El infructuoso ataque asirio contra Jerusalén provocó que Senaquerib
regresara a su imperio (701 a.C.). Años más tarde fue asesinado
por sus hijos, y le sucedió en el trono Asaradón (680-669 a.C.),
quien a su vez fue sucedido por Asurbanipal (669-627 a.C.) que
consiguió acabar con la insubordinación egipcia, encabezada por el
faraón Tirhakah. Sin embargo, durante el reinado de Asurbanipal la
potencia asiria comenzó a resquebrajarse. En el año 652 a.C. estalló
una revuelta en Babilonia, encabezada por Samas-sum-ukin, hermano
de Asurbanipal. Éste sofocó la revuelta después de una lucha
encarnizada que sacudió los cimientos del imperio. La muerte de
Asurbanipal coincidió con una serie de revueltas en todo el imperio.
Mientras tanto los babilonios, capitaneados por el príncipe caldeo
Nabopolasar (626-605 a.C.), derrotaron a los asirios de Babilonia, y
Nabopolasar asumió el trono de Babilonia como entidad independiente
de Asiria. Los medos, guiados por Ciaxares, se unieron a los
babilonios para acosar a los asirios. El ejército formado por babilonios
y medos tomó Nínive (612 a.C.), capital de Asiria. El emperador
asirio Sin-sar-iskum murió en el asedio. Su sucesor Assur-uballit II
pereció en el 609 a.C., con lo que desapareció el Imperio asirio. Los
medos se conformaron con afianzar sus posesiones en el Norte y el
Oeste, mientras los egipcios y babilonios se disputaron el territorio
del extinto Imperio asirio.
Cuando murió el caudillo babilónico Nabopolasar, le sucedió en el
trono Nabucodonosor. El imperio babilónico mantuvo su consistencia
durante el reinado de Nabucodonosor II (605-562 a.C.). El rival
más importante de los babilonios fue Ciaxares, rey de Media, quien
antaño se había aliado con Nabopolasar, rey de Babilonia, para certificar
con la toma de Nínive el ocaso definitivo de Asiria (612 a.C.).
Mientras Nabucodonosor consolidaba su posición en Mesopotamia,
Siria y Palestina, Ciaxares reforzaba las bases del Imperio medo y
establecía la capital en Ecbátana. Ciaxares alcanzó Asia Menor y
entró en conflicto con Alyattes, rey de Lidia. Nabucodonosor, haciendo
uso de su preponderancia internacional, fijó la frontera entre los
imperios medo y lidio en el río Halys.
Tras conquistar Jerusalén, Nabucodonosor realizó campañas militares
en el Oeste para sofocar la inquietud sembrada por las insidias
del faraón Apries (589-570 a.C.). Nabucodonosor asedió Tiro durante
trece años y fustigó Celesiria, Judá, Moab y Amón. Los griegos, en el
año 570 a.C., derrotaron al faraón Apries (589-570 a.C.). El ejército
egipcio se rebeló; como fruto de la revuelta, el general Amasis se proclamó
faraón. Nabucodonosor aprovechó la ocasión y emprendió una
campaña de castigo contra la potencia del Nilo para impedir futuras
agresiones de Egipto contra Babilonia.
Cuando murió Nabucodonosor (562 a.C.), comenzó el declive de
Babilonia. Nabucodonosor II fue sucedido por su hijo Amel-Marduk
(562-560 a.C.), denominado por la Escritura Evil-Merodak, que liberó
de la prisión a Jeconías (véase 2 R 25,27-30). Amel-Marduk fue destronado
por Nergalsérer (560-556 a.C.), quien murió en combate al cabo
de cuatro años (556 a.C.) y dejó en el trono a un hijo menor de edad,
Labasi-Marduk, que fue destronado por Nabonid (556-539 a.C.).
Nabonid pertenecía a una familia de estirpe aramea originaria
de Jarán. Devoto del dios lunar Sin, pretendió elevar a su divinidad
predilecta al rango supremo del panteón babilónico y reconstruyó su
templo en Jarán. Las innovaciones religiosas le granjearon muchas
enemistades, sobre todo, el desprecio por parte de los sacerdotes de
Marduk. La rebelión de parte de los ciudadanos babilónicos obligó
al rey a trasladar su residencia al oasis de Teima, en el desierto de
Arabia, al sureste de Edom. El monarca dejó la administración de
Babilonia en manos de su hijo Bel-sarusur. La división religiosa
provocada por la irrupción del culto al dios Sin, junto con la lejanía
que mantenía el rey con los centros de gobierno, sembró la confusión
política y religiosa en el Imperio.
Cuando murió el rey medo Ciaxares, le sucedió su hijo Astiages
(585-550 a.C.). Durante el reinado de éste, un rey persa, vasallo de
los medos, Cambises I (600-559 a.C.), hijo de Ciro I, contrajo matrimonio
con Mandane, hija de Astiages, rey de los medos. El hijo de
Cambises I y Mandane fue Ciro II el Grande (559-530 a.C.). Éste, con
la intención de debilitar a los medos, formó con el faraón Amasis
(570-526 a.C.) y con Creso (560-546 a.C.), rey de Lidia, una alianza
militar. Conquistó Ecbátana, destronó a Astiages y se convirtió en
rey de medos y persas (550 a.C.). Nabonid, temeroso de la pujanza
del nuevo monarca, alteró las alianzas internacionales y formó con
Amasis y Creso una alianza contra el rey persa. Ciro reaccionó y
conquistó Sardes (547/6 a.C.), incorporando de ese modo el territorio
lidio a su imperio. Ciro prosiguió con sus conquistas: dominó
la mayor parte de Asia menor hasta el mar Egeo, atravesó Hircania
y Partia y llegó al río Yakartes. Ciro II había alcanzado el mayor
imperio conocido hasta entonces.
La conquista de Babilonia se produjo con gran facilidad. Nabonid
había perdido la Alta Mesopotamia, al igual que la provincia de Elam,
cuyo gobernador, el general Gobrias, se había pasado a las tropas
de Ciro y realizaba incursiones contra el territorio babilónico. Los
cambios cultuales emprendidos por Nabonid habían provocado la
desconfianza del pueblo. El ejercito de Nabonid fue derrotado en
la batalla de Opis (539 a.C.), y Ciro entró triunfante en Babilonia y
aclamado como libertador. Ni la capital, Babilonia, ni ninguna otra
ciudad circundante fue destruida. Ciro restauró (y practicó personalmente)
el culto al dios Marduk, desterrado antaño por Nabonid.
Ciro llegó a proclamar que gobernaba Babilonia por decisión del dios
Marduk. Instaló a su hijo Cambises como su representante personal
en Babilonia, y hacia el año 538 a.C. todo el oeste de Asia, hasta la
frontera con Egipto, le pertenecía.
La política de Ciro se caracterizó por la magnanimidad con que
trató a los pueblos conquistados. La Sagrada Escritura muestra
la magnificencia del llamado "Edicto de Ciro" (Esd 1,2-4; 6,3-5),
mediante el que permitía a los judíos deportados regresar a Jerusalén
y reconstruir el Templo. Cuando Ciro murió en combate contra los
pueblos nómadas que vivían más allá del río Yakartes, le sucedió en el
trono su hijo Cambises (530-522 a.C.). Cambises incorporó el país del
Nilo al Imperio persa (525 a.C.) y consiguió la sumisión de los griegos
de Liban, Cirene y Barca.
Sin embargo, a partir del año 522 a.C., el Imperio persa sufrió
trastornos que amenazaron con resquebrajarlo. Cuando Cambises
atravesaba Palestina, regresando de Egipto, tuvo noticias de que
Gaumata había usurpado el trono y había recibido el acatamiento
por parte de las provincias orientales del Imperio. Cambises se
suicidó (522 a.C.) y un oficial de su séquito, Darío, hijo del sátrapa
Histapes, y miembro de la familia real por línea colateral, reclamó el
trono. Darío apresó a Gaumata y lo ejecutó. La asunción del trono
por parte de Darío I Histapes (521-486 a.C.) tiñó el país de revueltas.
En la misma capital, Babilonia, Nidintunbel se erigió a sí mismo
como rey con el nombre de Nabucodonosor III, y consiguió mantenerse
en el trono algunos meses hasta que fue depuesto y ejecutado
por Darío. Los disturbios se extendieron por Media, Elam, Persia,
Armenia, y por toda la extensión de Irán, alcanzando Egipto y Asia
menor. Las revueltas tenían color nacionalista, pues cada región perseguía
desgajarse del Imperio.
Las dificultades de Darío para afirmar el trono fueron muchas,
y no llegó a asegurar la corona hasta finales del 520 a.C. Darío llevó
el ejército hasta el Indo, por el Oeste, a lo largo de la costa africana
hasta Bengazi, y por el Norte, a través del Bósforo, embistió contra
los escitas. Su imperio se extendía desde el valle del Indo hasta el
mar Egeo, desde el Yaxartes hasta Libia; y, en Europa, incluía Tracia
y una franja de los Balcanes a lo largo del Mar Negro, al norte del
Danubio. Darío confirió al imperio una organización administrativa
férrea. Lo dividió en veinte satrapías; Palestina y Siria constituían la
quinta satrapía y Egipto la sexta. Cada satrapía estaba gobernada por
un sátrapa que dirigía la región con un amplio poder autonómico,
aunque, eso sí, vigilado por militares directamente responsables ante
el rey. El sistema de gobierno pretendía equilibrar el dominio de la
autoridad central con un cierto grado de autonomía local. Darío I
construyó Persépolis, unió el Nilo con el Mar Rojo a través de un
canal, dotó al imperio de buenas vías de comunicación, desarrolló un
sistema de monedas y fortaleció el comercio. Durante su reinado, el
Imperio persa alcanzó su máximo desarrollo. Sin embargó, fracasó
en el intento de conquistar Grecia: la escuadra persa fue destruida
por una tormenta frente al monte Athos y su ejército fue derrotado
por los griegos, al mando de Alcibíades, en la llanura de Maratón
(490 a.C.).
Cuando murió Darío I, subió al trono su hijo Jerjes (486-465
a.C.). El nuevo monarca aplastó la revuelta que había estallado en
Egipto poco antes de la muerte de su padre (485 a.C.), y un poco más
tarde reprimió con violencia la revuelta que se había encendido en
Babilonia (482 a.C.). Pacificado el imperio, Jerjes decidió la invasión
de Grecia. Construyó un puente sobre el Helesponto, penetró en
Macedonia y derrotó a los espartanos en las Termópilas, conquistó
Atenas y la incendió. Sin embargo, la reacción griega no se hizo esperar.
La escuadra persa fue vencida en la batalla de Salamina, el ejército
derrotado en Platea (479 a.C.), y el resto de la flota fue destruido en
las proximidades de Samos. Finalmente, los persas fueron vencidos
junto a la orilla del río Eurymedón (466 a.C.), y Jerjes desistió del
intento de apoderarse de Grecia.
Jerjes murió asesinado y le sucedió su hijo Artajerjes I Longimano
(465/4-424 a.C.), quien apartó al heredero legítimo para alcanzar el
trono persa. El comienzo de su reinado coincidió con el ataque de los
griegos contra Chipre. Más tarde, en el año 460 a.C., se rebeló Egipto,
bajo la égida de Inaros, dinasta libio que contaba con el apoyo de
Atenas. El bajo Egipto se sacudió el dominio persa, con excepción
de Menfis, que fue asediada por los persas. El ejército persa, dirigido
por Megabyzus, sátrapa de Abar-nahara, reconquistó Egipto (ca. 456
a.C.), y con la ejecución de Inaros (454 a.C.) concluyó la revuelta. A
pesar de la victoria, el señorío persa sobre Egipto comenzó a manifestar
su debilidad. Megabyzus se rebeló contra Artajerjes I (449/8
a.C.), y las autoridades persas tuvieron que establecer un pacto con el
disidente para que continuara gobernando Egipto. Por otra parte, las
tropas griegas acosaron al ejército persa, cuyo emperador tuvo que
firmar la paz de Calliás (449 a.C.). Como consecuencia de ese tratado,
las ciudades de Asia Menor, aliadas de Atenas, recibieron la libertad;
el ejército persa se comprometía a no cruzar el este del río Halys y su
flota debía abstenerse de navegar por el Egeo.
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