miércoles, 10 de agosto de 2016

Eclesiatés

Eclesiastés, Libro de (קֺהֶלֶת, qoheleth). "Sabiduría en busca de un legado".

Reseña

El Cohélet reflexiona sobre su búsqueda inútil de satisfacción duradera. Adjudica toda la desilusión y la desesperación de la vida a la inclinación natural del hombre a la autosuficiencia. Expone nuestra maldad, nuestra incertidumbre y nuestra mortalidad innatas para que lamentemos nuestra incapacidad en Adán y encontremos un legado duradero en la porción que Dios nos ha dado. Podemos hacerlo siendo temerosos de Dios y disfrutando de su favor como agentes reales de su propósito inescrutable.

Estructura literaria y bosquejo

Eaton observa que hay poco consenso sobre la estructura literaria de Eclesiastés. Muchos renuncian a trazar alguna secuencia lógica en el argumento del libro (Eaton, Ecclesiastes, 48). Whybray dice que "Como Eclesiastés no es evidentemente un tratado sistemático único en el cual hay una progresión a partir de un conjunto de premisas [sic] hasta una conclusión lógica, queda por analizar en qué otro sentido puede ser una composición unificada … Encara una serie de tópicos diferentes, aunque relacionados" (Whybray, Ecclesiastes, 19).

El siguiente bosquejo presenta una estructura bipartita y lógica en cuanto al libro, ligada por una transición quiástica identificable (ver Reitman, Unlocking, 182–83, 200). El argumento está enmarcado por un prólogo y un epílogo compuestos por el relator anónimo del marco del argumento de Cohélet (comparar Ecl 7:27; Longman, Ecclesiastes, 2–9; Reitman, Unlocking, 15).

(Ecl 1:1–6:12)—Sabiduría frustrada: la ilusoria promesa de autosuficiencia

(Ecl 1:1–11)—Proposición (prólogo): "¿Qué provecho tiene el hombre …?"

(Ecl 1:12–3:22)—Exploración: el hombre busca desesperadamente una "ventaja" en la vida

(Ecl 1:12–2:26)—Futilidad empírica: la escurridiza búsqueda del hombre de un legado terrenal

(Ecl 3:1–22)—Futilidad preceptiva: la ilusoria búsqueda del hombre de un legado celestial

(Ecl 4:1–6:12)—Desilusión: el desconcertante resultado de la ambición egoísta

(Ecl 4:1–16)—Opresión y alienación: el opresor soy "yo"

(Ecl 5:1–20) [4:17–5:19 TM]—Angustia acumulada: la vana presunción de los derechos

(Ecl 6:1–12)—Desesperación existencial: el callejón sin salida de la autosuficiencia

(Ecl 7:1–14)—Sabiduría activada: de la autosuficiencia al temor de Dios

(Ecl 7:1–4)—La sabiduría de la lamentación auténtica: un corazón que se edifica

(Ecl 7:5–7)—La insensatez del falso optimismo: un corazón envilecido

(Ecl 7:8–10)—La insensatez de la amargura arraigada: un sueño destrozado

(Ecl 7:11–14)—La sabiduría de la obra de Dios: una herencia duradera

(Ecl 7:15–12:14)—La sabiduría reivindicada: Administración oportuna de la obra de Dios

(Ecl 7:15–9:10)—Propósito: el temor a Dios y la esperanza en su favor

(Ecl 7:15–29)—La sabiduría subvertida por la maldad del hombre

(Ecl 8:1–15)—Liberación en el juicio por el temor a Dios

(Ecl 8:16–9:10)—Nuestra porción duradera en la obra de Dios

(Ecl 9:11–12:7)—Finalización: el camino de la sabiduría y la obra de Dios

(Ecl 9:11–18)—El triunfo de la sabiduría versus el fracaso de la autosuficiencia

(Ecl 10:1–20)—El triunfo de la sabiduría en medio de los peligros de la insensatez

(Ecl 11:1–12:7)—El triunfo de la sabiduría a la luz del "tiempo y la oportunidad"

(Ecl 12:8–14)—Corroboración (epílogo): palabras de verdad y propósito

Temas críticos

En contraste con el debate sobre la estructura literaria del libro "el texto hebreo de Eclesiastés no tiene mayores problemas" y "otras evidencias antiguas del texto … concuerdan básicamente con el Texto Masorético" (Longman, Ecclesiastes, 25). La mayoría de las ocasiones en que la Septuaginta se aleja del Texto Masorético se puede adjudicar a fallas de traducción (Longman, Ecclesiastes, 25–26).

El género y el lenguaje poco común del libro así como la controversia acerca de la identidad y el propósito del autor han generado diversas interpretaciones (Bartholomew, Ecclesiastes, 21–99). El Cohélet se presenta a sí mismo como "hijo de David, rey de Israel en Jerusalén"—aparentemente el Rey Salomón—que "he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén" (Ecl 1:1, 12, 16,; Reitman, Unlocking, 15–16). Pero esto debería llamar la atención del lector informado como algo absurdo: El único "que reinó en Jerusalén" antes que Salomón, fue el rey David (Provan, Ecclesiastes, 26). Esto pone en discusión la fecha de un libro escrito desde el punto de vista retrospectivo de los reyes de Israel y el propósito retórico de un artificio de autoría tan transparente.

Fecha y lenguaje. El punto de vista panorámico del autor implica un origen posexílico. Aunque parte de la terminología de Cohélet se puede atribuir a los antiguos proverbios, "el lenguaje del libro parece tener más afinidad con las obras posexílicas de Crónicas, Esdras, Nehemías y Ester" (Whybray, "Quotations", 185–99).

No obstante, la presencia de palabras prestadas de Persia no refleja al "hebreo literario estándar del período posexílico" sino más bien a la "lengua vernácula … del período persa" (Seow, Ecclesiastes, 19, 20). Esto sugiere un fechado a fines del siglo quinto o a comienzos del siglo cuarto, aunque Bartolomeo halla evidencias de la influencia griega y propone un fechado en el tercer siglo; en cualquier caso, "el lenguaje de Eclesiastés confirma que no es salomónico" (Bartholomew, Ecclesiastes, 52).

Autoría, género literario y estrategia retórica. Por consiguiente, "la afirmación implícita de ser Salomón, es una ficción" y "puede sugerir que Cohélet nunca tuvo la intención de que sus lectores lo tomaran en serio" (Whybray, Ecclesiastes, 4). Lectores informados podrían sortear el ardid. Eaton concluye que "el autor es un seudo editor, un editor-autor … que escribió en base a las lecciones de la vida de Salomón, en la tradición de sabiduría por la cual Salomón era famoso" (Eaton, Ecclesiastes, 23–24).

Esta perspectiva es más consistente con el repetido uso de marcadores literarios que hace el autor, que denotan un género de observación secuencial, de reflexión y de inferencia lógica, tal como "miré" y "hablé yo en mi corazón".

Provan, citando la extendida observación de muchas aparentes (y con frecuencia yuxtapuestas) contradicciones en Eclesiastés, analiza dos amplias teorías sobre la estrategia retórica del autor (Provan, Ecclesiastes 31–36):

La teoría de la cita señala que "Cohélet cita con frecuencia material con cuyas opiniones él mismo no necesariamente coincide. Reproduce lo que se califica como "sabiduría tradicional" para recién después … refutarla". Pero, como señala acertadamente Provan, "a menudo ofrece un comentario acerca de esa sabiduría proverbial, explorando hasta dónde es verdad y dónde están sus limitaciones, según lo que se implica en el epílogo ([Ecl] 12:9, donde se dice que Cohélet ha examinado los proverbios a fondo y ha llegado a su correcta interpretación)"; por lo tanto, "no hay razón evidente … por qué deberíamos creer que Cohélet está en completo desacuerdo con la sabiduría que está citando …, incluso … en los casos en que [él] … no ofrece ningún comentario explícito … sino que sencillamente yuxtapone material para que reflexionemos en el conjunto total" (Provan, Ecclesiastes, 31–32).

La teoría de la adición propone que las contradicciones en el libro de Eclesiastés no ocurren por "la utilización de Cohélet de la sabiduría antigua … con la cual no concuerda" sino por un "editor o editores alarmados por la naturaleza poco ortodoxa del pensamiento de Cohélet" (Provan, Ecclesiastes, 32).

Longman encarna a los que "ven en Cohélet un excelente representante del escepticismo en Israel" y sostiene que su enseñanza es solamente un complemento para el marco de la teología tradicional del relator (Ecclesiastes, 36–39). Sin embargo, para sostener esta teoría, Longman debe ver Ecl 12:8–12 como una evaluación de la enseñanza de Cohélet "que comienza con alabanza y luego se mueve hacia la duda y finalmente hacia la crítica".

Provan pregunta apropiadamente si es "verosímil que las prolíficas palabras de Cohélet estuvieran citadas en forma completa, solo para que el autor de Ecl 12:8–12 pudiera agregar unos pocos comentarios supuestamente dudando y criticándolas" (Provan, Ecclesiastes, 33 n. 13, citando a Longman, Ecclesiastes, 38).

Como el editor-autor afirma claramente que Cohélet "Ponderó, investigó y ordenó muchísimos proverbios. Procuró también hallar las palabras más adecuadas y escribirlas con honradez y veracidad" y que todos sus dichos fueron inspirados por "un solo pastor" (Ecl 12:9b-11 NVI), es mucho más probable que el epílogo sirva para corroborar la epistemología de Cohélet (Bartholomew, Reading, 265–70). Con esta guía editorial explícita uno puede entonces reconstruir la estrategia retórica de Cohélet de ordenar sus observaciones, reflexiones e inferencias lógicas para "enseñar sabiduría al pueblo" (Ecl 12:9a; Reitman, Unlocking, 325–32).

Mensaje y propósito. El fracaso de cada uno de los esquemas autosuficientes de Cohélet para obtener alguna "ventaja" o provecho en la vida lo lleva a explorar los resultados dañinos de la ambición egoísta (Ecl 4:1–6:12). En la primera mitad del argumento, las observaciones, reflexiones e inferencias del autor van en progreso del cinismo justificado a la inevitable inutilidad de la autosuficiencia. Llevan a un fundado optimismo en la segunda mitad del argumento: Aquellos que temen a Dios pueden heredar un legado duradero en la obra inescrutable de Dios (Ecl 7–12; ver Reitman, Unlocking, 25, 212–215)

El mensaje desafía la manera de pensar generalizada de autosuficiencia típica de nuestra herencia del Adán caído. Una vez que nosotros, como Cohélet, lamentamos el fracaso de esos esquemas de autosuficiencia, podemos ser motivados a superar nuestras limitaciones humanas innatas mediante el temor a Dios. Reconocemos nuestro propósito preestablecido como agentes del Creador y se nos invita a enfrentar plenamente nuestra maldad, abandonar la autosuficiencia, y temer a Dios (Ecl 7:15–29). Lo hacemos para poder disponer de las ventajas de la sabiduría que nos capacitan para tener éxito como administradores eficaces o como agentes de la obra de Dios (Ecl 8:1–12:8). Aquellos que optan por alejar la angustia de la desilusión y el lamento, no percibirán su llamado y el legado otorgado por Dios como agentes escogidos (ver Reitman, Unlocking, 27–28; 199–208).

El éxito de la sabiduría entonces depende de qué camino tomamos en la encrucijada de la desilusión: Cohélet reflexiona sobre el "límite de la sabiduría. Al señalar la futilidad de toda la vida humana "bajo el sol", la sabiduría también se muestra inadecuada … La sabiduría dada por Dios, desarrollada en la presencia de Dios, está permitida; pero se desestima la sabiduría autónoma, autosuficiente como remedio para las dificultades que afligen la vida "bajo el sol", (Eaton, Ecclesiastes, 47; ver también Ogden, "Variations"). Esta "sabiduría dada por Dios" "se activa" y trae éxito en la inescrutable obra de Dios solo cuando lamentamos nuestra ineptitud y nuestros temores ante Dios (Ecl 10:10b; 11:1–6 Ecl 7:1–19; 8:12b-13).

Uso de los términos en el argumento de Cohélet

Numerosos términos hebreos se leen de manera diferente en las diversas traducciones que hay, e incluso en distintos versículos de la misma traducción cuando se pretende el mismo referente.

Vanidad, futilidad. El término temático clave הֶבֶל (hevel, "aliento, vapor") predomina en la primera mitad del libro (además de la inclusión de "vanidad de vanidades" Ecl 1:2; 12:8), donde varias versiones del estribillo de cierre, todo es vanidad y correr tras el viento confirman repetidamente la falta de "ventajas" y de "provecho" (יִתְרוֹן, yithron) incluso del más determinado esfuerzo (עָמָל, amal) "bajo el sol" (e.d. dentro del ámbito limitado de la humanidad) Ecl 1:3; 3:9). Por lo tanto, el mejor sentido del término es "fútil", o "vacío", reconociendo otros matices implícitos como "sin sentido", "efímero" y "enigmático".

Autosuficiencia. Esta noción sobresale por la sorprendente frecuencia de los pronombres en primera persona y de términos sugestivos de vana presunción y ambición egoísta: las "pesadillas" y "palabrerías" del personaje (Ecl 5:3, 7 NVI) transmiten la insensata presunción de alguien que anuncia repetidamente sus aspiraciones egoístas a Dios (Ecl 5:1–3) sin considerar los propósitos de Dios. Esto se recuerda por la recurrencia de la expresión "muchas palabras" en Ecl 6:11 y Ecl 10:14. Pero la ambición egoísta enraizada en una presunción tan vana solo se enfrenta a Dios (Ecl 6:10b-11) a través de la opresión generalizada (Ecl 4:1–3; 5:8–9; 7:7) y la alienación (Ecl 4:7–12; 5:4–6). Se la describe con la figura de unas manos codiciosas que terminan vacías (Ecl 4:4–6; 5:6, 13–15).

Enojo, desilusión. El sustantivo כַעַס (kha'as) (Ecl 1:18; 2:23; 7:3, 9; 11:10) y el verbo כָעַס (kha'as) (Ecl 5:17; 7:9) se traducen de diversas formas como pesar, dolor, desconcierto, frustración, provocación, ira, ansiedad, angustia; y como verbo sufrir, preocuparse, ser provocado, estar enojado (ver RVR, NVI, DHH, NTV). La desilusión acumulativa que se transmite en Ecl 5:17 por la futilidad de la autosuficiencia tiene la clara intención de ser repetida en todo el libro: la desilusión debería alegrar el corazón (Ecl 7:3)—no endurecerlo con amargura arraigada (Ecl 7:9)—por medio de la búsqueda final de la alegría (Ecl 11:9–10).

El temor a Dios. Se nos manda repetidamente que tengamos temor (יָרֵא, yare') a Dios (Ecl 3:14; 5:7; 7:18; 8:12–13; 12:13). Los últimos dos versículos de la principal transición literaria dan forma a este desafío para la segunda mitad del libro, como el requisito clave de la responsabilidad humana frente a Dios (Ecl 7:13–14). El temor a Dios implica familiaridad con los propósitos de Dios tanto a través de la adversidad como de la prosperidad. Aquel que teme a Dios manifiesta tanto la sabiduría como la rectitud necesarias para explotar las ventajas de la sabiduría y tener éxito como administrador elegido para los propósitos de Dios (Ecl 7:15–18; Ecl 7:11, 19; Ecl 10:10b; 11:6).

El propósito. Aunque se traduce a menudo como "deleite" o "asunto", la palabra חֶפֶץ (chephets) en Eclesiastés casi siempre significa "propósito". La expresión de tiempo [עֵת (eth)] para todo propósito [חֶפֶץ (chephets)] en Ecl 3:1 que denota "un momento apropiado para los propósitos de Dios", se repite en Ecl 3:17 y 8:6; en consecuencia, Ecl 8:1–6 interpreta la responsabilidad sabia en el cumplimiento de estos propósitos: tal como el rey hace lo que le place [חַפֶץ (chaphets)s] [8:3] y el sabio es consciente de su juicio [מִשְפָּט (mishpat)] para una oportuna [עֵת (eth)] sumisión a su mandato [מִצְוָה (mitswah)] [8:5; ver 8:2], de manera que también hay un tiempo adecuado [עֵת (eth)] y un juicio [מִשְפָּט (mishpat)] para la administración responsable de cada propósito [חֶפֶץ (chephets)] de Dios [8:6] (traducción libre). El mismo sentido para חֶפֶץ (chephets) se transmite a Ecl 12:1, 10, donde se lo vincula contextualmente con מִצְוָה (mitswah) en Ecl 12:13 y מִשְפָּט (mishpat) en Ecl 11:9c, 12:14 para instar a la administración oportuna—"Acuérdate de tu Creador" y cumple tu propósito [no "deleite"] antes de que "se acabe el tiempo"

El trabajo. Cuando la palabra hebrea traducida como "trabajo" (מַעֲשֶׂה, ma'aseh) se refiere al hombre, denota los resultados de su labor (Ecl 2:17). Cuando se refiere a Dios, denota el logro de sus propósitos soberanos sobre la tierra (Ecl 3:11). Estos dos usos están relacionados más explícitamente en Ecl 8:16–9:10 (con עֲבָד, avad; en Ecl 9:1), donde aquel que teme a Dios puede tener la confianza en que su esfuerzo (עָמָל, amal) será una inversión en la obra de Dios. Su trabajo ya está aceptado por Dios en sus propósitos soberanos, aunque inescrutables.

La porción. El término חֶלֶק (cheleq) (Ecl 2:10) se refiere a la parte que le toca al hombre en la vida y está estrechamente relacionada con נָחֲלָה (nachalah, "herencia"Ecl 7:11) y שָׂכָר (sakhar, "pago" Ecl 9:5). El alma solamente se satisface (Ecl 1:3; 6:3, 7) si acepta sabiamente la porción que Dios le ha otorgado (Ecl 5:18–20) para lograr una "herencia" en los propósitos de Dios, en cambio la persona autosuficiente solo termina en absoluto descontento, luchando por una porción mejor de la que le fue otorgada por el Creador (Ecl 5:17; 6:1–11).

La alegría. A lo largo del libro, las siete "perícopas sobre la alegría" (Ecl 2:24–26; 3:12–13; 3:22; 5:18–20; 8:15; 9:7–10; 11:9–12:7) sirven también de estribillo de cierre. Todas reflejan el sustantivo שִׂמְחָה (simchah, "gozo, alegría"; 2:26; 5:20; 9:7) o el verbo שָׂמַח (samach, "alegrarse, regocijarse"; 3:12, 22; 5:19; 8:15; 11:9). Instan al lector a disfrutar su porción y a trabajar, a pesar de las limitaciones de su maldad, incertidumbre y mortalidad innatas.

Intertextualidad—el lugar del Eclesiastés en el Canon

Las "uniones de composición" en el Texto Masorético que distinguen a Moisés de los profetas (Jos 1:8) y de los escritos (Sal 1:2) también redirigen al lector desde la ley a la sabiduría: "los sabios … son aquellos que "leen" las Escrituras de día y de noche" (Sailhamer, Pentateuch, 152, 217–8).

La última pieza de la sabiduría formal en el Texto Masorético—el epílogo de Eclesiastés—provee la unión de composición final para guiar la interpretación del Antiguo Testamento. Anticipa la restauración final que será marcada por la venida del Rey Mesiánico, prefigurada en los libros de Lamentaciones, Ester, Daniel, Esdras-Nehemías y Crónicas (Sailhamer, Pentateuch, 200–216). Mientras la orden de cumplir sus mandamientos (Ecl 12:13) evoca a la Torá, esta obediencia ahora se realiza por temor a Dios (el equivalente de la fe de quien tiene sabiduría) reemplazando los desafortunados intentos de cumplir la ley por parte del pueblo de Dios, por una sumisión mucho más sabia al legislador real (Ecl 8:1–6; 10:4, 20; 12:13; ver "Purpose"; Sailhamer, Pentateuch, 44–56, 244, 344–8; Reitman, Unlocking, 283–4, 308–9, 314, 331–2).

En los libros de Job y Eclesiastés, el temor a Dios está destinado a cumplir el propósito de Dios, y esto implica sabiduría y rectitud. Job y Cohélet muestran la imposibilidad de cumplir esos propósitos sin el temor a Dios, a pesar de la rectitud y la sabiduría humanas. A la luz de la maldad, la incertidumbre y la mortalidad humanas, Cohélet concluye que solamente el temor a Dios puede "destrabar" la verdadera sabiduría y la rectitud en las personas que Dios ha creado "rectas" (Job 1:8; 2:3; Ecl 7:15–29; ver "Temor a Dios"; Reitman, Unlocking, 41–44; 57–59; 110–12; 276–83; 340.)

El temor a Dios, la sabiduría y la rectitud en los libros de Job y Eclesiastés predicen los propósitos redentores de Dios en el Nuevo Testamento. En Rom 8:20 encontramos un eco de la futilidad. Tal vez todavía más sorprendente es la cita de Ecl 7:20 en Rom 3:10, que lamenta el efecto de la maldad humana sobre la rectitud humana, por medio de la cual se revela la justicia de Dios (Ecl 7:29; Rom 1:17–18). Adjudica el origen de la injusticia, la alienación y la opresión en el mundo a la búsqueda autosuficiente de los hombres de las "ventajas" de la vida (Ecl 3:16–17; 8:9–12a; Ecl 4:1–12; 5:8; Ecl 4:13–6:12; Gén 3:5). La descripción de Cohélet de la autosuficiencia en Adán predice la exposición de Pablo de la ineptitud humana en la carne (σάρξ, sarx) para cumplir el propósito redentor de Dios (Rom 5:12–7:25). Solo con la nueva renovación del pacto de Dios en nuestro corazón por medio de Espíritu podremos ser revelados en gloria como los que expresan la justicia de Dios en co-gobierno con el Rey que viene (Rom 8:1–30; ver Jer 31:31–34; Eze 36:25–27; "Portion").

El consejo de Cohélet para los que quieren ser sabios—"que guardes el mandamiento del rey y la palabra del juramento de Dios" y "teme a Dios y guarda sus mandamientos" (Ecl 8:1–2; 12:13)—se traduce en el Nuevo Testamento como "escucha la voz del Rey Mesías". No es de sorprender que la sabiduría del Nuevo Testamento comience con una detallada descripción del "reino de justicia" que será manifestado por los que reciban y sigan al futuro Rey (Mat 4:17–7:29; ver especialmente Mat 5:48; 6:33). Al renunciar a la carne (la autosuficiencia) y caminar de acuerdo con el Espíritu, reemplazamos la opresión y alienación ambiciosa descripta por Cohélet con los requerimientos justos de la Ley explicados en el Sermón del Monte (Rom 8:4; Reitman, Unlocking, 342–46).

Es este requerimiento justo puesto en práctica en el temor a Dios lo que define el éxito de la sabiduría (Ecl 10:10b; ver "temor a Dios"). Debemos comprender que somos creados a la imagen de Dios (Sant 3:9, 13–18) y hemos recibido "su nombre" (Ecl 6:10a BTX), en lugar de luchar con Dios por una mejor porción en la vida (Ecl 6:10b-11). "La ventaja de la sabiduría" consiste en un conocimiento continuo de nuestra responsabilidad y nuestra limitada oportunidad en esta vida como pueblo de Dios (Ecl 8:1–8). Necesitamos recordar a nuestro Creador (Ecl 12:1–7). Necesitamos expresar su justicia, obrando con rectitud los unos con los otros y con los pobres (Mat 5:3–16; 6:9–13, 33; ver "Porción"; Reitman, "God's 'Eye' ", 121–25; 130–33; Reitman, Unlocking, 282–86; 320–21.)

Relevancia contemporánea

Un rasgo fundamental de Ecl 12:9–14 es la explicación del autor del papel de la sabiduría en la epistemología de Cohélet—específicamente el vínculo contextual entre las palabras de los hombres sabios, las palabras de verdad, y las palabras de propósito (Ecl 12:10–11). Cohélet impartió conocimiento al pueblo para que sus palabras de verdad se tradujeran en palabras de propósito para que temieran a Dios y para que guardaran sus mandamientos (Ecl 12:9–10, 13). Las palabras inspiradas de los sabios implican tanto "elocuciones" (las palabras de Dios que motivan al lector) como "perlocuciones" (acciones resueltas y obedientes del lector en respuesta a esa motivación); Ecl 12:11. (Ver el argumento sobre la relación entre epistemología y "actos comunicativos" en Reitman, "Words").

En el libro de Eclesiastés, la desilusión es la elocución que tiene el poder de "motivarnos" para abandonar la autosuficiencia por temor a Dios y "percatarnos" de nuestra imago Dei (ver "Message"; "Vexation"). Cohélet ofrece la sabiduría ideal para equipar al pueblo de Dios como "parteros espirituales" a medida que Dios usa la desilusión para restaurar su justicia en quienes portan su imagen (Ecl 6:10; 7:29; Job 33:26b; Sant 1:18–20): "Los sabios" son llamados como defensores que pueden afrontar tal desilusión con reprensión edificadora (Ecl 7:5a; Reitman, Unlocking, 261–4) y por medio de eso actuar como mediadores en el "alumbramiento" de Dios de la imagen de Dios en el hombre.

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James S. Reitman


Reitman, J. (2014). Eclesiastés, Libro de. In J. D. Barry & L. Wentz (Eds.), Diccionario Bíblico Lexham. Bellingham, WA: Lexham Press.


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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://adonayrojasortiz.blogspot.com

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