también el grado de su amor y dedicación. Marta expresa su fe, articulándola con conceptos teológicos acertados y profundos. En cambio, María expresa su fe en un sencillo acto de adoración. Cada una de las hermanas actuó de acuerdo con su personalidad para expresar su amor y confianza en Jesús. El hecho de que las dos hermanas, en distintos momentos, dijeron lo mismo (Señor, si hubieras…) indicaría que lo habrían repetido muchas veces en los días cuando esperaban la venida de Jesús.

Ahora el escenario cambia de un lugar indefinido en las proximidades de Betania al sepulcro, lugar definido también ubicado fuera de la aldea, donde Jesús demostraría en sumo grado su autoridad sobre la vida y la muerte. Jamás se había levantado una persona después de estar cuatro días en la tumba y, a pesar de la gran fe que las hermanas tenían en Jesús, hasta el momento nadie, ni los discípulos, sospechaba el glorioso evento que iban a contemplar.

Probablemente María estaba llorando cuando fue al encuentro con Jesús, pero aquí se menciona explícitamente. El verbo traducido llorando describe un llorar a gritos o con fuerte clamor. La gente acostumbraba dar rienda suelta a sus emociones ante la muerte de un ser querido, unos con más sinceridad que otros, produciendo un ruido espantoso que se oía de lejos. Este versículo ha creado grandes problemas para los traductores a raíz del verbo se conmovió con que se describe la reacción de Jesús. La RVR-1960 lo traduce se estremeció en espíritu y en otras versiones se lee fue profundamente movido, omitiendo en espíritu.

Jesús no estaba en el sepulcro cuando primeramente conversó con Marta y luego con María, o por lo menos no estaba al lado de la tumba de Lázaro. Sin embargo, no quita el hecho de que haya estado en la proximidad del sepulcro, pero no sabiendo aún dónde exactamente estaba la tumba de Lázaro.

El mismo Evangelio en que se afirma más claramente la deidad de Jesús es también el que nos revela el lado más profundamente humano de su vida. Era el conocimiento de todos que Jesús consideraba a Lázaro un buen amigo. Por eso, algunos de ellos, no todos, interpretaban las lágrimas como expresión sincera y profunda de esa amistad.

Jesús fue a la tumba como un campeón que se prepara para el conflicto. Podemos imaginarnos una procesión: las hermanas abriendo camino, Jesús detrás de ellas, luego los discípulos y, finalmente, la multitud. Pero sólo uno sabía lo que les esperaba en el sepulcro.

Juan describe la tumba de acuerdo con las prácticas de aquel tiempo.

Jesús sigue la costumbre de involucrar a sus discípulos y fieles seguidores en la realización de los milagros. El principio es que Dios espera que nosotros hagamos lo que esté dentro de nuestras posibilidades y él agrega la dimensión sobrenatural.

Marta protesta ante el mandato de Jesús, indicando la total sorpresa de su proceder. No podía tolerar el pensamiento de abrir esa tumba y ver el cuerpo de su amado hermano desfigurado por el proceso natural de la muerte. Es posible que ya el olor de muerte salía de la tumba, o que ella sabía por experiencia que al cuarto día ya el cuerpo comenzaba el proceso de descomposición. Hasta este punto, todos pensaban que Jesús tenía solo la intención de visitar la tumba, quizá llorar allí, y volver a casa con el mismo grupo con el que había venido. Es típico de Jesús el hacer a menudo lo que menos pensamos, nos imaginamos o creemos que sea posible.

Aunque la resurrección de Lázaro sería un milagro estupendo, resultando en el asombro de todos y la consolación indescriptible de las dos hermanas, la meta primaria de Jesús era otra: la gloria de Dios.

A pesar de la protesta de Marta, y quizás de otros, aparentemente fueron los discípulos los que obedecieron el mandato del Señor, levantando o removiendo la piedra de la boca de la tumba, exponiendo la oscuridad y corrupción de la muerte.

Sería un error entender que Jesús estaba orando mayormente para el beneficio de la multitud, lo que sería hipócrita. Tal expresión de íntima relación y comunión, manifestada en el milagro que sigue, convencería a muchos de que en realidad Jesús era el enviado del Padre. Juan consideraba que este es el propósito básico de los milagros.

El escenario estaba listo para la sorpresa de los siglos. La gente curiosa se había reunido, las hermanas perplejas estaban cerca, los discípulos expectantes lo rodeaban, la piedra había sido removida y faltaba sólo la intervención dramática de Dios. Con la misma voz de autoridad con que mandó calmar las tormentas del mar y reprendido a los demonios, el Autor de la vida clamó con fuerte voz, oída por todos los presentes y también por los oídos de Lázaro, muertos por cuatro días, que oyeron y respondieron. Lo llama por nombre, le ordena salir y todos, con boca abierta de asombro, miraban atentamente para ver si habría algún movimiento dentro de esa cueva. ¡Pero la espera duró solo un segundo!

¡Aún los muertos oyen y obedecen! Es un anticipo de la resurrección cuando Cristo vuelva. Nótese también que Jesús no tuvo que tocarlo; sólo dijo y se hizo; pronunció la palabra de vida y re-vivió el muerto. Habrá sido un espectáculo indescriptible el ver a Lázaro, envuelto en vendas, dando los primeros pasos. Las piernas de Lázaro no estarían envueltas juntas, sino separadas, permitiéndole caminar. Otra vez Jesús involucra a los discípulos y quizás a las hermanas en la culminación del milagro, desatando las vendas. Algunos contrastan la resucitación de Lázaro con la resurrección de Jesús, indicando que Jesús traspasó las vendas, mientras que otros tuvieron que desenvolverlas de Lázaro. Jesús no se olvidaba de las necesidades personales de los que fueron curados.

La presencia personal de Jesús, quien es la encarnación de la verdad divina, como también sus enseñanzas y obras, obligan a la gente a tomar una posición: a favor o en contra. La decisión es libre, pero las consecuencias inevitables. Este sería el último milagro de Jesús en su ministerio terrenal, una culminación apropiada para el Hijo de Dios.

El texto griego se traduce literalmente así: Muchos de los judíos, (es decir) los que habían venido a María y habían visto…, creyeron en él. Parece que Juan está afirmando que todos los que habían venido y visto terminaron creyendo en él. En cambio, unos cuantos opinan que Juan está hablando de dos grupos distintos, es decir, sólo algunos de entre los que habían venido a ver a María fueron los que creyeron. Lo que lleva a esta segunda opción es la actitud de algunos de los judíos reflejada en el versículo siguiente y, por otro lado, la oposición tenaz de la mayoría de los judíos a través del Evangelio. Si este es el caso, la resurrección de Lázaro, como ningún otro milagro, logró finalmente doblegar la resistencia más acérrima de los judíos presentes, manifestada hasta el momento.

Algunos de ellos fueron para avisar a los fariseos del hecho, pero sin ninguna malicia, quizá aun pensando en convencerlos, o sintiendo que era su deber informar a los líderes religiosos de un evento tan notable como la resurrección de un muerto. Si se adopta la segunda opción, los que presenciaron el milagro pero que no creyeron en Jesús son los que fueron a los fariseos para expresar su alarma y pedir su intervención. Sea cual fuere el motivo, el anuncio cayó como una bomba en el Sanedrín y precipitó una decisión drástica.

Los líderes máximos de los judíos frotando las manos y preguntándose unos a otros cuál sería la solución al problema que un solo hombre había creado. Habían intentado la intimidación y las amenazas, pero no habían dado el resultado deseado. El primer grupo mencionado, los principales sacerdotes, son los sumos sacerdotes, los cuales eran saduceos y los que tomaron las medidas más decisivas en contra de Jesús. A menudo se mencionan en combinación con los fariseos. Aunque los fariseos eran los más estrictos en la aplicación de la ley, varios de ellos mostraron cierta simpatía con Jesús y sus enseñanzas. Parece que la reunión del Sanedrín fue más bien informal. Varios autores comentan el fenómeno de la mucha actividad hostil de los fariseos en contra de Jesús hasta este momento, pero que luego son los principales sacerdotes los que toman la iniciativa, como aquí, en los juicios y en la crucifixión. Sólo aquí en este Evangelio se menciona el Sanedrín, el cuerpo que servía como la corte suprema entre los judíos.

Su gran temor era que todos terminarían confiando en Jesús y comprometiéndose con él. Si eso no fuera suficiente, tal movimiento masivo daría lugar a la intervención violenta de los romanos.

Caifás es un sobrenombre de un sumo sacerdote cuyo nombre verdadero era José. Parece ser que Caifás es la forma siriaca de Cefas, que significa roca. En realidad Caifás, el yerno de Anás, recibió el puesto en el cual sirvió unos 18 años, desde el 18 al 36 d. de J.C. Sin embargo, en alguna manera su suegro, Anás, siguió ejerciendo cierto poder en el Sanedrín. Le tocó a Caifás el cuestionable honor de presidir el juicio y condenación de Jesús en aquel año. Este sumo sacerdote tenía la fama de ser rudo en su trato con otros y aquí justifica esa descripción llamando a los demás miembros del Sanedrín ignorantes: no sabéis nada. Ante la ignorancia de ellos, él sí, como buen político, sabía perfectamente lo que tenía que hacer.

El tono despectivo de parte de Caifás sigue al hablar de lo que les convenía a los fariseos en su trato con Jesús. La expresión que un solo hombre muera… se inicia con la conjunción de propósito, favorita de Juan, que se traduce mejor para que un solo hombre muera… con esta expresión Caifás señala al macho cabrío (Lev. 9:3) que moriría por los pecados del pueblo. Nótese que no hablaba de lo que era correcto y justo, sino lo que les convenía a ellos como clase privilegiada y, en segundo lugar, lo que convenía a la nación. Sería mejor que un hombre inocente muriera y que ellos no perdieran su puesto. Pero, según la perspectiva de Juan, la muerte de Jesús condujo precisamente a la pérdida del puesto de ellos y la destrucción de la nación en el año 70 d. de J.C.

Pero, indicando un contraste con lo que el lector pensaría, Juan aclara que no lo dijo de sí mismo no significa que Caifás fuera llevado a decir algo en contra de su voluntad, o algo sobre lo cual no tenía control, o que el Espíritu puso estas palabras en su boca. Él lo había pensado muy bien y llegó a una conclusión conforme a su mente carnal, pero no podría imaginarse que Dios iba a tornar el curso de eventos para dar un significado profundo a sus palabras. Por eso, Juan dice que Caifás profetizó, al sugerir esta solución a su dilema. Este "juicio" de Caifás se hace todavía más notable por el contraste entre la verdad divina de su contenido y los propósitos diabólicos del que lo pronunció.

La irritación y el resentimiento de los líderes, manifestados temprano en el ministerio público de Jesús, iban intensificándose día a día en una hostilidad sostenida, con varios intentos de apedrearle, hasta que decidieron que tenían que deshacerse de él definitivamente, en alguna manera. Las palabras proféticas de Caifás sirvieron anticipadamente como una sentencia de muerte para Jesús. Desde aquel día fatal no había más duda en su mente acerca de lo que tenían que hacer; lo único que faltaba era determinar cuándo y cómo llevarlo a cabo. El largo proceso de confrontación entre Jesús y la religión establecida, rígida y legalista, llegaba a su culminación.

La resurrección de Lázaro y la decisión del Sanedrín de matar a Jesús, seguramente de conocimiento público, eran los temas que corrían a través de las multitudes como una corriente eléctrica. La expectativa y curiosidad se conjugaban para crear una atmósfera de extrema rareza.

Cualquier persona que tuviera conocimiento de la presencia de Jesús, y que no avisara a los líderes, sería considerado un cómplice.

Bartley, James ;  Patterson, Juan B ;  Wyatt, Joyce Cope ;   Editorial Mundo Hispano (El Paso, Tex.): Comentario Bı́blico Mundo Hispano Juan. 1. ed. El Paso, TX : Editorial Mundo Hispano 2004

 
 
Paz de Cristo!

ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor 
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia 
Reuniones Martes, Jueves y Sábado 7 PM, Domingos 8 AM y 10 AM.
Calle 30 # 22 61, Cañaveral, Floridablanca.
http://adonayrojasortiz.blogspot.com/
 


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