miércoles, 22 de abril de 2015

¿qué me motiva a ser ministro?

Los elementos inconscientes en el llamado

José María Martínez declara: "La persona que se cree llamada por Dios para servirle debe examinar con la mayor objetividad posible los motivos que le impelen al ministerio." (José María Martínez. Ministros de Jesucristo, Tomo I. Barcelona: Editorial Clie, 1977, p. 31). Algunas personas se ofenden si uno menciona la posibilidad de que hay elementos y motivaciones inconscientes que entran en juego en el llamado para predicar. La sicología nos enseña que hay motivaciones conscientes e inconscientes en nuestro comportamiento. Podemos estar conscientes de parte de nuestra motivación, que puede ser un sentido de gran necesidad espiritual de entre un grupo, o un interés especial en cierta clase de trabajo o con cierto grupo de personas. La motivación puede brotar de una ambición de viajar a sectores distintos. Pero juntamente con estos factores conscientes habrá muchos otros de los cuales no nos damos cuenta. Por ejemplo, algunas personas se dan cuenta, después de un tiempo en el ministerio, cuando han tenido mucha oportunidad de reflexionar sobre su motivación y han recibido ayuda de otras personas más sabias que ellas, que su llamado al ministerio responde a una necesidad inconsciente de ser aceptadas por otras personas. Descubren que en el ministerio cristiano hay una mayor oportunidad de experimentar esta aceptación. Otros descubren que están en el ministerio porque esta vocación les ofrece la oportunidad de ser estrellas o actores. Otros predican para expiar una culpa que tienen por algún pecado que han cometido en el pasado. Otros lo hacen por una compulsión que sienten de parte de uno de los padres o familiares. Algunos predican por el poder que tienen sobre otras personas, siendo personajes de autoridad por su prestigio en el ministerio.

Hay personas que luego de reflexionar sobre su pasado descubren que entraron en el ministerio para agradar a uno o los dos de sus padres. La influencia de los valores de los padres, lo que Freud llamó el "super yo", ejerce una fuerza bastante poderosa sobre cada uno de nosotros.
Uno de los problemas más comunes de los seres humanos es el del sentido de aislamiento, el sentirse solos. Cuando uno está en las actividades de la iglesia, con todo el movimiento de los programas, piensa que sería imposible sentirse solo. Por eso, muchos son atraídos al ministerio, porque piensan que van a solucionar este problema. Pero después de estar en el ministerio, descubren que el sentido de aislamiento es uno de los problemas más grandes de los ministros y otros líderes religiosos. Descubren que por la naturaleza de sus responsabilidades muchos ministros llevan una máscara que pone distancia entre ellos y la congregación y entre los sentimientos de todos.
Edward Bratcher, en su libro, The Walk-on-Water Syndrome, sugiere que uno de los grandes problemas de los ministros es su necesidad de aparentar ser capaces de solucionar todos los problemas, de hacer milagros, de ser los mejores oradores que existen y de ser personas infalibles en su doctrina y omnipotentes en su capacidad. Lo más terrible es que a veces el ministro no está consciente de esa necesidad que siente. Estas expectativas crean actitudes nocivas para la salud emocional del ministro. Entre esas actitudes se encuentran: (1) Sentimientos de debilidad y poca estima propias. (2) Sentimientos de ser inadecuados para responder a las demandas de todo el mundo. (3) La necesidad de llevar una máscara profesional, como un camuflaje para sus emociones verdaderas y relaciones interpersonales muy débiles (págs. 26–34).
La lista puede extenderse para incluir muchas otras posibilidades. El énfasis que estamos haciendo es que nos conviene a cada uno de nosotros pasar un tiempo tratando de analizar nuestra motivación inconsciente. ¿Qué debemos hacer si descubrimos que hay motivaciones no tan altruistas como habíamos pensado? ¿Debemos abandonar el ministerio? En ninguna manera. El gran predicador y traductor de la Biblia, doctor J. B. Phillips, dice que debemos hacer todo lo posible para pulir nuestros motivos y hacerlos menos egoístas. (Vera Phillips y Edwin Robertson, J. B. Phillips: The Wounded Healer, págs. 17, 18). En esta manera podremos llegar a servir con mayor dedicación y menos presión. Cuanto más podamos sacar del inconsciente los motivos, y apoderarnos de ellos en forma consciente, haciendo que las áreas de nuestra vida que anteriormente eran infructuosas lleguen a ser útiles, tanto más efectivos seremos en el ministerio.


Giles, J. E. (2013). De pastor a pastor: Ética pastoral práctica (Duodécima edición., pp. 33–35). El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano.


(Por favor me confirma si lee este correo electrónico)

Muchas gracias.

Paz de Cristo!



ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor

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