viernes, 1 de mayo de 2020

Dos teorías de interpretación

Dos teorías de interpretación

Todos somos hermeneutas

Hermenéutica es igual que filosofía. Aunque no seamos filósofos y aunque no hayamos leído ni un solo libro acerca de filosofía, todos somos filósofos porque todos tenemos ideas acerca de las preguntas que la filosofía intenta contestar: ¿qué es el universo? ¿De dónde vino y a dónde va? ¿Cuál es el propósito de la vida humana? A veces nuestras filosofías son subconscientes y a veces son incoherentes, pero al fin y al cabo todo ser humano es un filósofo. También podríamos afirmar que todo ser humano es un teólogo porque todos tienen una opinión acerca de la persona de Dios, su naturaleza, unidad, diversidad o existencia. Y lo mismo se aplica en el campo de hermenéutica. Todos también tenemos una teoría de interpretación, aun si nunca hemos considerado el tema. Estas áreas de estudio (filosofía, teología, hermenéutica), a menudo consideradas académicas, cubren temas que son importantes para todos.

Como los estudios de filosofía, teología y hermenéutica han sido formalizados, parecen tratarse de discusiones meramente teóricas que tienen poco que ver con la vida cotidiana. Debe admitirse que a veces esto es verdad. Pero muchas veces estos temas no parecen ser pertinentes porque no entendemos lo suficiente como para discernir las implicaciones de las ideas que se discuten. De todos modos, todos somos filósofos, todos somos teólogos y todos somos hermeneutas. La cuestión no es si interpretamos textos, sino cómo los estamos interpretando. Si no creemos que interpretamos lo que oímos y leemos somos los intérpretes más peligrosos del planeta, porque creemos que nuestra manera de interpretar es la única posible, sin darnos cuenta de que hay otras maneras de verlo. Cuando no podemos admitir que tenemos una filosofía o una hermenéutica particular practicamos lo que se ha denominado ignorancia invencible. Nadie puede dialogar con nosotros, porque no podemos comprender cómo alguien podría estar en desacuerdo con nosotros y nada que se diga en contra de nuestra perspectiva tiene sentido. Peor, el ignorante invencible, como no puede imaginarse razones que expliquen la presencia de diferentes opiniones, llega a la conclusión de que diferencias de opinión surgen de una falta moral. La otra persona es rebelde, incrédula u obstinada, y en vez de diálogo entre diferentes perspectivas terminamos en acusaciones y recriminaciones. Es importante, entonces, preguntarnos cómo debemos interpretar la Biblia y comparar nuestras conclusiones con lo que nosotros practicamos cuando abrimos nuestras Biblias.

En este capítulo vamos a resaltar dos teorías principales de interpretación que se han usado en la historia de la Iglesia, no solo para entender qué es lo que se ha dicho en el pasado, sino también porque entender estas teorías nos ayuda a ver cómo deberíamos interpretar la Biblia hoy.

Hermenéutica alegórica

La interpretación alegórica de las escrituras tuvo una tremenda influencia sobre la Iglesia. Desde el siglo IV hasta la reforma del siglo XVI fue básicamente la manera aceptada de interpretar la Biblia. Este método de interpretación está basado en la filosofía griega del platonismo, por ello es importante entender un poco de esa filosofía para entender el porqué de la hermenéutica alegórica.

Trasfondo platónico

Todos los filósofos griegos estaban preocupados con la relación entre apariencia y realidad, o entre lo eterno y lo temporal. Uno de los principios que les guiaba era la idea de que si algo es perfecto no puede experimentar cambio alguno. Claro, si lo perfecto cambia esto implica que no era perfecto antes. Entonces, la perfección es completamente estable, y el cambio ya no es necesario para lo perfecto. Pero el problema es que vivimos en un mundo de cambio. Todo lo que existe, todo lo que experimentamos está en flujo. No hay ni una sola cosa en el mundo de nuestra experiencia que nunca cambie.

Entonces, basado en esta premisa les pareció obvio a los filósofos griegos que el mundo en que habitamos es un mundo imperfecto y que no encontraríamos perfección en esta esfera de "fenómenos". Lo último o perfecto se debe buscar en otra esfera. Platón propuso la idea de que habían dos esferas de existencia: la esfera de cambio e imperfección en que habitamos nosotros los humanos, y la esfera estática y perfecta de ideas. Este mundo físico era una reflexión o imitación imperfecta de realidades perfectas. En la esfera "ideal" habían modelos perfectos de todo lo que nosotros vemos y experimentamos, y esos ideales o modelos le daban su forma y su sentido a las cosas del mundo. Si hay una silla en este mundo, existe en la esfera de los ideales la forma o esencia perfecta de una silla. Si hay en este mundo un ser humano es porque en el mundo ideal existe la esencia y forma perfecta "humano" de la cual todos los seres humanos derivan su sentido y existencia. Esta diferencia entre lo ideal y lo actual, entre esencia y fenómeno, entre el modelo perfecto y la cosa imperfecta en este mundo es básica para poder comprender no solo la filosofía griega, sino también el método alegórico y muchas otras cosas como el gnosticismo y la historia de la filosofía en general.

Filosofía siempre impacta a hermenéutica. Las dos disciplinas vienen siempre vinculadas. Entonces, cuando los filósofos griegos comenzaron a usar su filosofía para interpretar sus textos religiosos desarrollaron la siguiente idea: como Dios pertenece a la esfera de existencia perfecta y no cambia y no tiene interacción con seres humanos, todas las mitologías griegas acerca de las andanzas de sus dioses no se podían creer literalmente. Había, por ello, un sentido alegórico detrás del sentido literal de la misma manera en que había dos esferas de existencia. El sentido literal acordaba con el mundo humano de cambio y fenómenos; el sentido alegórico acordaba con la esfera de existencia pura y perfecta.

Perfección

Imperfección

Ideal

Fenómeno

Sin cambio

Cambio

Inmaterial

Material

Sentido alegórico

Texto literal

Figura: Las dos categorías platónicas de existencia.

Este método se usaba especialmente cuando algún pasaje de Homero (clásico de la literatura griega) le adscribía a los dioses griegos algo indigno o cruel o irracional. En estas instancias uno apelaba al método alegórico y afirmaba que el texto no se debía tomar literalmente —eso sería ridículo— sino que significaba algo más profundo, algo más exaltado, algo no meramente literal. Los griegos mismos tuvieron un conflicto entre las perspectivas más tradicionales de la gente, y el pensamiento filosófico, lógico y científico de los eruditos. Fue esta tensión la que produjo la práctica del método alegórico, porque los eruditos no estaban dispuestos a abandonar el material tradicional de la región mitológica de sus antepasados, pero tampoco podían aceptar todas sus aseveraciones. La solución fue apelar a un segundo sentido en el texto y así cambiar lo que afirmaba.

Alegoría y la Biblia

El pensamiento griego tuvo una tremenda influencia sobre el mundo de los primeros siglos. El erudito judío Filón de Alejandría aceptó las ideas platónicas e imitó el modelo griego de interpretación, aplicándolo a las escrituras judías. Filón también usó el método alegórico para explicar partes del Antiguo Testamento que le parecieron difíciles e inapropiadas. Pero más que esto, la interpretación alegórica se convierte con el tiempo en un método para aplicar a cualquier pasaje bíblico con tal de que haya alguna razón para insertar ese sentido alegórico. Algunos ejemplos de Filón nos ayudarán a entender cómo se manejaba esta hermenéutica. Estos vienen de su libro "Preguntas y respuestas en Génesis", escrito en el siglo I d.C.

El jardín de Edén significa el sistema de sabiduría que guía al hombre a pensar en Dios correctamente (I 6).

El árbol de la vida representa todas las buenas virtudes del hombre (QG I 10).

Los cuatro ríos en el jardín de Edén en Génesis 2:10–14 significan las cuatro virtudes: prudencia, templanza, valor y justicia (QG I 12).

Con respecto a la creación de la mujer, aquí el hombre se interpreta como mente, la costilla es virtud que procede de los sentidos y la mujer es la sensación de consejo (QG I 25).

La serpiente es un símbolo del vicio, y por eso se dice que es astuta, porque los que son adictos al placer de sus vicios son muy astutos en sus planes para obtener su placer (QG I 31).

Es importante notar que Filón no está reemplazando el sentido literal e histórico con el sentido alegórico. Parece haber pensado que el recuento de la creación en los primeros capítulos de Génesis se refiere a algo que sucedió tal y como fue escrito. Por eso tiene también una discusión acerca de por qué se dice en Génesis 2:15 que Dios puso al hombre en el jardín para cultivarlo y cuidarlo, si era un lugar perfecto que no requeriría cuidado. La respuesta de Filón fue que Dios quiso que el hombre tuviera algo en qué ocuparse y por eso el jardín presentaba tales oportunidades (QG I 14). También es de notar que Filón usaba otras maneras de interpretar un poco raras y no tan diferentes a las que nosotros usamos hoy en nuestros peores momentos, pero que no son alegóricas. Por ejemplo, Filón pregunta: ¿por qué la mujer no fue creada del polvo igual que el hombre? Responde que fue para que la mujer no tenga la misma dignidad que el hombre y para que sea más joven, porque ya se sabe que los hombres que se casan con mujeres de más alta edad que ellos han volcado las reglas de la naturaleza (QG I 27). Esta es una tendencia interpretativa muy común: interpretar algo en la Biblia en relación a lo que "ya sabemos todos", pero que en realidad no tiene nada que ver con lo que dice la Biblia.

La Iglesia naciente también sintió la influencia del pensamiento griego y la interpretación alegórica. Un líder cristiano que tuvo mucha influencia en este campo fue Orígenes, también de Alejandría, quien fue influenciado por el método de Filón. Para Orígenes, el texto de la Biblia era como el cuerpo, y los sentidos morales y alegóricos equivalían al alma y al espíritu que dan la vida. La influencia platónica es obvia: el texto superficial y observable equivale a lo físico y es por eso menos importante, pero el sentido espiritual que se encuentra detrás del texto es más elevado. Un ejemplo de la interpretación de Orígenes se encuentra en Génesis 24 en donde Rebeca le da de beber a los camellos del siervo de Abraham. Esto quiere decir, dice Orígenes, que "debemos acudir al pozo de las Escrituras para encontrar a Cristo". En la hermenéutica de Orígenes,

"Cada versículo en el texto sagrado tiene, entonces, un significado literal y un sentido espiritual así como Cristo tiene una naturaleza humana y una naturaleza divina. La naturaleza humana del texto es para los cristianos débiles y simples mientras que la naturaleza divina del texto es para los cristianos perfeccionados".

Vale notar dos cosas importantes en el pensamiento de Orígenes. Primero, que igual que he hecho yo en este libro, Orígenes conecta la encarnación de Jesús con sus ideas acerca de la naturaleza de la Biblia. Pero él obtiene conclusiones distintas. Para Orígenes lo más importante de Jesús es que Él era divino, y su aspecto humano no es para tanto. ¿Por qué sería esto? Claro, el platonismo requiere esa distinción y esa jerarquía. Lo eterno, inmaterial y perfecto es más importante que lo mundano y transitorio. Lo físico es lo inferior. La perspectiva mía en este libro es diferente. No niego que Dios en su aspecto eterno vale más que el universo entero. Eso se da por sentado. Pero sí afirmo que en la encarnación lo más significativo es que Dios se ha comunicado con nosotros en forma humana y que al hacerlo ha afirmado el valor del mundo, del universo, de su creación. ¿Por qué es esto? Porque Jesús entra en este mundo y usando palabras humanas, gestos humanos y relaciones humanas nos muestra la persona de Dios. Tanto que Él mismo —ese hombre/Dios que vivió en Palestina— es la verdad:

"Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí. Si ustedes realmente me conocieran, conocerían también a mi Padre. Y ya desde este momento lo conocen y lo han visto" (Juan 14:6–7).

No se puede decir esto en el platonismo. Lo más que se podría decir es que Jesús es una copia imperfecta del Padre; que ver a un ser humano es ver a Dios, eso nunca. Pero esa es la posición bíblica, y esto resalta uno de los problemas más básicos del platonismo: la encarnación siempre será minimizada porque no se considera que esta esfera humana tenga mucho valor.

El segundo aspecto de la hermenéutica de Orígenes que vale notar es que es exclusivista y en verdad un poco arrogante: el mero texto (que acuerda con la humanidad de Jesucristo) es para los simples, pero las personas que tienen conocimiento especial pueden discernir la dimensión más perfecta.

Otro de los grandes eruditos de la Iglesia que usó el método alegórico fue Agustín, quien aunque desarrolló muchas reglas buenas de interpretación, no siempre las siguió. Agustín estaba muy aferrado a 2 Corintios 3:6, donde dice que la letra mata, pero el espíritu da vida, y tomaba este pasaje como justificación del alegorismo. En la forma platónica, la letra se consideraba la lectura literal del texto y el espíritu la interpretación alegórica. Pero esta misma justificación, una interpretación desastrosa del pasaje, tampoco fue consistente, porque Agustín tanto como todos los otros alegoristas no negaba lo que decía el texto bíblico literalmente. Entonces, hasta para ellos mismos era demasiado decir que la letra mata. En el contexto de 2 Corintios 3, Pablo está construyendo un contraste entre la ley ("la letra") y la obra renovadora del Espíritu Santo por medio de Jesús. El pasaje no tiene nada que ver con principios de interpretación.

Un buen ejemplo de la hermenéutica de Agustín es su interpretación de la parábola del buen samaritano, porque vemos aquí su método en acción en muy diferentes ejemplos.

Interpretación de la parábola del buen samaritano (Lucas 10:23–37) por Agustín:

Un Hombre descendía de Jerusalén a Jericó: Adán.

Jerusalén: La ciudad de paz celestial de la cual cayó Adán.

Jericó: La luna, y por eso significa la mortalidad de Adán.

Ladrones: el diablo y sus ángeles.

Le despojaron: de su inmortalidad.

Hiriéndole: al persuadirlo a pecar.

Dejándole medio muerto: como hombre vive, pero murió espiritualmente, por eso está medio muerto.

El sacerdote y el levita: el sacerdocio y ministerio del Antiguo Testamento.

El samaritano: se dice que significa "guardián"; por lo tanto implica que se refiere a Cristo mismo.

Vendó sus heridas: significa que vendó las limitaciones impuestas por el pecado.

Aceite: el consuelo de la buena esperanza.

Vino: una exhortación a caminar con espíritu ferviente.

Cabalgadura: la carne de Cristo encarnado.

Mesón: la iglesia.

Otro día: después de la resurrección.

Dos denarios: promesa para esta vida y para la venidera.

Mesonero: Pablo.

Agustín ha encontrado en esta historia una alegoría que resume la historia de la caída y salvación de la humanidad, y cada elemento de la historia tiene un significado figurativo que apoya esa interpretación. Es importante notar dos cosas aquí. Primero, que Agustín no está usando el método alegórico para inventar doctrinas raras. Aunque no estoy de acuerdo con la interpretación del pasaje, sí puedo afirmar junto con Agustín el mensaje que él ha encontrado aquí. Pero este mensaje viene de otros pasajes bíblicos, no de la parábola del buen samaritano. Entonces no nos olvidemos de que generalmente el método alegórico se usaba dentro de los confines de las creencias básicas de la Iglesia. Los alegoristas generalmente encontraban doctrina bíblica a la cual uno llega por medio de una lectura normal del texto.

Pero por otro lado hay un problema muy importante en esta interpretación. Esta historia del buen samaritano es una parábola, y una parábola es un cuento que enseña un principio. Una parábola no es una alegoría. En una alegoría las conexiones entre la figura y la verdad que señala son complejas, y cada elemento tiene su significado como parte de la alegoría. Pero la parábola es una historia que enseña solo un principio, y el principio surge de la historia entera, no de la interpretación alegórica de las partes. Entonces, ¿por qué está Agustín interpretando una parábola como si fuera una alegoría?

Peor todavía, esta parábola existe en un contexto bíblico y cumple su función específica en ese contexto. Como muchas de las parábolas, esta surge de una conversación de Jesús, en este caso con un maestro de la ley (Lucas 10:25–29). El maestro le pregunta a Jesús qué se debe de hacer para heredar la vida eterna, y la respuesta es que uno debe amar a Dios y amar al prójimo. Pero como esta respuesta le resulta un poco incómoda al maestro de la ley, él responde con otra pregunta: "¿Quién es mi prójimo?". Parece querer implicar que el mandamiento de amar al prójimo es demasiado ambiguo, y que por eso no es tan fácil de guardar —"¡y no por culpa mía!". Es importantísimo para la interpretación de la parábola del buen samaritano entender que la parábola misma es la respuesta de Jesús a la pregunta "¿Quién es mi prójimo?". Entonces, a menos que creamos que Jesús era un personaje muy distraído o confuso, debemos interpretar la parábola como algo relacionado con el amor al prójimo. Y una lectura sencilla de la misma confirma que sí es una respuesta a la pregunta del maestro de la ley, pues la historia enseña que nuestro prójimo es cualquier persona con la que nos encontremos que necesite de nuestra ayuda, o sea, de nuestro amor.

Pero la interpretación de Agustín no tiene ni la más mínima cosa que ver con el amor al prójimo. Seguramente si nos pudiéramos sentar a discutir el asunto con él, Agustín no negaría que la parábola del buen samaritano trata del tema del amor al prójimo. Pero su hermenéutica platónica le da la opción de también introducir otro sentido a la parábola. El problema más serio de esta interpretación no son las conclusiones a las que ha llegado sino las que ha ignorado. Su interpretación ha ocultado el sentido original de la parábola, y por tanto ha ocultado el mensaje bíblico. Jesús dio esta parábola para enseñarnos algo, Lucas incluyó esta parábola en su evangelio para resaltar esa misma lección. Entonces, ¿qué derecho tiene un intérprete de salir con otra interpretación completamente diferente que oculta la lección del pasaje? La ironía es que la interpretación de Agustín le interesaría mucho al maestro de la ley. Como ya vimos, él intentaba justificar su falta de amor al prójimo por el hecho de la ambigüedad del mandamiento. Jesús le presenta una clara identificación del prójimo y termina con: ve tú y haz lo mismo. Más le convendría al maestro de la ley meditar en la interpretación de Agustín, que no requiere nada, que solo resalta lo que ya sabemos y no es tan específico como para generar convicción. No creo que esta sea la razón por la cual Agustín abarca esa interpretación. Pero este sí es uno de los problemas importantísimos de la interpretación alegórica o de cualquier otro tipo de sistema que nos dé las herramientas y el permiso para encontrar un mensaje alternativo al sentido normal del texto de la Biblia. Sólo aprendemos algo que ya sabíamos, e ignoramos el mensaje real, ignoramos lo que nos está diciendo Dios.

Platónico vs. histórico

He dedicado tanto espacio a la hermenéutica alegórica porque aunque nadie hoy día la enseña o defiende explícitamente, es un buen ejemplo de una tendencia interpretativa que todavía se usa. Es la tendencia de ver al texto bíblico como algo mágico que porque viene de Dios debe de tener un sentido más complejo o más misterioso que lo que el mero texto nos dice. Debe haber cosas escondidas que solo pueden ser extraídas por la persona espiritual, porque se trata de conocimiento espiritual al que uno no puede llegar por medio de la mera lectura humana o "carnal" de la Biblia. Esto es exactamente lo que aseveraron tanto Orígenes como Agustín: que el intérprete debe tener una percepción espiritual especial para poder discernir el sentido más profundo de la Biblia. Pero no. La persona más espiritual seguramente tendrá sabiduría, conocerá el texto de la Biblia bien, habrá vivido las verdades de la Biblia por muchos años y tendrá mucho discernimiento en cuanto a asuntos bíblicos y espirituales. Pero esta comprensión madura de la Biblia no tiene nada que ver con poder sacarle mensajes ocultos al texto. Es el resultado de haber interiorizado el mensaje y haberlo vivido.

Es importante entender el contraste entre la filosofía platónica detrás del método alegórico y la perspectiva histórica detrás de la lectura literal e histórica, que ya he delineado en los primeros capítulos y exploraremos más a continuación. Mi argumento es que como Dios se ha revelado en la historia humana y en forma humana (tanto en la encarnación como en textos de la Biblia) debemos interpretar esa revelación en las categorías humanas de comunicación. Esto sólo tiene sentido si uno tiene una cosmovisión o una filosofía en la cual se afirma la importancia de este mundo. Pero en la filosofía platónica el mundo es inferior, imperfecto, y solo tiene valor en relación a la perfección del mundo inmaterial. Entonces, en la filosofía platónica no se busca significado en el campo de la historia. En esta filosofía, el significado se busca en el mundo de los principios absolutos. Para Platón la suprema labor del ser humano es la contemplación de las formas. Y la forma suma que se podía contemplar era la forma de las formas —o sea, la forma que da forma a todas las otras. Para Platón esta forma de las formas era equivalente a Dios. Pero el campo humano, la esfera imperfecta de cambio histórico, no es donde se puede encontrar lo último, y desde ya, Dios no se va a revelar en esa esfera.

Estamos tocando aquí una de las maravillas del cristianismo, que es la humildad de Dios al encarnarse en una forma humana. La perspectiva bíblica acerca de la revelación de Dios es completamente opuesta a la noción platónica de formas. Que Dios es exaltado, eterno e inmaterial es verdad, pero que la esfera física e histórica tenga menos valor que la esfera inmaterial no es bíblico. Dios mismo se ha vestido en historia y materia en la persona de Jesús y ha prometido que un día Él reclamará a este mundo caído. Una hermenéutica histórica atiende a los detalles mundanos del texto, de situación, de gramática, ortografía y argumento porque opera bajo la convicción de que Dios ha creado un mundo en el que Él mismo cabe, y en el cual también puede ser comprendido. Pero una hermenéutica que opera bajo la influencia del platonismo tendrá la tendencia, a veces inconsciente, de valorar el sentido "espiritual" como más alto que el sentido normal, y estará más abierta a explicaciones de pasajes bíblicos que se imponen a la Biblia sin base en el texto; como si hubiera otra esfera de sentido más pura que la que experimentan los seres humanos normalmente. Que hay una esfera espiritual sí es cierto, pero solo sabemos eso porque está escrito y explicado en el texto de la Biblia, leído normalmente.

Otra consecuencia de la influencia del platonismo sobre la interpretación bíblica, es que bajo la influencia de esta filosofía el énfasis de interpretación ha caído a menudo en cuestiones de verdad sin relación con la práctica cristiana. Ya podemos ver la tendencia: si la esfera de ideas es la que tiene substancia, entonces lo importante en interpretación es llegar a las ideas correctas. Esto es ortodoxia —las creencias correctas. En el extremo de este énfasis, ser un cristiano consiste meramente en creer proposiciones correctas. La premisa detrás de esto es clara y obvia: el mundo de las ideas es más importante que el mundo cotidiano de la práctica. Aunque muy pocos movimientos cristianos han ignorado por completo la práctica cristiana, sí ha habido en algunas instancias una tendencia más sutil de dar tanto enfoque a creencias bíblicas que se omite la importancia de la práctica bíblica, o la ortopraxis. La prioridad más importante, se piensa, es saber la verdad y luego, si uno aplica esa verdad a su vida, mejor todavía. Pero no se ve como algo requerido, o apenas es requerido. Igual que en el platonismo, un énfasis único en doctrina trata a lo intelectual y lo inmaterial como de primera clase, y el mundo físico en el cual se practican los actos concretos de obediencia cristiana se ve como algo de segunda clase. Pero en la Biblia no vemos una división entre lo material y lo inmaterial, o entre doctrina y práctica, sino una síntesis. Creencias verdaderas apoyan la práctica de justicia, y creencias falsas son a menudo creaciones humanas que justifican la injusticia. De hecho, podríamos hablar de doctrinas justas y prácticas verdaderas. Como afirmaron los reformadores de antaño, la Biblia es nuestra guía para dos cosas: la doctrina y la práctica cristiana.

Interpretación histórica

Historia no historicismo

En un sentido hay tan solo dos opciones interpretativas. El texto quiere decir lo que aparenta decir de acuerdo con las reglas normales de comunicación escrita o quiere decir más de lo que aparenta decir con esas reglas. La posición que quiero presentar aquí en contra del método alegórico se llama generalmente la interpretación gramatical-histórica de la Biblia, así denominada porque presta atención especial al uso normal de palabras y considera también el contexto histórico en que fueron escritas. Como hemos visto, el enfoque gramatical-histórico es un contraste al método alegórico, en el cual se descubren sentidos ocultos y para el cual realidades históricas tienen poco que ver con interpretación. La interpretación gramatical-histórica también se ha llamado la interpretación literal de las escrituras. Pero esto ha resultado ser un poco problemático porque ha dado la impresión de que es necesario siempre leer la Biblia literalmente, sin prestar atención a las pistas que el texto mismo nos da para su interpretación. No se puede negar que hay cosas figurativas en la Biblia, e insistir en tomar todo literalmente termina siendo una distorsión. Esta distorsión se ha llamado "literalismo". Por eso no me gusta usar la terminología de "interpretación literal".

Voy a denominar la hermenéutica por la que estoy abogando aquí la interpretación histórica de la Biblia. Aunque básicamente estoy desarrollando la perspectiva de la hermenéutica gramatical-histórica, quiero usar interpretación histórica para dar énfasis en la conexión que ya hemos visto entre historia y exégesis: que debemos interpretar la Biblia como un documento antiguo escrito en el transcurso de la historia humana y en el idioma de los seres humanos. Así se reveló Dios, tanto en forma humana como en palabras humanas.

Ahora, entiendo que corro el riesgo de ser malentendido y por eso debo explicar lo que no quiero decir cuando hablo de interpretación histórica. Interpretación histórica no quiere decir tratar a la Biblia como un mero producto de la historia, un efecto natural de causas históricas naturales. Esto es lo que haría la hermenéutica racionalista, que niega la posibilidad de intervención sobrenatural en la historia. En la hermenéutica racionalista todas las cosas descritas en la Biblia deben tener una explicación natural. Sí afirmo la importancia de la historia humana, pero también afirmo que la revelación divina es el resultado de la irrupción del poder sobrenatural de Dios en esa historia.

Tampoco quiero dar la impresión de que estoy recomendando un enfoque meramente histórico. Como si lo único que importara fuera lo que Dios ha hecho en el pasado, como si solo nos interese afirmar la verdad de lo que ha sucedido en otras eras. Al contrario, la premisa de interpretación histórica es que la entrada de Dios en la historia en el pasado es la promesa de su entrada en esa misma historia en el presente. Nos interesa el "pasado de Dios" porque para Dios ese pasado es también el presente. Si la Biblia nos muestra cómo fue Dios, también nos muestra lo que es. Si nos muestra cómo actuó Dios, nos muestra también cómo actúa.

El teólogo alemán Karl Barth, ya mencionado en el primer capítulo, tuvo una relación un poco problemática con los evangélicos durante su vida, aunque hoy día los evangélicos están muy interesados en su teología. Una de las razones era que Barth estaba interesado en una fe actual, y en su opinión los evangélicos estaban obsesionados con el pasado. Por eso, para él una fe histórica era algo problemático. Una vez en una rueda de prensa el evangélico Carl Henry, quien era en aquel entonces el editor de la revista americana Cristianismo Hoy (Christianity Today), le preguntó a Barth acerca de la historicidad de la resurrección de Jesús. Preguntó Henry: "Si un periodista hubiera estado parado frente a la tumba ese domingo cuando resucitó Jesús, ¿hubiera visto algo?". La pregunta surgió precisamente por el hecho de que Barth se declaraba en contra del historicismo. Más adelante y especialmente al final de su vida, está claro que Barth sí creía tanto en la resurrección literal de Jesús como en la resurrección de creyentes. Pero en esta ocasión contestó con algo muy interesante. Le preguntó a Henry: "¿De qué revista dices ser el editor, Cristianismo Hoy?". Claro, vio lo que a él le pareció una inconsistencia: "Si estás interesado en cristianismo hoy, ¿por qué estás tan obsesionado con los detalles de lo que sucedió hace 2000 años?". El problema que vio Barth, creo, no era tanto el interés en el pasado, porque en su teología la vida, muerte y resurrección de Jesús son importantísimas. El problema fue que para él los evangélicos se estaban quedando en el pasado. Todo se trataba de defender el aspecto histórico de la Biblia, de afirmar que los milagros sí ocurrieron, que Dios sí se había revelado, que todas esas cosas maravillosas que ocurren en la Biblia deben de tomarse literalmente. En fin, se trataba de afirmar que nosotros los conservadores sí estamos interpretando la Biblia correctamente cuando decimos que no tiene errores. Pero todas esas maravillas bíblicas parecían haberse quedado allí en el pasado siendo verdaderas y nada más. Y eso es un problema. Creo que la percepción de Barth era exagerada, pero que también había y todavía hay una tendencia entre los evangélicos de tener más interés en una defensa de la verdad de los relatos bíblicos que en una experiencia de la verdad. Las dos nunca, pero nunca, deben estar separadas. Lo que Dios dijo, continúa diciendo; lo que hizo, continúa haciendo. La verdad acerca del pasado es la verdad acerca del presente.

Esta tendencia de dejar la verdad en el pasado fue exacerbada en el siglo pasado por la influencia muy fuerte, tanto en los Estados Unidos como en América Latina, del dispensacionalismo. Aunque esta palabra es quizás algo misteriosa para muchos, las ideas representadas por la palabra son muy bien conocidas. Este sistema de pensamiento está basado en la división de la Biblia en varias épocas o "dispensaciones", en las cuales Dios se comporta de modo diferente con la humanidad (notar: no es decir que Dios cambia, solo que está ejecutando un plan en el cual hay diferentes tipos de relaciones entre Dios y los seres humanos). Entonces, se consideraba que el Antiguo Testamento había sido la dispensación de la ley, pero que el Nuevo Testamento era la dispensación de gracia, cosa que ahora generalmente se reconoce como inadecuada: ¡todo ser humano ha vivido en la era de gracia! Pero una de las implicaciones del dispensacionalismo es que lo milagroso ya no rige en esta dispensación. Eso había sido para otra era. Después del Nuevo Testamento, se afirmaba, ya no eran necesarios los milagros porque teníamos la palabra de Dios en la Biblia y eso era suficiente. Creo que esta forma de pensar ha ayudado a soportar una especie de historicismo no muy saludable. Si casi todo lo que ocurre en la Biblia ocurre en otras dispensaciones, esto no nos anima a tener una expectativa de intervención divina en nuestros días. La Biblia se convierte en un manual de verdades estáticas cuyo propósito tiene que ver más que nada con darnos la correcta manera de pensar. Pero creo que si hacemos las conexiones bien entre historia y presente, el hecho de que Dios actuó en el pasado nos impulsa a esperar su acción aquí también en el presente.

Interpretación histórica, entonces, es ir a la Biblia con la convicción de que el texto bíblico está basado en la acción pasada de Dios en diferentes momentos y culturas; que esas acciones, interpretadas definitivamente por los autores bíblicos bajo la supervisión del espíritu, forman la base de nuestra fe; y que también son pistas y modelos para nuestras expectativas en el presente. De esta prioridad que le damos al momento de revelación pasada surge la necesidad absoluta de atender a los detalles históricos y humanos del texto. También surge la implicación de que el intérprete bíblico es una especie de historiador. En los siguientes capítulos vamos a explorar en más detalle lo que significa esto. Pero primero vale la pena explorar un poco los orígenes de la interpretación protestante que está detrás de la hermenéutica histórica.

Trasfondo de la interpretación histórica

Vimos que la hermenéutica alegórica tuvo su origen en la filosofía griega del mundo antiguo. No quiero dar la impresión de que la interpretación histórica no tiene también sus influencias, porque sí hay temas históricos que han sido de influencia. Pero también es cierto que la Iglesia siempre ha prestado atención al sentido normal de la Biblia, inclusive cuando el método alegórico era el método del día. Sabemos esto porque las doctrinas básicas de la Iglesia (creación, salvación, la identidad de Jesús, el futuro del mundo, la Trinidad, etc.) están basadas en la lectura normal del texto, no en el método alegórico o en otro método de interpretación. Pero al pasar los siglos es cierto que la doctrina de la Iglesia sufrió bajo el método alegórico. Es por eso que cuando llegamos a la reforma protestante del siglo XVI, Martín Lutero, Juan Calvino y los otros líderes de ese movimiento insistieron en un regreso al método literal de interpretación.

Este movimiento surgió bajo la influencia de dos tendencias. Primero, en esa época durante el renacimiento europeo hubo un gran interés en regresar a las fuentes literarias de las grandes tradiciones de la cultura europea. Se habían descubierto muchos manuscritos griegos antiguos, y hubo gran interés en aprender ese idioma para entender mejor no solo las escrituras cristianas, sino también los libros de los filósofos de la antigüedad. El lema de este movimiento era ad fontes, que en latín quiere decir "a las fuentes". Se consideraba que al regresar a lo primordial se encontraría algo más puro que lo que se experimentaba en la época actual. Y era verdad. La Iglesia Católica de aquel entonces estaba hundida en tradiciones y corrupciones completamente ajenas al mensaje de la Biblia y a las prácticas de la Iglesia de los primeros siglos. El método alegórico ya estaba tan desarrollado como para incluir cuatro diferentes sentidos del texto bíblico. Entonces para algunos cristianos el ímpetu de regresar a las fuentes implicaba regresar a una práctica cristiana más coherente con lo que se veía en la Biblia y a una interpretación que no estaba completamente controlada por las tradiciones de la Iglesia. También, la recuperación de documentos antiguos y el interés en el griego y el hebreo abrieron la puerta a poder entender a la gran medida a la que había llegado la malinterpretación de la Biblia en la Iglesia.

La segunda tendencia importante de esta época fue el impacto de la filosofía de Guillermo de Ockham, llamada nominalismo. La doctrina platónica de formas que ya hemos discutido afirmaba que para cada objeto físico en este mundo existía una forma perfecta de ese objeto en la esfera inmaterial. Luego Aristóteles se refirió a esas formas como universales. De acuerdo con este platonismo surgió la idea en las edades medievales, llamada realismo, de que cuando uno usaba una palabra para describir un objeto o una propiedad (como rojo, grande o río) uno se estaba refiriendo a la forma platónica de ese objeto o propiedad, no meramente al objeto o propiedad en nuestra esfera de existencia. Entonces en el realismo las palabras humanas tenían un poder casi mágico, porque eran como herramientas en este mundo que nos daban conocimiento acerca del otro. Al decir palabras, el realismo aseveraba, el ser humano estaba describiendo realidad última. Esto le dio un tremendo poder a la filosofía y al discurso humano para describir el universo, y le dio a la filosofía un lugar casi al mismo nivel de la revelación bíblica. Con la Biblia y la filosofía se consideraba que el pensamiento humano ya había llegado a la verdad última. Pero Ockham estuvo en desacuerdo con el realismo, y afirmó que palabras descriptivas solo eran nombres y nada más (por eso su posición se llamaba nominalismo, del latín para nombre). Las palabras no se referían a formas universales. Más que esto, las formas universales que identificó Platón sólo eran generalizaciones de la mente humana. Okham era un fraile franciscano y no estaba contradiciendo revelación bíblica sino el uso inapropiado de filosofía para llegar al conocimiento de Dios. Afirmó, por lo tanto, que la única manera de llegar a tener conocimiento acerca de Dios y la naturaleza del universo era por medio de la revelación de Dios en la Biblia. No podemos usar palabras y pensamientos humanos, parecía estar diciendo Ockham, para construir una escalera al cielo. La única manera de conocer estas verdades es recibir la revelación de Dios, la Biblia.

Entonces, los líderes protestantes de la reforma vivían en una época en que se cuestionaba el platonismo detrás de la interpretación alegórica. La corrupción de la Iglesia y el movimiento ad fontes los impulsó a prestar renovada atención al texto bíblico y entenderlo en su sentido original, lo que quiere decir, en su contexto histórico.

Características de la hermenéutica histórica

El hilo que une todas las ideas en este libro es el aspecto histórico de la Biblia que, como ya hemos discutido, nos lleva en una dirección contraria a la hermenéutica alegórica. Podemos resumir los principios básicos que surgen de la hermenéutica histórica con lo siguiente: las palabras del texto bíblico quieren decir su sentido normal de acuerdo con la gramática y el contexto, de acuerdo con la situación histórica y cultural en que fueron escritas y de acuerdo con el tipo de literatura en que se encuentran. Surgen de esta definición cuatro temas principales que serán los temas de los siguientes cuatro capítulos:

Palabras— Las palabras de la Biblia deben entenderse en su sentido normal y debemos leerlas como si fueran parte de comunicación humana normal.

Contexto— Palabras, frases y otros componentes literarios de comunicación siempre deben ser entendidos en relación a su contexto. O sea, en relación a las palabras, frases, etc., que las rodean.

Historia y cultura— La Biblia tiene su sentido no solo en su contexto literario, sino también en la situación histórica y cultural en que fue escrita.

Tipo de literatura— El sentido del texto bíblico, sus palabras y secciones, está vinculado al tipo de literatura en que este texto se encuentra.


 Haskell, R. (2009). Hermenéutica: Interpretación eficaz hoy (pp. 111–133). Viladecavalls, Barcelona: Editorial CLIE.


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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com


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