sábado, 6 de diciembre de 2008

LA METÁFORAS DEL MINISTERIO 6 DE 6


Las metáforas del ministerio 

según 2 Timoteo 2


VI.                    Es un siervo… V.24.

Y el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable con todos, apto para enseñar, paciente ante las injurias, que con suavidad corrija a los oponentes, en la esperanza de que posiblemente Dios conceda darles conversión (que los lleve) al reconocimiento de (la) verdad, y puedan volver a la sobriedad, (habiendo sido liberados) del lazo del diablo, en que habían estado cautivos para (hacer) su voluntad.

El último párrafo de este capítulo señala la naturaleza general de la conducta del siervo del Señor. Aquí tenemos un pasaje de consejos prácticos para el dirigente y maestro cristiano.

El ministro que es siervo de Jesucristo, debe tener ciertas cualidades:

1)      No debe ser contencioso – Busca pleitos – Altercados:

Timoteo es el siervo del Señor (Jesucristo). Como tal debe ser como su Señor, que era manso, humilde, pacífico: que no gritó, ni levantó su voz, ni la hizo oír en la calle; que cuando fue oprimido y afligido no abrió su boca, sino que fue como un cordero que es llevado al matadero; y que se negó a injuriar a los lo injuriaban:

Ø  No gritará, no alzará su voz ni la hará oír en las calles. No quebrará la caña cascada ni apagará el pábilo que se extingue: por medio de la verdad traerá la justicia. No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra la justicia[1];

Ø  Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como un cordero fue llevado al matadero; como una oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, no abrió su boca[2];

Ø  ¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Da voces de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu rey vendrá a ti, justo y salvador, pero humilde, cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna[3];

Ø  Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas[4];

Ø  No contenderá, ni voceará, ni nadie oirá en las calles su voz[5];

Es cierto, la expresión el siervo del Señor se aplica no solamente a Timoteo, sino a todo ministro cristiano, y por consecuente su amonestación está vigente hoy. El siervo del Señor debe ser un excelente soldado, pero no debe ser rencilloso.

2)      El siervo es amable para con todos:

Esto es, afable, agradable, dulce, suave en la conversación y el trato, fácil de conversar con él, de conducta accesible, no irritable, intolerante, sar­cástico ni burlesco, ni siquiera hacia los que yerran.

Debe tratar de ganarlos. Por eso, debe ser amable con todos.

El siervo del Señor debe ser amable con todo el mundo; hasta cuando tenga que criticar y mostrar una falta, debe hacerlo con la cortesía del que nunca quiere herir.

En oposición a los hombres quisquillosos y discutidores, guarda una actitud apacigua­dora, una dulzura que los desarma a todos

3)      Es apto para enseñar:

La amabilidad es necesaria, porque el siervo del Señor debe ser apto para enseñar, capaz, de impartir consejo e instrucción.

Debe ser idóneo para enseñar; debe no sólo conocer la verdad, sino también ser capaz de comunicarla, y eso lo hará no tanto hablando acerca de ella como viviendo de tal manera que muestre a Cristo a los demás.

4)      El siervo de Dios sufre por la causa de Cristo:

Sin embargo, su amabilidad no siempre será apreciada o correspondida. A veces su enseñanza tendrá que enfrentarse con la burla abuso, con el insulto y la injuria. Cuando esto ocurre, debe ser paciente ante las injurias. Debe callar ante la maldad.

Debe ser comprensivo; como su Maestro, si le insultan, no debe devolver los insultos; debe po­der aceptar insultos e injurias, desprecios y humillaciones, como los aceptó Jesús.

Ø  Lo que merece aprobación es que alguien, a causa de la conciencia delante de Dios, sufra molestias padeciendo injustamente, pues ¿qué mérito tiene el soportar que os abofeteen si habéis pecado? Pero si por hacer lo que es bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Para esto fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigáis sus pisadas. Él no cometió pecado ni se halló engaño en su boca. Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino que encomendaba la causa al que juzga justamente. Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia. ¡Por su herida habéis sido sanados![6]

5)      Corrige con mansedumbre a los que se oponen:

No solamente debe ser amable en conducta exterior; debe ser suave o manso en su actitud o disposición interior, que con suavidad corrija a los oponentes:

Que a nadie difamen, que no sean amigos de contiendas, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con toda la humanidad;[7]

Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo;[8]

Yo, pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados: con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, procurando mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz;[9]

Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia. Soportaos unos a otros y perdonaos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Sobre todo, vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo. Y sed agradecidos;[10]

Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas;[11]

¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y rivalidad en vuestro corazón, no os jactéis ni mintáis contra la verdad. No es esta la sabiduría que desciende de lo alto, sino que es terrenal, animal, diabólica, pues donde hay celos y rivalidad, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. 18Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz;[12]

Al contrario, santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros. Tened buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo. Mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal;[13]

Nótese aquí el juego de palabras en el original. Los oponentes, los que constantemente se están poniendo en oposición, nunca dejan de aparecer con cuestiones ignorantes o sin instrucción.

Así el apóstol dice a Timoteo:

ü  que instruya a éstos que están sin instrucción,

ü  que eduque a los faltos de educación,

ü  que discipline (en este caso, con la disciplina de la enseñanza) a los indisciplinados,

ü  que informe a los que están faltos de información.

En vez de entrar en sus cuestiones necias, debe mostrarles ama­blemente porque uno no debiera preocuparse de estas cosas y debe inmediatamente seguir dando la instrucción positiva para que el oponente pueda recibir así corrección.

6)      Pone el libertad a los oprimidos por el diablo:

Ahora se declara el propósito de esta obra didáctica y pastoral: en la esperanza de que posiblemente Dios pueda darles conver­sión (que los lleve) al reconocimiento de la verdad, y puedan volver a la sobriedad... Esta esperanza puede haber sido expresada de una manera vacilante posiblemente . . . pueda darles porque para los seguidores del error el contradecir había llegado a ser un hábito. Aun el oír la verdad les es difícil. Si se iba a producir un cambio, nadie sino Dios podría producirlo. Es el anhelo ferviente de Pablo que pueda todavía efectuarse esa gran transformación.

La palabra usada en el original para indicar este cambio básico significa más que arrepentimiento. Es conversión, una palabra que mira hacia adelante más que hacia atrás, mientras que arrepentimiento principalmente mira hacia atrás. Además, la conversión afecta no solamente las emociones, sino también la mente y la voluntad. En realidad, es en primer lugar un cambio completo en la perspectiva mental y moral. Es un cambio radical de punto de vista que conduce a un cambio radical en la vida. Así, aquí se la describe como que conduce al conocimiento de la verdad.

Pablo tiene la esperanza de que los adherentes de la falsa doctrina se conviertan de su hábito de dar mayor importancia a cosas insignifi­cantes, y reconozcan y confiesen la grande y maravillosa verdad revelada en el evangelio y centrada en Cristo.

En consecuencia, espera que puedan volver a la sobriedad. Por medio de la obra del ministerio los adversarios podrían volver a sus sentidos; podrían ser levantados de su sopor, siendo librados del lazo del diablo, esto es, del lazo puesto por el diablo, lazo con el cual los ha seducido para hacer su voluntad. Es claro que éste es el sig­nificado por las palabras que siguen de inmediato: en que habían estado cautivos (del diablo), para hacer la voluntad (del diablo).

Entonces, la verdadera conversión es un cambio radical:

(1) de la ignorancia al reconocimiento de la verdad (v. 23, v. 25);

(2)  de la intoxicación y el estupor a la sobriedad (v. 26a);

(3)  de la esclavitud a la libertad (v. 26b).

Huye de las pasiones juveniles; corre en persecución de la integridad en la compañía de los que invocan al Señor con una limpia conciencia. No tengas nada que ver con las discusiones necias y estúpidas, porque tú sabes que no producen más que peleas. El siervo del Señor no debe ser peleón, sino más bien amable con todos, idóneo para enseñar, sopor­tando, disciplinando a sus oponentes con cortesía. Puede que así Dios les conceda que se arrepientan, para que lleguen a conocer la verdad, y así escapen del lazo del diablo, cuando sean capturados vivos por un siervo de Dios para hacer la voluntad de Dios.

 

Dice así en la NVI: Y el servidor del Señor no debe altercar, sino, más bien, ser amable con todos, apto para enseñar y sin propensión al resentimiento. A quienes le contradigan, debe instruirles con dulzura, a la espera de que Dios les conceda un cambio de mentalidad que les conduzca al reconocimiento de la verdad, y a que vuelvan sobre sí mismos y escapen de los lazos del diablo, que los ha tenido cautivos y sometidos a su voluntad.

 

¿Cuántas de estas características llenamos nosotros como siervos de Jesucristo?



[1] Isaías 42: 2 al 4

[2] Isaías 53: 7

[3] Zacarías 9: 9

[4] Mateo 11: 29

[5] Mateo 12: 19

[6] 1 Pedro 2: 10 al 24

[7] Tito 3. 2

[8] Gálatas 6: 1 y 2

[9] Efesios 4: 1 al 3

[10] Colosenses 3: 12 al 15

[11] Santiago 1: 21

[12] Santiago 3: 13 al 18

[13] 1 Pedro 3: 15 al 17

 
 
ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor IPUC
http://www.adonayrojasortiz.blogspot.com/
 




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