¿CUÁL ES LA VERDAD ACERCA DEL SEXO?
Josh McDowell y Bob Hostetler
Marisa subió la escalera hasta el primer piso. Esperaba encontrar a su madre en la sala o la cocina; era el sábado por la tarde y acababa de llegar a casa del partido de fútbol de la escuela secundaria.
Quería pedirle dinero prestado a su madre para poder ir de compras con sus amigas.
Le pareció oír la voz de su madre desde el dormitorio. «Debe estar hablando por teléfono», pensó, ya que sabía que hoy su padre estaba trabajando horas extras.
La puerta del dormitorio estaba entreabierta; Marisa empujó la puerta, se asomó y llamó a su madre en voz baja para no interrumpir la conversación.
Su madre no estaba hablando por teléfono. Se encontraba sentada en el borde de la cama con un montón de pañuelos desechables en la falda y una bolsa de basura a los pies. Tenía la cara manchada y roja, y reprimió un sollozo cuando vio que Marisa entraba en el cuarto.
—¿Qué pasa, mamá? —preguntó Marisa.
Clara, la mamá de Marisa se secó la cara rápidamente y empezó a juntar los pañuelos que casi cubrían la cama y el piso.
Marisa se sentó al lado de su madre.
—¿Qué pasa? —insistió.
Entonces su madre volvió la cabeza y la miró como un animal herido. Sus ojos expresaban una mezcla de dolor y pánico que asustó a Marisa.
Clara buscó algo en la bolsa de plástico que estaba a sus pies.
—Encontré esto —dijo cargada de dolor—, cuando estaba vaciando la basura esta mañana.
Sacó la prueba de embarazo que Marisa había usado el sábado anterior. Marisa pensó para sus adentros que había sido un error no haber llevado la evidencia fuera de la casa. Abrió la boca para tratar de hablar, pero solo pudo guardar silencio ante la expresión dolorida de su madre.
—Ay, Marisa —lloró la madre y comenzó a sollozar de nuevo. Madre e hija siguieron sentadas sin decir palabra durante un largo rato, hasta que la mamá pudo controlar su sentimiento, se humedeció los labios y se sentó erguida.
—Pensé… —comenzó. Apretó los dientes mientras luchaba por controlarse. —Pensé que dijiste que siempre usabas protección.
Las palabras fueron dichas sencillamente, con dolor, pero sin amargura.
—Lo hago —contestó Marisa rápidamente, agregando de mala gana—. Bueno, no siempre.
La madre asintió seriamente con la cabeza.
—¿Por qué no me lo dijiste?
Su voz ya era distinta, controlada, preocupada, como una madre que examina un chichón en la frente del hijo.
Marisa bajó la vista y miró el piso. Se encogió de hombros.
—No sé —contestó. Su voz temblaba:
—Estaba muy asustada.
Clara puso un brazo alrededor de su hija, atrayéndola hacia sí. Después de unos momentos preguntó:
—¿Fue positivo o negativo?
Marisa pasó el brazo por encima de la madre para levantar un pañuelo de papel.
—Negativo —dijo, limpiándose los ojos.
La mamá respiró hondo. Apretó los hombros de su hija.
—¿Estás segura?
—Sí. Ahora sí.
Clara inclinó la cabeza a un lado y la miró de frente, sonrió.
—Nunca pensaste que te alegraría tanto volver a tener tu menstruación, ¿no?
Marisa también sonrió y apoyó la cabeza en el hombro de su mamá.
Después de unos momentos, la madre volvió a hablar.
—¿Recuerdas cómo te sentías cuando tenías miedo de estar embarazada?
Marisa asintió con la cabeza:
—Fue horrible; las manos no me dejaban de temblar.
—¿Te parece que eso es lo que se siente con el amor verdadero?
Marisa no se movió.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, te sentiste asustada, te sentiste sola; tuviste que entrar al baño a escondidas y pasar por esa experiencia sola. ¿Son esos los sentimientos que esperas que produzca el verdadero amor?
Marisa no contestó.
—Marisa, esas son exactamente las cosas que Dios quiere que evites. Es una de las razones por las cuales nos dice «huid de la fornicación», porque preferiría que tú y tu esposo hagan la prueba de embarazo juntos, que aguarden el resultado con esperanza, en vez de temblar de miedo sola.
Después de una larga pausa continuó.
—¿Marcos sabe?
Marisa movió la cabeza en señal de afirmación, sin quitarla del hombro de la madre.
—¿Cómo reaccionó él a todo esto?
—No sé, está contento de que no esté embarazada, pero está un poco raro últimamente.
—A lo mejor él también se asustó.
—Supongo que sí —comentó Marisa con melancolía.
La prueba de la verdad
¿Alguna vez ha visto a un retratista en acción? Hace sentar al modelo a unos dos o tres metros, acomoda a la persona en una pose y luego se sienta frente a un lienzo en blanco. Comienza a trazar un esbozo, mirando al modelo cuidadosamente; después mira el lienzo rápidamente y enseguida vuelve la mirada al modelo. Mezcla los colores en su paleta y luego aplica el pincel al lienzo, refiriéndose constantemente al modelo vivo. De vez en cuando habla con el modelo: «Levante el mentón» o «gire la cabeza hacia acá», dirá.
Rara vez quita la vista del modelo, el original.
El retratista que no consulta frecuentemente a su modelo no obtendrá un retrato fidedigno y fracasará en la producción del retrato. Aunque tenga una técnica impresionante y gran habilidad, si no capta la imagen del modelo, es probable que su retrato desilusione, porque no refleja el original.
Pasa lo mismo cuando es cuestión de ayudar a sus hijos a tomar decisiones morales sobre el sexo. Para ayudarles a determinar lo que hace que las relaciones sexuales estén bien, hay que emplear la Prueba de la verdad, que pregunta: ¿Qué comparación tiene con el original? Hacemos eso refiriéndonos constantemente, al precepto, al principio, hasta la persona de Dios mismo, el autor del sexo.
Precepto
En términos bíblicos, la inmoralidad sexual es toda relación sexual extramatrimonial (incluyendo la prematrimonial). Dios ha hablado por medio de la ley y su norma es clara: las relaciones sexuales fuera del matrimonio están mal.
El precepto es claro:
«Que os abstengáis de… fornicación» (Hch 15:29).
«Huid de la inmoralidad sexual» (1 Co 6:18).
«Ni practiquemos la inmoralidad sexual» (1 Co 10:8).
«Pero la inmoralidad sexual y toda impureza o avaricia no se nombren más entre vosotros, como corresponde a santos» (Ef 5:3)
«Por lo tanto, haced morir lo terrenal en vuestros miembros: fornicación, impureza, bajas pasiones, malos deseos y la avaricia» (Col 3:5)
«Porque esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación: que os apartéis de inmoralidad sexual» (1 Tes 4:3).
Dios ha remarcado repetidamente esta norma. Los habitantes de Sodoma y Gomorra fueron destruidos por su pecado «grave», que incluía la inmoralidad sexual desenfrenada. El pecado sexual del rey David con Betsabé resultó en el juicio de Dios; David sufrió dolor y pena indecibles como resultado de su inmoralidad. El apóstol Pablo atribuye la muerte de veintitrés mil israelitas a su «inmoralidad sexual» (1 Co 10:8).
La Biblia dice que «estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros (1 Co 10:6), para comunicar que «los preceptos de Jehová son rectos» (Sal 19:8). Una y otra vez Dios ha enfatizado el precepto de que os apartéis de la inmoralidad sexual» (1 Tes 4:3).
Principio
La ley de Dios que prohíbe la inmoralidad sexual no se basa en un deseo de quitarnos nuestra libertad o arruinar nuestra diversión, se basa en un principio universal y eterno; el mandamiento negativo expresa un principio positivo. El mandamiento bíblico, «huid de la inmoralidad sexual», se basa en por lo menos tres principios fundamentales: amor, pureza y fidelidad.
La norma bíblica del sexo es una norma de amor:
Porque los mandamientos —no cometerás adulterio, no cometerás homicidio, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento— se resumen en este mandato: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el amor es el cumplimiento de la ley (Ro 13:9, 10).
La palabra amor es como el contorno de un dibujo en un libro para colorear; no tiene contenido. La ley le da contenido al amor; los mandamientos completan la imagen.
Según la Biblia, el amor se evidencia cuando la felicidad, la salud y el crecimiento espiritual de otra persona importan tanto como los propios. La Palabra de Dios registra el mandamiento «ama a tu prójimo como a ti mismo»; no manda que amemos al prójimo más que a nosotros mismos. Hemos de amar a Dios más de lo que nos amamos a nosotros mismos, pero hemos de amar a nuestro prójimo o a nuestro cónyuge como nos amamos a nosotros mismos.
Pero el problema es que nuestros jóvenes están partiendo de un concepto equivocado del amor. Por ejemplo, el 46% de nuestros jóvenes dice que es más probable que tengan relaciones sexuales fuera del matrimonio si están enamorados de la otra persona. De hecho, el 77% de nuestros jóvenes que ya han tenido relaciones sexuales —y el 78% de aquellos que consideran que las relaciones sexuales prematrimoniales son moralmente aceptables— dice que el «amor» haría que fuera más probable que tuvieran relaciones sexuales.
En la mente de nuestros jóvenes, el amor hace que las relaciones sexuales estén «bien». Creen que el amor verdadero convierte las relaciones sexuales en algo perfectamente moral, hasta hermoso. Creo que, en ese sentido, tienen razón; el amor es la norma bíblica para el sexo. El problema, como ya hemos dicho, es la norma falsa del amor de nuestros jóvenes, la que dice que el amor permite las relaciones sexuales sin límites, fuera de la definición de Dios sobre el amor.
Marisa Maciel, por ejemplo, cree que su amor por Marcos justifica la relación sexual; porque ella lo ama, razona, está bien expresar ese amor sexualmente. Su error es aceptar una falsificación contemporánea del «amor verdadero». El amor verdadero, según la definición de Dios, tiene límites claros para las relaciones sexuales. El principio del amor verdadero requiere que la felicidad, la salud y el crecimiento espiritual de la otra persona nos importen tanto como los nuestros antes de que el amor justifique las relaciones sexuales.
Frecuentemente les digo a los jóvenes que creo que «el amor lo justifica». Esa declaración invariablemente evoca miradas extrañadas, especialmente entre los adultos del público. Así que paso rápidamente a aclarar el principio del «amor verdadero».
Digo:
«¿Esperan que el amor verdadero produzca intimidad? ¿Esperan que resulte en un acercamiento y una conexión, una fusión de dos personas?» El público inevitablemente responde con gestos de afirmación.
Continúo:
«¿Esperan que el amor verdadero sea generoso y confiado, un amor que los envuelve en sus brazos y dice: "No importa lo que pase yo te amaré"?»
Nuevamente las cabezas asienten y la gente sonríe demostrando su conformidad con entusiasmo.
Sigo:
«¿Opinan que el amor verdadero es seguro, leal y eterno?»
Sin excepción, el público está de acuerdo con ese principio del «amor verdadero».
Efesios 5:28 nos ayuda a entender aun más el principio bíblico del amor: «De igual manera, los esposos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama». ¿Qué significa amar a nuestro propio cuerpo como manda la Escritura? El próximo versículo explica: «Porque nadie aborreció jamás a su propio cuerpo, más bien, lo sustenta y lo cuida, tal como Cristo a la iglesia» (énfasis añadido).
El principio del amor de Dios significa valorar la felicidad, la salud y el crecimiento espiritual de otra persona tanto como la felicidad, la salud y el crecimiento espiritual propios.
La norma bíblica del sexo es una norma de pureza: «Honroso es para todos el matrimonio, y pura la relación conyugal; pero Dios juzgará a los fornicarios y a los adúlteros» (Heb 13:4). La norma de Dios para el sexo demanda que la relación sexual sea pura y hermosa. Dios diseñó el sexo para ser disfrutado en la relación marido-mujer, para la procreación (Gn 1:28), para la unidad espiritual (Gn 2:24) y para la recreación (Prv 5:18, 19). El propósito es de formar un círculo perfecto, una unión pura: dos vírgenes que entran en una relación exclusiva. Ese círculo, esa unión, puede romperse incluso antes del matrimonio, si uno o ambos compañeros no mantienen el lecho matrimonial puro no esperando a tener relaciones sexuales hasta poder hacerlo en la pureza de la relación marido-mujer.
La norma bíblica del sexo también es una norma de fidelidad: «Amor y Lealtad se han dado cita» dice la Biblia (Sal 85:10 BJ). En términos prácticos, esto significa que la norma bíblica sobre el sexo requiere el compromiso de dos personas de permanecer fieles la una a la otra. Por eso el matrimonio es central en la sexualidad según las normas bíblicas, porque une a dos personas en un compromiso de por vida. Si el acto del amor ha de producir la intimidad emocional, física y espiritual para la cual fue diseñado, debe estar comprometido, debe ser fiel.
Los preceptos de Dios en cuanto a la sexualidad humana se basan en los principios bíblicos del amor, la pureza y la fidelidad. A su vez, esos principios reflejan la persona de Dios mismo.
Persona
Estos principios son correctos porque vienen de Dios, reflejan su naturaleza y carácter. Pasan con éxito por la prueba de la verdad; reflejan el «original».
Dios es amor. «El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por él» (1 Jn 4:8, 9). El amor no es sencillamente lo que Dios hace; es lo que él es. Y por su naturaleza, considera la felicidad, la salud y el crecimiento espiritual de los demás de mayor importancia que los suyos. Eso fue lo que lo motivó a enviar a su propio Hijo a sufrir y a morir por nosotros. El amor de Dios «todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Co 13:7).
Dios es puro. «Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, como él también es puro» (1 Jn 3:3). Dios ha procurado continuamente comunicar su pureza a su pueblo: exigió el uso de oro puro en la construcción del tabernáculo; prescribió incienso puro para el uso en la adoración; exigió animales puros para el sacrificio; mandó tener corazones puros (Mt 5:8), religión pura (Stg 1:27) y relaciones puras (1 Tim 5:2). Como dijera el profeta Habacuc, la pureza de Dios es tal que es «demasiado limpio como para mirar el mal» (Hab 1:13).
Dios es fiel. «Reconoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios», les dijo Moisés a los israelitas. «Dios fiel que guarda el pacto y la misericordia con los que le aman y guardan sus mandamientos» (Dt 7:9). ¡Eso es fidelidad! Dios guarda su pacto hasta por mil generaciones. Como Pablo dijera a Timoteo: «Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo» (2 Tim 2:13). En otras palabras, Dios no puede ser infiel, porque la fidelidad no es algo que él hace; es algo que él es. No puede «negarse a sí mismo»; no puede contradecir su propia naturaleza; no puede ser otra cosa que él mismo.
Porque Dios es puro, la impureza sexual es una ofensa en contra de él. Porque él es fiel, las relaciones sexuales fuera del compromiso matrimonial son una afrenta en contra de él. El rey David, que pecó con Betsabé, después se arrepintió; le confesó a Dios: «Contra ti, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo ante tus ojos» (Sal 51:4). ¿Estaba pasando por alto David el hecho de que su pecado había afectado a otras personas, resultando en la muerte del esposo de Betsabé, Urías, y del bebé que Betsabé tuvo F con David? No, estaba reconociendo el hecho fundamental que cuando pecó con Betsabé, pecó en contra del Legislador. Su acción estaba mal porque ofendía la pureza de Dios y violaba la norma de Dios sobre el amor, pureza y fidelidad.
La Prueba de la Verdad, entonces, basa la virtud de la castidad —el amor, la pureza sexual y la fidelidad de la Biblia— en la naturaleza y el carácter de Dios. La relación de Marisa con Marcos contradice la naturaleza de Dios. Su relación sexual no es auténticamente amorosa, porque no están considerando que la felicidad, la salud y el crecimiento espiritual del otro sean tan importantes como los propios. Su involucramiento sexual no es puro, porque no lo están disfrutando en el contexto para el cual Dios lo diseñó. Tampoco cuadra con la norma de Dios sobre la fidelidad porque existe fuera del compromiso matrimonial exclusivo y permanente. Su actividad sexual, entonces, está mal no solo porque sus padres no la aprueban, sino porque ella violó la declaración de Dios que la sexualidad había de disfrutarse dentro de los límites de una relación de matrimonio amante, fiel y pura. Entonces podemos decir que la castidad el amor, la pureza sexual y la fidelidad matrimonial que enseña la Biblia —es buena para todas las personas, en todas las épocas, en todos los lugares.
La evidencia de la verdad
A pesar de lo que diga la Prueba de la Verdad, algunas personas —incluyendo muchos de nuestros hijos— dirían que «moralizar» no afectaría para nada el comportamiento sexual de los jóvenes. De hecho, una encuesta de USA Weekend revela que menos de uno de cada once adolescentes (8%) cree que la predicación de «la inmoralidad de la relación sexual prematrimonial» sería un medio eficaz para persuadir a los adolescentes a decir que no a las relaciones sexuales. El 38% tiende a creer que «lo más eficaz que se puede decir a los adolescentes para persuadirles que no tengan relaciones sexuales» sería comunicarles los riesgos para la salud (como contagiarse de SIDA), y el 33% piensa que el mensaje de abstinencia más eficaz sería una advertencia acerca de las desventajas de un embarazo no planeado.1
Un llamado a la moralidad poco hará para persuadir a una generación que carece de convicciones morales acerca de las relaciones sexuales antes del matrimonio. Pero si podemos mostrarle que la verdad realmente funciona en el mundo real —si podemos exponerla a la Evidencia de la Verdad— entonces aumenta la probabilidad de que nuestros jóvenes reconozcan la verdad y vuelvan a examinar sus acciones.
Marisa es un ejemplo típico al respecto. Le importó menos lo bueno o lo malo de sus acciones que lo que satisfaría su hambre de amor, su necesidad de atención. Con la ayuda de su madre está comenzando a entender que el comportamiento moral no solo es correcto sino que también satisface sus deseos más profundos y la protege contra sus temores más profundos. Está comenzando a darse cuenta de que las opciones morales no solo son correctas (es decir, en conformidad con el carácter de Dios), sino que también son el camino más seguro al placer y la realización (se corresponden favorablemente con la realidad) porque dan protección y provisión.
1. Protección contra el sentido de culpa y provisión de recompensa espiritual
Las normas de Dios en cuanto al comportamiento sexual protegen contra el sentido de culpa. Ya que Dios define lo que es bueno y lo que es malo, cuando violamos sus normas, invariablemente sentimos culpa. ¿Recuerda la muchacha que me escribió y confesó que «siempre se sentía culpable» después de un encuentro sexual? Estaba describiendo los efectos del sentido de culpa. Y aunque Marisa Maciel negó haberse sentido culpable, cuando admitió que a veces se sentía «triste» como resultado de sus encuentros sexuales, estaba describiendo los efectos del sentido de culpa.
Uno de los participantes de nuestro concurso de ensayo «Escriba desde el corazón» (parte de la campaña nacional «¿Por qué esperar?») describió el sentido de culpa que resulta de la inmoralidad sexual, diciendo que «comienza a privar a la persona de una autoimagen sana… lo cual disminuye su capacidad de sentirse lo suficientemente transparente como para cultivar una relación íntima… Puede hacer que se sienta "sucia"».2
Las normas de Dios en cuanto al comportamiento sexual proporcionan recompensas espirituales. La bendición de una conciencia tranquila y un caminar con Dios sin estorbos es inestimable. Es una bendición inconmensurable poder pararse frente a un altar y proclamar la devoción inequívoca del cuerpo al cónyuge y a Dios. La relación sexual entre el esposo y la esposa no solo es placentera, es sagrada; la Biblia dice que «el cuerpo no es para la inmoralidad sexual, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo» (1 Co 6:13). La pureza y la fidelidad sexual agradan a Dios y recompensan a la pareja matrimonial.
2. Protección contra embarazos no planeados y provisión de un ambiente sano para educar a los hijos
Las normas de Dios en cuanto al comportamiento sexual protegen contra embarazos no planeados y abortos. En Estados Unidos de América, todos los días quedan embarazadas 2.795 adolescentes y 1.106 tienen abortos. Las adolescentes que optan por seguir adelante y tener los bebés, con frecuencia enfrentan dificultades abrumadoras. Muchas son las que abandonan los estudios, experimentan problemas físicos y se sienten excluidas de las actividades «normales» como adolescentes debido a la responsabilidad por su hijo.
Las adolescentes que optan por el aborto no escapan a tales consecuencias; el aborto también tiene resultados traumáticos. La doctora Anne Catherine Speckhard, de la Universidad de Minnesota, en los Estados Unidos de América, informa de las siguientes consecuencias a largo plazo del aborto (cinco a diez años) un:
• 81% manifestó sentir preocupación por el hijo abortado.
• 73% manifestó tener recuerdos traumáticos de la experiencia del aborto.
• 54% tuvo pesadillas en relación con el aborto.
• 23% manifestó alucinaciones relacionadas con el aborto.
El estudio de la doctora Speckhard revela que el 72% de las mujeres encuestadas dijo no tener creencias religiosas en el momento del aborto y el 96% dijo que, mirando retrospectivamente, consideraba que abortar era quitar una vida o cometer un homicidio.3
Las normas de Dios para el comportamiento sexual proporcionan un ambiente sano para educar al niño. El plan de Dios para todo recién nacido es que reciba el cuidado cariñoso y el amor de un hombre y una mujer que se aman exclusivamente y están comprometidos el uno con el otro de por vida. Esto no significa que los padres solteros no realicen esfuerzos valientes y admirables por criar a sus hijos. Tampoco ignora el hecho de que algunos hijos de padres no casados se hayan sobrepuesto a su situación llegando a lograr grandes cosas. Pero la evidencia muestra abrumadoramente que, como escribe Barbara Dafoe Whitehead, «El núcleo social que ha demostrado ser el más exitoso en asegurar la supervivencia física y en promover el desarrollo social del niño es la familia unida donde se cuenta con la madre y el padre biológicos».4
Las normas de Dios en cuanto a la pureza, el amor y la fidelidad en las relaciones sexuales tienen en cuenta la protección de cada niño recién nacido. La obediencia al precepto de Dios basado en su amor, pureza y fidelidad permite crear un ambiente de amor y seguridad para el niño que deja una huella positiva y permanente en él, espiritual, emocional, psicológica y hasta físicamente.
3. Protección contra las enfermedades venéreas y provisión de tranquilidad
Las normas de Dios en cuanto al comportamiento sexual protegen contra las enfermedades venéreas. En Estados Unidos de América, todos los días 4.219 adolescentes contraen una enfermedad venérea. La Organización Mundial de la Salud calcula que para el año 2000 más de veinte millones de hombres y mujeres estarán infectados con el mortífero virus del SIDA. Cada año hay cuatro millones de casos nuevos de clamidia, un millón de casos nuevos de enfermedad inflamatoria pélvica, más de un millón de casos de gonorrea, medio millón de casos de herpes y más de 100.000 casos de sífilis. Según el Instituto de Salud Pública de Minnesota, «hay veinte enfermedades venéreas que no se pueden evitar con agentes anticonceptivos».5 Sin embargo, ni uno de estos incidentes ha ocurrido entre parejas mutuamente fieles que comenzaron la relación sexualmente puros… porque las normas de Dios para el comportamiento sexual los protegen contra esas enfermedades.
Las normas de Dios en cuanto al comportamiento sexual proporcionan tranquilidad. Personalmente, jamás he entrado al «lecho conyugal» con la menor preocupación o temor. Nunca he tenido que interrumpir un momento íntimo con mi esposa para pensar acerca de la «protección». Jamás he tenido que esperar los resultados de un análisis de sangre para determinar si he contraído una enfermedad venérea. Mi vida sexual se ha caracterizado por la tranquilidad. ¿Por qué? Porque he seguido la norma de Dios sobre el amor, la pureza y la fidelidad antes del matrimonio y durante el matrimonio. Tengo la tranquilidad total de que mi relación con mi esposa está libre de enfermedad, libre de los «fantasmas» de relaciones anteriores y libre de la «carga emocional» que resulta de una relación inmoral del pasado.
4. Protección contra la inseguridad sexual y provisión de un sentido de confianza
Las normas de Dios en cuanto al comportamiento sexual protegen contra la inseguridad sexual. El poder de la interacción sexual es una fuerza con la cual la persona tal vez tenga que enfrentarse años después del contacto sexual. Dios creó la experiencia sexual para la reproducción de la especie. La relación sexual dentro del matrimonio es el marco correcto para tener seguridad emocional. Como resultado, la inmoralidad sexual puede producir efectos angustiosos. En su libro Choices [Opciones], Stacy y Paula Rinehart describen cómo un hombre llegó a descubrir esta realidad:
Un joven esposo admitió que su relación con su nueva esposa no era lo que había esperado.
—En realidad es culpa mía —admitió—. Antes de casarnos tuve varias relaciones físicas con mis novias. Ahora, cuando beso a mi esposa o tengo relaciones con ella, recuerdo que esta chica besaba mejor que mi esposa, que aquella muchacha hacía mejor otra cosa, etc. No puedo concentrarme en amar a mi esposa con todo lo que soy; ha habido demasiadas mujeres en mi vida como para comprometerme exclusivamente con una.6
Ya que la inmoralidad sexual no lo afecta solamente a uno, crea inseguridad y celos, y estorba la libertad y la expresión sexual.
Las normas de Dios en cuanto al comportamiento sexual proporcionan confianza. La pureza y la fidelidad sexual antes del matrimonio contribuyen a un ambiente de confianza dentro del matrimonio. Esa confianza da tranquilidad a ambos compañeros cuando están separados; cada uno sabe que el otro es digno de confianza. ¿Por qué? Porque, en el período antes del matrimonio probaron su carácter, su madurez y su dominio propio.
Por eso la actividad sexual prematrimonial puede ser una fuente tan grande de desconfianza en el matrimonio. «Si mi esposo no se pudo controlar antes del matrimonio», razona la esposa, «¿por qué voy a pensar que se va a controlar estando casado?» «Ella tuvo relaciones antes de conocerme a mí», piensa el esposo, «¿qué va a impedir que tenga relaciones ahora?»
De hecho, sus temores parecen estar justificados; un estudio de 100.000 mujeres lo expresa así: «Las relaciones sexuales prematrimoniales… no necesariamente conducen a las relaciones sexuales extramatrimoniales; sencillamente aumentan la probabilidad».7
5. Protección contra la angustia emocional y provisión de verdadera intimidad
Las normas de Dios en cuanto al comportamiento sexual protegen contra la angustia emocional. El costo emocional de la inmoralidad sexual no se puede medir. Una adolescente explicó los efectos de su participación sexual con estas palabras:
…El tener relaciones sexuales prematrimoniales fue la experiencia más horrible de mi vida. No fue para nada la experiencia emocionalmente satisfactoria que el mundo me había prometido. Sentía que mis entrañas habían quedado expuestas y que mi corazón había quedado desatendido… Sé que Dios me ha perdonado por este pecado inolvidable, pero también sé que nunca podré recuperar mi virginidad. Temo el día en que tenga que decirle al hombre que verdaderamente amo y con el cual me quiero casar que no es el único, aunque quisiera que lo fuera… He manchado mi vida; una mancha que nunca se irá.
Otra adolescente describió su experiencia diciendo:
Después de «hacerlo», una se siente realmente unida a esa persona. Es como que fuera la vida de una; una se siente realmente vulnerable. Cuando la relación terminó, me sentí horrible. No puedo describirlo. Una semana después de tener relaciones sexuales nos peleamos porque me enteré de que estaba saliendo con otras muchachas. Me dolió mucho.
Los que obedecen las normas de Dios están protegidos contra las consecuencias creadas por la inmoralidad sexual (ya sea prematrimonial o extramatrimonial): sospecha, desilusión, dolor, estrés, vacío y muchas otras emociones destructivas. Las normas de Dios en cuanto al comportamiento sexual proporcionan verdadera intimidad. Una mujer escribió la siguiente descripción de la bendición de la verdadera intimidad:
En julio del año pasado Dios me dio por esposo el hombre más maravilloso del mundo. Le había pedido el Príncipe Azul y el Señor me dio mucho más. Me dio alguien con quien puedo compartir mis sentimientos más profundos, alguien con quien puedo hablarle a Dios, alguien que sé que siempre me querrá y me será fiel, alguien a quien me alegra haber esperado.
La noche que nos casamos tuve relaciones sexuales por primera vez, y fue con mi esposo. No hubiera querido compartir la primera vez con ningún otro. Yo no tenía riquezas ni joyas para ofrecerle, pero él no me las pidió. Solo me quería a mí y eso es justamente lo que tenía para darle, toda mi persona, pura, solo para él. Eso significó mucho y los dos lo sabíamos.
Las normas de Dios en cuanto al comportamiento sexual proporcionan un grado de intimidad que solo existe dentro del matrimonio. «Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Gn 2:24).
El plan de Dios en cuanto a la intimidad sexual protege contra muchos peligros y proporciona el mejor ambiente para disfrutar las recompensas espirituales, la tranquilidad, la confianza, la intimidad y muchos otros beneficios para ser disfrutados en una relación permanente de amor, pureza y fidelidad.
De hecho, la norma de Dios para las relaciones sexuales tiene el propósito de producir intimidad; después de todo, Dios mismo reconoció que «No es bueno que el hombre esté solo» (Gn 2:18). El verdadero amor, la verdadera pureza y la verdadera fidelidad tienen el propósito de lograr un acercamiento, una conexión, una unión de dos personas; fue Dios mismo quien decretó que «Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Gn 2:24). Cuando nuestro comportamiento concuerda con la verdad absoluta de Dios, podemos experimentar todos los beneficios de su protección y provisión:
La aplicación de la verdad
Se está librando una batalla dentro de nuestra sociedad y lo que está en juego es la pureza moral de nuestros jóvenes. Ellos necesitan oír la verdad. Necesitan ver las evidencias de la verdad. Y necesitan ayuda para aplicar la verdad «sentado en casa o andando por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes» (Dt 6:7).
Los padres, pastores, maestros y obreros juveniles pueden aplicar la verdad en varias maneras (el equivalente moderno, tal vez, de atarse la filacteria a la frente). Aquí hay algunas sugerencias acerca de cómo aplicar en nuestro trato con los niños y adolescentes lo que hemos tratado en este capítulo.
• Celebre los aniversarios. Los aniversarios de bodas son momentos ideales para hacerles saber a sus hijos la manera en la cual la fidelidad y la pureza han sido de protección y provisión para ustedes en los temas tratados. Haga de su aniversario una celebración familiar. Deje que sus hijos sepan lo que para usted significa la fidelidad matrimonial. Cuénteles lo que el compromiso matrimonial ha hecho en favor de su relación. Cuanto más vean la manera en que su amor, fidelidad y pureza han beneficiado su vida y las de ellos, tanto mayor será el impacto que tenga para ellos.
No subestime la habilidad de los niños menores (seis, cinco o cuatro anos, por ejemplo) para entender los principios del amor, la pureza sexual y la fidelidad matrimonial de la Biblia. Usted tiene una oportunidad excelente para establecer los fundamentos de su castidad sexual ayudándoles a entender estos principios. Puede explicarles su amor por su cónyuge describiendo como su cónyuge es tan importante para usted como su propio cuerpo. Puede explicar su fidelidad diciendo que por eso solo vive con su (mamá o papá) y nadie más. Enséñeles temprano acerca de su compromiso mutuo y de cómo están dedicados exclusivamente el uno al otro. Su ejemplo y su enseñanza darán fruto cuando empiece la presión hormonal.
Pastores y obreros juveniles, aprovechen su aniversario (o el de una pareja madura de la iglesia). Que su cónyuge vaya al grupo juvenil para una celebración de fidelidad y pureza. Explique la forma en la cual esos principios han sido de provisión y protección para el matrimonio.
• Aproveche las bodas. Asistan a las bodas en familia, y aprovechen esas ocasiones para celebrar el principio de Dios de fidelidad y pureza. Tome tiempo antes y después de la ceremonia para enfatizar el compromiso que está asumiendo la pareja y su promesa de ser fieles para toda vida. Obtenga una copia de los votos matrimoniales y léalos junto con sus hijos más pequeños. Los adolescentes tal vez no respondan favorablemente a la lectura en conjunto, pero puede resultar emocionante para un niño o un preadolescente. Las bodas son momentos ideales para recalcar los principios del amor y de las relaciones sexuales dentro del compromiso matrimonial; y la manera en la cual refleja el carácter de Dios.
Los obreros juveniles y pastores tienen una oportunidad excelente durante las ceremonias matrimoniales para enfatizar la relación entre los preceptos, los principios y la persona de Dios.
• «Utilice» las palabras obscenas. Vivimos en una cultura que se está volviendo cada vez más audaz y más descarada en su uso de expresiones groseras y vulgares. Hay palabras obscenas para referirse a las relaciones sexuales que se utilizan regularmente en nuestra sociedad, en una forma degradante o denigrante. Hace unos años decidí utilizar la oportunidad que se me presentaba, al oír o ver esas palabras ofensivas, para enseñar a mis hijos sobre sexualidad y su contexto correcto. En mi libro How to Help Your Child Say No to Sexual Pressure [Cómo ayudar a su hijo a decir no a la presión sexual]: describo una de estas ocasiones, cuando cierto día viajábamos con mi hija y mi hijo: En poco tiempo, como suele pasar con los niños, empezaron a discutir. En medio de su pelea, Sean, mi hijo angelical de ocho años le dijo a su hermana:
—¡P——!
¿Cómo reaccionaría la mayoría de los padres en esa situación?
¿Dirían algo así como:
—¡Cállate! Eso es feo. Sucio. Asqueroso. Te voy a lavar la boca con jabón si vuelves a repetirlo.
Con frecuencia es lo que se esperaría, ¿no?
Sin embargo, yo en lo personal vi la palabra de Sean como una oportunidad dorada para la enseñanza. Así que le dije:
—Hijo, ¿dónde aprendiste esa palabra?
—En el transporte escolar —me contestó. —¿Sabes lo que significa? —dije yo.
—No —dijo él.
—¿Te lo puedo explicar entonces? —dije.
—¡Sí! —contestó—, ¿qué es?
Se estaba muriendo de ganas por saber.
Y durante los cuarenta minutos siguientes tuve una oportunidad fabulosa para enseñar a mis hijos acerca de la santidad, la belleza y el propósito del sexo. Fue una oportunidad por la cual estoy muy agradecido, una experiencia que nunca olvidaré, y sospecho que ellos tampoco.
Nuestra sociedad se ha envilecido tanto que esas palabras insultantes aparecen en las paredes, en las ondas aéreas, en las aulas y en el trabajo. No podemos evitarlas, pero sí podemos usar estas oportunidades para explicarles a nuestros jóvenes por qué esas palabras —que rebajan algo que Dios quiso que fuera hermoso— son tan insultantes y al hacerlo enseñarles algo acerca de la santidad del sexo en el contexto de una relación matrimonial fiel y pura.
• Use las oportunidades presentadas por la televisión, las noticias y los acontecimientos de la actualidad. Aproveche cada oportunidad para corregir las representaciones distorsionadas del amor y del sexo en los medios de «entretenimiento» y las noticias. Cuando usted y sus hijos vean algo por televisión o en el cine que contradice la norma de Dios para el amor y las relaciones sexuales, hablen de los beneficios y de las consecuencias de la obediencia al mandato de Dios. Tal vez le sorprenda la agudeza de sus jóvenes para detectar los beneficios y las consecuencias de las acciones de la gente una vez que comienzan a ver la vida por el «lente» de la Prueba de la Verdad y la Evidencia de la Verdad. Creo que se sorprenderá por la rapidez con la cual los jóvenes ven la protección y la previsión específica que Dios nos da como resultado de vivir bajo los principios de sus mandamientos.
Al ser ejemplo y enseñar cómo procesar las opciones de la vida a través de la Prueba y la Evidencia de la Verdad a sus niños y adolescentes, les estará preparando para discernir entre lo que es bueno o lo que es malo, correcto o incorrecto.
Al aplicar la verdad del amor y las relaciones sexuales a la vida cotidiana, reforzará en sus niños y adolescentes la verdad de que la castidad —el amor, la pureza sexual y la fidelidad matrimonial de la Biblia— es lo correcto para todas las personas, en todas las épocas, en todos los lugares.
• Aproveche los recursos. Las familias, las iglesias, los grupos juveniles y las escuelas cristianas necesitan toda la ayuda que pueden conseguir para reforzar los fundamentos deteriorados de nuestros jóvenes. Y hay muchos recursos que usted y su iglesia pueden obtener para ayudar en esta batalla por la pureza sexual de nuestros hijos.
La Campaña «¿Por qué esperar?» ha producido numerosos libros, películas en vídeo, casetes, series en vídeo, etc. para ayudarles. En el libro Why Wait? (¿Por qué esperar?) hemos documentado unas veintiocho razones físicas, espirituales, emocionales y relacionales por las cuales guardar las relaciones sexuales hasta el matrimonio, todas ellas presentadas en el contexto de la previsión y la protección amante de Dios, para ayudarles a guiar a sus jóvenes a la conclusión de que Dios tiene su bienestar en mente cuando dice: «Huid de la inmoralidad sexual». Otros ministerios como Enfoque a la familia proporcionan excelentes recursos para la iglesia, las escuelas cristianas y la familia. Aproveche los recursos. Vaya a su librería cristiana local, pida catálogos de ministerios, averigüe lo que ofrece su denominación; tal vez se sorprenda por la cantidad de herramientas excelentes que están a su disposición para ayudarle a enseñar a sus hijos la perspectiva bíblica del amor y las relaciones sexuales.[1]
1 USA Weekend, marzo 25–27, 1994, basado en una encuesta de opinión nacional de 252 adolescentes conducida en febrero 18–22 por ICR Research.
2 Josh McDowell, Teens Speak Out: What I Wish My Parents Knew About My Sexuality (San Bernardino, CA: Here's Life Publishers, 1987), 177, 178.
3 Anne Catherine Speakhard, «Psycho-Social Aspects of Stress Following Abortion» (dissertation doctoral, Universidad de Minnesota, 1985), n.p.
4 Barbara Dafoe Whitehead, «Dan Quayle Was Right», The Atlantic Monthly, Abril 1993, 48.
5 «Young Love: How to Talk to your Kids About You-Know-What», Minnesota Institute of Public Health, Anoka, MN, 5.
6 Stacy Rinehart y Paula Rinehart, Choices (Colorado Springs, CO: Navpress, 1982), 94.
7 Robert J. Levin, «The Redbook Report on Premarital and Extramarital Sex: The End of Double Standard?», Redbook, octubre 1975, 6, 40.
[1] Josh McDowell and Bob Hostetler, "¿CUÁL ES LA VERDAD ACERCA DEL SEXO?," in Ética Cristiana (Miami, FL: Editorial Unilit, 2002), 339–363.
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