miércoles, 8 de abril de 2015

nos libra de la ira

Finalmente, el apóstol se refiere a una acción del glorioso Señor resucitado. Él "nos libra de la ira venidera". Si antes utilizó el título de Hijo de Dios, ahora usa el nombre Jesús, que se dio por instrucción divina al niño que nació en Belén, y que es el que corresponde a quien es el Salvador. Ese nombre es la expresión griega del hebreo Ye hôsua, Josué, que puede traducirse por Dios es salvación, que ya fue considerado antes. La misión que tendría el niño que iba a nacer es la encomendada por Dios y determinada en su propósito soberano de salvación desde antes de la creación del mundo (2 Ti. 1:9). El tiempo de la ejecución del programa de salvación había llegado y el Salvador era introducido en el mundo para llevar a cabo la misión que como Dios había asumido en la eternidad (1 P. 1:18-20). La razón del nombre que debía imponer al naciente estaba relacionado con la misión salvífica que, como Dios hecho hombre, iba a cumplir. La obra de salvación, aunque de valor y alcance universal (Jn. 3:16), tendría también un destinatario específico plenamente vinculado a la condición mesiánica de Jesús. El venía para "porque Él salvará a su pueblo", lo que suponía una relación específica con Israel. La acción salvífica tiene que ver con la solución divina al pecado humano, Jesús salvaría a su pueblo, como literalmente se lee, de los pecados de ellos. Sin embargo, el Salvador no lo sería sólo de ellos, sino de todo el mundo. El alcance de su pueblo incluye a todos los salvos. Éstos y sólo éstos, son el pueblo de Dios (1 P. 2:9), sus hijos (Jn. 1:12), miembros de su casa y familia (Ef. 2:19) y herederos de todo en Cristo (Ro. 8:17). Aunque la salvación es provista para todos, sólo los que aceptan la obra divina y creen en el enviado por Dios, son salvos (Jn. 17:3). 
Este Salvador "nos libra de la ira venidera". ¿A qué manifestación de la ira de Dios se está refiriendo? Algunos exégetas se centran en la ira divina que vendrá un día, al final de los tiempos, sobre los pecadores que no han creído y que serán arrojados al lago de fuego (Ap. 20:15). El Salvador por Su obra redentora y sustitutoria salva al creyente de esa ira venidera consecuente con la culpa del pecado. En el momento de la salvación ya no hay ira para los que están en Cristo, de otro modo, "no hay condenación para los que estamos en Cristo Jesús" (Ro. 8:1). A causa de la vida en el pecado, el creyente vivía haciendo la voluntad de la carne y por consiguiente era hijo de ira como todos (Ef. 2:2-3). 
Ahora bien, la obra de Cristo libra a la Iglesia de una ira determinada sobre el mundo a la que Pablo se refiere en este texto. El apóstol Juan se refiere a lo mismo cuando escribe a la iglesia en Filadelfia: "Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra" (Ap. 3:10). El Señor promete que los creyentes serían guardados de un tiempo de prueba que vendrá sobre el mundo entero. Sus palabras son concretas y claras: "Te guardaré". El verbo en futuro indica una acción que se realizará más adelante, pero siempre, en el tiempo histórico de la iglesia. En esa acción de Cristo, quien guarda es Él, y quienes son guardados son los creyentes. La acción tiene que ver con un salir, de un período histórico llamado aquí "la ira venidera" es decir, el Señor promete sacar a los suyos de ese tiempo. La preposición griega ejk, que Pablo utiliza aquí indica un salir de, y, por tanto, expresa la idea de sacar a los creyentes fuera del tiempo de la ira. Será, por tanto, necesario entender el significado de la expresión, "ira venidera". 
El contexto exige entender que es un tiempo especialmente duro que Dios envía sobre todo el mundo y que corresponde a los acontecimientos propios del "día de Dios", el "día de Yahwe", tantas veces mencionado en el Antiguo Testamento. Según lo que se desprende del estudio del "día de Yahwe" en el Antiguo Testamento, se aprecia que ese tiempo tendrá una serie de características que expresan angustia por la acción judicial de Dios, de modo que será: 
a) un tiempo de angustia (cf. Jer. 30:7; Dn. 12:1; Sof. 1:14-15); 
b) un tiempo en que la ira de Dios a causa del pecado descenderá sobre los moradores de la tierra (Sof. 1:15, 18); complementado también por la revelación del Nuevo Testamento (1 Ts. 1:10; 5:9; Ap. 6:16-17; 11:18; 14:10, 19; 15:1, 7; 16:1, 9); 
c) será también un tiempo de juicio e indignación divinos, ya que Dios intervendrá judicialmente para castigar a los hombres en justicia por sus maldades, pero orientado a que reconozcan donde están y retornen a Dios (Is. 26:20-21; 34:1-3), complementado especialmente en el desarrollo del Apocalipsis (Ap. 14:7; 15:4; 16:5, 7; 19:2); 
d) según las palabras del Señor a la iglesia en Filadelfia, será un tiempo de prueba; 
e) "la hora de la prueba", será un período de angustia a causa de los juicios de Dios (Jer. 30:7; Dn. 12:1; Sof. 1:14-15); 
f) la Revelación enseña que también será un tiempo de destrucción (Jl. 1:15; 1 Ts. 5:3); 
g) dada la intensidad de la acción de Dios, se dice que esa época en la historia humana será de tinieblas y desolación (Dn. 9:27; Jl. 2:2; Am. 5:18; Sof. 1:14-18); h) por tanto será también un tiempo de trastorno y castigo (Is. 24:1-4, 19-21). 
Será una acción divina que hace descender sobre el mundo la ira de Dios sobre los rebeldes y transgresores (Is. 24:1; 26:21; Jl. 1:5; Sof. 1:18; Ap. 6:16-17; 11:18; 14:7, 10, 19; 15:4, 7; 16:1, 7, 19; 19:1, 2). 
El Señor advierte del alcance o de la extensión de la prueba: "que ha de venir sobre el mundo entero". La expresión mundo, es literalmente tierra habitada, entendiéndolo como la humanidad que vive en la tierra, las gentes que moran en la tierra durante el tiempo en que se produzca la intervención divina. El sustantivo mundo, tierra habitada, tiene carácter de universalidad en las quince veces que aparece en el Nuevo Testamento (Mt. 24:14; Lc. 2:1; 4:5; 21:26; Hch. 11:28; 17:6, 31; 19:27; 24:5; Ro. 10:18; He. 1:6; 2:5; Ap. 3:10; 12:9; 16:14). 
Ese tiempo es futuro, el apóstol le llama ira venidera, es decir que "está a punto de venir" o también "está preparado para venir". 
El Día del Señor se presenta en toda la profecía con carácter inminente para estimular a la vigilancia del creyente sobre su modo de vida. 
Quiere decir el Señor que Dios intervendrá en el futuro sobre el mundo y los hombres que vivan en él. La acción judicial de Dios se descargará sobre los impíos pero no sobre los creyentes de la iglesia. Es necesario apreciar ya esta distinción en el mismo pasaje antes de recurrir a otros que lo confirman. La ira de Dios se descargará sobre los terrenales, los que son de este mundo, mientras que no alcanzará a los que son celestiales, por condición y ciudadanía (Fil. 3:20). 
Esta idea y expresión aparece varias veces en el Apocalipsis y siempre con este mismo alcance (cf. 6:10; 8:13; 11:10; 12:12; 14:6). El Señor afirma en promesa que la iglesia, representada aquí por la de Filadelfia pero en extensión general a toda ella, será protegida por Él mismo. 
Aquí las diferencias interpretativas son evidentes. Para algunos la iglesia estará en ese tiempo de tribulación y recibirá una protección especial de Dios en ese tiempo, de este modo escribe Ladd: "Aquí hay una clara referencia escatológica a los 'ayes mesiánicos' que han de preceder al regreso del Señor. Juan vio las tribulaciones que la iglesia sufrirá en el futuro cercano ante este fondo de consumación del mal y el tiempo de terrible tribulación al fin. Este período aparece otras veces en la Biblia en Daniel 12:2; Marcos 13:14 y paralelos; 2 Tesalonicenses 2:1-12. Este tiempo de gran tribulación (Mt. 24:21) envolverá dos aspectos: la persecución de la iglesia por el Anticristo (Ap. 13:7, 8) y el derramamiento de juicios divinos sobre una civilización rebelde y apóstata. El peligro de martirio no es algo que la iglesia debe temer. Jesús dijo que cuando sus discípulos sean odiados y llevados a la muerte, 'ni un cabello de vuestra cabeza perecerá' (Lc. 21:18). La muerte física, aun el martirio, no tiene significado eterno; ciertamente, en el tiempo del Anticristo, el martirio de los santos probará su salvación. En el mismo acto del martirio, ellos conquistarán a la bestia (Ap. 15:2)"
En este sentido, quienes interpretan de este modo, entienden que lo que el Señor promete es proteger a través del tiempo de ira o mientras dure el mismo. Es bastante complejo entender como los creyentes estarán presentes en un tiempo en que la ira de Dios descenderá sobre todos los pecadores no arrepentidos en la tierra. 
Otros entienden que la Iglesia estará presente hasta la mitad del tiempo de la tribulación. Hasta que el Señor tome directamente una acción judicial sobre el mundo, derramando Él mismo su ira sobre toda la tierra. Esta interpretación exige que se produzca una remoción de la Iglesia en ese tiempo que pase a la presencia del Señor saliendo del mundo. El texto enseña que la iglesia no será librada en medio de la prueba, sino de la misma hora de ella, es decir, no estará durante la prueba que Dios enviará sobre el mundo. 
Debe llegarse a la conclusión que mejor se ajuste a la enseñanza general de la Palabra. Jesús pidió al Padre que los creyentes fuesen librados por Su poder, no de la prueba, sino del maligno (Jn. 17:15). De la misma manera advirtió a los cristianos que durante el tiempo de la presencia de la Iglesia en el mundo, sufriría tribulación, aflicciones, persecuciones, etc. (Jn. 16:33). Nunca la Iglesia estuvo ausente de la tribulación, pero ésta siempre se lleva a cabo en el tiempo presente de la historia de la Iglesia, es decir, en cualquier tiempo en que la Iglesia esté en el mundo. 
Sin embargo, el apóstol Pablo hace una afirmación precisa a los tesalonicenses: "Y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera". La venida del Hijo de Dios, nuestro Señor y Salvador Jesús, para trasladar la Iglesia a Su presencia traerá como consecuencia la liberación de la ira venidera. El mismo apóstol define su pensamiento cuando más adelante, en la misma carta, dice: "Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo" (5:9). El creyente está llamado a esperar a Jesucristo que viene de los cielos (Jn. 14:1-4) y esa venida del Señor para recoger a los suyos traerá liberación de la ira venidera. Cristo ha librado al creyente de la ira eterna de Dios, al extinguir para Él toda responsabilidad penal por el pecado, en el momento de la salvación (Ro. 8:1; Ef. 2:4, 5). En su venida a recoger a la Iglesia, la librará de una ira específica, temporal, determinada, sujeta a un tiempo concreto que está determinado sobre el mundo entero (Mt. 24:30; Ap. 19:11-15). Por tanto la liberación consistirá en el traslado de la Iglesia antes del período de la tribulación. 
El cristiano no está puesto en el mundo para la ira de Dios, sino que será removido del mundo en que se producirá el impacto de la ira divina, antes de que esta llegue (4:17). La salvación en el texto de Pablo (5:9) no se refiere al perdón de pecados y recepción de vida eterna que ya posee desde la conversión (Ef. 2:8), sino a la salvación final y futura, la redención y glorificación del cuerpo. Pablo alienta desde el principio de la Epístola a los tesalonicenses en el gozo de saber que en la gran ira que vendrá sobre el mundo entero, no estarán presentes, sino que serán preservados de ella por una salida fuera del mundo en que tendrá lugar.


Pérez Millos, Samuel. COMENTARIO EXEGÉTICO AL TEXTO GRIEGO DEL NUEVO TESTAMENTO, 1 Y 2 A LOS TESALONiCENSES, CLIE



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Muchas gracias.

Paz de Cristo!



ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor

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