jueves, 18 de agosto de 2016

Amigo

Pastores amigos.
Hay quienes parecen amigos pero se destruyen unos a otros;
el amigo verdadero se mantiene más leal que un hermano.

Nueva Traducción Viviente. (Pr 18:24).

Dicen por ahí que en la cárcel y en el hospital se conoce a los amigos. Ese refrán no lo trató el hermano Elvis Gutierrez en su análisis a dichos y refranes, como sí lo hizo con “mejor solo que mal acompañado”.
Conocido es desde tiempos milenarios que cuando las cosas van bien sobran “los amigos”, pero apenas las cosas comienzan a faltar o a no salir como se añoraba los supuestos amigos también desaparecen, o comienzan a mostrar su verdadera identidad. ¿Dónde estaban los amigos del hijo pródigo cuando se le acabaron sus riquezas?
Creo que un principio básico, elemental, de la sincera amistad es desear el bienestar del otro, y tratar de ponerse en su lugar, en el del otro y cumplir la famosa regla de oro “así que todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”.
Tristemente la experiencia nos lleva a comprobar que en el ejercicio del ministerio pastoral surge entre algunos los famosos celos profesionales que también son comunes en las profesiones seculares. Aunque como sabemos, entre nosotros no debería ser así.
He oído a compañeros decir:
En esto no hay amigos.
Uno no puede contar nada en confianza a alguien porque lo usan en su contra.
El pastor no debe ser amigo de nadie.
Mi único amigo es Dios.
Nos duele comprobar que alguien cercano, con quien compartíamos, nos reíamos, confiábamos, está buscando nuestro mal, o por lo menos no nos extiende la mano para ayudarnos a sacar de algún situación crítica a una mejor.
¿Qué será lo que ocurre? ¿Celos? ¿Viejas rivalidades? ¿Eliminación de quienes no piensan de la misma manera? ¿Orgullo? ¿Venganza?
Me temo que en el fondo es no comprender que quien ama a quien engendró debe amar también a aquel que ha sido engendrado por él, y que si Cristo puso su vida por nosotros, también nosotros debemos poner nuestra vida por nuestros hermanos.
No hay mayor ejemplo de lealtad que el de Jesucristo.
Ver a alguien amigo y compañero pasar por un momento difícil y solo acatar a decir:
_ “Yo ya sabía”.
_ “Eso se veía venir”.
_ “Y tanto que hablaba”.
_ “Recuerden que él se metió conmigo”.
_ “En lo que a mí respecta él no continúa en el ministerio”.
_ “¿Y no lo han sacado aún?”
_ “Eso él ya me lo había contado en confianza”.
_ “Hasta aquí llegó”.
_ “A ver de qué le valen ahora los amigos”.
_ “Y de tanto que se las creía”.
Estas frases en boca de quien compartía con aquel de quien se está hablando demuestra solo que no se es amigo.
Alguien escribió alguna vez que el cuerpo ministerial es el único ejército del mundo que abandona a sus heridos.
Pero quienes deseamos que las cosas mejoren no podemos desalentarnos con estos malos ejemplos sino aprender de ellos. Traiciones siempre las habrá, Brutus a Julio Cesar, Judas a Jesús, cualquiera cercano a mí, pero que Dios me libre de ser yo quien traicione a quien comparte su plato conmigo.
La vida es mejor compartida, es grato alegrarse de poder contribuir al crecimiento del otro.
Siempre que podamos hacer el bien debemos hacerlo, y más si es a un compañero que lo necesita.
Alguien puede estar esperando una llamada, una invitación a tomar un café, una palabra de ánimo o de consuelo.
En estos 16 años de ministerio Dios me ha bendecido con verdaderos amigos, como dijo el cantante “ellos lo saben y se dan por aludidos”. A quienes no me han pagado con la misma moneda, no les sea tomada en cuenta su ofensa. Cualquiera se equivoca.
A todos mis compañeros y amigos…

Gracia y Paz!

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