martes, 27 de enero de 2015

El dinero

El dinero: cuando nos entrometemos

Muchos conflictos en la vida cristiana surgen porque la gente trata el dinero con una mentalidad diferente a la de Dios. Mi objetivo como predicador es que las personas capten e interioricen la visión de Dios.

Haddon Robinson

Una compañía de estadística estadounidense hizo un estudio sobre lo que las personas que no van a la iglesia piensan de la iglesia. Los encuestados decían que el problema de la iglesia "es que la gente que va, o está triste, o habla de la muerte, o te pide dinero".

En consecuencia, hoy en día muchas iglesias son extremadamente optimistas, apenas hablan de la muerte, y casi nunca hablan sobre el delicado tema del dinero.
Es cierto que la eficacia en la evangelización no es la única razón por la que los predicadores somos reacios a hablar sobre el dinero. Muchos hombres y mujeres, tanto dentro como fuera de la iglesia, creen que el dinero es un tema tabú. Un hombre halagaba a su pastor porque en los diez años que llevaba en ese ministerio, la iglesia había ido bien económicamente hablando, y eso que no había predicado ni una sola vez sobre el dinero.
Por último, siempre queda la preocupación de que los oyentes piensen que nos queremos beneficiar, que hemos decidido hablar del tema por interés.
El resultado es que a la generación que sube no se la ha retado a dar. Las estadísticas revelan que las personas de menos de 40 años aportan tan solo el 2% de sus ingresos a la caridad. Si preguntáramos a las personas de más de 50 años que han crecido en la iglesia, "¿Cuánto debe dar un cristiano?", nos dirían: "El diezmo". No creo que muchos jóvenes nos puedan dar esa respuesta. Estén o no de acuerdo con la costumbre de diezmar, no se les ha enseñado a dar. Para muchos de ellos, la ofrenda es como pagar por el derecho de admisión: pago 30 dólares por un partido de fútbol, 6 por entrar en el cine, así que por este culto, pagaré 20. Como no es un tema popular, casi hemos perdido la idea de que dar es una cuestión teológica y una importante expresión de nuestra fe cristiana.
¿Cómo podemos empezar a recuperar esta idea en medio de nuestras congregaciones? ¿Cómo podemos hablar sobre el tema del dinero de forma fiel a la Palabra y, a la vez, de forma que la gente nos escuche? Llevo años haciéndome esas preguntas. A continuación comentaré las cosas que he aprendido sobre cómo sacar a la luz el tema del dinero, y también, ¡sobre cómo no hacerlo!

Tentaciones sutiles

El primer lugar, me doy cuenta de que cada vez que quiero animar a la congregación para que dé, siempre se me presentan algunas tentaciones muy sutiles. Éstas son las cuatro trampas que intento evitar.

- Motivar cargando a la congregación, aunque sea de forma inconsciente, con un sentimiento de culpa. El Nuevo Testamento habla de que la motivación para dar es la Gracia; dar es un acto de adoración en respuesta a la generosidad que Dios ha derramado sobre nosotros. Pablo dice que tenemos que dar "según Dios nos haya prosperado". Si realmente entendemos lo que Dios nos ha dado, entonces daremos de forma generosa e, incluso, sacrificada.
Pero cuando predicamos, muchas veces usamos la expresión "tener que", que suena a obligación: "Como Dios nos ha dado tanto, tenemos que dar más. Tenemos que dar el 10%". O propiciamos ese sentimiento de culpa a través de las comparaciones: "Mira la casa en las que vives; mira el coche que tienes; mira la ropa que llevas. Y mira la necesidad que hay en el mundo, mira cuántos hambrientos hay, cuántos destituidos". Es cierto que el contraste muchas veces es enorme, pero si no tenemos cuidado, esas comparaciones solo servirán para crear sentimiento de culpabilidad, y no un sentimiento de gratitud. La gratitud es la motivación bíblica y sana que nos debe motivar a la hora de ofrendar.
- No definir claramente las promesas de que los que dan, recibirán. En 2ª Corintios 8 y 9, donde está hablando de dinero, dice claramente que "el que siembra generosamente, generosamente también segará". Dios bendice a los que dan con generosidad. Personalmente, si mi mujer Bonnie y yo hiciéramos una lista de evidencias empíricas para defender la fe, una sería, por ejemplo, la resurrección de Cristo, pero también tendríamos una relacionada con el área de dar y ofrendar. Dios nos ha sorprendido una y otra vez cuando hemos dado con dolor, pues más adelante Dios nos ha provisto del dinero que necesitábamos sirviéndose de una fuente inesperada para nosotros.
Pero debemos tener cuidado a la hora de usar eso como una motivación. No damos para establecer un negocio con Dios. Dar el 10% para que luego nos devuelva el 20% está totalmente en contra de la ética del Evangelio. Cualquier persona con un poco de sentido común no perdería la oportunidad y ofrendaría para doblar su capital, pero el principio espiritual no funciona así. En nuestra sociedad se hacen donaciones a los museos de arte para que el nombre del donante aparezca en una gran placa, pero en la familia de Dios, damos para agradar a nuestro Padre que está en los Cielos. La pregunta que hemos de hacernos no es "¿Qué saco yo de esto?", sino "¿Qué saca Dios de esto?".
- Hacer demasiado énfasis en el hecho de que todo le pertenece a Dios. Es verdad que todo lo que tengo pertenece a Dios. Eso es lo que la Biblia enseña. Pero hay que tener mucho cuidado con el énfasis que se hace sobre esta afirmación teológica. Muchos llegan hasta el punto de predicar que si uno está completamente comprometido, tiene que estar dispuesto a ofrendar todo lo que tiene. Si alguien da todo lo que tiene, ¡acabará por morirse de hambre! Ése es un principio que no tiene mucho sentido. Y cuando predicamos lo imposible, la gente deja de tomarnos en serio.
- Enseñar sobre el dinero solo cuando las finanzas no van bien. Sé de una iglesia que, para levantar un edificio, pidieron un préstamo de 4 millones de dólares. Tienen que ir pagando el préstamo con las ofrendas. Aún les quedan 3 millones de dólares. Cada mes el pastor se enfrenta a esa cifra, y constantemente trata el tema del dinero. Su predicación normalmente tiene el tono siguiente: "Si estuvierais dando como Dios quiere que demos, no tendríamos ningún problema". Para la persona que se sienta en el banco, al final es como si cada domingo se encontraran en la iglesia con un recaudador de impuestos. Al final, ese tipo de énfasis en el dinero es contraproducente.
Aunque el ejemplo que acabo de mencionar puede sonar un tanto extremo, el principio sigue siendo cierto. Cuando intentamos recaudar fondos, y predicamos sobre el tema del dinero de forma continua porque necesitamos dinero, la gente percibe esa desesperación. Como presidente de un seminario, entiendo muy bien la importancia de pedir dinero, pero si predicamos sobre el tema del dinero solo en los momentos en los que nuestras finanzas no andan bien, la iglesia no lo toma como una enseñanza, sino como una presión. Logramos más nuestro objetivo cuando alguien escucha nuestra predicación y dice: "Hoy el predicador ha hablado de mi dinero, pero no me ha pedido mi dinero para cubrir sus necesidades".

Conecta con las necesidades de las personas

Afortunadamente, si somos conscientes de estas tentaciones, podremos esquivarlas, y avanzar con confianza. Para ello, es importante que tengamos en cuenta los siguientes principios clave.

El primero tiene que ver con una idea básica de la comunicación: hay que identificar cuál es la necesidad de los oyentes y luego, hay que hablar de ella. Eso es lo que hace la mayoría de predicadores cada domingo, relacionar las verdades eternas de la Biblia con las necesidades del momento. Pero cuando toca predicar sobre el dinero, pensamos, ¿Qué es lo que la iglesia quiere escuchar? Mis oyentes no quieren que les diga que tienen que dar más. No todo el mundo ve la cuestión de dar como una necesidad.
Pero, de hecho, la cuestión de dar conecta con dos necesidades que el ser humano tiene. Y cuando hablo sobre el dinero, intento hacer hincapié es esas dos necesidades.
1. Todas las personas tienen la necesidad de sacrificarse por algo que valga la pena. Si queremos que nuestra vida cuente, que tenga valor, en algún lugar tenemos que encontrar una causa mayor que nosotros mismos, una causa por la que merezca la pena vivir. Y una forma de comprometerse con esa causa es dando. Cuando damos de nuestro dinero, nos damos a nosotros mismos.
Creo que cuando Jesús viene a la iglesia el domingo por la mañana, también se sienta con el tesorero después del culto para ver lo que hemos puesto en la ofrenda. Si registráramos lo que una persona ofrenda durante un par de años, podríamos saber lo que para ella es importante.
En lo más profundo de nuestro ser, tenemos la necesidad de comprometernos con algo. Cuando no lo hacemos, tenemos ese horrible sentimiento de anonimato; tenemos la impresión de que nuestra vida no es importante. Bob Richards, el famoso saltador de pértiga, solía preguntar a los competidores olímpicos: "¿Cómo soportáis el dolor y la dureza de vuestra profesión?". Nunca le preguntaban: "¿Qué dolor?", sino que le contestaban explicándole que parte de la emoción de la victoria está en lo difícil que es alcanzarla.
Parte de la emoción de nuestras vidas surge cuando encontramos una causa por la que valga la pena sacrificarse. Entonces lo damos todo.
2. Las personas necesitan expresar su gratitud. Cuando alguien nos ayuda queremos darle las gracias, decirle a la persona lo mucho que apreciamos su apoyo. Dar es una forma tangible de agradecerle a Dios la Gracia y la generosidad que nos ha mostrado. "Poned, según Dios os haya prosperado", dice Pablo. La pregunta no es "¿Cuánto tengo que dar para seguir siendo miembro?, o "¿Cuál es la cuota?", sino "¿Cómo puedo mostrar mi gratitud?". Ofrendar es una forma adecuada de mostrarle a Dios nuestra gratitud.
Cuando predico sobre el tema del dinero, tener en mente estas dos necesidades es muy liberador. Porque entonces soy consciente de que no estoy poniendo sobre los miembros de la iglesia una carga no deseada, sino que estoy ofreciendo a aquellos que me escuchan algo que va a apagar su sed: la oportunidad de participar de algo eterno, que nos trasciende, y la oportunidad de expresarle a Dios su gratitud.

Fíjate en el objetivo a largo plazo

En segundo lugar, si consigo que alguien cambie su forma de pensar sobre el dinero, tendré delante de mí a una nueva persona. Como predicador, ése es mi objetivo: que la iglesia adquiera una nueva comprensión sobre la relación entre nuestro dinero y Dios. A veces digo cosas como: "Ahora, ésta es la necesidad, y esto es lo que necesitamos para cubrirla", pero ése es un objetivo a corto plazo. Mi verdadero objetivo, el objetivo a largo plazo, es que la iglesia cambie su forma de pensar sobre el dinero, y eso lo conseguiremos a través de predicaciones adecuadas.

El motivo que más discusiones causa entre las parejas es el tema del dinero. Yo puedo dar testimonio de ello. Para mis padres, de un ghetto de Nueva York, el dinero era igual a seguridad, así que ahorraban. Los padres de Bonnie, de clase media-alta, creían que el dinero era para usarlo. Cuando nos casamos, Bonnie quiso comprar un juego de platos por 30 dólares, que, en aquel entonces, era mucho dinero. La idea de gastar tanto dinero en un juego de platos no me entraba en la cabeza, así que nuestra primera gran discusión tuvo que ver con la compra de unos platos. El conflicto se dio por el hecho de que teníamos dos mentalidades diferentes, que no provenían de principios que nuestros padres nos hubieran enseñado de forma explícita, sino de sentimientos y valores que habíamos interiorizado de forma intuitiva.
Muchos conflictos en la vida cristiana surgen porque la iglesia trata el dinero con una mentalidad diferente a la de Dios. Mi objetivo como predicador es que todos capten e interioricen la visión de Dios.
Tener esto en mente hace que ni yo, ni la congregación nos sintamos bajo presión. Un cambio así va a requerir tiempo, lo que significa que no tengo que trabajar en ello con desespero o de forma frenética, sino de forma intencional y progresiva, teniendo en cuenta el propósito final. He podido comprobar que si vamos transmitiendo la visión, sin presionar, al final vemos cambios increíbles. Cuando alguien no está a la defensiva, y escucha diferentes predicaciones sobre el tema del dinero, gradualmente va alterando su manera de pensar. Al final, la conversión parece repentina, pero es el resultado de un proceso.
Una vez organizamos un estudio bíblico para hombres de negocios, y un gran ejecutivo de una gran compañía informática se interesó y empezó a venir. Los demás miembros del grupo sabían que él no era cristiano. Un día, lo invité a comer, y le pregunté: "Wally, ¿eres cristiano?".
"Sí, soy cristiano".
"Yo pensé que debía confundir el término cristiano por el de buena persona. Así que le pregunté: "¿Desde cuándo?".
"No sé", me contestó.
"Entonces, ¿por qué dices que eres cristiano?".
"Cuando empecé a venir a tu estudio, no era cristiano", dijo Wally. "Un día, mientras me estaba afeitando, me miré al espejo y me dije a mí mismo, ¿Sabes? Si hoy viniera Dios y me preguntara, '¿Por qué debería dejarte entrar en el Cielo?', yo le diría, 'Estoy apostando mi vida por Jesucristo'. Eso, no lo habría podido decir unas semanas atrás, pero sé que eso es lo que le diría a Dios ahora. Tomé la decisión en algún momento del mes pasado, o quizá del anterior".
Cuando predicamos sobre el tema del dinero ocurre algo similar. Por eso no hemos de pensar en ese instante, sino en el proceso que está teniendo lugar, sabiendo que con el tiempo las personas pueden cambiar su actitud de forma drástica.

Enfatiza la actitud, no la cantidad

El tercer principio que sigo es el de no dar tanta importancia a la cantidad que se da, ni tan siquiera al porcentaje. En cambio, intento hacer hincapié en la actitud del que da y el grado de sacrificio que hace. Según las Escrituras, eso es lo más importante.

En el Nuevo Testamento tenemos el ejemplo de la mujer que puso en el arca del templo una cantidad muy pequeña. Y ese mismo día, los ricos echaron mucho. Pero Jesús alaba a esa mujer. Aquel día, para ella había sido más importante darle aquellas dos monedas a Dios, que tener un pedazo de pan, o beber un sorbo de leche. La ofrenda a Dios fue más importante que su alimentación. Eso era verdadera adoración. Al ver su ofrenda, Jesús se pone en pie, y les dice a sus discípulos: "¡Fijaos en ella! ¡Ésa es la actitud correcta!".
Creo que Dios honra a los pobres aunque no den el diezmo, porque para dar hacen un gran sacrificio. Del mismo modo, creo que cuando la gente muy rica solo da el diezmo, está robando a Dios. Para muchos, dar el diezmo no es un sacrificio, sino una simple propina.
Siempre me ha llamado la atención la fórmula de John Wesley. Cuando ganaba 30 libras, vivía con 28, y ofrendaba 2. Más adelante empezó a ganar 60 libras, pero como sabía que podía vivir con 28, ofrendaba 32. Al año siguiente sus ingresos aumentaron hasta 90 libras, pero siguió viviendo con 28, y ofrendando todo el resto.
Por tanto, cuando prediquemos, la clave no es centrarse en la cantidad o en el porcentaje que se debe dar, sino en la actitud y en el compromiso del que da.

Enseña principios de "inversión"

En cuarto lugar, creo que tenemos la responsabilidad de enseñar a la iglesia a invertir su dinero en el Reino de Dios. La iglesia necesita consejo para saber cómo realizar esa inversión, y ése es un consejo que aparece en la Biblia. He aquí algunas de las estrategias que yo enseño.

- Primero, cubre tus obligaciones. Si te preguntas, "Según el Nuevo Testamento, ¿qué obligaciones tengo?", la respuesta recoge cuatro áreas:

1. Proveer de alimento y cobijo a tu familia. No hacerlo es peor que ser un hereje.

2. Apoyar a aquellos que te enseñan la Palabra de Dios.
3. Ayudar a los pobres de la iglesia.
4. Hacer el bien a todo hombre y mujer, siempre que tengamos oportunidad.

- Da concienzudamente y de forma planificada. Se nos enseña que hemos de "apartar la ofrenda el primer día de la semana", así que es una irresponsabilidad llegar a la iglesia y pensar, ¡Anda!¡La ofrenda!, abrir el monedero, y coger las monedas que te quedan.

La iglesia debería considerar cuidadosamente los ministerios de su propia iglesia, y otros ministerios cristianos. ¿Los líderes muestran integridad? ¿Publican un informe económico en el que explican la forma en la que la organización ha usado el dinero que ha recibido? ¿Ese dinero está dando beneficios espirituales? Como cristianos, cuando damos a causas que no tienen que ver con nuestra iglesia, no deberíamos dar solo porque un coro de niños huérfanos nos ha hecho llorar. Deberíamos considerar de forma cuidadosa qué ministerios vamos a apoyar.
- Invierte en ministerios serios que van a dar beneficio. La carta de Pablo a los Filipenses es, de hecho, una carta de gratitud. El apóstol les escribió para darles las gracias por la ofrenda que le habían enviado. Y en esa carta, Pablo ve el dinero como una inversión en la obra de Dios: "Estoy agradecido por esta ofrenda, porque sé que os dará beneficios [o veréis que vuestra cuenta aumenta]" (4:17, traducción del autor). Si unimos este pasaje a la parábola del mayordomo infiel, donde se dice que seamos sagaces con el dinero y hagamos amigos para el Cielo, el resultado es el siguiente: una forma de hacer amigos de los que te darán la bienvenida en el Cielo es invirtiendo en el ministerio de otras personas.
Yo creo que cuando mi mujer y yo lleguemos al Cielo, nos recibirá personas de Kenia, un país que nunca hemos visitado, con una cultura que apenas conocemos. ¿Por qué? Porque durante años hemos estado apoyando a unos misioneros que trabajan allí y cuyo esfuerzo ha dado fruto. Hemos invertido en ese ministerio, y un día podremos cobrar nuestras acciones.
Ése es uno de los problemas de invertir en ministerios que se han visto manchados por algún escándalo. Han fracasado; no han dado beneficios espirituales. Si hubiéramos invertido nuestro dinero en alguno de esos ministerios, habríamos sufrido igual que un inversor después de una caída de la Bolsa.
- Diversifica tu inversión. El inversor profesional, para maximizar el rendimiento de su capital, diversificará sus inversiones, destinando una cantidad a bonos, otra al mercado bursátil, etc.
De forma similar, creo que también es sabio que los cristianos tengamos una "carpeta de acciones", que nuestra inversión en el Reino esté diversificada. En primer lugar, damos a nuestra iglesia local; ésa es una obligación básica, porque es la iglesia que nos sirve y queremos apoyar a los que nos enseñan la Palabra de Dios. Pero luego, quizá queramos apoyar a una persona o grupo que se dedica a la evangelización. En nuestro caso, mi mujer y yo decidimos apoyar a la Black Evangelistic Enterprise, que trabaja de forma eficaz en medio de las comunidades de negros por todos los EE.UU.
Además de todo ello, quizá también queramos apoyar a grupos que están impactando en nuestra sociedad. Como cristiano, me encantaría ayudar de forma personal en muchas causas que valen la pena. Pero como no puedo, lo que sí puedo hacer es apoyar económicamente a alguna de ellas. Por ejemplo, Bonnie y yo hemos estado dando a grupos que trabajaban con mujeres maltratadas y a grupos que trabajaban con estudiantes universitarios.
Creo que también es sabio invertir en un Seminario, como una inversión a largo plazo. Los estudiantes tardan años en madurar, pero los estudiantes a los que apoyas hoy van a convertirse en misioneros, pastores y maestros, y llegarán a influir en muchas personas.
Ahora bien, sé que muchos pastores enseñan que el diezmo pertenece a la iglesia local. En cierto sentido, una buena iglesia, con un programa amplio y variado puede ser como un fondo común. Dado que hay mucha gente invirtiendo en ese fondo, la congregación tiene el poder de hacer lo que una persona sola no podría hacer, e invierte dinero en ministerios que muchos de los miembros no conocerían si no fuera gracias a la iglesia. Muchas personas confían en los líderes de la iglesia para que sean ellos los que administren su inversión en el Reino. Pero el principio es el mismo: asegurarse de que los líderes supervisen un programa de donación eficaz y diversificado.

Ilustra de forma eficaz

Voy a acabar tratando dos áreas particularmente espinosas para la persona que predica sobre el tema del dinero: (1) las ilustraciones y (2) las aplicaciones.

Recientemente alguien me dijo: "Haddon, cuando predico sobre el tema del dinero, nunca sé qué ilustraciones usar. Si hablo del joven rico, pierdo a la congregación. Si hablo de los pobres de Bangladesh, también la pierdo. Si hablo de mí, ocurre lo mismo, porque la gente piensa, Bueno, tú eres el predicador. ¡Tú tienes que hacerlo! ¿De dónde puedo sacar ilustraciones creíbles sobre la ofrenda?".
Ése es un tema complicado. Pero el primer lugar donde busco ilustraciones es la Biblia misma. De las treinta y ocho parábolas de Jesús, al menos una docena hablan del dinero y del uso que debemos hacer de los bienes materiales. Los Evangelios hablan mucho sobre el dinero; aproximadamente uno de cada ocho versículos tiene que ver con ese tema. Como ya he dicho, la carta a los filipenses es una carta de agradecimiento por el apoyo económico que le brindaron a Pablo, y por eso esta carta contiene muchas enseñanzas sobre esta cuestión. De estas fuentes podemos sacar no solo una buena enseñanza, sino también ilustraciones eficaces.
En segundo lugar, comparto mi propia experiencia. Quiero que la gente sepa que no les estoy pidiendo algo que yo no estoy dispuesto a hacer. Pero hablo de mis ofrendas de una forma amplia, como hice en el apartado de "principios de inversión". Normalmente, la mención de una cantidad concreta se convierte en una piedra de tropiezo.
En tercer lugar, cojo ilustraciones de historias de amigos míos o situaciones que se dan en nuestra sociedad. Pero, ¿cuáles elijo? Al considerar una ilustración, me hago la siguiente pregunta: "¿Cuál es el mensaje que hay detrás de esta ilustración? ¿Qué es lo que transmite?". Aquí incluyo una lista de algunos mensajes que quiero transmitir cuando uso una ilustración:
- Las personas generosas son atractivas. Dios ama al dador generoso, a aquel que disfruta dando. No nos cuesta entender por qué, ¿verdad?; a nosotros también nos gusta ese tipo de persona. De hecho, quiero que la ilustración pregunte: "¿Qué adjetivo quieres que la gente te adjudique? ¿Tacaño o generoso?".
- Cuando damos, logramos que ocurran cosas maravillosas en las vidas de los demás. Quiero que las ilustraciones muestren que dar tiene una consecuencia positiva en la vida de otras personas. Eso es lo que hacemos en las conferencias misioneras: los misioneros nos informan del impacto que nuestras donaciones han tenido sobre las personas. Pablo, por ejemplo, pudo decir a los filipenses: "Vuestra ofrenda me ha permitido servir. Mientras he estado aquí, el Evangelio ha llegado hasta la guardia pretoriana".
- Cuando damos, también recibimos beneficios, aunque no necesariamente materiales. El peligro de usar la ilustración de una persona que dio 10 dólares y luego recibió 50 es que propicia una motivación que no es sana, "dar para recibir". Pero podemos hablar de las bendiciones ricas y no materiales que podemos recibir cuando damos. Por ejemplo, como amamos a nuestros hijos, intentamos darles una buena educación. Nosotros estábamos dispuestos a sacrificar nuestra casa, ¡lo que fuera! para darles eso, y no esperábamos nada a cambio. Pero ahora para mí y para mi mujer es un deleite ver lo que esa educación ha aportado a las vidas de nuestros hijos y a las personas con las que ellos trabajan.
- Dios nos puede ayudar a dar mucho más de lo que creemos que podemos dar. Cuando yo era uno de los líderes de la iglesia en Twin City Bible Church en Urbana, Illinois, la congregación decidió comprar un terreno y construir una nueva iglesia al lado del campus de la Universidad de Illinois, porque los miembros creían que ahí tendríamos más impacto. Pero ésa era un área muy cara, y la iglesia tendría que hacer un gran esfuerzo. Hice un sondeo sobre el compromiso, hablando con diferentes personas de la congregación, y me quedé muy sorprendido de que muchos me dijeran cosas como "Me acaban de ascender, y ahora cobro casi el doble". Yo respondía: "¿Es eso una casualidad? ¿O Dios lo ha hecho para que puedas ayudar a cumplir su misión para esta iglesia?". El testimonio del pueblo de Dios es, muy a menudo, el siguiente: después de haber tomado la decisión de ofrendar, Dios nos da para que demos. Creo que es legítimo usar ilustraciones que hablen de la provisión de Dios para que sus hijos sean generosos y den.

Aplicaciones que impactan

Aunque es más sabio predicar sobre el tema del dinero cuando no necesitamos reunirlo de forma urgente, lo cierto es que en muchas ocasiones es una necesidad, y una necesidad muy apremiante. Y normalmente a quien le toca pedirlo es al predicador. ¿Cómo presentar la necesidad? ¿Qué pedir?

Quizá ya os suenen algunas de las lecciones que yo he aprendido:
- Pide, y hazlo con atrevimiento. Debería ser obvio que si la iglesia tiene una necesidad, y yo te estoy hablando de ella, en algún momento u otro, te pediré si puedes ayudar. Nos tenemos que atrever a pedir. Si no, somos como un evangelista que presenta el Evangelio pero no le pregunta a la personas si quiere responder y seguir a Cristo.
Yo pagué un precio muy alto para aprender esta lección. Cuando llegué al Denver Seminary, había un sistema de telefonía muy antiguo.
Era urgente instalar uno nuevo, así que fui a ver a un hombre de negocios, y le dije que teníamos que conseguir veinte mil dólares para el nuevo sistema. Hablamos un rato del tema, y entonces me preguntó: "¿Cuánto quieres que dé?".
Yo dije: "Bueno, ¿podrías dar mil dólares?".
Abrió su cajón, sacó un talonario, y me extendió un talón por mil dólares, diciéndome: "Me has insultado".
¡Le he ofendido! No debería haberle pedido dinero…
Pero él me dijo: "Me has pedido mil dólares, pero necesitas veinte mil. O crees que no puedo dar mucho dinero, y en ese caso has infravalorado mi posición económica o, lo que es peor, has pensado que sí tengo el dinero, pero que no te iba a dar más de mil dólares. Y, en ese caso, me has insultado transmitiéndome que crees que no soy generoso. Lo que tienes que saber es que si una persona cree en una causa, no le insultas si le pides que haga algo grande. Si no llega a tanto, siempre podréis hablar y te dirá hasta dónde puede llegar. Pero sufrirás e insultarás a las personas cuando en vez de pedir más, pidas menos".
Mirando atrás, lo que me gusta de su reacción es que no me dijo: "Anda, devuélveme el talón, que haré otro con otra cantidad más alta". Me costó caro aprender aquella lección.
- Céntrate en la causa en la que crees. En innumerables ocasiones pedía dinero para el Denver Seminary donde trabajé. No me da vergüenza pedir ni animar a la congregación a que dé. De hecho, les transmito que es un gran privilegio, porque creo en esa causa.
Sinceramente, me costaría mucho pedir si fuera pedir para mí. Pero, ¿hay una causa más importante que la de la iglesia de Jesucristo? Como predicadores, hemos entregado nuestras vidas a esa causa, y por eso tiene mucho sentido que animemos a los demás a que se unan a nosotros, apoyándola.
Sé ejemplo. Cuando predico sobre este tema, tengo que asegurarme de que yo estoy dando con liberalidad, con generosidad. Si no, ¿cómo puedo pedirles a los demás que den? En el Denver Seminary son los administradores los que se encargan de buscar a personas que contribuyan con una donación económica. Sabemos que lo primero que tienen que hacer estos administradores es aportar una donación importante. Si no, no pueden pedirle a nadie que haga un sacrificio por el Seminario.
- Transmite que se trata de un esfuerzo unido. Muchas veces los miembros de la congregación ven los programas o proyectos como algo ajeno a ellos: el programa misionero es algo organizado por el comité de misiones, o el proyecto de construcción de la nueva iglesia es un proyecto del consejo de la iglesia, etc. Por esta razón es importante que cuando una iglesia decide cómo se va a administrar la ofrenda, los miembros puedan opinar. Entonces tú como pastor, podrás decirles: "Recordad que como congregación nos comprometimos con , y ahora tenemos que ofrendar para cumplir nuestro compromiso".
- Transmite a los no creyentes y a todo el que visita la iglesia que no es necesario que den. Aunque el presupuesto de la iglesia, o cualquier proyecto de la iglesia son para toda la iglesia, hemos de recordar que los únicos que se han comprometido a apoyar son los miembros. Creo que es muy importante que los líderes de la iglesia digan: "Si aún te estás haciendo preguntas sobre la fe, siéntete libre de no dar dinero. La ofrenda, como la Santa Cena, es para aquellos que se han comprometido con Dios. Ahora, Dios no te está pidiendo tu dinero. De hecho, lo que quiere es ofrecerte un regalo gratuito: la vida eterna. Y lo que a nosotros nos alegra es el simple hecho de que estés aquí". Aunque parezca extraño, he descubierto que cuando decimos algo así, y los miembros saben que lo decimos de forma sincera, los creyentes dan con mayor generosidad, y los no creyentes se sorprenden cuando aquello que enfatizamos es el regalo gratuito que Dios les ofrece.

Dinero = Compromiso

¿Por qué los predicadores debemos seguir tratando un tema tan difícil como el dinero? ¿Por qué enseñamos a la iglesia que debe dar, si sabemos que se nos puede malinterpretar?

Porque cuando hablamos de dinero, hablamos de compromiso. Y eso es a lo que hemos sido llamados: a predicar sobre el compromiso. Y el compromiso con cualquier causa no es más que palabras si la persona que dice que se ha comprometido no la apoya económicamente. Queremos que la iglesia adquiera un serio compromiso con Jesucristo. Y sabemos que si nuestros oyentes se comprometen de forma seria, eso se verá reflejado en sus ofrendas.


Robinson, H. (2008). El dinero: cuando nos entrometemos. En A. F. Ortiz (Ed.), D. G. Bataller (Trad.), Predicando a personas del S. XXI (pp. 105–117). Viladecavalls, Barcelona: Editorial CLIE.


(Por favor me confirma si lee este correo electrónico)

Muchas gracias.

Paz de Cristo!



ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor

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