viernes, 21 de junio de 2024

EL CRISTIANO Y EL MEDIO AMBIENTE

EL CRISTIANO Y EL MEDIO AMBIENTE

En el mundo de hoy, hay una confusión enorme acerca de lo que debe ser nuestra actitud con respecto al medio ambiente. Shirley MacLaine dice que debemos declarar que todos somos dioses. Disciplinado, pero sin ser castigado, el teólogo católico Matthew Fox dice que debemos dejar de lado la teología centrada en el pecado y la redención, y debemos desarrollar una espiritualidad de creación, siendo la naturaleza nuestra revelación principal, y el pecado un recuerdo lejano. En 1967, historiador Lynn White, Jr. sostenía que era precisamente el enfoque cristiano de las personas que creó el problema ecológico. Mientras tanto, muchos evangélicos casi celebran la destrucción del planeta tierra, citando con entusiasmo la decadencia como prueba del retorno de Cristo.78

Complicando las cosas más todavía está la aparición, dentro del cristianismo, de la doctrina de la Gaia, representada en forma más famosa en el libro de Rosemary Ruether.79 Ruether sostiene que el dominio masculino sobre las mujeres, y el dominio de los hombres sobre la naturaleza están interconectados. Ella define el pecado como relaciones malas entre los seres humanos, y entre ellos y el resto de la naturaleza, que producen no solamente la injusticia económica y política, el racismo y el sexismo, sino que causa también la destrucción de la creación entera. La hipótesis Gaia se fundamenta en la tesis que nuestro planeta es una criatura viva. La teoría, incluso, atribuye un poder divino a la Tierra. Ella está viva, y el respeto por ella es la clave para restaurar las relaciones destruidas por el dominio masculino.

¿Qué debemos pensar acerca de todo esto? ¿Será culpable el cristianismo por la crisis del ambiente? Como cristianos, ¿de qué manera debemos tratar el mundo físico? ¿Cuál es el valor de la vida no-humana? ¿Cuánto cuidado debemos tener con la naturaleza? ¿Cómo ve Dios la creación no-humana? Cuando mi hija tenía como seis años, la encontré matando hormigas sistemáticamente en la vereda. Le pregunté qué estaba haciendo. Ella contestó, «Papá, a mamá no le gustan las hormigas, así que yo estoy matándolas». Captando que era un buen momento para enseñarle algo, le pregunté, «Joanna, ¿piensas que Dios está contento cuando matas a las hormigas así? ¿Están en los muebles de la cocina de la mamá? ¿Están haciéndonos algún daño aquí en la vereda?» Ella no sabía cómo responder al principio. Después hablamos de tratar con respeto la creación de Dios, porque Dios nos pide que la cuidemos. Dudo que haya entendido todo lo que conversamos, pero fue el comienzo de un proceso de enseñanza sobre la mayordomía de la creación de Dios.

En 1970, Francis Schaeffer publicó Pollution and the Death of Man: The Christian View of Ecology [La contaminación y la muerte del hombre; el enfoque cristiano de la ecología]. Mucho de la materia en este capítulo es un eco de su argumento. El trabajo pionero de Schaeffer continúa influyendo en mi pensamiento acerca del medio ambiente y mi responsabilidad en esta área.

Enfoques inadecuados de la responsabilidad humana hacia la creación

La teología es el mayor tema del debate actual acerca del medio ambiente físico. Hay por lo menos tres perspectivas en la cultura hoy. Primero, hay una perspectiva de igualdad, frecuentemente asociada con San Francisco de Asís, declarando que todos los aspectos de la creación son iguales; no hay diferencia entre los pájaros y los humanos. Las leyendas acerca de Francisco lo muestran predicando a los pájaros, dando consejo a un lobo que amenaza un pueblo en Italia. Bíblicamente, los particulares de la creación no son iguales. Génesis 1 y 2 dejan claro que los humanos son la corona de la creación. Los humanos son los únicos que llevan su imagen. Jesús No murió por los pájaros; murió por los seres humanos.

La segunda perspectiva es el panteísmo, el concepto de que toda realidad es una; todo es Dios y Dios es todo. Los panteístas razonan que no se deben cortar las secuoyas de California porque los árboles son dioses. También opinan que se deben salvar las ballenas porque los animales son dioses. Así es la posición panteísta expresada por muchas celebridades, por la hipótesis Gaia, y por el enfoque de vida de la Nueva Era. La Biblia enseña que Dios está presente en todas partes (Salmo 139), pero rechaza la idea de que Dios es todo. Él creó todas las cosas, y está por encima y más allá de su creación. Por lo tanto, el panteísmo es simplemente inaceptable.

La tercera posición es una dicotomía platónica, sosteniendo que lo único importante es el mundo espiritual, y que el mundo material no tiene valor para Dios, o para nosotros. Esta filosofía ve el mundo como algo pasajero, así que no importa si lo tratamos bien o si abusamos de él. De nuevo, las Escrituras no apoyan esta idea. La Biblia habla de la creación como algo bueno (por ejemplo, Génesis 1, 2; 1 Timoteo 4:4). Es incorrecto considerar la creación como algo de poco valor. Además, el cuerpo físico es tan importante para Dios que un día Él lo resucitará (Apocalipsis 20:5; 1 Tesalonicenses 4:16).

Principios bíblicos para una perspectiva correcta del medio ambiente

Un enfoque bíblico correcto de la creación física comienza con un enfoque correcto de Dios. El desafío es mantener un equilibrio entre la trascendencia de Dios y su inmanencia. Su trascendencia destaca el hecho de que es radicalmente separado de su creación; está por encima de, y aparte de su mundo físico. Su inmanencia destaca su presencia en su mundo físico. Poner énfasis en su inmanencia, a expensas de su trascendencia lleva al panteísmo, en que todo es Dios. Poner énfasis en su trascendencia al costo de su inmanencia podría llevar a menospreciar el mundo físico como insignificante, un instrumento de explotación. Ninguno de los dos es adecuado, y ninguno honra a Dios. Debe haber un equilibrio entre su trascendencia y su inmanencia, entre su participación íntima en cada aspecto de su creación (Salmo 139), y su distinción radical de la creación. Mientras la creación es finita, limitada y dependiente, él es infinito, ilimitado y totalmente independiente.80

En segundo lugar, necesitamos un enfoque correcto del hombre. La Biblia declara que el ser humano es único. Este libro ha puesto mucho énfasis en el hombre y la mujer como la imagen de Dios, en comunión con él. No se puede decir eso de ningún otro aspecto de la creación (Génesis 1:26–30). Como se presentó en el capítulo 10, Génesis 2:15 no permite un dominio que explote la creación. Los humanos debemos servir y cuidar con amor la creación de Dios. Somos mayordomos de Dios sobre su creación. Él es soberano; nosotros tenemos dominio.

Los seres humanos son tanto interdependientes con la creación, como únicos dentro de ella, porque solamente nosotros llevamos su imagen y somos mayordomos sobre la tierra. Los cristianos frecuentemente olvidamos nuestra interdependencia con el resto del mundo. Nuestra existencia diaria depende del agua, del sol, y del aire. Existe un ecosistema global.81 Es muy importante cuidar el agua, los árboles, y los animales. Si son dañados, también seremos dañados.

Francis Schaeffer postuló que los humanos tenemos dos relaciones —una vertical, y otra horizontal. La relación vertical acentúa la relación personal con Dios, una relación que el resto de la creación no disfruta. La relación horizontal acentúa la dimensión de «criatura» con el resto de la creación (Génesis 2:7; Job 34:14, 15). Como es frecuente con muchos temas de debate, lo difícil es mantener un equilibrio. Por un lado, tendemos a destacar la relación vertical, excluyendo la relación horizontal, y por lo tanto pasamos por alto, o explotamos el mundo físico. Por otro lado, tendemos a destacar la relación horizontal, excluyendo la relación vertical. El gran error de la hipótesis evolutiva es que ve a los humanos como producto de la fuerza impersonal de la selección natural, y no como producto del diseño inteligente de Dios.82

En tercer lugar, la creación no-humana tiene mucho significado para Dios. Él hizo el mundo a propósito, y se goza de él. En 1 Timoteo 4:4 dice, «Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias». Salmo 104:31 también relata cómo Dios se alegró en sus obras. El punto es, el mundo físico es importante para Dios, entonces debe serlo para nosotros también —sus criaturas (Job 39:1, 2; Colosenses 1:16; Salmo 19:1–4).

Como explica Ron Sider, es imperativo que notemos que Dios tiene un pacto, no solamente con los humanos, sino también con la creación no-humana. Después del diluvio, Dios hizo un pacto con la creación física: «He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestros descendientes después de vosotros; y con todo ser viviente que está con vosotros; aves, animales y toda bestia de la tierra que está con vosotros, desde todos los que salieron del arca hasta todo animal de la tierra».83 El mundo físico tiene dignidad y valor, aparte de su servicio para la humanidad.

Increíblemente, el plan de Dios para la redención tiene una cualidad cósmica. Como dice Sider, «Este hecho provee un fundamento clave para el desarrollo de una teología cristiana para una edad ecológica».84 La esperanza bíblica de que toda la creación, incluyendo el mundo material de cuerpos y ríos y árboles, será parte del reino, confirma que la creación es buena e importante. Romanos 8:19–23 demuestra que en el retorno de Cristo, cesará el gemido de la creación, porque la creación será transformada: «porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios» (v. 21).

El motivo para una buena mayordomía

Ya que somos mayordomos sobre la creación de Dios, ¿cuál debe ser nuestra motivación? ¿Somos buenos mayordomos por razones pragmáticas o por razones morales? El enfoque pragmático postula que debemos ser buenos mayordomos del mundo porque tenemos que hacerlo para sobrevivir. Por ejemplo, si cultivamos irresponsablemente la tierra, perdemos la capa de buena tierra en la superficie, perjudicando la posibilidad de producir alimentos. Si matamos serpientes sin cuidado, tendremos una plaga de roedores. Si sacamos cobre irresponsablemente de las minas, causaremos una erosión horrenda que daña el agua. Si quemamos los bosques, contaminamos el aire y destruimos árboles que producen oxígeno, y perjudicamos nuestro suministro de oxígeno. Pero la Biblia rechaza esto como el motivo principal para ser buenos mayordomos.

Al contrario, las Escrituras imploran al hombre ejercer buena mayordomía sobre el mundo físico porque esto demuestra honor y respeto por algo que Dios ha creado. La creación física no debe ser explotada, porque es moralmente malo usar incorrectamente la creación de Dios. Cuando tenemos la perspectiva de Dios, cultivamos responsablemente, evitamos la destrucción innecesaria de vida animal, sacamos el cobre de las minas en forma responsable, y dejamos de quemar los bosques, porque respetamos y honramos lo que Dios ha honrado y respetado. Mostramos honor al mundo físico con el cual Dios tiene un pacto. Los cristianos, entonces, debemos ser líderes en una ecología responsable. Como mayordomos de Dios, lo representamos cuando honramos su mundo físico.

La solución del medio ambiente

Schaeffer sostiene que la iglesia debe ser una «planta piloto», donde se ve un modelo de relaciones apropiadas entre los seres humanos y el mundo físico.85 La iglesia, dice, debe ser un lugar «donde la gente puede ver en nuestras congregaciones y nuestras misiones una sanidad sustancial en todas las dimensiones, en todas las alienaciones, producidas por la rebelión del hombre».86 Este macro-plan para reconciliación debe comenzar con la iglesia, involucrando cinco dimensiones.

Los humanos en una relación apropiada con Dios

Para que ocurra cualquier tipo de reconciliación, los humanos deben confiar en Jesucristo para su salvación. Esto es lo que quiso decir el apóstol Pablo cuando se refirió a su ministerio como uno de «reconciliación» (2 Corintios 5:18) —reconciliando a Dios con la humanidad a través de la obra cumplida de Jesucristo. Los humanos nunca podrán ejercer una mayordomía que honre a Dios, sin ser primero reconciliados con él por medio de Cristo.

Los humanos en una relación apropiada consigo mismos

Los humanos deben verse como Dios los ve —de infinito valor, como criaturas y, en Cristo, como redimidos. Ya que compartimos el enfoque que Dios tiene de nosotros mismos, hay un respeto apropiado por el cuerpo como algo eternamente importante. Una marca de un cristiano redimido es un compromiso con el cuidado y el respeto por el cuerpo. Pertenece a Dios, y permitir que sea un instrumento de pecado, o tratarlo sin respeto dice algo acerca de Dios, porque él lo creó y lo redimió. El cristiano ya no es independiente, sino depende para siempre del Señor, quien lo redimió (Romanos 12:1, 2; 1 Corintios 6:19, 20).

Los humanos en una relación apropiada con otros humanos

Ya que tenemos la mente de Cristo, los cristianos miramos a otros humanos a través de los ojos de Dios. Los cristianos tratamos a todo ser humano con respeto, dándonos cuenta de que somos criaturas también, y que compartimos el valor como imagen de Dios. Esto está en el corazón del mandamiento de Jesús de amar a Dios con el corazón, el alma, la mente y la fuerza, y de amar al prójimo como a sí mismo. La historia del buen samaritano ilustra con fuerza cómo debemos amar a nuestro prójimo (Lucas 10:30–37). Todos los humanos, redimidos y no redimidos, son de valor para Dios.

Los humanos en una relación apropiada con la naturaleza

Los humanos deben tratar cada aspecto de la creación física con respeto y honor. Si toda la creación es «buena», entonces sus discípulos debemos estimarla tal como él la estima. Es éticamente malo destruir innecesariamente lo que Dios ha creado. La creación no-humana sirve a los humanos; eso es el significado del dominio humano. Pero los humanos servimos a la creación de Dios con respeto y honor; somos mayordomos, representándolo. La mayordomía también implica rendir cuentas —a Él.

La naturaleza en una relación apropiada con la naturaleza

Romanos 8:20–23 explica que «toda la creación gime», esperando el retorno de Cristo cuando será restaurada. Entonces la naturaleza tendrá la relación apropiada con la naturaleza, y las consecuencias horribles del pecado humano que hacen tanto daño a la creación física (Génesis 3) terminarán.

Los cristianos debemos estar a la vanguardia del movimiento ecológico, para que la gloria de Dios no sea reemplazada con un programa humanista muy limitado, o por un sistema de valores «antihumanos» que pertenecen al panteísmo moderno. No debemos concluir que la tierra es buena y la humanidad es mala. Tampoco debemos concluir que si alguien está preocupado por el medio ambiente, debe ser un defensor de alguna forma de panteísmo o la hipótesis Gaia. La belleza y la simpleza de la tierra son regalos de Dios. Debemos cultivar el respeto y el honor por la creación. Somos sus mayordomos y ¡Él está mirando![1]

 



78 Ronald J. Sider, «Redeeming Environmentalists» [Redimiendo a los ecologistas], Christianity Today (21 de junio, 1993), p. 26.

79 Rosemary Ruether, Gaia and God; An Ecofeminist Theology of Earth Healing [Gaia y Dios; una teología ecofeminista de la sanidad de la tierra] (New York: Harper, 1993).

80 Sider, «Redeeming the Environmentalists», Christianity Today, p. 28.

81 Sider, «Redeeming the Environmentalists», Christianity Today, p. 28.

82 Francis Schaeffer, Pollution and the Death of Man: The Christian View of Ecology [La contaminación y la muerte del hombre: el enfoque cristiano de la ecología]. (Wheaton: Tyndale, 1970), pp. 47–61.

83 Sider, «Redeeming the Environmentalists», p. 29.

84 Sider, «Redeeming the Environmentalists», p. 29.

85 Schaeffer, Pollution and the Death of Man, pp. 81–93.

86 Schaeffer, Pollution and the Death of Man, p. 82.

[1] Gerald Nyenhuis and James P. Eckman, Ética Cristiana (Miami, FL: Editorial Unilit, 2002), 315–324.


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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com


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