LA ÉTICA DEL TRABAJO Y DE LA RAZA
Algunos lo odian. Otros lo aman. Algunos harían cualquier cosa para evitarlo. Otros lo hacen demasiado. Aunque hay muchas actitudes diferentes hacia el trabajo, hay algo que permanece constante: hay que trabajar. Desde el huerto de Edén, todos hemos trabajado o hemos dependido del trabajo de otro para sobrevivir. Además, el trabajo determina el estilo de vida —dónde vivir, la hora en que se come y duerme, el tiempo con la familia, incluso la vestimenta. Si una persona no está contenta con su trabajo, el resto de su vida está en desarreglo. ¿Cuál debe ser la actitud del cristiano hacia el trabajo? ¿Es una bendición o una maldición? ¿Es un medio para justificar una vida de recreación y entretención? Este capítulo se enfoca en desarrollar una ética cristiana del trabajo y en determinar la perspectiva correcta de las relaciones en el trabajo.
Una perspectiva bíblica del trabajo
El trabajo fue ordenado por Dios. Fue su invento creativo desde el comienzo. Aunque normalmente no pensamos en Dios como alguien que trabaje, y aunque no sabemos todos los detalles, la Biblia declara que Dios trabajó (Génesis 1–2). Al trabajar, somos semejantes a Dios. Como Dios, el ser humano tiene la habilidad de trabajar, hacer planes, implementarlos, y ser creativo. Además, Génesis 1:29 y 2:15 proclaman que Dios dio a los hombres la tarea de gobernar y cuidar la creación. Carl Henry escribe:
En su trabajo, el hombre comparte el propósito de Dios establecido en la creación de sojuzgar la naturaleza, sea un minero con las manos sucias, un mecánico con la cara llena de grasa, o un estenógrafo con los dedos manchados. El trabajo está lleno de propósito; es para servir a Dios, proveer un beneficio para la humanidad, y sojuzgar la naturaleza al programa moral para la creación. El hombre por lo tanto debe aplicar su ser completo —corazón y mente— al trabajo diario. Como colaborador de Dios, debe reflejar la habilidad creativa de Dios el día lunes en la fábrica tanto como el día domingo cuando conmemora el día de descanso y culto.50
Aparentemente, el trabajo de Adán y Eva antes de la caída tenía tanto una dimensión física como una dimensión espiritual. Con respeto a su trabajo en el huerto de Edén, Dios les dijo que «labraran» y que «guardaran» el huerto (Génesis 2:15). La palabra hebrea traducida «guardar» se usa en 3:24 para referirse al ángel que iba a «guardar el camino del árbol de la vida». Adán y Eva tenían la misma responsabilidad, una mayordomía espiritual inmensa, antes de su rebelión contra Dios. Por lo tanto, el trabajo tenía una dimensión física y una dimensión espiritual.
El trabajo no es solamente tedioso ahora, debido al pecado, sino dura toda la vida. Génesis 3:19 dice, «con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra» [énfasis añadido]. Aparentemente Dios quiere que los seres humanos trabajemos mientras tenemos vida. La actividad significativa juega un papel importante en el rol como ser humano: la jubilación no termina el trabajo; sino que debe incluir el trabajo para el bienestar de la persona. Esta verdad dice algo muy importante acerca de la manera en que la civilización occidental ve los años de jubilación. La edad mágica de 65 no deber poner fin al trabajo significativo y que tiene un propósito.
Cuando interpretan Génesis 3:17–19, algunos arguyen que el trabajo es resultado de la caída. Pero mientras el castigo de Dios en estos versículos tiene un efecto grande sobre el trabajo, el trabajo mismo no es un castigo. Lo que Dios quiere decir es que habrá dolor y esfuerzo cuando los humanos buscan resultados productivos. También hay fuerzas contrarias que restringen esos resultados. Hasta la muerte, los humanos siempre se enfrentarán con el trabajo doloroso y difícil. Dios no creó el trabajo como algo tedioso; eso es resultado del pecado. Por lo tanto, hoy en día se usan muchas expresiones que comunican el cansancio o el desagrado de tener que trabajar. El trabajo hoy es tedioso, difícil y muchas veces produce frustración.
A pesar del «sudor», el trabajo tiene tres propósitos básicos: satisfacer las necesidades humanas, proveer una cierta calidad de vida, y servir a Dios. Primero, el trabajo provee el dinero (o recursos) para comprar las necesidades de la vida. Jesús dijo que era apropiado orar por el «pan de cada día» (Mateo 6:11), y una manera en que esa oración es contestada es a través del trabajo. En segundo lugar, el trabajo mejora la calidad de vida. El trabajo da satisfacción en la vida, y esto es el factor más importante en pronosticar la duración de la vida, aun más importante que la felicidad general y otros factores físicos.51
Además, la salud psicológica y mental está relacionada con el trabajo. Una persona recibe un sentido de dignidad personal y valor de su trabajo. La mayoría de los estadounidenses, cuando se presentan, comparten su nombre y su ocupación. La gente sin trabajo frecuentemente sufre de depresión, baja autoestima, y de enfermedades mentales.52 Dios ha dado el trabajo como un don para sentirse realizado en la vida. El hombre y la mujer deben disfrutar del trabajo, por más razones que simplemente recibir beneficios económicos. Eclesiastés 2:24, 25 sostiene que «no hay cosa mejor para el hombre sino que … se alegre en su trabajo. También he visto que esto viene de la mano de Dios. Porque ¿quién comerá, y quién se cuidará, mejor que yo?»
El propósito final del trabajo es servir a Dios. Colosenses 3:22–4:1 es el pasaje bíblico clave acerca de la actitud apropiada hacia el trabajo. Aquí Pablo escribe a siervos y amos. No obstante, recuerde que la gran mayoría de obreros en el imperio romano eran siervos, que normalmente trabajaban toda la vida con ciertos derechos limitados. En muchos sentidos, la relación del siervo con su amo es similar a la relación entre empleador y empleado hoy en día.
En este pasaje, el apóstol Pablo explica tres principios éticos del trabajo. El primero es el principio de la obediencia, la constancia, y la sinceridad (Colosenses 3:22). El cristiano debe considerar el trabajo un asunto de obediencia a Dios; es una mayordomía que exige un compromiso de obediencia y constancia, aun cuando no está mirando el jefe. También deben hacer su trabajo con sinceridad y diligencia. El segundo principio es el señorío de Jesucristo; los obreros cristianos sirven a «Cristo el Señor» (Colosenses 3:23, 24). Alguien podría defender fácilmente el hecho de que Jesús es nuestro verdadero jefe. Trabajamos para él, y debemos ver nuestro trabajo como servicio para él, y no simplemente para el empleador. Finalmente, el versículo 24 dice que la razón por la cual los cristianos mantenemos una ética del trabajo tan alto es porque sabemos que Dios nos dará un premio. En otras palabras, hay significado eterno en el trabajo. Una parte del sistema de premios involucra premio por nuestro trabajo. ¿Qué sucedería con la calidad de los productos y toda la producción, si todos los obreros vieran su trabajo según la pauta de Colosenses 3?
De este capítulo hasta ahora, parecería que la gente debería estar más entusiasmada acerca de su trabajo. Pero la realidad está al revés. Las huelgas, la baja productividad, las exigencias de los sindicatos, las ausencias, y los frecuentes cambios en trabajo son síntomas de trabajadores insatisfechos. Debido al pecado, el significado del trabajo ha sido distorsionado y tergiversado. El trabajo hoy es solamente un medio para llegar a un fin. La meta es disfrutar el producto final y trabajar solamente porque es un medio para llegar a ese fin —la vida cómoda. Aun los cristianos caemos en esta mentalidad. Pero la comodidad no es el fin. El trabajo, como hemos visto en este capítulo, es un fin en sí mismo. Es una mayordomía conferida por Dios, y cómo lo hacemos tiene implicaciones eternas.
Las implicaciones de la ética cristiana del trabajo
Según el argumento presentado en este capítulo, es posible deducir varias implicaciones para la ética cristiana del trabajo:
1. Todos deben trabajar. Ya que Dios ordenó el trabajo, los humanos encontrarán su realización solamente en el trabajo. Es la clave para encontrar el propósito en la vida.
2. La excelencia es la norma para el obrero. Efesios 6:6, 7 exhorta al cristiano a servir «de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres», no para complacer a los hombres sino para complacer a Dios. La norma divina de la excelencia debe ser la norma humana.
3. El respeto y la obediencia deben ser observados en el trabajo. Tanto Colosenses como Efesios desafían al siervo (empleado) a mostrar respeto a su amo (empleador). El amo (empleador) también debe mostrar respeto y tratar con bondad a su siervo (empleado). El amor, el respeto mutuo, y la justicia deben caracterizar la relación entre empleador y empleado.
4. Todos las profesiones de todo tipo, suponiendo que son legales y bíblicamente éticas, son honorables delante del Señor. Simplemente no hay dicotomía entre el trabajo secular y sagrado. Todo trabajo da gloria a Dios y satisfacción al ser humano, si se hace con el fin de glorificar a Dios (1 Corintios 10:31).
5. El trabajo provee una oportunidad para testificar. Cuando el discípulo de Cristo sigue la ética del trabajo, manifiesta un mensaje fuerte, tanto verbal como no verbal, de un enfoque sobrenatural del trabajo. El mundo hoy necesita este testimonio poderoso.
6. El trabajo realmente es una forma de adoración. Tal actitud cultiva honestidad, integridad, y excelencia.
En conclusión, el evangelio de Cristo trae la transformación completa al ser humano. Trae responsabilidad personal, dignidad, y propósito —valores clave para una ética productiva, centrada en Dios. El trabajo diario del cristiano es una ofrenda diaria a Dios. Es una perspectiva transformadora, sobrenatural, con una perspectiva eternamente significativa acerca de los quehaceres habituales llamados «trabajo».
La ética de la raza
Los Estados Unidos tiene una historia manchada con manifestaciones feas del pecado del racismo. El país institucionalizó la esclavitud obrera que era fundamentalmente racista en su orientación. Se centró en la esclavitud de los africanos. Requirió una guerra amarga y costosa (1861–1865) para destruir esta maldad monstruosa. Hoy, han pasado varias décadas desde que pasaron las actas de los derechos civiles (1964 y 1965) que liberaron a los afroamericanos de la segregación legal, la falta de derecho a voto, y la discriminación en el empleo. La identificación racial, de cualquier tipo, ya no presenta un impedimento para votar. La representación afroamericana en la Casa de Representantes ahora está llegando a la misma proporción de la población general. Aunque hay minorías (particularmente afroamericanos) que están lejos de igualdad económica con los caucásicos, las posiciones altas en el gobierno, en las fuerzas armadas, en el comercio, y en la educación, son alcanzables.
Sin embargo, casi todos están de acuerdo que todavía hay problemas, y que el sueño de Martin Luther King, Jr., de una sociedad integrada en que la gente fuera juzgada por su carácter y no por el color de su piel, todavía no se ha hecho completamente realidad. El racismo, con toda su fealdad, sigue siendo una parte de la civilización estadounidense. ¿Qué dice la Palabra de Dios acerca de las razas? ¿Cómo debemos considerar a la gente de distintos colores? ¿Cuál es la solución bíblica para los residuos del racismo hacia todas las minorías?
Hay varios pasajes que con clave para tener la mente de Cristo sobre el tema de la raza:
1 Corintios 1:18 —El apóstol Pablo establece que desde la perspectiva de Dios, hay solamente dos grupos de personas: los que están con Cristo, y los que están sin él. En otras palabras, los que han confiado en Cristo Jesús como Salvador, y los que no lo han hecho. La Biblia no permite que la diferencia en raza sea un factor para discriminar o evaluar a los seres humanos. La muerte de Jesús en la cruz del Calvario era para toda humanidad, sean rojos, negros, café, amarillos o blancos.
Génesis 9:20–27 —Históricamente, este pasaje ha sido utilizado para justificar la esclavitud de la raza negra que ocurrió en los Estados Unidos después del año 1619. Ya que algunos hijos de Cam poblaron África, la maldición de Noé (concluyen algunos) debe aplicarse a los que son de África. Muchas personas en el sur de los Estados Unidos antes de la guerra civil, usaron este argumento para justificar la esclavitud racial. Desdichadamente, esta percepción de la maldición de Noé permanece hoy.
La conducta de Noé después del diluvio dio ocasión al pecado de Cam. Hay un contraste increíble entre la conducta de Noé antes y después del diluvio. Noé, que caminó con Dios en justicia, plantó una viña, se embriagó, y quedó acostado en su tienda, desnudo. La Biblia nunca aprueba la embriaguez o la desnudez. Ninguna de las dos traerá gozo verdadero; al contrario, ¡son el origen de la esclavitud personal y de la decadencia!
Las acciones de Noé incitaron el pecado de Cam. El versículo 22 dice que Cam «vio la desnudez de su padre, y lo dijo a sus dos hermanos». A pesar de muchas interpretaciones, no hay evidencia clara de que Cam haya hecho algo más que ver la desnudez de su padre. Allen Ross lo aclara, «La desnudez era causa de vergüenza para la humanidad caída desde el comienzo del Antiguo Testamento. Para Adán y Eva, ya como pecadores, estar desnudo significaba vulnerabilidad y falta de dignidad.… Ser expuesto significaba ser desprotegido; ver a alguien desnudo lo deshonraba y significaba ganar una ventaja para posible explotación».53 Al enfatizar el hecho de que Cam entró y vio la desnudez de Noé, Génesis apunta al acto de mirar como una falta moral, el primer paso en el abandono del código moral. En las palabras de Ross, «Cam profanó una barrera natural y sagrada. Ir a decir a sus hermanos sin cubrir al anciano agravó el acto».54
Pero la maldición de Noé en los versículos 25–27 fue sobre el hijo menor de Cam, Canaán, diciendo que Canaán sería «siervo de siervos» (esclavitud). La maldición de Noé anticipó en Canaán las características malas que marcaron a su padre Cam, y así lo condenó. El texto prepara al lector, mencionando dos veces que Cam era el padre de Canaán, indicando más que linaje. Para la mente hebrea, los cananeos eran la personificación más natural de Cam. «Todo lo que hicieron los cananeos en su existencia pagana fue simbolizado por la actitud de Cam. Desde el momento en que los patriarcas entraron en la tierra, estas tribus constituyeron la influencia corrupta para ellos».55 Las constantes referencias a la «desnudez» y a «descubrir» en Levítico 18 indican un pueblo sexualmente esclavizado, recordando a Israel del pecado de Cam. Los descendientes de Cam no fueron malditos por lo que hizo Cam; fueron malditos porque actuaron como había actuado su antepasado.56
En conclusión, es simplemente imposible encontrar la justificación de la esclavitud o cualquier aspecto de inferioridad por la maldición sobre Canaán. Es una distorsión grave de la Palabra de Dios tratar de hacerlo. Además, como afirma Charles Ryrie, «también es irrelevante hoy, ya que sería difícil, si no imposible, identificar a un cananeo».57
Hechos 10:34, 35 —El punto de este pasaje extraordinario es que la salvación que Dios ofrece es para todos los seres humanos en todo lugar, sin importar el trasfondo racial o las características raciales. Pedro aprende que «…Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia». El odio o la discriminación racial es imposible cuando se ve a las personas como Dios las ve.
Santiago 2:1–9 —Se cuenta la historia de Mahatma Gandhi de su búsqueda de la verdad y la armonía para su gente de la India. Criado como hindú, Gandhi no creía que el hinduismo ofreciera la solución para la discriminación horrenda y el sistema rígido de castas en la India. Cuando estudiaba leyes en Sudáfrica, creía que el cristianismo podría ofrecer la solución para los problemas de la India. Esperando encontrar en el cristianismo lo que faltaba en el hinduismo, asistió a una iglesia en Sudáfrica. Como la iglesia de Sudáfrica abrazaba el sistema de segregación racial llamada apartheid, el portero le ofreció un asiento en el suelo. Gandhi objetó que sería mejor seguir siendo hindú, porque el cristianismo tenía su propio sistema de castas. ¡Qué tragedia!
Santiago 2 no permite esto. Santiago lamenta la situación típica de la iglesia primitiva en que los ricos tenían un lugar de privilegio y honor en el servicio de adoración, mientras que los pobres solamente podían sentarse en el suelo. Tales prácticas discriminatorias violan la regla de oro de Dios, «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Mostrar favoritismo es un pecado; profana la norma divina de amor.
La iglesia de Cristo debe ser un modelo de la imparcialidad sobrenatural que rehúsa discriminar. La iglesia debe mostrar el camino para toda la sociedad, porque solamente la iglesia ve a las personas como Dios las ve; lo que sea el trasfondo racial o étnico, todos necesitan a Jesús y llevan su imagen. La iglesia tiene la solución radical para la lucha social con las diferencias étnicas y raciales. Es una solución sobrenatural: los discípulos de Jesucristo que han experimentado su salvación y que se aman mutuamente con el amor sobrenatural de su Salvador. Todo el mundo necesita ver esta solución radical demostrada en la iglesia[1]
50 John A. Bernabaum y Simon A. Steer, Why Work? [¿Por qué trabajar?] (Grand Rapids: Baker, 1986), pp. 6–7.
51 Ver Arthur Holmes, Contours of a World View [Contornos de un enfoque de vida] (Grand Rapids: Eerdmans, 1983), p. 219, y Stanley Cramer y Edwin L. Herr, Career Guidance and Counseling Through the Life Span [Dirección y consejería para toda la vida en la selección de una carrera] (Boston: Little Brown, 1979), p. 387.
52 Arthur Holmes, Contours of a World View, p. 216.
53 Ross, Creation and Blessing, p. 215.
54 Ross, p. 215.
55 Ross, p. 217.
56 Ross, p. 218.
57 Ryrie, You Mean the Bible Teaches That…, p. 60.
[1] Gerald Nyenhuis and James P. Eckman, Ética Cristiana (Miami, FL: Editorial Unilit, 2002), 287–297.
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