martes, 7 de abril de 2015

amor

el trabajo de vuestro amor (1 Tes 1.3)

Vivir en la fe exige también vivir en el amor. Pablo utiliza aquí para referirse al trabajo, el término kovpou, que se usa para referirse a un trabajo fatigoso o molesto. Dando la impresión de que el trabajo hecho con amor no fue algo fácil, sino una actividad dura, cansadora y difícil. No cabe duda que por los versículos que siguen (vv. 8-10), la tarea de amor fue especialmente la proclamación del evangelio por todo el entorno de la ciudad, alcanzando a muchos y extendiéndose a distintos lugares. 
El amor es el motor de toda acción dirigida a otros. El mismo apóstol enseñará a los corintios que si alguien tiene dones e incluso generosidad para entregar todo cuanto tiene y aún el mismo, pero no tiene amor "viene a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe" (1 Co. 13:1). 
El amor es el distintivo natural de la Iglesia, como hace notar el Señor: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Jn. 13:34-35). 
Generalmente un trabajo arduo produce cansancio y con él llega el desaliento, pero la presencia del Espíritu de Dios en el creyente satura de amor el corazón para darle el estímulo que necesita para seguir adelante. 
El amor del creyente tiene dos direcciones, la primera hacia Dios, amándole como dador de todo bien, como Salvador, como esperanza, como ayudador; pero también dirigido hacia quienes son objetos de Su amor, la iglesia y el mundo que se pierde. 
Es claro que el amor que genera el trabajo, y que soporta en medio de las dificultades, no es el humano, por elevado que sea, sino el divino derramado en el corazón del cristiano por el Espíritu Santo que le ha sido dado (Ro. 5:5). "Dios es amor", dice el apóstol Juan (1 Jn. 4:8, 16). El amor es uno de los atributos comunicables de la deidad. El Ser divino... con Su presencia en el cristiano, le satura del amor divino, a fin de que pueda vivir el distintivo esencial que lo caracteriza como cristiano, que es el amor. 
La provisión de amor no es pobre, sino abundantísima, para satisfacer sobradamente al creyente. El amor es lo que da sentido a la obra que el creyente hace. Muchas veces el cristiano considera que ha sido puesto en el mundo para testificar de Cristo, predicar el evangelio, enseñar la Palabra y defender la fe. Sin duda todo esto es necesario, pero esencialmente el cristiano no puede ser de testimonio, ni puede proclamar un evangelio eficaz, ni enseñar la Palabra para edificar, ni defender la verdad si no ama entrañablemente, puesto que todo cuanto tiene que ver con vida cristiana tiene que ver con amor. En el tribunal de Cristo, cuando comparezcamos para dar cuenta de lo que hicimos con el cuerpo, la pregunta no será ¿cuánto hiciste? sino esencialmente ¿cuánto amaste? Porque todo cuanto sea hecho sin amor será eliminado y no servirá para glorificar a Dios. Muchos levantan un altar a la doctrina y queman en ese altar el amor. El amor es el cumplimiento de la ley (Ro. 13:10). 
Los objetivos del amor divino son el mundo entero (Jn. 3:16), de modo que quien está lleno del amor de Dios sentirá el celo misionero e interés por los perdidos para llevarles el mensaje de salvación como había hecho Jesús. Un segundo grupo de destinatarios del amor es la Iglesia de Cristo (Ef. 5:25); de ahí que el creyente pueda amar a sus hermanos sin distinción alguna (1 Jn. 3:16-17); el amor es la evidencia del nuevo nacimiento (1 Jn. 3:14). El amor cristiano hace persistente el amar en toda circunstancia (1 Co. 13:4). 
Es un amor sufrido, paciente, magnánimo, capaz de soportar con paciencia las injusticias y los males que recibe (Pr. 10:12), incapaz de albergar resentimiento alguno, soporta la provocación, no exige derechos, sabe aguantar una ofensa sin resentirse por ello. El amor es también benigno, que significa usar de gentileza o amabilidad. Podría definirse como el amor servicial, de ahí que el apóstol diga que los tesalonicenses trabajaron arduamente por amor. El creyente actuará así al impulso del amor divino (Gá. 6:9-10; 2 Ts. 3:13; He. 13:16). Un amor desinteresado es aquel que no tiene envidia, que no siente celos por el progreso del otro, que se goza en que otros lleguen a tener los mejores dones y las mayores capacidades. Es la posición que hace sentir con gozo el bien de los hermanos (1 Co. 12:26). Ese amor que impulsa al trabajo es también humilde, no jactancioso. Es lo que permite expresar la mansedumbre y la humildad de corazón, como era el carácter del Señor (Mt. 11:29). Un trabajo arduo, difícil, pudiera llevar al orgullo luego de ver el alcance del mismo, pero el amor no se envanece. El engreído es propenso a alabarse a sí mismo y a buscar la alabanza que puedan darle otros (Lc. 18:11). El envanecimiento es contrario al amor porque deja de amar a otros para amarse a sí mismo. Ningún trabajo podrá prosperar en un amor interesado y arrogante, porque Dios resiste a los soberbios (Stg. 4:6). Nadie que viva movido por el amor divino buscará lo suyo, sino que piensa en el interés de los otros (1 Co. 10:24; Fil. 2:21). El ejemplo supremo del amor que obra en esa dirección es el Señor mismo, quien teniendo todos los derechos renunció a lo que le correspondía para entregarse a Él mismo en sacrificio por nuestros pecados (Fil. 2:5-8). Los tesalonicenses estaban sujetos a dificultades e incluso a persecuciones por extender el evangelio, en esas circunstancias en el corazón humano se genera un sentimiento contra el ofensor que genera rencor. El verdadero amor no tiene en cuenta el mal recibido. Esto es lo que movió a Dios a llevar a cabo la reconciliación (2 Co. 5:19). Aquella iglesia no tenía en cuenta el sufrimiento, porque el verdadero amor todo lo sufre, o tal vez mejor, todo lo excusa. Está siempre dispuesto a disculpar las faltas ajenas. Además todo lo espera, en el sentido de que confía en que las personas serán alcanzadas para Cristo y se producirá en ellas el nuevo nacimiento, por tanto, en razón a esa esperanza, todo lo soporta, en una manifestación perseverante el amor divino. Es más que un estado paciente, es la paciencia activa que lleva a compartir la carga, ayudando a otros. Pone el hombro bajo la carga aún en las circunstancias más difíciles y adversas. Pablo da gracias a Dios por un amor que impulsa a una vida activa de trabajo arduo, difícil y penoso, siguiendo el ejemplo de Jesús. 


Pérez Millos, Samuel. COMENTARIO EXEGÉTICO AL TEXTO GRIEGO DEL NUEVO TESTAMENTO, 1 Y 2 A LOS TESALONiCENSES, CLIE


(Por favor me confirma si lee este correo electrónico)

Muchas gracias.

Paz de Cristo!



ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor

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