viernes, 24 de febrero de 2023

Ganador de almas

Ganador de almas

Una señal segura de verdadera conversión y de fiel membresía en la iglesia es el celo por ganar almas para el Señor. No todos pueden subir a un púlpito o a una tribuna, pero todos pueden, en privado y por medio de contactos personales, hacer conocer a otros lo que Dios ha hecho en sus vidas y lo que el mensaje evangélico ofrece a todos, mediante el poder del Espíritu, para salvación: «Ven y ve» (Jn. 1:46).

La comisión de Cristo a Su Iglesia para testificar de El en todo el mundo no fue dada sólo a unos pocos, sino a todos los discípulos que veían ascender a su Señor y habían de vivir en tensa expectación de Su 2.a Venida (Hech. 1:7–11). Este mandato tiene un carácter tan permanente como la existencia de la Humanidad sobre la Tierra y, por tanto, posee hoy el mismo poder y la misma vigencia que entonces. Cada creyente debería ser, pues, un ganador de almas. El testimonio fiel e instruido de cada cristiano (1.° Ped. 3:15) es el más seguro y eficaz medio para ganar para Cristo a los perdidos. Por otra parte, ninguna otra obra en esta vida tendrá mayor galardón en el Cielo: «Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad» (Dan. 12:3).

En el mundo hay miles de millones de personas que no conocen a Cristo o que le conocen mal. Es entre ellos donde debemos ser «testigos». ¿Nos ha salvado Cristo? ¿Hemos experimentado el fruto del Espíritu, «amor, gozo y paz»? (Gál. 5:22). ¿No nos ha dado Dios un nuevo designio, brillante y triunfal, para nuestras vidas? Entonces, vayamos sin demora, con mansedumbre, pero también con decisión, a comunicar la Buena Noticia. Todo lo bueno que no disminuye con la participación, debe compartirse; así nosotros debemos compartir la victoria y el gozo que hemos hallado en Jesucristo.

Nuestra actitud debe ser semejante a la de los cuatro leprosos de 2.° Rey. 7:8–9. Luego que comieron y bebieron, y tomaron del grandioso e inesperado botín que Yahveh había provisto para Su pueblo, «se dijeron el uno al otro: No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos; y si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos, pues, ahora; entremos y demos la nueva en la casa del rey». También nosotros, si somos salvos del imperio de Satán y hechos partícipes del abundante botín de Cristo (Ef. 4:7–10), salgamos ahora a dar la Buena Noticia («Evangelio», en griego), antes que amanezca el Día del Señor (2.a Ped. 1:19).


 F. Lacueva, La Iglesia, Cuerpo de Cristo, Curso de Formación Teológica Evangélica (Viladecavalls, Barcelona: Editorial CLIE, 1973), 133–135.


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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com


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