martes, 7 de abril de 2015

la esperanza

La tercera virtud es la esperanza, vinculada también como las otras dos a una expresión determinada: constancia en la esperanza. El término uJpomonh`", tiene que ver con ánimo largo, esto es, no solo quiere decir la capacidad de aguantar en medio de una prueba, sino de hacerlo positivamente, viviendo la fortaleza cristiana de quien sigue al Señor y cumple el ministerio de su carrera a pesar de los obstáculos que surjan en ella. El escritor a los Hebreos exhorta, no a la pasividad, sino a correr con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe (He. 12:1- 2). La constancia de los tesalonicenses era impulsada por la razón de la misma que es literalmente nuestro Señor Jesucristo. Esta es la verdadera esperanza cristiana y es la misma en cada uno de los creyentes. Es cierto que está vinculada con promesas y acontecimientos escatológicos. No cabe duda que uno de los elementos de la esperanza, que contaría mucho con la experiencia de los tesalonicenses en medio de las dificultades con que eran confrontados, es el recogimiento de la Iglesia para estar siempre con el Señor (4:17). El cristiano está llamado a esperar al Señor que vendrá a buscar a los suyos para llevarlos al lugar que prepara para nosotros (Jn. 14:1-4). Por otro lado, la esperanza descansa también en la herencia eterna de Dios que corresponde a Cristo y que está reservada para nosotros (1 P. 1:4) y la esperanza segura del disfrute eterno de esa herencia descansa en que también los herederos somos guardados por el poder de Dios (1 P. 1:5). Sin embargo, el Señor no vinculó la esperanza con cosas que vendrán, sino con su propia Persona: "os tomaré a mí mismo" (Jn. 14:3). Eso traerá como consecuencia las glorias del lugar que Él prepara y la bendición del disfrute de la herencia eterna. La realidad de la dimensión verdadera de la esperanza es que el creyente no vive esperando cosas, sino esperando al Señor. Él se convierte en esperanza para cada uno de los cristianos, por tanto, el mismo apóstol dice: "Cristo es, en vosotros, esperanza de gloria" (Col. 1:27). El gran misterio de la esperanza es Cristo mismo habitando en el creyente. El hecho mismo de que los fieles sean miembros del cuerpo de Cristo, hace que la vida ya gloriosa de Cristo, circule por ese cuerpo y por cada uno de los miembros, de manera que lo que ya es la Cabeza, como realidad consumada, lo será un día en cada uno de los miembros (comp. con Ef. 4:13; 1 Ti. 1:1). La presencia de Cristo y su promesa es ya esperanza de gloria. La seguridad de la esperanza está vinculada con Jesús, de modo que como Él es la resurrección y la vida, el que cree, porque vive en Él y en Él ha resucitado ya espiritualmente de los muertos, vivirá eternamente con Él en la resurrección futura (Jn. 11:25-26). Hay esperanza firme porque quien tiene al Hijo tiene la vida (1 Jn. 5:12). De ahí que el apóstol vincule la esperanza al Señor Jesucristo: "vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo", o si se prefiere mejor, de nuestro Señor Jesucristo. La esperanza contempla la firme seguridad de la presentación ante su gloria (Col. 1:22, 28), por tanto, la esperanza es Cristo mismo y la esperanza de gloria está unida a Él (Ro. 5:2; 8:18-23; 1 Co. 15:12 ss.; Fil. 3:20, 21; Col. 3:4, 24; 1 Ts. 2:19; 3:13; 4:13-17; 2 Ts. 1:10; 2 Ti. 1:12; 4:8; Tit. 2:13). Esta es la tercera de las virtudes que Pablo destaca en los tesalonicenses y por la que da gracias al Señor haciendo mención de ellos en sus oraciones.


Pérez Millos, Samuel. COMENTARIO EXEGÉTICO AL TEXTO GRIEGO DEL NUEVO TESTAMENTO, 1 Y 2 A LOS TESALONiCENSES, CLIE

(Por favor me confirma si lee este correo electrónico)

Muchas gracias.

Paz de Cristo!



ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor

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