sábado, 8 de julio de 2017

INTERPRETACIÓN BÍBLICA

Los libros de la Biblia son libros antiguos reflejando un medio
ambiente social y cultural diferente del nuestro. En este respecto
necesitan ser explicados al lector moderno al igual que otros libros
antiguos.
I. PRINCIPIOS GENERALES. Cada documento bíblico y cada parte de un
documento bíblico debe estudiarse en su contexto—tanto su contexto
literario inmediato como la situación más extensa en la cual aparece.
Esto requiere un entendimiento de:
(a) La estructura y los modismos de los idiomas bíblicos.
(b) El tipo de literatura representada. ¿Es prosa o poesía, historia o
alegoría, es literal o símbolo? Algunos géneros literarios de la
Biblia tienen rasgos peculiares (p. ej., el apocalíptico) que
requieren reglas especiales de interpretación.
(c) El trasfondo histórico. Para entender los escritos bíblicos
necesitamos tener una idea de la historia como la que tuvieron los
escritores de esos escritos. El trasfondo histórico del relato bíblico
es toda la dimensión de la civilización del Cercano Oriente desde el
temprano cuarto milenio a.C. hasta ca. el año 100 d.C. Los cambios
dentro de estos períodos eran a veces tan arrasadores que no
entenderemos el relato bíblico si lo relacionamos con el período
equivocado. Si entendemos esto, estaremos salvaguardados de, p. ej.,
juzgar acciones de la última parte de la era del bronce por los
principios éticos del NT. Otra vez, el libro de Jeremías podría
conceder algún provecho devocional aun cuando uno ignore los
movimientos revolucionarios que se llevaron a cabo durante el
ministerio de Jeremías; pero nadie podrá exponer el libro sin evaluar
dichos movimientos y la relación que tenían con el mensaje del
profeta.
(d) Las condiciones geográficas. La influencia que ejerce el terreno y
el clima en la manera de pensar y en los patrones de conducta de la
gente es de suma importancia. Los conflictos religiosos del tiempo del
AT no podrán entenderse aparte de algún entendimiento de la geografía
de Palestina. El culto a Baal era una consecuencia del hecho de que
Palestina dependía para su fertilidad de la lluvia regular (cf. Dt.
11:10ss.; Os. 2:8; Jer. 14:22). Para los cananeos, Baal era el dios de
la lluvia que fertilizaba la tierra, y el culto a Baal era un rito
mágico designado a hacer caer la lluvia y hacer que el grano crezca.
Realmente, mucho del lenguaje de la Biblia, sea literal como
metafórico, tiene tanta referencia directa a las condiciones
geográficas, que para entender su lenguaje es indispensable una
apreciación de estas condiciones (cf. James M. Houston, «The
Geographical Background in OT Exegesis», JTVI 86, 1954, pp. 62ss.).
(e) El ambiente en el que se vivía. ¿Qué clase de gente era la que
encontramos en la Biblia? Es una difícil empresa tratar de ponerse
bajo la piel de ellos y poder ver la vida a través de sus ojos, pero
esto es necesario si es que vamos a llegar a entender sus acciones y
palabras, sus amores y sus odios, sus motivos y aspiraciones. En esto
el libro de Ludwig Koehler, Hebrew Man (London, 1956) puede ser muy
iluminador; cf. también Eric W. Heaton, Everyday Life in Old Testament
Times (London, 1956); C. Bouquet, Everyday Life in the NT Times
(London, 1953).
II. PRINCIPIOS ESPECIALES. La interpretación bíblica requiere no sólo
de la interpretación de los documentos por separado sino su
interpretación como parte de la Biblia; envuelve además la
interpretación de la Biblia como tal, y esto implica una evaluación de
la Biblia. La Biblia, el libro sagrado de la iglesia cristiana, es un
registro de la autorevelación de Dios a los hombres y la respuesta de
los hombres a esa revelación; contiene «todas las cosas necesarias
para la salvación» y nos suple con una confiable «regla de fe y
conducta». De manera que, esperamos encontrar tal unanimidad en la
Biblia que cada parte puede ser interpretada a la luz del total.
Esta era la posición que la interpretación judía tradicional del AT
aceptaba, en la que los Profetas y los Escritos eran considerados
largamente como comentarios de la Torah. Junto al significado de la
superficie del texto (pәšāṭâʾ) estaba la aplicación más extensa
(dәrāšâʾ) que a veces era más bien absurda.
El NT considera los «oráculos» del AT como una unidad, que enseña el
camino de salvación y que le entrega al creyente todo lo que necesita
para el servicio de Dios (2 Ti. 3:15ss.). La base de esta unidad está
en que los hombres que «hablaron siendo inspirados por el Espíritu
Santo», todos dieron testimonio de Cristo. La interpretación cristiana
más antigua de la Biblia relaciona el AT con el NT como promesa y
cumplimiento. La promesa se encuentra en las historias que conducen
hasta Cristo como también en las profecías que predicen su venida; el
cumplimiento se encuentra en Cristo. El escritor de Hebreos contrasta
«las muchas veces y las muchas maneras» en las que Dios habló en otro
tiempo a los padres por los profetas con su revelación perfecta y
final en Cristo (Heb. 1:1ss.). Pablo traza el origen de la forma como
Dios ha tratado con los hombres a través de las etapas sucesivas
asociadas con Adán, Abraham, Moisés y Cristo: Este concepto de la
revelación divina como histórica y progresiva es fundamental;
retrocede hasta la penetración creativa de Cristo mismo, en la que se
combinan «un profundo entendimiento de la enseñanza esencial de las
escrituras hebreas y un juicio seguro de su propia situación
contemporánea (T.W. Manson, «The Old Testament in the Teaching of
Jesus», BJRL 34, 1951–2, 332).
La interpretación bíblica en la era posapostólica estuvo influenciada
por una teoría griega de la inspiración que tiene como su resultado la
exégesis alegórica. Si un poeta como Homero era inspirado, entonces lo
que él podía decir acerca de los dioses podría ser aceptable a los
paganos intelectuales de esos días sólo si se trataba como una
presentación alegórica velada de las verdades percibidas de otra forma
por el razonamiento filosófico. Esta actitud influyó la interpretación
del AT del judío Filón de Alejandría, y subsecuentemente la
interpretación bíblica de los cristianos alejandrinos Clemente y
Orígenes. Según ellos muchas de las cosas de la Biblia que, si se
entendían literalmente, parecían intelectualmente increíbles o
moralmente censurables podían hacerse inteligibles y aceptables con
sólo alegorizarlas. Por alegorizar se pretendía llegar a la intención
del Espíritu que había controlado a los escritores. Pero esta forma de
abordar la Escritura realmente violaba la intención original de las
Escrituras y casi arrasaba con el carácter histórico de la revelación
bíblica. En oposición a la escuela de Alejandría (véase) estaba la de
Antioquía (véase), la cual, aunque no rechazó del todo la
alegorización, puso mucha más atención al sentido histórico del texto.
La distinción entre el sentido literal y el sentido «más elevado» de
la Escritura dio como resultado la doctrina medieval del sentido
cuádruple—(a) un sentido literal, que se refiere a las cosas hechas y
dichas en el relato bíblico, (b) el sentido alegórico, que deduce
doctrinas de la narración, (c) el sentido moral, que extrae leciones
para la vida y la conducta, (d) el sentido analógico, que derivaba
significados celestiales de hechos terrenales. Agua podía significar,
entonces, (a) agua literal, (b) bautismo, (c) pureza moral (d) vida
eterna en la Jerusalén celestial.
No obstante, se realizó un buen trabajo en la interpretación literal
del texto al principio de la Edad Media, notable en la escuela de San
Víctor en Francia en el siglo doce.
El efecto general de la Reforma sobre la interpretación bíblica fue
enfatizar la primacía del sentido literal, tal como lo determina la
exégesis gramático-histórica.
Pero la exégesis gramático-histórica no es suficiente para la
interpretación de los documentos bíblicos en relación a su lugar en el
canon. La exégesis teológica también es necesaria aun cuando no pueda
superar los logros gramático-históricos. Otra vez, el lugar de la
Biblia en la vida de la iglesia le ha añadido una riqueza de
significado fresco y práctico que el intérprete no puede ignorar (cf.,
p. ej., Rowland Prothero, The Psalms in Human Life, London, 1903).
Pero si esta aplicación experimental de cualquier parte de la
Escritura va a tener validez general, deberá entonces llevar una
relación significativa al verdadero sentido.
Una forma de alegorización es la interpretación tipológica, la que
envuelve la reconstrucción de correspondencias entre el AT y el NT de
tal manera que se encuentre el significado esencial de un pasaje del
AT en su contraparte del NT. Los escritores del NT acuden, en su mayor
parte, a la tipología (véase) para ilustrar puntos ya establecidos por
medios más directos (cf. como Pablo considera a Adán como «tipo» de
Cristo en Ro. 5:12ss.). La más útil y permisible interpretación
tipológica es aquella que viendo la Biblia como el relato de los actos
salvadores de Dios, discierne en dicho relato un continuo ritmo. Por
ejemplo, la liberación de Israel de Egipto se considera como
prefigurando la obra redentiva de Cristo, y la conducta del pueblo
redimido en tiempos pasados constituye una lección solemne para el
pueblo redimido de tiempos posteriores (cf. 1 Co. 5:7; 10:1ss.). Pero
cuando uno considera los extremos hasta donde los intérpretes
cristianos han llevado su alegorización, uno se admira de la
moderación de los escritores del NT.
El uso que nuestro Señor hizo del AT puede servirnos como nuestra
norma y modelo en la interpretación bíblica; y los cristianos pueden
también recordar que una parte de la presente labor del Espíritu es
abrirles las Escrituras así como Cristo lo hizo con sus discípulos en
el camino a Emaús.
Véase también Exégesis

BIBLIOGRAFÍA
C.W. Dugmore, ed., The Interpretation of the Bible; N.H. Snaith, The
Distinctive Ideas of the Old Testament; B. Ramm Protestant Biblical
Interpretation; J. Weingreen, «The Rabbinic Approach to the Study of
the OT», BJRL 34 (1951–2), pp. 166–190; B. Smalley, The Study of the
Bible in the Middle Ages; C.H. Dodd, According to the Scriptures; H.H.
Rowley, The Unity of the Bible; E.C. Blackman, Biblical
Interpretation; L. Berkhof, Biblical Interpretation (hay versión
española de la obra de Berkhof, TELL); R.M. Grant, The Letter and the
Spirit; G.W.H. Lampe y K.J. Woollcombe, Essays on Typology; J.F.
Walvoord, ed., Inspiration and Interpretation; J.D. Wood, The
Interpretation of the Bible.

FREDERICK FYVIE BRUCE


Bruce, F. F. (2006). INTERPRETACIÓN (BÍBLICA). In E. F. Harrison, G.
W. Bromiley, & C. F. H. Henry (Eds.), Diccionario de Teología (pp.
326–328). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor Ordenado IPUC
http://adonayrojasortiz.blogspot.com

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